miércoles, 20 de enero de 2021

Wafi Salih, Dos Tendencias

 


                            Wafi Salih, Dos Tendencias

   Wafi Salih ha titulado su primer poemario Los Cantos de la Noche (Mérida, ULA, Dirección de Cultura y Extensión, 1996).

   Poema y verso breve, la serenidad contemplativa del haikú domina a unos textos y en otros se revela la frondosidad apasionada de una erótica oriental. Estos últimos se perciben más logrados y genuinos. Más extensos manifiestan mayor dominio de la materia poética: “Afandi”, “Beduino”, “Samar”. El poema breve parece que represa una sensualidad y erótica que bajo la vestidura oriental se percibe más cercana a su voz y sentir. Estas dos tendencias no se integran y lo cierto es que el poemario se debate entre dos tendencias.

   Lo nocturno no es el eje constitutivo del libro. Sólo mencionaba en algunos poemas, no es la noche presencia esencial, ni el territorio romántico de la revelación y el misterio “Abismos/ que palpitan/ la voz / y los sonidos / en el umbral / de cada noche”. Si se puede pensar que este texto niega la afirmación anterior, hay que señalar que no predomina ni como atmósfera o tono. Lo luminoso se impone sobre lo nocturno, lo que es fácil de demostrar. Al cuantificar los términos que se asocian a lo nocturno y a lo luminoso, predominan estos últimos. La oscuridad surge de la luz y no al revés, como lo establece la simbología tradicional y la cosmología, escribe entonces: “en una claridad/ que me enceguece” y “me enceguece / el resplandor / de tu cuerpo”. Imagen más cercana a la mística, la luz enceguece. Y, habita en la noche: “en el cálido sol/ de mis noches”. Entonces, habría que preguntarse: ¿De dónde viene esa noche? ¿A cuál se refiere?

Desterrada

como un fruto

maduro

que cae

 

Me contiene

una sombra

 

En silencio

como signo

de la nada

me haces suya

y me dispersa

   La noche es la del desarraigo, el desamparo, la sombra que la contiene. Desde el poema inicial donde se lee: “¿Regresaré / sin mí / a alguna parte?” hasta el último que finaliza con “Marca mi paso / de perfil / huyéndole / a todo”, se establece un recorrido poético que evidencia el transitar que no descubre asideros ni pertenencia: “No encuentro / espacio para mi alma / enmohecida”. Y así se impone una imperiosa necesidad de huída: “Prófuga / como un alga / he tocado / la orilla”.

María Antonieta Flores

Domingo 14 de Septiembre de 1997

WAFI SALIH; LA ESCRITURA TOTAL

 


                                            LA ESCRITURA TOTAL                                           

 

                                                                                            Miguel Ángel Balderas

 

¿Será cierto que existo?... o soy simple reproductor de conductas de ellos, ellas, ustedes, los otros; ¿Será cierto que existes?...  o solo eres construcción de mi pluma y del tejido social; ¿Será cierto que podríamos coexistir?...  que las diferencias y disidencias se pueden superar; es el cuestionamiento que hace en este libro la escritora Wafi Salih y esta pregunta alcanza a la humanidad y hace eco en hombres y mujeres, toda vez que podemos ser meros reproductores de conductas, estereotipos que en el día a día hacemos y decimos, pero que estamos lejos de sentir y en franca rebeldía cada vez que los pensamos.

Sin embargo, ser hombre y ser mujer de pronto se ha vuelto franca invitación a la confrontación, soslayando que los papeles genéricos se puede construir desde la planeación del número de hijos que se tendrán, como ejercicio de comunicación de pareja, compartiendo cada quien su experiencia del género que le ha tocado vivir, a fin de reconocer aquellas vivencias con las que no se concuerda y modificar la transmisión de papeles estereotipados a los hijos, rompiendo con ello, esa cadena de agresiones, inequidades y desigualdad ancestral hacia la mujer. Permitiendo una mayor participación de las féminas en el espacio social y la inserción más igualitaria del hombre en el espacio privado.

Empero, no todos los hombres tienen las mismas actitudes y comportamientos definidos como masculinos, ni todas las mujeres carecen de este tipo de rasgos. Así las cosas, la masculinidad y la feminidad, son construcciones sociales, en consecuencia, la manera de ser hombre o mujer dependerá de la educación en la infancia sin soslayar las influencias a lo largo de su vida. Desde los ochentas en México, algunos hombres han asumido conductas consideradas femeninas y las mujeres conductas masculinas, enfrentando conflictos dados según el contexto social en el que se desenvuelven, al salirse de la norma.

La autora nos muestra que ambos géneros deben ponderar su espacio individual, toda vez que se dejan envolver por los diversos roles que socialmente les piden desempeñar, comenzando con el de hija o hijo al nacer, los colores, los juegos, los juguetes, la forma de conducirse y expresar necesidades y emociones serán aplaudidos o censurados por sus mayores; luego desempeñarán el papel de hermana (hermano) teniendo que atender a las figuras masculinas de su hogar como obligación social, y el hombre, aprenderá a reprimir los sentimientos y emociones, quizá también, aprenda a ver a la mujer como un objeto que servirá para satisfacer sus deseos y necesidades, así el estadio que sigue, el de esposa (esposo) será más fácil desempeñar, luego del entrenamiento previo con sus hermanas ellos  y ellas con  hermanos y padre, pero, teniendo la mujer como añadidura, el papel pasivo, sumiso y receptor en su vida erótico sexual , y al cumplirlo a cabalidad, recibirá como  “premio” la experiencia de ser la abnegada madre, que sufre y sacrifica por la pareja y más aún, por sus hijos.

Mientras sus esposos, serán como diría Serrat fuerte para ser su señor y tierno para el amor, proveedores en toda circunstancia;  luego serán los abuelos, que volcarán su amor a los nietos y no tendrá reparo en sustituir al hijo o hija y hacerse cargo de la educación, cuidado y muchas veces manutención de los nietos;   cabe aquí la pregunta eterna, cuando fuiste tú, o solo aprendiste a reproducir mecánicamente los papeles que te tocaron vivir, o como Wafi lo enfatiza: …” si bien un esclavo puede liberarse y hacerse propietario de su trabajo, un obrero emanciparse y ser dueño del valor social de su producción y de su vida, una nación puede ser edificada, redimida, la mujer  “al dejar el arma” debe regresar a su labor de madre, de esposa, de hija, de propiedad, pero sobre todo, debe ser  devuelta al principio, AL SILENCIO” … Cómo se construye ella para ser avalada por su sociedad, la misma que presenta al hombre como una construcción genérica, en constante interacción con otras personas. Hoy, los varones viven el dilema de cómo ser “hombres” y ser justos con las mujeres, quienes a su vez buscan hacer las cosas que ellos hacen, sin que, por ello, no puedan reafirmarse como mujeres

Siendo este el punto crucial del pensamiento de la escritora, porque no solo lleva implícito propuestas de cambio que nos conduzcan a una interacción menos desigual y con más equidad de oportunidades y de responsabilidades, sino que también implica una redefinición de los roles que el hombre y la mujer han desempeñado durante demasiado tiempo, e invita al replanteamiento libre, individual y espontáneo. Sirviéndose de un relato mexica sobre la creación, en él, se cuenta que un rayo con forma de pedernal (técpatl), cayó desde la matriz de la diosa celestial Citlalinicue (falda de estrellas) gran madre de las estrellas. Penetró en la tierra en Chicomóztoc (Siete Cuevas), lugar mítico de origen, y así fueron generados los mil seiscientos dioses. Cuando éstos pidieron comida a Citlalinicue, ella les dijo que hicieran seres humanos preparándolos con su propia sangre sacrificial mezclada con los huesos de humanos anteriores. Estos seres se convirtieron en servidores y en comida de los dioses.

Esta metáfora nos ayuda a entender como fue la base estructural del pensamiento mesoamericano. La masculinidad se asoció con lo caliente, con las cosas duras originadas en lo alto para penetrar y fertilizar la tierra, baja y fría. El sol, desaparece la mitad del tiempo, librando la lucha diaria por el renacimiento, resumiendo así el diario quehacer masculino cumpliendo con su rol de proveedor, mientras la mujer asume su papel pasivo y relegada a las actividades domésticas. Las imágenes de la ausente, es un libro esencial para aquellos hombres que aceptan y apoyan los movimientos feministas; pero invaluable recurso para los que aún defienden el patriarcado, que no entienden que los estereotipos actuales deben desaparecer y empatizan con la igualdad entre géneros.

