domingo, 26 de julio de 2015





PENTALOGIA DE LA MEMORIA
Algunas líneas sobre la obra de Wafi Salih

                                                                                                                       Ingrid Chicote


“Un dios moribundo
reposa en el pantano
de un calvario son nombre”

Yony Osorio

La memoria tiene su  reino en la capacidad del ser humano de percibir, genéticamente, sus íntimos refugios, condicionados por el encuentro amoroso del lugar de donde provenimos.  Por tal razón, para hablar de la obra de WafiSalih, es necesario pasearse por el mundo árabe, puesto que desde es desde allí, donde convergen cantidad de culturas religiosas monoteístas, antiguo como el ojo de Dios, del cual procede la sangre que lleva en las venas esta poeta, nacida en Venezuela, país elegido por sus padres, entre todos los países del mundo para que ella viera la luz en 1965.
Así pues, para adentrarnos en su poesía es necesario remontarse a la musicalidad de los trovadores de su mundo de procedencia, viajar en la caravana que se pierde por caminos del desierto y que a la vez, nunca está perdida: el camino del desierto siempre es preciso a quienes lo conocen puesto que sus arenas se llevan en el alma y en el corazón. Acercarse a la obra de esta escritora es sentarse en el oasis que es el refugio al sol y a la inclemencia de las tormentas.
Pareciera que al leer sus publicaciones entramos en un mundo simple, pero no: cada libro es una joya de odalisca que ha venido recorriendo el largo canto a los caminos recorridos desde Siria y El Líbano, proyectándose en cada uno de ellos, con el tono del sistema melódico de la música árabeorganizada en el Maqam, que significa estación.  Por lo tanto cada uno de sus poemarios es la estación de una sinfonía construida en cinco tiempos, pero que, juntas, construyen la pentalogía de la memoria.
Como en el sistema musical árabe, el Maqam está constituido por una escala determinada y por una serie de notas en las cuales los silencios, los bemoles, el sostenido y el becuadro se van uniendo enintervalos de tono para desarrollar las modulaciones determinadas por la tradición, así WafiSalih, va cantando suavecito para contarnos, a través de la brevedad de cada uno de los textos, esa historia íntima, personal, donde las fronteras son las páginas que abrimos para enfrentarnos a un diario poético, tal cual hacían los trovadores del desierto.
Esta pentalogía de la memoria está compuesta por Los Cantos de la Noche, publicado por la Universidad de los Andes en la Colección Luna Nueva; Las Horas del Aire, publicado por la Coordinación Regional de Cultura UNEXPO, dando continuidad a la serie literaria  Detrás de la Celosía;Pájaro de Raíces publicado por la Dirección de Cultura de la Universidad Centrooccidental Lisandro Alvarado  de Barquisimeto, El Señor de las Dunas, publicado por la editorial El perro y la Rana en la colección Cada día un libro y Con el índice de una lágrima, su más reciente publicación sale a la luz en este 2014, en Yaracuy, a través del sello de Rótulo Ediciones y traducido al inglés por Soledad Vásquez. La poesía breve de Wafi está reunida en el libro Huésped del Alba, de Monte Avila Editores, en la colección Altazor de poesía latinoamericana y este libro merece capítulo aparte en la historia de esta poeta.
Una recurrencia en la poética construida por WafiSalih es la tonalidad de sus textos como una larga canción a veces de duelo, a veces de misticismo, a veces de lucecitas que se van enciendo como velas de colores y aromas sutiles que nos llevan a trasegar en la ruta de las especies.  Al leerla el cardamomo se diluye como sabor exótico en la boca de quienes lo degustan.
Podemos acompañar sus textos con algunos de los instrumentos de su mundo heredado en este trópico verde y lleno de ríos, contraponiendo en cada uno de sus versos el paisaje inhóspito, desolado y devastado de la tierra de donde procede.  Su madre, Siria y su padre Libanés le heredaron la belleza de recoger en fina seda las brillantes prendas del recuerdo ambivalente y transversalizado por la vivencia en nuestro país, donde la caravana partió del Zulia y Trujillo,haciéndose extensiva a toda región posible de nuestra geografía.
WafiSalih hace honor a su origen sirio: es una mujer culta, que conserva la libertad de ser ella misma y que la hace un referente de esa cultura hospitalaria y minuciosa, lo cual iremos conociendo a través de su poesía. Fidelidad y lealtad.  Por tal razón se hace necesaria la referencia a su origen para poder leerla con algo de precisión, porque no se trata de una poeta minimalista que, en su brevedad, ha venido tejiendo un discurso donde el exilio y el desarraigo son hilo conductor de su pentalogía, sino que su discurso está lleno de la tonalidad desértica del origen de la lengua materna, que para ellos, es el lenguaje de Dios.
En su obra los significados son referencias a los significantes estados de su alma y la valoración simbólica de sus textos va más allá de nuestro contexto histórico social, porque sus valores simbólicos tienen que ver con la cultura silenciosa de la que ella se hace eco y que va urdiendo en una trama como cuando se hace algún rito simple como la aspiración del narguileh: eucalipto y agua mezclados en el poema. A partir de aquí comentaremos La Pentalogía de la Memoria en la obra de WafiSalih:
I
El primer libro de esta pentalogía se llamaLos Cantos de la Nochey en el poema que abre el libro nos encontramos con el texto Extranjero que está dedicado a su padre. Al leerlo podemos captar la angustia de las horas cuando el Extranjero, con todo y su bagaje se encuentra en “Cada rincón / del Mundo…” donde se hace huésped.  Un visitante fortuito, que asume el lugar como suyo, que al ser huésped se abandona al disfrute del lugar que visita pero que termina preguntándose“¿Regresaré / sin mí / a alguna parte?”
Una clase fundamental de mercaderes van haciéndose los “marchantes” en este país.  Las telas, la lencería era su fundamental negocio.  Marchantes de puerta en puerta llevaban retazos y cortes que dejaban a buen precio.  Así pues leemos que el espíritu libanés que habita a nuestra escritora es un poco eso: retazos, colores, cortes que van a parar a manos de las costureras venezolanas para transformarlos en lo que nosotros vestimos en las casas. Nosotras no usamos burka pero la llevamos en el alma.
