Carlos Puertas
EXORDIUM
Este es un discurso
que pareciera reflejar la tranquilidad del espíritu y la belleza, desde una
aldea única, permeada del nihilismo más puro que se mira a sí mismo, ahogado en
sus propias angustias, mordiendo su propia cola.
América es una
totalidad cultural, en la que su ser aborigen está íntimamente asociado con su
tierra. Él es presencia y ejercicio continuo de lo que somos; es nuestra
identidad en todo su esplendor, en toda su fuerza y en todo su vigor, ya
sabemos que es un tema controvertido por los distintos matices que en ella
concurren, sean éstos ideológicos o políticos, culturales o académicos. Sin
embargo, tenemos ante nosotros una importante pieza de ensayo creativo, una
valiosa reflexión cuyo contenido subyacente nos plantea profundizar los
procesos de etnicidad y revitalización de lo que somos como pueblo y
continente.
El mérito de
Wafi Salih es la luz de sus metáforas
con que despeja “el callejón sin salida” en el que nos acorraló la
postmodernidad. La autora expone y sugiere más de lo que explica, ella piensa
desde la poesía. Su originalidad está en el detalle acucioso, en la categorización
implícita. Es, cómo no decirlo, como esas voces que bajan del cerro a la ciudad
para hablarnos, con su sola presencia de caminos y sueños comprometidos con su
tiempo. Joyas formadas de imágenes y símbolos de alto vuelo. Su relectura me ha
impresionado, sobre todo en aquellos pasajes del cuento mexicano de Juan
Villoro, en el que su personaje Yanbabalón remeda con fina gracia e ironía
torcidas maquinaciones de las que hace víctimas a prójimos y extraños, léase
imperio, orden mundial, capitalismo.
Los capítulos
donde se revelan poemas y autores, van presididos por versos que definen la
esencialidad y precisión del tema existencial contenido en el mismo. Wafi no
está pensado en una sociología de la historia, su intención no es especulativa
y apunta, más bien, a una poética de la historia. Es la escritora que se
preocupa de la poesía y su dominio, para que sea la belleza, como razón, la que
guíe al lector. En sus ensayos abunda el verso irónico e ingenioso, basado en
la observación espiritual y su grandeza
imaginativa que revela rasgos
exquisitos. Como un árbol cephirótico, juguetea entre sombras y claridades, se
agita y se aquieta como el carcaj y la flecha, otras veces, su luz tiembla a
través del follaje.
Vidente, como
todo gran poeta, escudriña la realidad interior del alma humana, y desde allí,
la fuerza telúrica de su territorio escritural. Su identidad es espiritual, de
mujer en una naturaleza voraz que reclama su puesto en el cosmos social y
racional, por eso su ensayo inspira admiración, respeto y reconocimiento. En
otras palabras, ha hecho de su oficio de pensadora literaria, cura y
destino para mitigar las desigualdades
de género. Su finalidad, es un llamado de atención a antropólogos que escriben
la creación desde la fría mesa de disección,
y no desde la humana palabra. Esta función de humanización del
conocimiento libera a esta obra del
círculo de las repeticiones teóricas cientificistas, conduciéndola a la espiral
posible de la trascendencia del ser, a través de lo que declara y reclama su
verbo creado. Nos recuerda a María
Zambrano en su afán de poetizar la filosofía,
ejército de mentes ávidas por crear interrogantes y no mera información
de manuales académicos, sino una novedad digna de ser leída por su grado de
elevación estética.
¿Cuántos se han
comprometido con esta tarea? Olga Luzardo, Fermín Toro, Pérez Bonalde, Andrés
Eloy Blanco, Mariano Picón Salas, Mario Briceño Iragorry, Michaelle Ascensio…
Sabios artistas, poetas y humanistas, generaciones que se han ido, pero aún
nos comprometen con su legado
edificante. ¿Quién se pregunta hoy, como intelectual activo, ¿cuál es mi aporte a esta gran trama de la
existencia donde fui llamado a ejecutar una obra? ¿Dónde está mi voz, mi palabra horizonte?
¡Sal de la
cueva o muere en tu infinita incapacidad de vencer la sombra de tu propio
verdugo! Tu Yo, enajenado, necesita morir. Tu palabra-acción es reclamada por la historia.
Todo este estremecimiento
interior es la expiación vital del ser humano, intimidad aterradora, muerte y
resurrección, nuestro juicio final, cuya sentencia parece decirnos: ¿qué
hiciste con tu vida?, ¿con el legado que recibiste?, ¿qué hiciste con tu
inteligencia?, ¿dónde está tu obra? He aquí el desafío que toca las fibras de silicona de la modernidad-postmodernidad,
es el tiempo que cierra el ciclo de los grandes héroes, genios, para dejarnos
en la intemperie del sentir, la sobrexposición
del espectáculo. Y, sin embargo, podemos continuar diciendo que este
cierre es algo más que un epílogo concluido, pues será necesario volver a esas
otras intenciones para salvarnos como
especie. Nuestra ancestralidad requiere asumir la identidad como concepto de
liberación de los pueblos y raíz fundamental de su resistencia.
Vista así las
cosas, este trabajo de Wafi, resulta incómodo para las exigencias de los
estudios cerrados, cuadrados, impregnados de rigor mortis, sin embargo, su logro radica en desarrollar la poética de una
identidad. Veo en este ensayo el primer esbozo de una investigación posterior que
deberá tener como tema “el mito de nuestra totalidad cultural”, mirándola desde
adentro, desde su composición mítica y ritual. Glosar el razonamiento diferencial
consiste en discurrir y comparar nuestra totalidad cultural que se va
construyendo desde la realidad fenomenológica y sociocultural, que va
apareciendo a lo largo de distintos desarrollos inéditos, tales como:
movimientos de pobladores, colectivos sociales, comunas, y todo tipo de
colectivo.
Ahora bien, la
paz debe ser categoría y análisis y fundamento de toda antropología de
liberación, del mismo modo que la justicia, por lo cual, para comprender lo que
somos, debemos tener suficiente paz, pues toda guerra es la negación y
destrucción del otro.
Y así
regresamos a lo simple. ¿Cuáles son los impulsos que nos han llevado a otros
lugares? ¿Qué te obliga a tener relaciones con los “otros”?
Toda revolución
debe ser esencialmente cultural y científica, profundamente mística y
supremamente artística. Más allá del discurso de la postmodernidad y la
conquista: el show mediático y el cowboy. Se trata de mí y de los otros, con
quien elaboramos la alianza o acuerdos de convivencia para la paz y la justicia
entre todos los hombres y mujeres que habitamos este mundo. En este sentido
cabe recordar a Jean Marie Auzies: “la antropología es el arte de hacer decir
lo que no está dicho, y sin embrago, está expreso, no en el discurso escrito
sino, de alguna manera, en el discurso de las cosas de la vida”.
Valioso
panorama de perspectivas abiertas por la magia de esa antropología del verbo
que parece repetir nuevamente al hombre y a su creación “sela fiat”: hágase la
luz, y brille para siempre el entendimiento humano.
Carlos Puertas
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