La agilidad de la autora vuelve a la perspectiva de género la ventana de lo que debe significar ser mujer y ser hombre, como una posibilidad para resignificarnos como individuos. El análisis de género redefine las diferencias entre hombres y mujeres desde las normas morales, y reconstruirlas con la propuesta de Wafi Salih, quien enfatiza que este proceso no debe quedar en el discurso, sino, traducirse en cambios conductuales en la vida social y familiar. Debemos asimilar que, llevar a cabo este proceso es doloroso, porque significa para el hombre replantearse la propia identidad de asumir responsabilidades que no había aprendido a reconocer como propias. Se hace necesario favorecer la participación del hombre en forma efectiva, a través de estrategias que lo ayuden a reconocer sus necesidades, a hablar de sí mismo, a analizar las transgresiones de normas y formas de vida, así como a propiciar el autocuidado de su cuerpo, olvidando estereotipos que lo someten a riesgos innecesarios.

Las imágenes de la ausente, deja al descubierto algunos cambios que urge promover en la masculinidad, rescata también el cuerpo de la mujer, siempre útil en campañas publicitarias, propone que, en el camino hacia la igualdad, se termine con la separación de lo masculino y femenino, que desequilibra la relación entre géneros en el día a día. Construir un nuevo tejido social, basado en la reeducación, que emane del respeto y compromiso, sin etiquetas ni roles, solo seres humanos conviviendo en un mismo espacio: Wafi Salih contribuye constructivamente en ese esfuerzo que busca una sociedad en la que el sexo biológico de los seres humanos, no sea más un motivo de discriminación.

Al final de la lectura, resulta necesario que en ese mar primigenio de reflexiones el arquetipo femenino y masculino, transite hacia nuevas formas de relacionarse, sin soslayar las inseguridades de hombres y mujeres que convergen en las libertadas de ellas recientemente readquiridas y en los tronos derrumbados construidos a gusto y medida de ellos, si bien el arquetipo de amo de casa no alcanza reconocimiento social,  si sienta las bases para que en esta época de crisis y reconstrucción social, hombres y mujeres decidan ser masculinos y femeninos desde su conciencia individual y los enconos de género, pasen de lado, porque esta humanidad evolucionó y no requiere de un hombre o una  mujer poderosa a su lado para apoyarse, sino,  seres empáticos, competentes, críticos y con mismos objetivos  y se vean como seres humanos compartiendo y conviviendo en un mismo espacio.

José Miguel Navas

 

      Salih, nació en Valera donde  los grandes Ramón Palomares y Ana Enriqueta Terán, también vieron por primera vez la luz. Sin embargo Wafi no solo pertenece a los paisajes de Valera, su  sino es la dualidad, alimentada por su ancestralidad. Desde pequeña luego de su regreso de Medio Oriente en plena  guerra entre Israel y Líbano. Wafi se reconciliaba con su país caribeño -Venezuela- por medio del lenguaje. La hondura memorial de sus padres arraigo  en ella el silencio pleno, el que está poblado de plenitud. El que busca espacios de luz en el aire. En  los noventas esta  atractiva mujer de rasgos árabes  con el encanto del trópico es seleccionada por La Universidad de los Andes para dar vida a su primer poemario "Los cantos de la noche".  Ya en ese primer libro se vislumbra su poder de síntesis,  una concatenación de haikus daban estructura a la concreción y lo sucinto, de su poesía. -En el 2011 la vida y sus pasadizos pone ante mí,  los libros de la poeta, grata compañía hasta hoy día. Un amigo poeta al conocer de mi interés  por la brevedad que Salih logra, me dijó -ella no escribe Haikus pues no siempre cumple  la métrica y la intensión de este género. -Yo le conteste -ciertamente, ella creó un mundo inédito, amalgamo  las bases simbólicos de lo japonés, lo perecedero de medio oriente y el mestizaje de lo venezolano, creando una voz de características universales, a mi juicio poesía en estado puro. Esta discusión agudizo en mí la necesidad  de seguir  escudriñando la luz que irradian sus textos. Wafi Salih, la exponente de un modo de hacer poesía sin macula, es considerada maestra del verso esencial,  que atrapa el instante con  tierna elegancia.

 

                                                                                                    José Miguel Navas

 


YO, WAFI SALIH

 

 Yo, Wafi Salih

Adolfo Segundo Medina

 “Huésped del alba”, “A los pies de la noche”, “Caligrafía del aire”, “Cielos descalzos”, “Vigilia de huesos”, “Consonantes de agua”, “Honor al fuego”, “Sojam”, “Fadua”, “Zafa (Cuentas del sal)” y “Akbel”, son los once libros que Wafi Salih nos entrega en esta antología del haiku escritos entre 1985 y 2018, reunidos bajo el título de Cielo avaro que, contrario  a lo que su calificativo expresa, pues el avaro atesora riquezas y no las comparte, este cielo de Wafi, construido con una constelación de poemas breves, nos obsequia, generoso, su fortuna espléndida a nuestra lectura.

¿Hemos de hablar de haiku, ese parpadeo de la palabra, ese soplo del aliento, esa ráfaga que, como un celaje, pasa ante nuestra percepción y nos estremece, nos sacude y nos deja luego entumecidos ante lo incomprensible? ¿Hemos de hablar de ese chispazo deslumbrante que apenas nos deja entrever una sombra que pasa rauda; ventana que se abre y se cierra de golpe y apenas alcanzamos a vislumbrar un rostro, un paisaje, un dolor, algo sin contorno y al mismo tiempo perfectamente delineado como un amanecer o un espejismo? ¿Hemos de hablar de ese relámpago que surca el cielo de nuestras ansiedades, de nuestros sueños, advertencia inobjetable de nuestra precariedad, de nuestro transcurso efímero por la vastedad del universo?

¿Hemos de desentrañar significados en aquello que es multiplicidad, arcoíris, sinfonía, conversación multívoca del mundo, ronda multicolor de animalitos como en Cielos descalzos donde iguanas, gallinas, ovejas, pulpos, mariposas, burritos, cangrejos, luciérnagas, cerbatanas, morrocoyes, cocuyos, abejas, monitos, pájaros, perezas, pececitos, sirenas, caballitos de mar, asisten en la brevedad del poema como una canción de estrofas leves para los niños y las niñas de las escuelas de nuestros pueblos. Niños y niñas que asisten entusiasmados al aprendizaje a ser adultos. Niños y niñas con la ilusión de la inocencia, que entrelazan sus manitas en esta ronda, melodía del cielo que Wafi teje con amor infinito?

Me siento sobrecogido de pavor, atónito ante la magnitud de tal osadía. ¿El haiku, diecisiete sílabas en tres versos así, cinco, siete, cinco? ¿Decir que su origen es japonés, que se deriva de la tanka que tenía cinco versos en dos estrofas, la primera de tres y la segunda de dos, que el kaiku es prácticamente el primer terceto de la tanka? ¿Qué ganamos con ello? ¿Que Tablada, el mexicano aquél, lo trajo y de ahí comenzó a expandirse en América latina? Bueno sí y… Quizás haya muchos, en el universo poético americano, que hayan escrito tan breve que, por su misma brevedad, sus versos han desaparecido en el incendio del olvido. El asunto es de mayor trascendencia y no tiene que ver con medidas y postulados originarios. El haiku de Wafi, si es que así debemos llamarlo, es ese estado del espíritu que capta, que captura la brevedad de la vida, que, cual proceso fotográfico, estampa cada instante del transcurrir del todo, cada latido de la existencia, fotograma que se desarrolla en sepia y que adquiere color y movimiento en el lenguaje, en el decirlo y nombrarlo. Ese fulgurante momento de cada paso del tiempo lo atrapa Wafi y lo convierte en poema, diciendo lo que es en su justo momento. Su maestría es única, y trascendente. ¿Qué vamos a buscar más allá de lo que Wafi dice. Viene el colibrí y chupa la flor y es un beso, croa una rana en la noche y es el grito del silencio, llora una niña y sus lágrimas son la lluvia, va el sol ya declinando y es un anciano que va hacia su tumba, un gato dormita en el alféizar de una ventana y ahí está la paz del alma, un diamante es una gota de rocío en una hoja, arrastra el viento hojas secas, eso es el olvido, pero también el recuerdo, un grito en la noche, la necesidad, o un orgasmo del tiempo. ¿Que vamos a estar buscándole a estos poemas una significación distinta a la que expresan?

¿No lo véis? ¿No sientes el pálpito, el golpe seco, la caricia tenue y ligera casi imperceptible de su mano? ¿Qué tienes por alma? ¿Un circuito, un microchip programado de banalidades? ¡Arráncate esos alambres! ¡despójate de la silicona que recubre tu sentimiento! No de otra manera penetrarás en este instante. No podrás atrapar en tu mirada el desplazamiento vertiginoso de la estrella fugaz que surca el firmamento en la noche oscura de tus incertidumbres. Acércate, abiertos los sentidos a este susurro, Wafi te habla, y no te niega su voz para decirte lo que su alma percibe, lo que su mano y su corazón atrapan como suspiro de la vida, como estremecimiento, como vibración, como vértigo repentino, violento y dulce de la existencia, para que te sumerjas y flotes simultáneamente en el abismo del amor y la sinrazón, límites ilusorios pero definitivos de nuestro tránsito.

