EL DISCIPULADO LÚDICO DE WAFI SALIH
José Carlos De
Nóbrega
Puesto el cebo de
las primeras palabras dulces, poco hubiera costado después que nos enlazáramos
y nos uniéramos en la mano de Dios. Niko Kazantzakis:
Zorba, el griego.
Wafi Salih (Valera, 1966) es una escritora
y amiga muy querida por este propagandista compulsivo. Su trabajo poético
revela una voz poderosa y enternecedora de múltiples instancias: Desde el
cultivo personal, místico y terrenal del haiku en títulos como “Huésped del
alba. Poesía reunida” (2006) y “Vigilia de Huesos” (2010); hasta esa paisajística
y cartografía del Dolor en la contristación solidaria con el Otro que es “El
Dios de las Dunas” (2005), memorial del cordero abatido en El Líbano
equiparable a películas como “El Ocaso de un Pueblo” (Volker Slöendorff, 1981)
y “Vals con Bashir” (Ari Folman, 2008). En este caso, el Decir Poético se mueve
con fidelidad tanto en la celebración de la belleza reposada y cotidiana, como
en la inmediatez implacable de la denuncia profética. El Grupo Editorial Negro
sobre Blanco nos presenta hoy su primer volumen de cuentos “Discípula de Jung”,
materia propicia de esta conversación entusiasta en procura de lectores amigos.
Este conjunto de cuarenta y ocho relatos,
si bien de una riqueza introspectiva, no pretende ser un ejercicio terapéutico
ni anti-psiquiátrico. Se nos antoja una exploración de la propia voz escritural
que colinda el auto-análisis referido a la edificación del Ars Poética muy
suya: Sin desvincular la poesía de la narrativa breve, Wafi desarrolla temas y
registros discursivos diferentes respecto a sus poemarios. Encontramos un
tratamiento humorístico de tenor irónico y paródico que propone un diálogo
cómplice con el lector: No se trata de escribir historias perfectas, sino
forjar atmósferas emotivas, líricas y contingentes en el trabajo mismo del
habla. El inicio y el cierre del libro no sólo simula una serpiente mordiéndose
la cola, sino un acto de autoestima que le tiende una trampa al egotismo de
autor: Ella misma es un personaje acosado por un pretendiente torpe, inocuo y
obseso: “no me atrevía a
confesarle que todos los días su figura caminaba por mis ojos, abiertos para
ella, como dos escaleras infinitas” [Alter ego].
¿Hay una intención solapada por educar sentimentalmente al macho? Quién sabe,
sólo que el feminismo auténtico no tiene asidero sin complementarse ni dialogar
con el Otro, como ella misma bien lo pondera. Incluso, no evade la contundencia
del chiste cruel entre mujeres como indagación en la oralidad que manifiesta un
alma escindida víctima de sí: “La
amiga de una amiga mía, contaba: Mi marido me abandonó por una mujer joven y
fuerte, él, de mal carácter y achacoso, no era un mal hombre, por eso siempre
la bendigo, yo no podría con tanto”. En “Arquetipo” se descuelga un humor
amargo, si se quiere compasivo, que triza la dependencia desesperada de la
paciente con respecto a su alienista o escrutador de almas: La transferencia no
halla contraprestación profesional ni afectiva. “Carta a mi madre”, para
consternación de los que nos hacemos llamar sobrios, reivindica al perseguido
–indigente y paciente psiquiátrico- que hostigado como el niño del pelo verde
del film de Losey, logra evadirse de sí mismo y de su prójimo malsano en el
mero enclaustramiento a través de la burla más cruel.
La
transparencia expresiva, en tanto vía crucis que conjuga dolor y goce juguetón,
decanta la complejidad del discurso en los giros y balbuceos de la perspectiva
narrativa, la fusión de géneros literarios y, especialmente, la configuración
del clima emocional que chicotea y acaricia al punto el cogote del lector
agradecido. “Todo para ti”, no en balde el narrador omnisciente, es una
sacudida conducente al amor filial que se exculpa y disculpa en la escritura
por encargo de obituarios: el poeta Mariano Díaz Castro se reencuentra en un
diálogo conmovedor y humano de ultratumba con Sonia Mercedes. Esto nos
retrotrae, valga nuestro terco cariño, la estupenda red de araña que es la
novela “La canción de la aguja” de Sol Linares, otro homenaje a la Madre
enclavado en lo asombroso y lo paradójico del Amor Loco. Heredera pero no
copista de Ramos Sucre, en la inclinación por la Prosa Poética susceptible de
confundirse con el cuento, Wafi Salih nos ofrece cuerpos vitalísimos como “El
lenguaje de los pájaros” y “Metáfora del vuelo”: En el primero, la poeta Minerva
Santos desmonta el discurso mediático y sus hablillas con el lirismo libertario
rematado en el aforismo final, “El
lenguaje de los pájaros son los jeroglíficos que dibujan con sus alas en el
aire”; mientras que en el segundo, el poema en prosa excede el formato escrito
para crear una puesta en escena que raya la magia objetual que revisita al
padre descocado de Bruno Schulz o la lengua amarillista del Barón Münchhausen.
Qué les parece entonces este texto confesional que mixtura la poesía, el habla loca
y la historia clínica: “Mi no tiempo, cuando me revuelvo en mi yo inflexivo, mi
súper yo arruinado, mi ello improbable, muerdo a
mi alter ego de viaje, y siento a mi pobre ego desdoblarse en la cruz de su
calvario narcisista, ondulo como una cosa detrás
de los alambres. Nada puede romper el hechizo de un ser triste, escrito con
tinta”. El ejercicio, además de su musicalidad vecina al be bop de Charlie
Parker [por supuesto, el gato de Cortázar mediante], connota un ars poético en
prosa que nos remite a los Ejercicios Espirituales de Loyola o el Libro de Job
según Jung.
Otros
cuentos apuntan a la inconformidad con el despliegue impune de los poderes
fácticos, sin rehuir la alusión política punzante ni la solidaridad militante
con los marginados. “La cabeza de la mapanare” es un documento crítico que si
bien desdice la enfermedad infantil de la izquierda, pone contra la pared a los
conversos y traidores movidos por hilos inquisitoriales y mercachifles, así
como también a los torturadores inclementes. Nos insta a releer con pasión
rebelde al mexicano José Revueltas. “Eridu” constituye un relato magistral que
derriba la moralidad pequeñoburguesa, eso sí, por medio de la recreación
condolida y amatoria de la Piedad como género plástico y lírico que se obsequia
a un paciente de SIDA. “Hereje” cuenta como requisitoria que embiste al
Patriarcado castrador de las mujeres, más allá del contexto medieval e
inquisitorial: La intolerancia, la subestimación y el asesinato de ellas sigue
mancillando el mundo hoy.
Estimado
lector, te invito a conocer a una de las nuestras, en el convencimiento de que
estos cuentos marcarán tu piel y te conducirán a una experiencia estética
gratificante. Este llamado es a bailar por la vida con Wafi y Zorba a orillas
del Mar Egeo.
En Valencia de San Simeón el estilita,
martes 16 de agosto de 2016.