Libardo Linarez.
Cuando escribimos nos internamos en nuestra interioridad para develar ansiedades, nos convertimos en pasajeros del tren sin olvido, ese coche de García Lorca que nos saca del descampado con los cristales empañados amortiguando el deseo desesperado. Parecemos atados a inquirir sobre misterios ocultos, los transitamos musitando el mundo anhelado; sería ingrato labrar un verso y no mostrar la angustia que nos precipita. La poesía al igual que nuestra conciencia evoluciona o se corroe con nosotros, siempre está presente el peligro de repetirnos con simples argumentos que no denotan una evolución, esto puede anunciar un estancamiento que aleja esa energía cuyo elemento conductor no es otro que la originalidad y la inventiva. Son múltiples los cerrojos que deben abrirse para develar lo intrínseco del verso, su intemporal autonomía, su vigencia temática y la otredad sobre la cual gravita. Aún cuando en la poesía ya pareciera estar todo dicho, esa fuerza superior que hace de la poesía energía viva toma vigencia cuando la barbarie intenta desdecir la razón del ser.
La virtud de escribir sin vincularse al verso es un estilo que pocos dominan, da cuenta de una basta ejercitación en la creación literaria donde esa fuerza superior que es la poesía gravita sobre el verso contemplando la reacción del lector. Esta capacidad contemplativa es ventana destinada a ejercitar cualidades sensoriales para inquirir eclécticos paisajes construidos sobre la universalidad de la naturaleza pudiendo uno estar en la intimidad de la alcoba. Ese vuelo creativo no es fácil hilvanarlo con la precisión a la que Wafi Salih nos tiene acostumbrado, porque su poesía no se basa en un paisaje descriptivo, son cerrojos que se abren para la interacción plena de la naturaleza con lo subjetivo del verso a través de metáforas:
Fuera de casa
esparce la noche
su tempestad
La conectividad en sus versos es un juego de imágenes limpias, se obsesiona por entregar un aroma particular en sus breves versos, disemina fragancias naturales que acompañan la memoria del lector cautivo:
Florecen
sobre una bosta de vaca
dos azucenas
.............
La rosa
también es roja
en su fragancia
Son muchas las horas de largas noches donde Wafi labra cada verso, no es un simple impulso. El dolor rasgado es cuidadosamente estructurado de forma simétrica y lírica. Una voz impersonal que no se involucra directamente, contempla y construye desde afuera, ejercita el poder creativo de forma silenciosa para entregarnos la síntesis de poemas libres de elocuencias. La estética y la sobriedad juega un papel fundamental en un estilo que no es ajeno a la cadencia. Ella advierte por medio del preságio la noche, la lluvia, el amanecer o el llanto, simbolisa en interrogantes nomenclaturas de imagenes con las que contruye e idealiza la influencia que ejerce en ella la naturaleza:
¿Desde qué piedra
la noche
respira
su hondura?
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¿Qué garganta
afila
y presagia
la mañana
en la encendida
cresta
del alba?
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País derruido
un lamento la lluvia
sobre las piedras.
En este último verso el presagio es una delación de angustia por una humanidad que pierde ágilmente sentido de especie, llueve el desamparo sobre una masa inerte resignada al devenir. El presagio es simbolizado discretamente en interrogantes que esconden un grito en la acentuación de las palabras, sin el vuelo pudiera verse sólo una interrogante y la imagen en el verso, es la poesía la que se revela en lo intrínseco del verso en quien ésta elige. En Wafi es un elemento presente desde sus primeros versos donde pregunta: ¿Dónde está Dios? Un clamor por la intervención de una fuerza superior ante el sinsentido. Este versátil recurso da carácter de intemporalidad al verso, permite multiplicidad de enfoques donde Wafi fiel a la norma, lo decora a través del paisaje y viste de cilicio la angustia con el velo de la noche:
¿Quién en mi sombra
se inclina tanto
Dicta
tempestades
y abismos
Repite
lo oscuro
como una lápida?
El difrasismo es una herramienta que enriquece las virtudes de Wafi Salih como escritora, es una formúla sobre la cual ejerce la economía del verso sin que esto implique de modo alguno el sacrificio de su estética o cadencia, más bien se vale de este elemento para danzar en condición anónima sobre la imagen y la quietud de la noche:
Silencio
Duerme
la noche
Sobre
el ondulado
silencio
del valle
Habita
el canto
anudado
de las sombras
Describir un estado de ánimo pudiera asumirse como un hecho simple, estructurarlo por medio de una condición climática o de tiempo requiere oficio, ya que en el manejo de la imagen y sus cualidades sensoriales es donde el escritor hace suyo el titulo de Poeta, cuando maneja en su justa dimensión la relación que existe entre la imagen, el poema y la poesía. En Wafi el desdoblamiento de espíritu puede llevarnos desde el ocaso en un breve verso, hasta la febril adolescencia descrita con un pedazo de tiza en la corteza de un árbol:
Llueve sin tregua
las gotas de otros días
sobre mi rostro
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Escribí la mañana con tu nombre
lo escribí con tiza sobre un árbol
mientras el ala de un ángel se movía en tu risa
deletreaba las sílabas del agua
y pulsaba la lluvia que canta el mar dentro del aire
y el secreto reino de la charca
Ríe en todo lo que tus manos tocan
Un caballo blanco perdido entre las letras de mis primeros años
En el pecho
hace titilar los mangos
¡Perdido¡ sí, en el aire
En el corazón del viento donde escondo los recreos
y llevo el sol doblado en una carta de amor en la mano.
Estos versos dan fe que en lo breve y en la prosa el manejo de la imagen está ligado al paisaje como referente de un simbolismo donde la vida y la muerte, la alegría y el desasosiego, la soledad y el amor son abordados con la fuerza creativa del paisaje en comunión con la economía del verso. Hay un clamor, un grito escondido discretamente en su difrasísmo que advierte sobre una resignación que pudiera estar codificado en la lluvia o un manto de cilicio: País derruido / un lamento la lluvia / sobre las piedras. Me pregunto si permitiremos ingenuamente se devore todo valor que le dio sentido a la vida y en su lugar el hambre por otras riquezas advierta el fin de una especie sujeta a códigos que le dieron sentido y belleza, tal vez la respuesta a esta apreciación esté en un poema suelto de mi amigo y maestro Orlando Barreto que advierte: "Todo verso es profético / una aventura concluida. Olvidamos el poema hasta que este advierte / lo recordamos entonces como vieja herida / escribo para ser más tarde / nunca lo sabemos hasta que llega / precisamente cuando ya no importa ninguna sabiduría" Tal vez estemos destinados a esto, aunque muchos nieguen esta posibilidad, este pensador afirma tajantemente que asume sólo el papel de transcriptor ante otro ser que dicta la imagen: "el poema se obstina en predecirnos / no hay secretos / la mujer llega, desabrocha su vestido / se desnuda para que la profecía del poema que escribo sea cumplida una vez más". ¿Cuánto tiempo pasó para que una cultura milenaria como la prehispánica viera a esta mujer llamada Poesía trayendo a cumplimiento aquellos presagios escondidos en sus letras? De ser esto cierto, ante la voragine que toma forma,, tocará a los soñadores refugiarnos en el recuerdo de la tiza que traza secretos sobre la corteza de un árbol... el canto del agua que choca sobre las piedras... el croar de las ranas o la quietud del gato sobre un tejado, mientras resignados dejamos nos cobije el manto de la noche.
Libardo Linarez.
San Felipe, 30 de agosto del 2018.