En Cielo avaro, cuya avaricia contradice su naturaleza, Wafi Salih te entrega, a manos llenas, pletóricas y generosas, estas Moras, esta sabiduría inconclusa vestida con la seda de la ancestralidad y la justicia. Te da, sin pedirte nada, su diente partido, su hijo ausente, su amigo moribundo, su padre inmigrante, su profesión menoscabada, su aliento a dátil, a cedros derrumbados, a desierto bombardeado, a montañas nubladas que acogen su soledad.

¿Qué más quieres, querido lector? Te lo da todo Wafi Salih en un cielo que todo te lo ha negado. Te entrega su legado, su alma. Ella entera, se entrega a ti, en esta orgía de voces, de suspiros, de pálpitos, y no te pide nada a cambio, no te requiere, sólo pone allí su huella, su dedo pulgar y te dice: “he aquí, mi voz / mi ternura y mi rabia / Yo, Wafi Salih”

 


WAFI SALIH: TODO EL PODER DE ILUMINAR

 


 


 

                                                                                                    José Pulido

 

                                                                                Mirar, admirar

                                                                             hojas verdes, hojas nacientes

                                                                               entre la luz solar.

 

En ese haiku de Basho la palabra “mirar” es un primer mandato y a continuación le sigue “admirar”. Sentir la maravilla de lo que se ve. ¿Qué debes mirar y luego admirar? Hojas nuevas que significan un cambio de estación. Y son hojas que no brotan en un bosque, en un jardín, en un monte: surgen “entre la luz solar”. Allá donde siempre han dicho que nace el sol.

La poesía breve y relampagueante que llegó hace tantos años desde el Japón, incita a mirar y a admirar todo lo que dice, todo lo que esboza y sugiere. El haiku voló como las aves que emigran y dejó unas cuantas crías cantando en paisajes remotos, en corazones diferentes.

Octavio Paz comentó acerca de la estructura de esta breve composición:

“A pesar de su aparente simplicidad, el haikú es un organismo poético muy complejo. Su misma brevedad obliga al poeta a significar mucho diciendo lo mínimo. Desde un punto de vista formal, el haikú se divide en dos partes. Uno da la condición general y la ubicación temporal y espacial del poema (otoño o primavera, un ruiseñor); la otra, relampagueante, debe contener una elemento activo. Una es descriptiva y casi enunciativa; la otra, inesperada. La percepción poética surge del choque entre ambas. La índole misma del haikú es favorable a un humor seco, nada sentimental. El haikú es una pequeña cápsula cargada de poesía capaz de hacer saltar la realidad aparente”.

 

Se va la primavera,

quejas de pájaros, lágrimas

en los ojos de los peces.

 

A veces el absurdo salta en el haiku y hace que el lector reflexione. Mirar lágrimas en los ojos de los peces es un modo de quedarse atrapado en la poesía. También lo es escuchar quejas de pájaros. El asunto es que la primavera es tan fugaz como hermosa, inclusive llega a ser una estación inspiradora de belleza. Para ahondar y aclarar más en el haiku es necesario seguir consultando a Octavio Paz:

 

“Se  ha  dicho  que  en  el  arte  japonés  hay  una suerte de exageración de los valores estéticos que, con fre­cuencia,  degenera en  esa  enfermedad  de la  imaginación y de los sentidos llamada «buen gusto», un implacable gusto que colinda en un extremo con un rigor monótono y en el otro  con un alambicamiento no menos  aburrido.  Lo con­trario también es cierto y los poetas y pintores japoneses podrían  decir  con  Yves  Bonnefoy:  «la imperfección  es  la cima». Esa imperfección, como se ha visto, no es realmente imperfecta:  es  voluntario  inacabamiento.  Su  verdadero nombre  es  conciencia  de la fragilidad y precariedad  de  la existencia,  conciencia  de  aquel  que  se  sabe  suspendido entre un abismo y otro.  El arte japonés en sus momentos más tensos y transparentes, nos revela esos instantes de  equilibrio  entre  la  vida  y  la muerte. Vivacidad:  mortalidad”.

 

Descubrí el haiku, como muchos, gracias a Octavio Paz y su acuciosa y delicada traducción de Basho.  Nunca he creído que son poemas sin pasión, sin mucho sentimiento. Inclusive, nunca he creído que marchan ajenos a la metáfora, aunque son más descriptivos que el resto de la poesía. Creo que su gran poder no reside en la brevedad sino en el hecho de que el lector se siente inmediatamente en la necesidad de interpretarlo o de participar en lo que parece un juego, en lo que recuerda las delicias de las adivinanzas infantiles.

Paz también lo ha expresado: “El Japón no nos ha enseñado a pensar sino a sentir”.  Y aclara que la palabra sentir, para los japoneses, es algo que oscila entre el sentimiento y la idea.

Una autoridad en cultura japonesa fue Reginald Horace Blyth. Él lanzó una definición casi perfecta: “El haiku es la expresión de una breve iluminación, en la cual vemos la vida de las cosas”.

Todo esto sirve para entrar en un detalle altamente interesante: el haiku en América Latina. El latinoamericano es todo lo contrario del japonés, porque el budismo influye en la búsqueda de lo colectivo, de lo no sentimental. Y el latinoamericano es expresivo, pasional y muchas veces el individualismo surge como razón de vida. El budista no quiere seguir reencarnando. El latinoamericano desea continuar viviendo, mirando y admirando para siempre.

Pero eso vehemente que somos, le ha agregado un matiz al haiku. Un matiz nada despreciable de calidez, de ternura mestiza. Quizá no es el caso de Wafi Salih porque ella va más allá en su poesía y creo que actúa como una especie de voz sacerdotal, pero sus poemas son de un canto prodigioso, unico.  Leyendo su antología uno se siente como extraviado, como perdido en un bosque interminable rodeado de pájaros que hablan. También es como una borrachera de frases que te hacen cerrar los ojos y te llevan hasta el lugar que la poeta desea llevarte. Hasta el mareo divino.

Wafi Salih ha conseguido un haiku de alta sonoridad, de resonante significado. Ya figura entre las poetas más destacadas en este tipo de expresión.

Una lámpara

un ratón, un hombre

roen las horas

 

Este poema dice tantas cosas. Es como un libro completo. Y sus páginas surgen del propio lector, de su experiencia, de sus vivencias. Porque Wafi solo ha colocado el botón allí para ser pulsado.

Lo mismo ocurre cuando escribe algo que cualquier ser humano ha percibido, pero que seguramente no ha podido decirlo de esa manera:

 

Cerrando

los ojos se juntan

todas las noches

 

Wafi Salih atraviesa el tiempo con su poesía, no se queda en el pasado ni se estanca en el presente. Ella ha estado macerando su pensar y su sentir hasta conseguir una esencia que es calor y aroma, que es arquitectura del celaje y sonido de la inmensa quietud. Todo vacío se distancia en sus poemas. Todo vacío se llena. Ella ha superado las normas y los esquemas. Se ha dedicado a sembrar la vida con esas semillas, que indefectiblemente germinan y brotan en el terreno sensible de quienes se asoman y la leen. De quienes descubren su precioso oficio de poeta indefinible.

VIAJE HACIA EL DESENTRAÑAMIENTO DE UNA POÈTICA O LA BUSQUEDA DE LO INSONDABLE

 

VIAJE HACIA EL DESENTRAÑAMIENTO DE UNA POÈTICA O LA BUSQUEDA DE LO  INSONDABLE  

                                                                   

      “Wafi Salih nos salpica de vivencias de la imaginación, de desvío sin extravío y de

                            ensueños soñados en el regazo de la vida misma. En fin, es una voz que brilla desde el silencio de una noche oculta”. (Carlos José   Montesinos Vìez, p.1).

       El libro Wafi Salih: en el tránsito de sus noches en llamas (2020), aventura verbal escrita por Carlos José Montesinos Vìez, supone una especie de “viaje hacia el desentrañamiento de una poética o la búsqueda de lo insondable”. Prácticamente es una  exégesis intensa de la variada obra de Wafi Salih en cuanto al sentir, lo vívido de la experiencia y el sentido del “ser poético”. En esta exploración el autor desciende hasta  la morada ensoñadora de la poeta Wafi Salih, mediante un vigoroso ejercicio de lectura, para  aprehender, registrar, penetrar e identificar la transparentada palabra fundadora de la densa textura de su universo imaginario. Sin embargo, como Montesinos re-conoce la confluencia de “tensiones metafóricas” que configuran el discurso de sombras encendidas de Wafi Salih, él nos guía e incita bajo el influjo de la poeta a un acercamiento, apreciación, deshilar y celebrar la irrupción de las “esencias poéticas” “Wafinas” flotando en la intemporalidad del reino de lo inasible.