Ella dice: “Tatuada / en mi sangre / como una señal // Me busca / en la noche / como sierpe / en los sueños // ¿Dónde estará Dios?”y nos preguntamos ¿A cuál Dios se refiere la poeta? El mundo árabe está lleno de religiones monoteístas, de relaciones tribales, de constelaciones metafísicas y costumbres que pasan de los musulmanes, a los cristianos y a los drusos tejiendo un complejo mapa de lo sagrado.
Se reconoce la poeta con la rigidez de una palmera que “contiene / a la diáspora”pero que como palmera se deja mecer por el viento.  Bien clavada en sus raíces pero frágil ante el vendaval.  Diáspora consciente, histórica, relampagueante que va produciendo espasmos sutiles en la geografía donde los camellos del desierto, que nunca conoceremos, y beduinos protegidos a la inclemencia del sol y de la arena,llegan a las largos caminos de recua para sembrar en montañas de frío o cálidos parajes de sol furibundo el asiento de la confianza.
Encontramos en su obra la sumisión de la mujer árabe en textos como Afandi, que es la expresión “señor” que expresa también respeto al hombre, cabeza de casa.  Cada uno de los textos de Los cantos de la Noche lo podemos leer como poemas brevísimos que van cayendo ante los ojos del lector como lluvia nueva, pero que proceden de una nube de flores que es el título, que a su vez también es un poema.
La poeta entonces le canta a la noche en Lail y dice que ella, la noche, la tiene “Desterrada / como fruto maduro que cae” o en Jilal, que es dignidad, expresa que “Flamea / mi alegría / entre la intemperie” para rematar el texto expresa que Jilal“Se convierte/ en Samar/ entre la arena”.
Volvemos entonces a la reiteración de la nocturnidad en la poesía de Wafi, quien practica el Samar (conversaciones en la noche) ya no sólo  entre la arena, sino al frente del teclado, ubicándose en la extensión de la aparente simplicidad de su escritura. Más adelante encontraremos un poema llamado Samar en el que la poeta expresa el agudo sentido de la amistad, la sensible imaginación del nombre, que laconvierte en la conciliadora de los mundos y en su atenta escucha ante la injusticia diciéndonos:
“Cóncava/ tocando el fondo/ día tras día/ resplandeces/ en el desierto/ laúd adentro/ llamas a la muerte/ y oscurezco contigo.”
El desconsuelo también nos lo expresa la poeta.  En su texto Walid dice que del dolor, que: “Se confunde / el amor / en un eco / infinito /// Un Dios despierta.” ¿Cuál será ese Dios que la poeta nombra en su conexión con lo místico y que aparece como referencia en su poética?, ¿Qué Dios es ese que permite el desconsuelo, “la calma rota”, la soledad del mundo?
Del pequeño poblado de Issam, capital del distrito de Bria, al oeste de Ghana, donde la gente de allí pertenece a los Sefwi, siendo esa su lengua común, la poeta canta “Si despertaras / de la Muerte / yo calentaría / tu mano/ y tu imagen / de gorrión / no se borraría / de mi recuerdo”.
Issam como nombre también puede referirse al amor de un hijo, de un hermano, de un pueblo que busca la protección en el recuerdo.  Entonces la poeta nos deja nuevamente entre el mapa físico y espiritual que sólo ella conoce en su caravana.
Fadua es un nombre árabe que, en su significado amplísimo, podemos relacionar con una mujer discreta, secreta, reservada, observadora, prudente, determinada, trabajadora, sensata de juicio que siempre permanece de pie. También refiere el nombre a una mujer de pensamiento colectivo,  donde el rigor y la fuerza la empujan a conseguir las cosas por sí misma, pero que dentro de su sino nada ha sido gratis para ella.
Entonces, ante semejante significado, nos preguntamos: ¿Esta mujer secreta, la que describe el nombre de Fadua, es la poeta? ¿Son todas más mujeres del mundo árabe? ¿Son las mujeres que componemos la historia de la humanidad? ¿Son las mujeres de todas las religiones del mundo que oran y oran a un Dios casi sordo, pero en el que creen con el hermetismo de un grano de mostaza?
Dice el texto: “Era el eco / de la casa / rompiendo la noche// La ventana / abierta/ para mirar / a Dios // Vedada / el alma / como un secreto / dolor / gastado.”
Los Cantos de la Noche terminan en una huida a la noche, a la injusticia, a la muerte.  La poeta entonces se llena de valor para asumir su nocturnidad en la soledumbre nocturna que la acompaña.  Ella, la Reina del Samar, cierra el libro con Miedo de saber que tiene que emprender nuevas rutas.  Sin embargo su historia ancestral la mantienen en el vilo donde cada día es un regalo de ese Dios que permite el exterminio de su pueblo y que también permite el dolor de la mujer en llamas y el consuelo.
II
¿Cuáles serán ahora Las Horas del Aire? ¿Vendrán etéreas a pegarse en el vestido? ¿Serán cantos rodados río abajo? ¿Se esconderán tras las piedras de enormes catedrales o en las ruinas de los pueblos devastados? ¿Prometerán un mañana que llega como cantos guturales sin ser oídos con claridad? ¿Pertenecerán a un reloj de arena que se acuesta para evitar el trascurso de la historia?
La poeta dedica su libro a su hijo Saleh Andrés: viniendo de ella, que no agarra puntada sin dedal, podemos decir que su hijo representa todo el amor de todas las madres del mundo.  Entonces también es un libro dedicado a todos los hijos, escrito por todas las madres.  Podemos decir que este libro es íntimo, minucioso y descarnado.
Los títulos de este poemario son Tardío, Sosiego, Vacío, Levedad, Mirada, Frio, Suicidio,  Lamento, Lejos, Aborto, nombre, Recuerdo, Volver, Olido, Despertar, Hastío, Latido Confieso Turbio, Umbral, Cenizas, Centro, Inmensidad, Amado, Cántico, Celos, Amantes, Ascensión, Éxtasis, Exilio, Reflejo, Espera, Ocio, Fondo, Destino, Muerte, Fin.
Las horas del Aire van pasando ante el descampado abandono de las razones.  Las certidumbres van dando vuelta en la vida y entonces nos ofrece este conjunto de textos en los cuales podemos encontrar ese dolor femenino que se va reflejando en cada uno de los pasos que damos pero sin hacer escándalo ante la indefensión.

