martes, 5 de marzo de 2019

EXORDIUM


                                                       

                                                                                                             Carlos Puertas
EXORDIUM


                          Este es un discurso que pareciera reflejar la tranquilidad del espíritu y la belleza, desde una aldea única, permeada del nihilismo más puro que se mira a sí mismo, ahogado en sus propias angustias, mordiendo su propia cola.

América es una totalidad cultural, en la que su ser aborigen está íntimamente asociado con su tierra. Él es presencia y ejercicio continuo de lo que somos; es nuestra identidad en todo su esplendor, en toda su fuerza y en todo su vigor, ya sabemos que es un tema controvertido por los distintos matices que en ella concurren, sean éstos ideológicos o políticos, culturales o académicos. Sin embargo, tenemos ante nosotros una importante pieza de ensayo creativo, una valiosa reflexión cuyo contenido subyacente nos plantea profundizar los procesos de etnicidad y revitalización de lo que somos como pueblo y continente.

El mérito de Wafi Salih  es la luz de sus metáforas con que despeja “el callejón sin salida” en el que nos acorraló la postmodernidad. La autora expone y sugiere más de lo que explica, ella piensa desde la poesía. Su originalidad está en el detalle acucioso, en la categorización implícita. Es, cómo no decirlo, como esas voces que bajan del cerro a la ciudad para hablarnos, con su sola presencia de caminos y sueños comprometidos con su tiempo. Joyas formadas de imágenes y símbolos de alto vuelo. Su relectura me ha impresionado, sobre todo en aquellos pasajes del cuento mexicano de Juan Villoro, en el que su personaje Yanbabalón remeda con fina gracia e ironía torcidas maquinaciones de las que hace víctimas a prójimos y extraños, léase imperio, orden mundial, capitalismo.

Los capítulos donde se revelan poemas y autores, van presididos por versos que definen la esencialidad y precisión del tema existencial contenido en el mismo. Wafi no está pensado en una sociología de la historia, su intención no es especulativa y apunta, más bien, a una poética de la historia. Es la escritora que se preocupa de la poesía y su dominio, para que sea la belleza, como razón, la que guíe al lector. En sus ensayos abunda el verso irónico e ingenioso, basado en la observación espiritual y su grandeza  imaginativa  que revela rasgos exquisitos. Como un árbol cephirótico, juguetea entre sombras y claridades, se agita y se aquieta como el carcaj y la flecha, otras veces, su luz tiembla a través del follaje.


Vidente, como todo gran poeta, escudriña la realidad interior del alma humana, y desde allí, la fuerza telúrica de su territorio escritural. Su identidad es espiritual, de mujer en una naturaleza voraz que reclama su puesto en el cosmos social y racional, por eso su ensayo inspira admiración, respeto y reconocimiento. En otras palabras, ha hecho de su oficio de pensadora literaria, cura y destino  para mitigar las desigualdades de género. Su finalidad, es un llamado de atención a antropólogos que escriben la creación desde la fría mesa de disección,  y no desde la humana palabra. Esta función de humanización del conocimiento  libera a esta obra del círculo de las repeticiones teóricas cientificistas, conduciéndola a la espiral posible de la trascendencia del ser, a través de lo que declara y reclama su verbo creado.  Nos recuerda a María Zambrano en su afán de poetizar la filosofía,  ejército de mentes ávidas por crear interrogantes y no mera información de manuales académicos, sino una novedad digna de ser leída por su grado de elevación estética.

¿Cuántos se han comprometido con esta tarea? Olga Luzardo, Fermín Toro, Pérez Bonalde, Andrés Eloy Blanco, Mariano Picón Salas, Mario Briceño Iragorry, Michaelle Ascensio… Sabios artistas, poetas y humanistas, generaciones que se han ido, pero aún nos  comprometen con su legado edificante. ¿Quién se pregunta hoy, como intelectual activo,  ¿cuál es mi aporte a esta gran trama de la existencia donde fui llamado a ejecutar una obra? ¿Dónde está mi voz, mi  palabra horizonte?

¡Sal de la cueva o muere en tu infinita incapacidad de vencer la sombra de tu propio verdugo! Tu Yo, enajenado, necesita morir. Tu palabra-acción es reclamada por  la historia. 

Todo este estremecimiento interior es la expiación vital del ser humano, intimidad aterradora, muerte y resurrección, nuestro juicio final, cuya sentencia parece decirnos: ¿qué hiciste con tu vida?, ¿con el legado que recibiste?, ¿qué hiciste con tu inteligencia?, ¿dónde está tu obra? He aquí el desafío  que toca las fibras de silicona de la modernidad-postmodernidad, es el tiempo que cierra el ciclo de los grandes héroes, genios, para dejarnos en la intemperie del sentir, la sobrexposición  del espectáculo. Y, sin embargo, podemos continuar diciendo que este cierre es algo más que un epílogo concluido, pues será necesario volver a esas otras intenciones  para salvarnos como especie. Nuestra ancestralidad requiere asumir la identidad como concepto de liberación de los pueblos y raíz fundamental de su resistencia.

Vista así las cosas, este trabajo de Wafi, resulta incómodo para las exigencias de los estudios cerrados, cuadrados, impregnados de rigor mortis, sin embargo,  su logro radica en desarrollar la poética de una identidad. Veo en este ensayo el primer  esbozo de una investigación posterior que deberá tener como tema “el mito de nuestra totalidad cultural”, mirándola desde adentro, desde su composición mítica y ritual. Glosar el razonamiento diferencial consiste en discurrir y comparar nuestra totalidad cultural que se va construyendo desde la realidad fenomenológica y sociocultural, que va apareciendo a lo largo de distintos desarrollos inéditos, tales como: movimientos de pobladores, colectivos sociales, comunas, y todo tipo de colectivo.

Ahora bien, la paz debe ser categoría y análisis y fundamento de toda antropología de liberación, del mismo modo que la justicia, por lo cual, para comprender lo que somos, debemos tener suficiente paz, pues toda guerra es la negación y destrucción del otro.

Y así regresamos a lo simple. ¿Cuáles son los impulsos que nos han llevado a otros lugares? ¿Qué te obliga a tener relaciones con los “otros”?

Toda revolución debe ser esencialmente cultural y científica, profundamente mística y supremamente artística. Más allá del discurso de la postmodernidad y la conquista: el show mediático y el cowboy. Se trata de mí y de los otros, con quien elaboramos la alianza o acuerdos de convivencia para la paz y la justicia entre todos los hombres y mujeres que habitamos este mundo. En este sentido cabe recordar a Jean Marie Auzies: “la antropología es el arte de hacer decir lo que no está dicho, y sin embrago, está expreso, no en el discurso escrito sino, de alguna manera, en el discurso de las cosas de la vida”.

Valioso panorama de perspectivas abiertas por la magia de esa antropología del verbo que parece repetir nuevamente al hombre y a su creación “sela fiat”: hágase la luz, y brille para siempre el entendimiento humano.
Carlos Puertas



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