       Pudiéramos preguntamos: ¿en virtud de qué intuición partimos a los fines de sostener inciertamente esta pretensión? Ahora bien, para hundirnos más en nuestro desacierto tomemos en cuenta dos aspectos: Un primer aspecto sería si consideramos la posibilidad de que tan sólo un verso podría ser suficiente en cuanto al despertar de esta sospecha. Por ejemplo, esa unidad expresiva y vigorosa de Wafi Salih que manifiesta toda una carga potencial palpitante dispuesta en el “azar concurrente” lezamiano nucleado en la imagen de la insomne nocturnidad.

       La palabra dada en plenitud de trascendencia es uno de los sentidos que se deslizan sutilmente por las costuras del poema y Wafi Salih nos la entrega desprendidamente en una danza sinestésica donde despliega su vertical ascenso, para que desde las cenizas evocadas se re-descubra aquella lumbre prometeica: “…Pongo las palabras en mi noche, luz vencida de inmóviles alas”. Por cierto, fragmento citado en la sección: “La imagen de la obsesión en la poética de Wafi Salih”. Poema, “Un País Anegado”, tomado por Carlos Montesinos del libro El Dios de las Dunas” (p. 36). A su vez, verso con el que elogiamos la profundidad valorativa, análisis comparativo y contextualización fundada en voces de reconocidos escritores, en cuanto a la obra de esta autora venezolana titulada: Wafi Salih: en el tránsito de sus noches en llamas (p. 30).

       Como un segundo aspecto, notamos que ese viaje de carácter exploratorio en función de plantearse un acercamiento o con la intención de revelar lo impalpable que se suscita en esta poética, propuesto en Wafi Salih: en el tránsito de sus noches en llamas, aguarda un conjunto de implicaciones inagotables debido a las incertidumbres, intensidades, tensiones, multiplicidad de sentidos, el coctel de explosividad emotiva, la sublime instantaneidad deslumbrante, lo insondable y escurridizo que se constituye en el vasto lenguaje tejido de “esencias poéticas”. Allí, espacio del “dulce abismo” donde la poeta Wafi Salih o “El poeta es el sacerdote de lo invisible” (Wallace Stevens, Adagia, 2017, p. 61).

        El tratamiento que le imprime  Carlos Montesinos a esta reflexión termina por ubicar a Wafi Salih en la vertiente de la poética del dolor. De acuerdo con el enfoque manifiesto en el párrafo, como una pequeña muestra que más adelante referiremos. En tanto, podríamos dar por cierto y justificar que nuestro abordaje se orienta en una dirección bifurcada: “viaje hacia el desentrañamiento de una poética o la búsqueda de lo insondable”.

       Con esta incursión nos permitimos asomarnos y pretender percibir las tentaciones de una lectura y reconfiguración realizada en torno al “discurso metafórico” creado por la poetisa Wafi Salih. Al mismo tiempo, estimamos ese “acto de interpretación placentero” ejecutado por Carlos Montesinos que “implica la comunión con la palabra; flujo amoroso” que nos invita a disfrutar de su “recreación” y arranque de este orden discursivo: Wafi Salih: en el tránsito de sus noches en llamas.

        La lectura e interpretación de ese imaginario “Wafiano”, al decir de Carlos, es una “incitación al viaje pleno de experiencias, a compartir puntos de vista y a examinar miradas enaltecedoras e inéditas”. En fin, para ilustrar lo que afirmamos anteriormente, tomemos este fragmento del aparte “Wafi frente a la sombra de una luz” que nos indica la dirección de sentido en este crepitar lacerante, además de lo insondable y nada fácil desenredar lo bello y sutilmente tejido en esta poética, tal vez, debido a la vastedad, densidad, esplendor:

“Analizar la poética de Wafi Salih, es entrar en la complejidad de un ángel, “ser” éste difícil de descifrar debido a sus cualidades eternas de invisibilidades. Es una poética callada y silenciosa que sólo un maestro ejercitado en su continuidad puede alcanzarlo. Nuestra escritora pudiera ser calificada como parte de una clase especial de poetas del sufrimiento similar a José Antonio Ramos Sucre, Teófilo Tortolero, César Vallejo, Virginia Woolf, Alfonsina Storni, entre otros; sufrían cósmicamente la existencia, es decir, el sólo hecho de estar vivo ya les generaba sufrimiento”. (p.27).  

        Apenas recorridas las once primeras líneas de esta nutrida y apasionada indagación en el adentro de este cuerpo poético, “Wafiano”, nos encontramos con la perplejidad de que tal sondeo propuesto se sitúa desde un horizonte de lo ilimitable, “lo abierto”. Ritual conjugable tan sólo en la morada donde reina la ensoñación y aflora el instante ante el sortilegio de la transparencia verbal. De tal modo, que quien intenta aprehender y partir hacia esas profundidades asume el riesgo de precipitarse y toparse al “entrar en la complejidad de un ángel, “ser” éste difícil de descifrar debido a sus cualidades eternas de invisibilidades” (Ob. Cit.). Tal vez, ¿aquel ángel terrible que emana como resonancia de la belleza rilqueana? O, quizás, ¿se nos esté sugiriendo que el brillo de ese metal poético emerge del misterio envuelto en las sombras abiertas de lo paradójico? Una confirmación de cómo asciende la imagen del pájaro encendido en tonalidades renovadas de luz es la captada en esta visualización: “…la poesía de Wafi Salih renace de las profundidades de la noche para hacer oír la voz de la palabra que se escucha en el silencio más profundo donde la noche deja de ser noche para transformarse en oscuridad: Llama/entre la noche/más profunda”. (p. 4).

       Carlos José Montesinos Vìez se asoma y penetra en el claroscuro Caos incendiario del mundo imaginario de Wafi Salih, considerando el horizonte poético en su plena vastedad como un acto de búsqueda, atmósfera de fundición del adentro-afuera de lo cíclico en donde, como asevera este autor: “el poeta transita con sus sueños, vivencias y recuerdos el “fuego abrazador” atesorado en la incesante reminiscencia”. De igual modo, tanto la reflexión de quien intenta captar la subjetividad del hacedor como el acto mismo del creador, previa advertencia en cuanto a que: “entrar en la complejidad de un ángel, “ser” éste difícil de descifrar debido a sus cualidades eternas de invisibilidades”; ese recorrido hacia lo insondable se torna en: “Viaje capaz de ofrendar una posibilidad para tejer un mundo de cosas suyas, las que fermentan en el mapa de la evocación como mecanismo útil de liberación y recreación” (p. 1). En tal caso, Wafi Salih lee el mundo devuelto en “esencias poéticas”, Carlos Montesinos nos entrega su ejercicio hermenéutico y los otros lectores disfrutamos mediadamente el resultado de esa aventura luminosa.            

       El libro Wafi Salih: en el tránsito de sus noches en llamas está dividido en diecisiete  secciones, jornadas, trayectos, capítulos, partes o como quiera llamársele. De esa estructuración partimos para intentar referirnos, transitoria y sucintamente, a conexiones singulares de cada parte consideradas por Carlos José Montesinos Vìez en su lectura incitante. En virtud de su desprendida pasión por explorar subjetividades, reiteramos nuestro desacierto de que está orientado su “Viaje hacia el desentrañamiento de una poética o la búsqueda de lo  insondable”. 