La trama de un momento existencial se va destejiendo como una madeja de estambre en las patas de un gato para deshacer entuertos y remendar razones.
En Lamento leemos: “Flotando / en la soledad  / de la niebla// un pájaro / herido / expresa / en su lamento / un canto //  En la rota / garganta / el vuelo / es una luz / cegada // En la cavidad / de la noche.”
Este Lamento es el mismo de las batallas cotidianas, de estar en un lugar sin lugar, en un espacio donde el tiempo se detiene, donde la lágrima no termina de ceder para convertirse en el grito implosivo de los cantos.
Su poética, como bien han dicho de ella los estudiosos, es una fina hilera de palabras, que al concentrarse en la brevedad, dejan en el lector la impregnada belleza de la finura de la línea que se pasea como pañuelo de seda en el cuello.
Así pues, todo este libro sentido y llorado, va dejando la huella indefectible del amor/desamor, de las certezas/incertidumbres, fidelidad/traiciones, crueldad/compasión y todo el mar de dualidades humanas que nos llevan hasta la contemplación de una poesía que pareciera superficial, pero que el lenguaje empleado  la forma de la misma, nos van diciendo la enorme capacidad la síntesis lingüística que emplea para expresar el dolor del mundo contenido en ella misma y en el contexto en el cual este libro fue dado a la luz.
Las horas de la Aire es un parto celeste en el cual el dolor va mojando los ojos de quienes lo leen.  Es un libro escrito desde la mujer que percibe el mundo como pájaro de cielo, como jaula de puertas cerradas, como candados finales, como tropel de esperanzas.

