HIJA DE AGAR
La encontró el Ángel
de Jehova
junto a una fuente de
agua en el desierto,
y dijo: ¿de dónde
vienes y a dónde vas?
Gn 16,7-8
Con el poemario El Dios de las dunas agotado, no me resisto al intento proponer
algunas claves para su lectura, consciente de mi acercamiento fragmentado
-limitado por tanto- a su texto.
Guían esta propuesta de lectura los versos de
la Torah hebrea que preludia el ensayo y este otro fragmento, tomado del
poemario:
Drusa por toda la tierra, cargo el peso de
otra que soy, perdida para siempre en el estanque de lágrimas, hacia mí en el
espejo. Infierno celeste, proyecta un abismo de ángeles.
De aquí que divida mi ensayo en tres partes
principales: hija de Agar, oasis-estanque-de-lágrimas y preguntas.
Es atrevido este ejercicio, por cuanto
desplazo el sujeto de los poemas propuesto en el título, del Dios de las dunas,
hacia la hija de Agar. Asumo el atrevimiento.
Hija de Agar
Drusa por toda la
tierra
es un modo de ser, ser cargando el
peso, ser perdida. Como Agar, hija de
Agar, expulsada, errante entre las dunas, distanciada de una tierra que se le
negó, abocada al mundo.
El texto poético, en primera persona, se
despliega tras una identidad que se reconoce entre gemidos y lamentos,
desconocimiento, ensimismamiento y captura a tientas.
Una raza gime en mi nacimiento… Nativa de un
país mío y desconocido.
Ceñida a los rituales de un país sin lugar en
los ojos, a tientas capturo su heredad, presente desde siempre en la mártir
voluntad de los lamentos. Intemporal, telúrica, ensimismada, hija de Agar,
esclava y princesa...
Princesa también. Investigaciones recientes
en torno a los relatos antiguos de la Torah, apuntan a nuevas lecturas de esos
textos en las que se pone de manifiesto el liderazgo de Agar entre su pueblo.
Savina J. Teubal (1997) postula una sociedad
matriarcal en el Antiguo Cercano Oriente, dedicado al culto de Diosas como
Inanna en Mesopotamia, Isis en Egipto y en Canaán. La designación de Agar como
egipcia debe considerarse en el contexto de la historia de Egipto, donde las
mujeres disfrutaron "igualdad jurídica notable" en su mayor parte. La
experiencia de Agar en el desierto junto al oasis sería una experiencia referida
a la adoración de "El-roi", una deidad del desierto, y a la
institución de un Matriarcado del desierto. Teubal sugiere que Agar era
sacerdotisa, e incluso hija de faraón.
Esclava y princesa, por tanto. Dualidad del
ser.
¿Oasis?
La poeta proclama la pregunta de Agar, la
pregunta desde su experiencia de arrojamiento, de ser arrojada. ¿Quién es este Dios del padre Abraham que expulsa al desvalido? ¿Qué
hace este Dios adormecido en su reino celeste? ¿Cuánta muerte y desolación se
esconde en su cuerpo? ¿Ya no recibe, ni mucho menos responde, las cartas de sus
fieles?
“Hashem es Dios”, “Ala es Dios”, “Jesús es
Dios”, siglo tras siglo, deseo sin cuerpo, en el letárgico zafiro del cielo. La fe, esa
maldición.
¿Cuántas cimas se abisman en tu nombre? ¿Cuantas
tumbas hay en el pecho de Dios?
Rota la oración donde la muerte,
pesadilla en los restos de la noche,
desprende una carta escrita ¿para quién?
Noche en dos pedazos, Dios mutilado
por su distancia.
No obstante, el Ángel del Dios encuentra a
Agar junto a la fuente. ¿De qué ángeles y dioses se trata en los poemas? ¿qué
dioses la arrojan o qué ángeles la encuentran?
El oasis, fuente de agua, es un espejo en el
que Agar mira su dolor. El agua del desierto, con frecuencia salvadora, es aquí
abismo e infierno, muerte del primer Dios abrahámico quien la arrojó de las
seguridades familiares al peregrinaje de las dunas. Son ahora Ángeles de la
duda, parpadeo de astros, proyecciones celestes en el abismo, convertidas en
infierno. El agua del oasis se confunde con la lágrima.
Perdida para siempre en el estanque de
lágrimas, hacia mí en el espejo. Infierno celeste, proyecta un abismo de
ángeles.
Febrero. Espejo interminable me precipita en
el íntimo desvarío de mi sombra. Condenada, la imagen me refleja el parpadeo
inagotable de un astro. Lo vivido moja sin parar una hilera de fósforos.