       1.-Una llama en el viento. Con esta primera sección se abren las páginas del libro de Carlos José Montesinos Vìez, dedicado a la escritora, poeta y educadora Wafi Salih. Es una notoria, entusiasta, intensa y entregada consagración para develarnos lo más recóndito de la lengua poética de esta creadora. Mediante la mirada cautivada de este autor apreciaremos tanto el vuelo lírico como la dimensión espacial ascendente que signa esta escritura. Poesía de “carácter aéreo” en donde sujetos y objetos nombrados que habitan sus textos “crecen hacia arriba”, señala este husmeador de lo inasible, insondable o “esencias poéticas”, al mismo tiempo, “representados estos por: árboles, pájaros, vuelos, elevación, crece, alma, aire”. Además, después de una exhaustiva revisión del cuerpo poético en cuanto a la manipulación del adjetivo, hace comparable esa virtud a la efectividad de Huidobro. Entre otras tantas observaciones que se nos comunica, se encuentra una arquitectura poética “sucinta o breve, sencillez, lenguaje simple y pulcro, y poesía de la revelación”. 2.-Un mundo de constelaciones. De antemano, la luz, es el elemento que relaciona el todo,  identificado como “una constante oculta en el seno de lo nocturno”. Ese núcleo pertinente  configurador de un universo imaginario se manifiesta de diversas formas. En el caso de Wafi Salih, Carlos Montesinos nos muestra una secuencia de posibilidades presentes que confirman este destello con los que se teje el mencionado mundo: “lleno de fuego, luz, claridad, sol, estrellas, centellas, rayos, luna y brillo, dispersos todos, en el regazo de una noche de constelaciones habitada por Wafi Salih”. 3.-Wafi frente a la sombra de una luz. Independientemente de que tal simbología no haya dejado de encontrarse esparcida en las páginas de la literatura, paradójicamente, “La sombra en Wafi resulta de la abundante claridad que baña su poesía, sin importar los abismos u honduras existentes”. Bajo esta fuente resplandeciente “de la escritora emana “un sombreado de vida, evocaciones, reminiscencias, como de lágrimas, dolor, sufrimiento, de insomnio y muerte”. Sin embargo, una nota singular se desprende de la interpretación brindada por Carlos Montesinos, y es que “Wafi Salih, hace de lo horrendo, de lo misterioso toda una colmena de belleza que destila miel lingüística en el saboreo del lector, tal como lo expresa Lezama Lima “Cada uno saborea las frases a la manera de sus labios, o al menos, necesita que el tiempo se le vuelva sensación en la boca”. 4.-La imagen de la obsesión en la poética de Wafi Salih. A la silente operación poética la invade un torrente de imágenes “recurrentes o reiterativas”. En tal caso, se tornan obsesivas o en esas circunstancias se tiende a lo patológico. Es decir, “significa algo que dejó huella en la vida del artista o del poeta”. Nos recuerda este autor que en el discurso metafórico de Wafi Salih  “gran parte de su poética se baña de la imagen de la noche, de oscuridad, sombras, tinieblas, entre otras”. Estas imágenes con las que se edifica una poética son identificadas acuciosamente y oscilan entre “vida y muerte, luz y noche, claridad y oscuridad constituyéndose en una línea de continuidad perenne que bullen del hondo cauce del río de la poetisa”.  En tanto, “Vida y muerte, imágenes obsesivas desprendibles de la poética wafina. Y, ¿cómo notaríamos su repetida presencia?, “a través de la luz, sol, día, noche, sombra, atardecer, amanecer, oscuridad, tiniebla, entre otras”. Alojada esa lava en el “archivo de la experiencia”, aunque ensalza “miedos, dolores, conflictos e impotencias frente a realidades vividas”, una vez que estalla “induce a la magia de la palabra como mecanismo de drenación o liberación continua”, por ejemplo: “…Pongo las palabras en mi noche, luz vencida de inmóviles alas”.  5.-La poesía wafina en prosa. En este examen se nos aclara en cuanto al sentido implícito de este “tipo de prosa narrativa” y exhibe un “aporte pedagógico, didáctico, literario, lingüístico, histórico, sobre todo el sentido irreverente de la palabra que insta a la autonomía de la escritura”. Además, los acontecimientos  “se cuentan poéticamente” porque, según el autor de este trabajo, son “el conflicto del alma, el dolor más hondo del ser…”. Al mismo tiempo, que “Es el alma de Wafi Salih, teñida de la realidad de la historia de un pueblo, su pueblo; objeto de masacre, injusticia y desprecio llegando al grado, casi de un exterminio. 6.-Una poética de la irreverencia. En esta jornada señala, Carlos Montesinos, la construcción del “mágico universo” de la poetisa está circunscrito a la “irreverencia”. Sustentado por un potencial “lenguaje con un fondo despectivo, crítico, intolerante, incisivo, cortante, desafiante, humano, lleno de humanidad”. Por tanto, el imaginario de Wafi Salih, la que a su vez se hace “su propia gramática” es emparentando al “mundo anárquico de los grandes poetas” “(Vicente Huidobro,  Mallarmé, Guillaume Apollinaire)”, los que han trastocado el lenguaje. 7.-Cielos imaginarios (Cielos descalzos). En este discurso se describe el mundo mágico de ese ayer atesorado, al decir de Aquiles Nazoa, en “las monedas de chocolate debajo de la almohada de la niñez”. En la hechura del texto predomina la “sencillez, precisión y la brevedad del lenguaje” desenvuelto en la forma expresiva del haikú, la que permite un encuentro con “la imaginación y la lengua de los escolares”. 8.-Vuelo de la imaginación (Pájaro de raíces). Este vuelo imaginario abarca un radio amplísimo de relación temática: “cósmico, místico, origen, agua, noche, intimidad, lo irreverente”. A partir de esta variedad se establecen diferencias o asociaciones en cuanto al tratamiento dado por Wafi Salih a esa fuente nutricia. De tal modo, se recurre, en un primer momento, a Sor Juana Inés de la Cruz, Vallejo y Ramos Sucre; con una segunda intención, a Nietzsche, Ramos Sucre, Huidobro, Ana Enriqueta Terán; y, en una tercera referencia, apela a Broch, Heráclito, Tales de Mileto, Jorge Luis Borges, de Federico García Lorca, Antonio Machado, García Lorca, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Manrique. 9.-Una música en el tiempo (Los cantos de la noche). En este concierto de sonoridades en la temporalidad se pone de manifiesto la trascendencia de la imagen de la noche asì como el poder evocatorio de la palabra, lo lacerante y recóndito de una “conciencia del origen” vinculada a la condición del errante donde aflora el  substrato cultural “árabe”. Por otro lado, no escapa la mirada desde el “exotismo”, la  “imagen del despojo” que implica un “canto a la vida” y a “la historicidad de un pueblo” y el arquetipo del padre. En fin, abarca una diversidad temática, como lo ha dispuesto este autor. 10.-El erotismo estético wafino. Se encuentra al rojo vivo, es una manera contrastante de concebir, contener, mantener en tensión y transfigurar la textura incendiaria de los sentidos en una rebelión poética. Allí están las conceptualizaciones diseñadas en el “Arts” poético de autores de reconocida catadura como el “Marqués de Sade, Leopold Von Sacher Masoch y Edgar Allan Poe”, de las que este husmeador de lo sublime e insondable, Carlos Montesinos, realiza un collage de pareceres, para afianzar luego precisar e identificar el poder encantatorio con el que Wafi barniza la intensidad de su paisaje erotizante: “El erotismo wafino es un erotismo de la palabra poética, de un lenguaje mágico”, se nos refiere categóricamente. Pero al mismo tiempo, respalda la visión de la poetisa deleitándose al tomar algunos fragmentos de Gabriel García Márquez, George Bataille, el Génesis del Antiguo Testamento y Margo Glantz. 11.-La muerte en la obra poética (Los cantos de la noche) de Wafi Salih. La forma de la escurridísima muerte se visualiza desde la perspectiva estética clásica, romántica y de la tensa mirada de Wafi, mediante el contraste conceptual anteponiéndola a “la instancia de un “sueño” dentro de otro sueño que transita lo esporádico de la existencia”. 12.-Reloj imaginario (Las horas del aire). Es la hora del silencio en el exilio y de la orfandad, registros que asoma este diligente inquisidor del sutil lenguaje de las sombras consteladas. Por lo demás, su sensible tarea nos indica sobre la abundancia temática acopiada en este discurso poético por examinar: “En este poemario wafino existe una gran pluralidad de nociones en torno a la muerte, la vida, la soledad, el desamparo, entre otros…”. 13.-Noche de muertos inexistentes (Vigilia de huesos). En este segmento es abordada la especie discursiva haikú, se señalan antecedentes en esta re-escritura como Octavio Paz, Mario Benedetti y Jorge Luis Borges. Sin embargo, mediante una lectura comparativa es confirmada la notoriedad, diferencia, irrupción, arrojo e incursión irreverente en este tipo de escritura confeccionada por esta poeta venezolana: “Wafi trasciende y hace de la naturaleza un problema existencial al universalizar la temática y la estructura antes impuesta: “Florecen/ sobre una bosta de vaca/ dos azucenas/”. También es un paisaje interior abrigado por el manto nocturnal y el regocijo de lo místico, celebrado a la luz de las experiencias del Cantar de los Cantares, el maestro Elkhart y Novalis. 14.-Habitado por el alba y otros poemas (Huésped del alba, poesía reunida). La mirada de Carlos Montesinos destaca el poder encantatorio y la destreza de Wafi Salih en el quehacer de lo conciso, el haikú, asì como exalta y emparenta con otras voces su labor de forma decisiva: “Wafi se pudiese catalogar como maestra del poema corto o breve, o, mujer de un lenguaje de un pálpito insonoro descrito en el silencio de la palabra, en su delgadez elastizada…” No deja de tomar en cuenta entre algunos referentes a Matsuo Basho. 15.-Una voz excluida en el silencio (Las imágenes de la ausente). En este discurso ensayístico se revisa el alcance cuanto a sus perspectivas contextuales. El estilo, el rol de la mujer excluida, el machismo y sus consecuencias, el poder, la idea de la sociedad patriarcal y se le da una mirada al mito edénico. Igualmente, se recurre a las ideas de José Manuel Briceño Guerrero centradas en  El laberinto de los tres minotauros.” 16.-Hojas blancas: hogar del universo (Consonantes de agua y Sojam). Aquí nos sitúa breve y panorámicamente en “La poética del haikú” y algunas consideraciones en torno a la intimidad, poder evocador, infancia-casa, el tratamiento particularísimo del lenguaje en cuanto a esa mínima expresión comparada con los aleteos de un colibrí, y la  novedad, distinción e importancia que le imprime Wafi Salih a esa forma. 17.-La intimidad wafina desde el mar. En esta última sección se fija la mirada en la imagen del agua habitada por un molusco del “animalario” marino, el caracol. Ésta  sugiere los extremos del estar en este mundo entre la vida y la muerte. En cuanto al elemento fundacional, agua, supone el autor el siguiente relacionamiento: “…la vida, la fertilidad, la fecundidad, la pasión, el placer, pero también representa la ida, la partida, la muerte…”; y, de igual forma, es objeto de análisis la idea de intimidad. Temas que acompaña Carlos Montesinos disfrutando algunas lecturas, con las que establece un paralelismo en cuanto al orden creativo de la poeta Wafi Salih asociados a: Jorge Manrique, Neruda, Constantinos Cavafis, Federico García Lorca y al “chino” Valera Mora.