III
Pájaro de Raíces es un libro de la contemplación: las pequeñas cosas van surgiendo inesperadas, susceptibles al ojo, a los colores, a la vida.  En este libro podemos encontrar aves, caballos, el toro que embiste, peces y reptiles.  También encontramos volcanes, descampados, ríos, cumbres, montañas, flores, el sol en el crepúsculo, aguas dulces y saladas.
Es la poeta en canto franco en el paisaje y ya no la desolada mujer que lamenta un momento.  Por lo cual podemos decir que en este libro, WafiSalih recupera la libertad interior, las horas exactas del reloj y el paso de las nubes en el espacio.
El estado mental de la contemplación se descubre en cada uno de los títulos de sus poemas que han requerido del silencio necesario para dar, en síntesis perfecta, el lenguaje metafórico y breve que describe el paisaje interior, nueva luz a la cual se somete la escritora.
Ella dice en el poema Alba: “En la desmedida / clemencia / de estar/ vivo // Siento / en la rama / alargada // El rastro / invisible del ruiseñor”.  Entonces, de un libro a otro, donde la memoria es lugar de encuentro, síntesis de afectos, reencuentro con lo vivo y lo muerto, podemos evidenciar que Pájaros de Raíces es un canto de esperanza.
Vivo, alado, veloz como caballo, imperturbable como el croar de los sapos, como el grillar o el ranar, la poeta se une en la belleza plena del paisaje, esta vez para describir el aquí y el ahora, a la luz de la naturaleza
En Crepúsculo podemos leer: “Planetas / enigmáticos / habitan / la ventana / de lo ido // Constelan / de súbito / la tarde / de ademanes / agrios // Calcan / en mí / el silencio // Donde /un perro / negro / nos roe / el alma.”
Ya no es el mismo desaliento íntimo que nos presenta en Las Horas del Aire.  Ahora es un canto universal pero unido a lo enigmático del universo.  ¿Qué nos querrá decir la poeta con ese “perro negro” que “nos/ roe” el alma?  Ahora también canta en un nosotros compartido en el silencio estelar.
Como dijera de ella Luis Alberto Crespo, maestro de nuestro País Ausente, visibilizador de la belleza, y a cuyas palabras me suscribo:
“Quiero privilegiar las virtudes de una poeta que destaca entre los seguidores de este estilo o conducta estética, la cual ha hecho vida continua con la poesía callada, escrita al borde, en la línea del resplandor” y agrega algo que es de suma importancia y que se aplica a toda su obra: “Desde siempre se ha tenido atenta a su escritura (está entre los que son), en voz baja, averiguándose en y a través de ella mirándose vivir como ese diálogo ontológico entre el espejo y nosotros frente a lo escrito. Es por eso que no hallamos en su obra (restringida, pero suficiente) falsía alguna, pues es resultado de un indeclinable fervor por mostrarse por salir a confesarse en cada motivación cada imagen, disponiendo de lo que estima necesario para salvarse del no ser: una docena de vocablos, una escritura de punta, bastan para expresar lo absoluto”.
IV
Con el índice de una lágrima es el trabajo publicado más reciente de Wafi, pero dentro del orden lógico de la poética de la revelación y de la sugerencia de nuestra autora, podemos situarlo en el lugar del cuarto libro que queremos comentar, puesto que en el mismo se mantiene el tono del Maqam, esta vez acompañado del derbake con ese resonancia doble y juego armonioso del sonido que se va elevando al cielo.
El poema que abre este trabajo se llama madre y como bien lo dice Luis Alberto Angulo en el prólogo que le hace “la aparente sencillez de su naturaleza no exime la complejidad y elevación” podemos leer que este sustantivo es un referente universal, un vientre en flor que da a la luz los siguientes textos.
En Madre la poeta expresa: “Había algo / sin nombre / en el polvo / de la casa //  Su silencio/ dejaba / una tácita / complicidad //  Algo suelto//  Sobre la vieja/ alfombra.” Cae desde arriba el fin de la danza.  La percusión calla y la madre entonces es un algo sin nombre.  Sin sonido, como el polvo, llena, la totalidad, de la nada.  Así pues, con esta nada creadora se abre este poemario que es la apertura a su profundo libro El Dios de las Dunas