¡Herida de estar aquí!, invisible, vuelta a
mí, fatigo el discurso del aire, la imposible risa en la ola elástica de sus
lágrimas, donde disputan los perros los restos de la noche.
El Ángel que encuentra a Agar entre la dunas,
en el texto de Génesis es Ángel-mensajero del Dios que ve (El-Roí), es Otro. La
poeta lo percibe tan solo entre tinieblas. Es el Dios de las dunas. Los verbos
lo indican: país perdido, parte de mí que ya se ha ido. Secreto incendio, cielo
inexistente, noche tendida….
Ángel, en la longitud del cansancio
Ángel, país perdido en los volcanes
apagados de la paciencia
Ángel
Bautizo otra parte de mí
que ya se ha ido
Ángel
Dos lugares en una misma hora
Esqueleto del viento
contra el espejo del aire
secreto incendio
del pueblo donde el cielo no existe
Angel
Hoy en
las calles no hay piedras
sino
noches tendidas
¿De dónde vienes? ¿A
dónde vas? ¿Dónde resides?
Desde tal oscuridad, es como si el Ángel
preguntara. La hija de Agar responde.
Vengo de la desolación, morada de un ángel
desprendido del nombre, mi juventud en otra que soy.
Va hacia ninguna parte. Queda detenida. Su
ser llamado al vuelo, su ser de alas, es constreñido en la inmovilidad.
Hacia ninguna parte la vida se ha ido. Un
amor negado por la muerte. ¿Quién sino tú, Adbel, en la boveda del aire, avanza
en mi centro detenida?
Dobla las ánforas de una ciudad / prolongada
/ de alas / inamovibles
El niño que fui no ha cesado. Me enseñó el hálito fijo, la duración en el
aire, súbito brote de lo oscuro entre la mirada y la forma. El puente del vuelo
encontró su origen.
O tal vez gira y gira, inestabilidad de la
casa-tienda del desierto: astro permanente, en órbita incesante.
Ensayo un lugar bajo el sol. La desposesión
me reconoce de este estaño sumergido en tu acento de órbita incesante.
Mi casa, una tienda en cualquier sitio // Corazón
de astro permanente / en su abandono
Apuntes formales
El estilo de estos poemas recuerdan en algo a
Ramos Sucre, del que la poeta respira su atmósfera. El mínimo uso del que, el
yo como sujeto, son indicaciones formales, entre otras, de este espacio común.
Es un asunto ya tocado por otros.
Se descubre, no obstante, a lo largo del
poemario, cierta evolución y diversidad. Evolución hacia algunas formas
concentradas más que surgirán con toda fuerza en los haikus y, en relación con
el tema del poemario, en Con el índice de
una lágrima. Así sucede en el poema Ángel,
o Mi casa, una tienda en cualquier sitio.
Los tópicos comunes
al poemario Con el índice de una lágrima
Se descubre en ambos la mención de:
a) el país, la familia, la raíz;
b) el sufrimiento, el dolor de la tierra, la
violencia;
c) el oasis, espejo, lágrima;
d) la presencia-ausencia espiritual: el Dios
de las dunas, el abismo de ángeles, el infierno.
Puede verse mi ensayo Viaje del corazón y comparar con lo que antecede para evidenciar
estos paralelismos.
Detallo otro aspecto más, la presencia de
aquí y allá, mostrando un par de textos de El
Dios de las dunas. Lo cotidiano del café, o el paso de una hormigas en el
presente y el aquí, conduce lejos, a la memoria del allá, de la infancia. Sidón
desolado, señala la ausencia de un yo lejano, sufriente, casi fantasmal.
Sólo comienzo en lo infinitamente
interminable. Nada tiene lugar mientras enfrío una taza de café sobre la mesa.
Y leo tu infancia en el paso trepitante de las hormigas, paraíso fantasmal de
luz espinada como una blasfemia.
Sidón. Pueblo de huesos sin cuerpo, sepulta
la raíz del aire, el vértigo de la desolación. Hay algo en ti señalando un
lugar ausente ¿Seré yo doliéndome en tus calles?
Y hasta aquí mis apuntes, con la apuesta a
una nueva edición de El Dios de las dunas
que nos permita recrearnos y recrear, en proceso hermenéutico permanente, estos
hermosos y profundos textos.
Referencia: Savina J. Teubal
(1997), Ancient Sisterhood: The Lost Traditions of Hagar and Sarah. Athens, Ohio: Swallow Press/Ohio
University Press.
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