        Finalmente, como hemos consentido que Carlos José Montesinos Vìez sea nuestro más idóneo mediador en la lectura de su libro Wafi Salih: en el tránsito de sus noches en llamas, el que celebramos por sus intuiciones, desbordada pasión de leer y comprender, por su impactada emoción al dejarse arrebatar de la poièsis, permitirse ocupar el tiempo en este último refugio de las angustias humanas, el arte poético, y alumbrarnos desde la oscuridad al entregarnos el brillo poético de Wafi Salih en este sustancial trabajo. Con su lectura sentimos descender junto a él hacia esas tinieblas a las que tambièn invita  GOETHE, [citado por Karl Rosenkranz en el prólogo a La estética de lo feo, 20].

                    “...y deja que te aconseje: no

                   ames al son ni a las estrellas, ven,

                   baja conmigo al reino de la oscuridad”.

 

 

 


Yony Gregorio Osorio Gudiño

Correo electrónico yonyosorio75@gmail.

 

                                                                                                                                           

Referencias

Montesinos Vìez, Carlos José (2020). Wafi Salih: en el tránsito de sus noches en llamas. Caracas, Venezuela: Editorial “Esta Noche”.

Wallace Stevens (2017). Adagia. Caracas, Venezuela: Fundación para la Cultura y las Artes.

Karl Rosenkranz, Karl (1992). La estética de lo feo. Julio Ollero Editor, S. A.

[Versión electrónica: Rosenkranz_ Karl_ - estetica_ de_ lo_ feo.pdf- Adobe Reader].

lunes, 27 de enero de 2020







Ender Rodríguez
Escritor / creador visual multidisciplinario





WAFI SALIH: 
Entre el cósmico aleteo de las cigarras, los dioses y un ladrido de guerra.


“Yo Wafi Salih
un haikú con espinas
sobre el mundo”.


…¿Será cierto que existo?...

…¿Cuantas tumbas hay en el pecho de Dios?...

El texto a continuación trata de ser un aproximado espejo que se asoma a la multi-versa poética como indagación de la vida en Wafi Salih.  No pretende ser un estudio,  cronológico, en todo caso, sería más exacto decir que intenta apenas dejarse tocar profundamente por el aleteo de la lírica y el aullido prolongado de lo más vívido en su literatura. Y es que Wafi (Valera, 1966), es una escritora libano/venezolana complejamente inclasificable, no representa ella una limitada bandera dedicada solo al registro de versos sobre los dolores de una confrontación armada en el espectro árabe, ni es la pura belleza y absoluta del canto/ haikú, ni tampoco una única ensayista amante de la espiritualidad aborigen venezolana en María de La Onza, menos aún es solamente una pedagoga de la vida desde su larga carrera de “maestrías experienciales” o quien solo ha generado “guiones para teatro” montados en más de 300 oportunidades por el país; es decir, no es así, porque Wafi son todas las Wafi Salih que la naturaleza integradora del “Todo” le ha obsequiado ser desde la multiplicidad de su ser, de su “otredad vital” que comulga en ella y se interrelaciona en mediación con el mundo.


      “Nativa de un país mío y desconocido me nombro donde no estoy”



Lleva la poeta consigo el olor en su memoria del cedro, la flor del azahar, los dátiles, la voz genética al fondo de sus palabras; Parte de su infancia y y juventud, criada en la Costa Oriental del lago, en el Zulia, Venezuela y esa otra patria de sus parientes de sangre, evoca, también su escritura,  el arrullo de los balancines que con su seco chirrido, como un lamento, succiona el negro oro, que es el petróleo.

Lo vivido se ha convertido en sus obras literarias, ella es lo que escribe. Algunos haikús o poesía breve, como  prefiere llamarlos, tienen un dejo en su tono, de  pureza infantil. Etérea, en ese maravillarse ante los elementos, fluye en una cosmogonía de lo que existe y puede vivirse tanto hacia adentro como hacia afuera. Conocida  como la maestra del poema breve en el país, se borran las fronteras, los limites, de las realidades, en esos rayos de luz que son sus versos, siendo afuera, adentro, y viceversa. Pienso que estas poéticas tan sucintas, son una manera de sobrellevar el mundo,  huir de las puertas de la desolación.  Son un método para encenderse el alma desde el enchufe esencial: el  verbo.


“Mientras,
La Vía Láctea
en mi taza de té
cada mañana”

Ha publicado Wafi los poemarios Los cantos de la noche (1990), Las horas del aire (1991), Pájaro de raíces (2002), El Dios de las Dunas (2005), Huésped del alba (2006), Caligrafía del aire (2006) y Cielos descalzos  (2009),Con el índice de una lagrima. y una veintena de libros más, de diversos géneros, ensayo, cuento, poesía infantil, etc.

Destaco de su trabajo literario, “Hombre moreno viene en camino”. Una serie de monólogos, que no pierde relación con su estilo poético. Su reconocimiento literario trasciende  el país,  lo encontramos en periódicos y  revistas literarias por todo el mundo.  He contado más de diez antologías poéticas, que la incluyen, seguramente serán muchas más. Traducida al italiano, árabe, francés inglés y pronto al portugués. Numerosos investigadores de la literatura escriben sobre su literatura.  Espera un extenso trabajo de investigación literario-antropológico,   ser  publicado.

“…Atemporales los muertos, la brusca ternura de su presencia ida, golpea en el pecho, similar a  un Sultán cuando hinca en el lomo blanco de su corcel las espuelas.
Exceso de espesura sobrevive de ellos. Quietud ilimitada, copia el tormento en las ramas de sol. Ritual silencioso de la amargura.
1973. ¿Ha muerto quién dentro de mí?  El desierto tenía la tez húmeda de pólvora, comparable a la grandeza ostentosa de un Califato. Deshace esta tarde de esfinges traídas en el paisaje litúrgico del agua, el simple acto de vivir.  Allí dibuja la borra del café, serpientes de triunfo, en el semblante de ángeles sin reino.    
Himnos del país inmolado por las arañas del alba, espejo ausente del devenir, pudre la luz, y el ver una rara propiedad de las arterias, proyecta este otro país sustituido por sus sombras…”

El poema anterior  tomado del libro “El Dios de Las Dunas”  hace referencia a las heridas más hondas que producen las confrontaciones armadas. La guerra civil del Líbano que inició en 1973, y duró 18 años. País siempre convulso, se filtra  en la escritura de Wafi. Percibimos la tierra dolida en ella, la tierra misma, desierto que somos, al  indagar en lo invisible,  en la espiritualidad, de los abrazos, de los que nos amaron y se fueron a algún plano, levitan en silencio, o cantan en nosotros. En este texto el amor es el origen, la esencia animal/vegetal/mineral/humana de las vibraciones. En fin, es su obra un  salmo a la vida y su contra-vida, es un beso a la luz que engendra y una denuncia a lo macabro que arruina el alma y gime, cual demonios desatados sobre el mundo  y  hace pensar a muchos que Dios al parecer es otra bomba más que se avecina.