Con el índice de una lágrima, es decir, el dedo que nos sirve para pedir silencio  o para señalar el camino, va soltando el dolor húmedo por el mundo inclemente sitiado en guerra cruel.  El derbake no suena para el festín de la danza sino en la potencia de los corazones en fuego, hechos fuego y pedazos por los demonios alados que proceden a apropiarse del territorio, en el cuales, los habitantes del mismo no son sino cosas en proceso de extinción.
Dice la poeta en la brevedad de su anuncio sobre El Dios de las Dunas: “¿Quién en llama con el índice de una lágrima? // Fuego /desgranado / deletrea / el Líbano / devuelto / en la sangre / de Dios /// En las raíces / entre muros / de tierra / dolorida /// En inaudible / abrazo /// Masacrado.”
No son tambores lo que hace inaudible el grito: es el poder en contra de quienes saben de desiertos.  Los enemigos de la belleza actúan contra la paz y sólo se detienen para causar el extermino.  La poeta va escribiendo desde una nube que llora en silencio, por tanta muerte.
Esta vez se torna universalmente coreada por las bombas que hacen sangrar la Patria de su alma. Encontramos a través de este libro las caravanas en las que El Líbano se convirtió en una errancia hacia los caminos de Damasco, o sombra espejo de arena.
Los parientes, Nacib, allá a lo lejos se vuelven oraciones en Maktub que es lo escrito en “La frontera / desbocada de la Noche / bosteza/ sus abismos” y la poeta se pregunta “¿Dueño de qué?/ ¿rayo o pájaro?” y entonces hace del Desierto “un pájaro de arena” o el “ala de pájaro muerto”.
En este libro encontramos interrogantes que nos hablan de la incertidumbre del país que se encuentra en otras latitudes, lleno de costumbres que nos son ajenas, con un lenguaje rítmico y de difícil pronunciación y más difícil aún, un lenguaje casi imposible de traerlo a nuestro idioma, por lo cual, la poeta sigue siendo, en su íntima esencia la trovadora de su lengua, atada a balas y cañones.  Entonces al decir que Pronunciamos el latido expresa: “¿Dime qué batalla / falta en las entrañas / sin Dios de la demencia?”
La impotencia salta en una plegaria que pregunta a los sordos “¿Cuántas tumbas hay en el pecho de Dios?” Entonces Beirut se pregunta ¿Cuándo llegará la paz? mientras que el café, en rumbos más seguros, hiere el en agua que será reposada para tomarlo como infusión de la memoria.
La poeta se halla entre dos geografías: una real en la que vive y la de la herencia, la del latigazo sordo de las distancias, mientras que su padre, ya metido en cada uno de los poemas que nos regala, se convierte en un laúd entre sus manos cuando ella dice “El Líbano // Pesadilla/ en los restos/ de la memoria”.
Beirut, Janna, Trípoli, 1983, Odaliscas, Calles de Gaza nos revelan que en este largo poemario la visión del Medio Oriente y sus batallas que no terminan, también duele en este país donde las semillas del desierto son árboles que se mezclan entre las ramas del olivo y los mangos del trópico.
V