“…Una caravana de camellos salvajes asemeja la celeridad de las lágrimas. Racimo de oscuridades hincha  el vidrio de la honra. Noche con sol. .. Error, vagina, flor, sobra de Dios. En su apacible oasis, asoma  por los velos, su viva muerte…Cuerpo donde no vive nadie. Suena una puerta, tocada por el viento. Quiere entrar,  mueve la arena y la casa del cuerpo y el cuerpo de la casa. No alteran el orden incoherente del amor…”

Respiramos este fragmento de poema y viajamos a la aurora árabe que circunda verbos y arenas no movedizas, en el papel. Me confió Wafi en una carta donde le preguntaba las motivaciones de algunos de sus poemas, que una “bomba racimo” esparció el cuerpo de una de sus abuelas, por el patio de los jazmines, y más allá. En el ensangrentado Líbano del año.1983, cuando entró Estados Unidos. Escucho uno de sus cantos, son letanías, que acercan lo sagrado: “…Suspende una cimitarra, al revés del Corán, donde la candidez solar de un Sufi, balancea una lección de fe: “Los dientes del peine de un tejedor, son todos iguales, los hombres blancos y negros, árabes y no árabes…”  Yo como autor de este texto  he vivido de cerca la guerra, otras guerras, pero guerras al fin, agrias también al corazón y al tacto. Las guerras de mi infancia, la muerte de seres entrañables. Descubrimos formas igualmente crueles de hacer la guerra, de estar en guerra.  Puedo decir que mi infancia como la de Bukoswki, solía irse ciega a saltar como un delfín en el mar congelado. A mi hijo con un síndrome cerebral lo he visto casi morir 7 veces. La última en Julio/2019 cuando convulsionó y se dobló tembloroso derribado en el suelo como una lastimada oruga que no respiraba, su color morado era como el de una mariposa que se despedía. Logró vencer otra batalla, y nos libró del dolor. También se salvó mi padre de sus guerras del alma, cuando sus brotes psicóticos lo hacían estallar y yo jugaba con hojillas, retando la vida. Soy un varón, sin duda alguna, pero sentí que aullaba extrañamente algo en lo que se me asemejaba a un vientre dentro de mí, es que los dolores más profundos, están en esa parte, aunque no se tenga. Es un misterio todos nos parimos a nosotros mismos, cuando algo nos derrota.
 El suicidio me persiguió por un largo tiempo, caminaba junto a mi como queriendo ser mi derrotero. Era un humo como el de las ollas de mi madre, que la fuerza de mi familia, el ancla que son ellos, sopló, y lo alejó de mí. Espero que sin retorno. A mi abuela la mató la guerra, de la negligencia, un doctor que abusó de la anestesia, la derribó, para siempre.  

 La poeta vuelve sobre sus pasos, y me dice, al inquirir sobre su historia personal: “…Al Líbano viajé a los 7 años, en 1972,   y estalló la guerra en el año 1973.  Más de un bombardeo, me hizo temblar de terror, y esconderme junto a mi mamá y mi hermano debajo de la cama. Esa memoria de los estallidos sigue atormentándome en muchos de mis sueños. Mi padre nos fue a buscar, la guerra no cesaba, menos mal, porque dieciocho años si es que uno queda vivo, minan el espíritu… Mis abuelos se amaban profundamente, nunca se hablaron ni se vieron antes de casarse, y sin embargo, fueron felices como la más bella historia de amor, pero como toda bella historia, terminó en tragedia.  Repetidamente, decía, MI ABUELO, mirando al cielo, a Dios, que jamás, ella, le faltara, que no permitiera, se fuera antes, pero Dios a ese ser, lleno de piedad, no lo oyó, y se la llevo de su lado, de la peor forma.
La trae mi memoria, amasando el pan y haciéndolo bailar por los aires. Recoger las aceitunas, de todo tipo y tamaño, exprimirlas para sacar gota a gota el aceite, todo eso aprendí con ella, y a recitar de memoria los libros sagrados de los Drusos, mientras cebaba el mate. Era enérgica, fuerte, y olía como a tierra con almizcle.  Muchos aseveran ver su sombra tras de mí cuidando mis pasos.
Mi familia es de migrantes, de Palestina, que por el desierto llegaron al Líbano.  Una caravana, de sucesos, de viaje, mueve mis días. Del Líbano me traigo los sabores del cardamomo, los dátiles, las perras de agua,  los frutos secos, las especies, la ternura de las expresiones de afecto de los árabes,, y la voz de los desiertos surcándome”.

Yo Ender, me asombro con la dualidad de vida, que en una mano nos entrega belleza, y en la otra espinas. Amo el quehacer poético de Wafi, su vida llena de altibajos, una paradoja hecha mujer. Ama ENSEÑAR, por sus manos sé que han pasado muchos jóvenes, de todo el país, la consultan, para que ella amorosamente los oriente. Tiene muchos hijos del corazón como ella expresa. Pero del cuerpo, el cuerpo, eso que tanto placer da, no pudo sostener más que uno. Perdió los otros cuatro, en los meses de gestación. No hay sufrimiento más grande. Esas almas navegan, iluminándola, lo sé, aunque aún no la conozco en persona, en sus palabras veo esa luz que se desprende, en su rítmica poesia. Insisto ha marcado a muchos jóvenes escritores, en Táchira ya es una referencia. Estudiantes de letras y artes, asesorados por Wafi, hoy son excelentes escritores, una madre lírica que corrige sus metáforas con severa ternura. Por eso la vida nos remienda, y descose,  nos reconstruye y desconstruye… a pesar de los pesares.  















Wafi es de libar poco, pero cuando lo hace el cocuy y el miche tachirense son sus preferidos. El tabaco, es otra cosa, es para meditar, para reflexionar/poetizando, para sintonizar su espíritu descifrando las neblinas del humo. Al igual que este servidor, sus placeres son simples, costumbres de gente mansa. Sin prejuicios, sometidos a los rituales que impone el arte, y que cada uno interpreta como mejor puede. Yo viví  muchos años en la Amazonía venezolana, aprendí, que no todo lo inexplicable, nos era ajeno. Vi cosas y oí otras, que difícilmente me creerían. Por saber que otros mundos son posibles, tal vez por eso, me convertí en poeta, para caminar de mundo a mundo, sin impedimentos, de espacio, tiempo. Solo desde el ser único de la poesía.  Muchas cosas me conectan, e identifican con la poeta, pero especialmente el arriesgado goce por  vivir.
Desde lo ancestral que le acompaña, la imagino, rememorando amores, batallas perdidas y ganadas que la hacen lo que es. La poeta  luminosa como sus haikus, una María de La Onza, elevada en su tapir mágico. Wafi adelanta un trabajo sobre identidad, tesis doctoral, y experiencia de vida, MARIA LIONZA, es su objeto de estudio, y la ceremonia, del tabaco lo que la lleva a  ella.  
 Viví  rituales extraordinarias en la amazonía venezolana por los años 91 y 96, como en sueños, un shamán piaroa, envuelto en humo, lanzaba sus oraciones, quejidos, ruidos destemplados de animales, salían de su boca.  El extraía de mi pecho, espalda, brazos,  todo mi cuerpo y de mi ser más adentro, la malignidad de espíritus extraños, oscuros que según ellos, procuraban mi mal. Yo no los vi, aunque confieso, algo de tranquilidad, logré, no sé, si por sugestión, o porque realmente algo habitaba mi espíritu.  
Me explicaron en la cuenca del Suapure. Existen liturgias muy interesantes, cargadas de  símbolos  identitarios de sus pueblos, Se de una etnia africana, donde los hombres riegan con su semen la tierra para  fertilizarla. Las mujeres wayuú,  desentierran al cabo de algunos años a sus muertos, limpian sus huesos con esmero, respeto y devoción y los mudan de sitio, pero no sin antes pedirles que como ella los cuida, ellos la cuiden a ella. Emocionante viaje de los espíritus, de los vivos y los muertos, encontrándose, para el preservación mutua. Comparto con la poeta, la proximidad, a lo mítico, originaria, su relación con esta su otra identidad por adopción.
Salih y el mundo de los ancestros a través del culto de María de La Onza como “empoderada” mujer mítica. Comparto, como premisa mayor, eso de indagar en lo sagrado.

                       “Cuántas tumbas hay en el pecho de Dios”
                                                                                                  El Dios de las dunas
 Creo que escribir es entrar a un laberinto dentro de nosotros mismos buscando el infinito. Yo escribo, por necesidad, de escribir, no sé de donde viene esa necesidad, pero viene, y cumplo fiel, al llamado. Houellebecq: dijo: "El poeta es un parásito sagrado".  Es posible que nuestra misión sea aplastar el culo a la silla de las fábulas mentales para iluminarnos. "Deseo morirme pluma en mano como un caballero con su espada" nos deja escrito Ludovico Silva y luego declama que: “Un dragón no es un dragón hasta que un poeta no lo decide”. Rafael Cadenas cavila con nosotros en frente: "Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir". Para algunos escribir es algo que no tienen del todo claro, una pregunta sin respuesta,  duda más que  pregunta. La poesía: “sirve para sacar la flor de las cenizas” (Sabines), “huye hacia la nada” (Kepa Murua), “es un arma cargada de futuro” (Gabriel Celaya), “es la verdadera alma del mundo” (Benedetti), “es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse” (García Lorca). El sapo/acerca la charca/ cuando croa. (Wafi Salih)  En fin, se escribe para todo y para nada. A veces, escribimos para levitar. Yo digo que “La eternidad podrá apalearme, eso es seguro, pero la nada no”.

Nos deja asentado Alejandra Pizarnik:

“Escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al Malo (cf. Kafka). Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es suturar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos”.
San Agustín refiriéndose al tiempo dijo: “Si no me preguntan qué es, lo sé. Si me preguntan qué es, no lo sé”. Borges dijo que pensaba igual que San Agustín sobre la poesía.
Yo creo que el poeta Pablo Mora acierta, sobre sentir y poetizar cuando escribe: "Hundirse, hurgarse, ser, serse".
                                 ¿Será eso el ser al escribir y más aún?

Le pregunté a Wafi que ¿por qué escribía? y ésta fue su respuesta:

“Yo escribo porque no sabría vivir sin hacerlo De niña escribía, hacía garabatos que imaginaba, cartas y las colocaba del lado afuera de la ventana esperando un cartero repentino que las haría llegar a alguien que viniera por mí, siempre les explicaba a mis padres, que no era mi casa, que pronto me buscaría mi verdadera familia. A estas alturas de mi vida,  el misterio se ha develado, mi verdadera familia, son mis libros, los que leo, los que escribo, y los que añoro, tener y crear.
Al llegar del Líbano, apenas escribía el árabe. Yo no sabía escribir,  recordaba el idioma a fuerza, de imponerme pensar en castellano. La maestra Gladys y un ex guerrillero el poeta Reimar Añez,  eran mis vecinos y su biblioteca empezó a ser parte de mis visitas con asesorías de ellos. Me dijo la maestra Gladys que debía leer mucho para nivelarme y ellos tenían libros. Entonces, me enamoré de la literatura, del decir, de esa droga que significaba, el viaje que me provocaba. Leía y leía incansablemente. Y para motivar en mí la escritura mi maestra, me sugirió,  que les escribiera cartas  la familia que había dejado al otro lado del Atlántico. Mis cartas eran tímidas, preguntas claras, como telegramas, la maestra Gladys me dijo, usa todas las palabras que te sabes, y escribe con belleza, me enseñó qué es una metáfora, y aprendí, le obedecí a esos ojos repletos de ternura “has bonitas tus cartas para que les lleguen al corazón”.
Hubo un concurso  regional de escuelas incluyendo las pertenecientes a las compañías petroleras y has de creer que quien se ganó el concurso fui yo, con un poema que se llamaba: “Había una vez el primer día de escuela. García Márquez, cuenta que él escribía para que sus amigos lo quisieran. Yo escribía primero como un proceso catártico. Había que comunicarse, decirlo todo, para no ser como mi madre un ser hermético, a quien casi nunca vi llorar, ni hablar de más, solo mirar por horas un punto fijo. Me enamoré del poder decir. Me enamoré del poder de crear. En palabras de Ruben Darío de torcerle el cuello al cisne, que es el lenguaje. Reinventarlo, hacer el amor con él, para desde sus cimientos, hacerlo estremecer”.     

Uno de los poemas breves de nuestra escritora: “…La casa es una palabra que regresa.  La deletreo en lo mejor de mí, flota, se extiende con un gesto de amor desconocido…”  Yo creo que Wafi al escribir recrea el mundo, sublimándolo. A mí, me seducen sus haikús o poemas breves, porque puedo redescubrir los elementos y los signos de vida, más menudos, lo  insignificante, lo hace trascendente.


De la antología del Haikú:

“Avispas enloquecidas
sacan de su labor
al jardinero

Rugido de lluvia
entre las sabanas
como un león

Amor lejano
el calor de otoño
en mi pie desnudo

Una lámpara
 un ratón, un hombre
 roen las horas

Desde el puente
 fatigan los amantes
 el agua quieta

Va y viene
la abeja
la rosa aguarda

Día de júbilo
 en el árbol seco
 el cristofué

Las hormigas
en fila una tras otra
destino de soldados

Fuera de casa
el quejido de la lluvia
suena hondo


Frescura en la aldea
arde la choza del mercader
de incienso

Se levanta
 el invierno más aprisa
 en otra parte

Retengo sin querer
el chillido desordenado
de las urracas…”


Suelo pensar que la poética de Wafi puede llegar a silenciar de algún modo, las ojivas y los aullidos de las metralletas que muerden el sexo de la tierra.
Leer sus  brevedades  es  abstraerse ante la génesis del “Todo”. Ese que incluye: Las moscas, las almas sobrevolando amaneceres suspendidos en el péndulo imaginario del “otro existir”, el estiércol de las mentes alienadas, y hasta las pulgas de los perros más urbanos y no tan desagradecidos. Yo creo que es en la espiritualidad de las cosas y los seres, en donde reencarna la emoción del sentirse vívido y verbalmente lúcido. Nos dice el poeta e investigador Alberto Hernández sobre los haikús del libro “Honor al fuego” de nuestra poeta: “Este libro de Salih es un remanso en el espacio poético venezolano…Se lee para levitar, para solventar una deuda con la tierra, para hacerle la contraparte a Anteo, quien tenía que pisar tierra para poder llenarse de energía…”

Unos de entre los dos haikús que más me agradan de los casi 1500 que ha  escrito en once libros publicados. Todos lúdicos e ingeniosos, pero de ellos, los preferidos son estos: “Ratón sin casa / en la iglesia del pueblo / duerme la siesta”. Y en especial éste donde la poeta pregunta al gran maestro de la palabra:

Maestro Issa 
este tachón con ira
¿será un haikú?”



En un tono más juguetón y visualizador, el artista Carlos Luís Sánchez Becerra ilustra uno de estos poemas breves:









De su libro de cuentos ganador del concurso de la editorial “Negro Sobre Blanco” en el 2015 “Discípula de Jung”, extraigo un relato que por irónico y profundo, me atrapa:


“POETA

Mi no tiempo, cuando me revuelvo en mi yo inflexivo, mi súper yo arruinado, mi ello improbable, muerdo a mi alter ego de viaje, y siento a mi pobre ego desdoblarse en la cruz de su calvario narcisista, ondulo como una cosa detrás de los alambres. Nada puede romper el hechizo de un ser triste, escrito con tinta.”

Como podemos observar, olfatear y hacernos deleitar, encontrarnos en Wafi Salih, suerte de reconstrucción de lo escritural íntimamente asumido como su propio decir. Saberse embebida por lo escatológicamente  existencial y por otra parte su lírica,  de particular finura, son opuestos, que se intercambian las vestimentas, cada tanto. Nuestra poeta nos lleva de la mano a conocer los   desiertos que cantan o se lamentan dramáticamente, en la garganta del Cheik, o el eco de las metrallas.  Por otro lado nos escarba hasta lo más telúrico, para  colocar la lámpara de Diógenes sobre nosotros, y sacar lo venezolanamente nuestro, donde somos y a veces no somos del Todo.  Como reza el título de su último libro de ensayos, “MAS ALLA DE LO QUE SOMOS” publicado por “Zócalo Editores”, también de su amada Táchira, en este caso de Rubio, y de la mano del maestro poeta, Segundo Adolfo Medina.
La poeta nos revela, revelándose supremos en su poesía nos trasmuta, ejemplo de lo que digo, es este fragmento de su poema en prosa. Del Dios de las dunas. “¿Quién puede en el rayo de la niñez distinguir dos cielos?”.
 En el texto “Carta a Adita” encontramos un pedagógico cantar a la misma poesía, una declaración hermosa de principios, UN ART poético, un credo,  para  el altar de la poesía. Como una declaración de amor al universo  un interlocutor que escucha a la manera de las Cartas a un joven poeta, de Rilke.



De su libro “Con el índice de una lágrima” dejamos como final y cierre temporal el poema “cansancio”:



“Quien soy
ya no está

El era y él vendrá
turba los almendros

Fiel ¿A qué?
Desierta
como un astro

Habito
la llama
inútil
de este día

El peso
de tanto cielo en la mirada

Ahoga como barcos de papel
la batalla
del vértigo
de esta noche
en ruinas”.


Hermoso texto que nos habla de las expectativas existenciales y del vacío así como del asombro  que nos rebasa, alegra u oprime. Mientras tanto el Líbano vive una especie de irregular guerra continuada; por otro lado, nuestro país asiste a la catástrofe humanitaria más terrible y la sangre galopa, derramándose, por doquier. A pesar de las carcajadas de la muerte y el hastío, la poesía nos devuelve una fe en lo trascendental. Querida Wafi Salih, eres un espacio ganado para el deshielo de las mortandades, para lo elevado del espíritu, el amor y la risa. Para la resiliencia más sagrada desde la lírica más sacra, y los huesos de la vida alineados. Sanos como ahora al fin, están los de mi espalda, tan maltratada, y sometidos a dos operaciones que fueron dos torturas,  por el peso, de tanta realidad, doliendo. 
 Y aunque Murua nos diga, que escribir no sirva para tomar el poder, ni para enseñarle nada a nadie; tomar el lápiz o la máquina de pedales en las manos, siempre será un desvelo lúdico, una aventura, una obsesión por contar lo incontable. Es como re-hacer un big bang con imágenes que se nos salen del tintero cerebral y hasta del alma, para el otro que nos leerá.
Ha sido un honor para mí escribir sobre la, querida poeta Líbano/venezolana y de este modo, me deje llevar por su voz: crines desahogadas del infinito, ardiendo amaneceres. Eso creo que también, es ella, Wafi.

“Yo, hecho un palabrero, he sido invitado a tanta poiesis”.














Referencias virtuales:








Ender Rodríguez
Escritor / creador visual multidisciplinario