El Dios de las Dunas, publicado en el 2005, es una poética diferente.  Aquí WafiSalih deja atrás la brevedad porque para la impotencia faltan palabras.  La memoria de su padre y de su tierra lejana necesita la expresión de la prosa, como si fuera su padre, quien le va diciendo al oído las historias orales en los largos viajes por el desierto, descansos en oasis y camellos que reconocen la ruta de las especies.
La guerra ha sido en el territorio árabe.  Mientras que el poder sionista mantiene su imposición con todas las armas construidas para la apropiación de un territorio del que fue expulsado por su Dios de la Torá, se construyeron un odio tan grande que han embestido contra todos los habitantes de Palestina, El Líbano, Siria para apagar su sed de venganza.
Los ríos entonces se convierten en sangre y la poeta  nos dice “Prodigamos la liturgia de un país desolado.  Trágico sigilo en la manera insaciable de la angustia.  Allí una frase blanca, ángel en los ecos del linaje, interpuso entre mi vida tantas  líneas, como en el vuelo de sus alas la secreta murmuración del aire.”
La poeta hace alusión a instrumentos antiguos de guerra como el saif o las cimitarras que sacuden los velos de seda en el “vértice de su infierno blanco”, cuando la embestida isarelí reclama la franja de Gaza ubicada en los Altos del Golán.
Golán polisémico, multicultural, donde en cada cabeza habita un Dios con o sin burka para las mujeres que sufren la muerte de sus hijos y sus parientes, mientras en el Sahara  se hacen conjuros por una paz que no llega y que las hijas de Agar, como ella, esclava y sierva a la vez, oran por la vida, mientras que la muerte es la respuesta que viene de lo alto.
En este trabajo la poeta no sólo nos pasea por la injusticia de un pueblo sometido a la guerra, sino que nos plasma, un lenguaje reflectante de la cultura de la cual ella proviene.  Por otra parte, la prosa limpia en la que está escrito, no deja de llevar en sus descansos y en sus versos el inefable tono del Maqam.
Este es el único libro en prosa de su pentalogía de la memoria.  Memoria del agua, de los vientos, del afecto, de la esperanza y la desesperanza, de la vida sembrada debajo de frondas de nuevos árboles y el corazón latiendo por la terrible tempestad de fuego bajo la cual se encuentran sus hermanos.
Así pues, para concluir este trabajo debo dejar ante los lectores el texto que cierra este complejo y doloroso diario de guerra:

“La casa es una palabra que regresa.  La deletreo en lo mejor de mí,
flota se extiende con un gesto de amor desconocido.

La oigo, me interroga con arcadas de luz y em lleva como una hoja

en el aire”

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