jueves, 22 de junio de 2017

CONSONANTES DE AGUA. La inmensidad de lo íntimo.



Soledad Vasquez Armella. 
Traductora y editora del libro consonantes de agua

La construcción de una obra editorial implica adentrarse en el universo profundo del autor, génesis del ánimo secreto que motivó su creación. Editar es impulsar el ritmo secreto del libro. Seleccionar a pinza los elementos justos para mover la ola que danza bajo las palabras y lograr que resuenen al tono perfecto, como un eco de ese ánimo secreto, revelado en cada imagen, cada símbolo presentado al lector.
La edición de “Consonantes de agua” de Wafi Salih me implicó indagar en ese ánimo secreto presto de una singular poesía donde se transforma el pequeño espacio íntimo en una inmensidad. Desde dos aguas, la traducción al inglés y la edición del contenido para el libro, tuve la grata experiencia de indagar en sus breves textos que surgen desde resquicios de la memoria de la autora, que mira hacia dentro cuando posa la mirada en el afuera; en la plaza donde juegan los niños, en la sombra de un gato triste, en las grietas de la casa, en la dulce umbra de la luna, llena, como una almohada sola.
Cónsona al espíritu vital del haiku, su obra indaga en la casa-alma de la autora, que ve en lo sencillo, la plenitud de su mundo íntimo. Su casa, como un portal que conecta entre el adentro del hogar; manifiesto en los recuerdos desperdigados en el quehacer cotidiano, y que desde allí viaja hacia lo íntimo vital reflejado en las imágenes del afuera de la casa; la noche, la lluvia y el agua como una constante, el silencio de las tumbas, la ciudad desolada y los seres apenumbrados que la habitan.
Entre ese adentro y afuera, habita en ella una dulce nostalgia del ser y la nada, entre la serena certeza y la tristeza brumosa, entre la mujer amante y la solitaria intimidad de la madre. No es en el tiempo, sino en los espacios, en las esquinas recónditas de su vida cotidiana donde la autora guarda su alegría, el amor, la muerte y el dolor.
Notas sobre la edición
¿Dónde empieza el alma de Wafi Salih, sino a la sombra de un imponente cedro del Líbano?. No hay un símbolo más propicio que este, para enmarcar la niñez y la presente ausencia, tan punzante, que la tierra de las dunas ejerce en la poesía y más allá, en el ánimo secreto de la autora. Por ello al realizar la edición del libro, seleccioné este símbolo como imagen que abre y cierra las páginas de consonantes de agua.
Desde esta primera imagen se hilvanan 18 ilustraciones como 18 fases o temáticas de la poesía de la autora jugando a la pausa larga de una imagen entre cada grupo de 7 poemas:
Desde el cedro como símbolo, en los dos primeros grupos resalta la poesía que aborda temas sobre la nostalgia y la muerte. El niño ante la tumba, la casa lejana del padre ausente, pero latente en la memoria como un cedro derribado en el corazón. Desde allí, para el tercer y cuarto grupo de poemas decidí tomar voces sobre el agua, la luna y la naturaleza como símbolos de una esperanza repentina:
Un relámpago
golpea el estanque
la luna tiembla
El grupo quinto y sexto de poemas, abren y cierran con cósmicas imágenes que ilustran aún la naturaleza, pero desde la contemplación en el encuentro infantil con el mundo; un niño que juega con la luna llena, las ranas que cantan melodías antiguas y un caminito de hormigas. La vida desnuda y despeinada: una vía láctea que habita como Piedritas en un bambú.
Luego el ánimo secreto de la poesía de Salih da un vuelco y en los siguientes tres grupos de poemas, me senté a dialogar con la Wafi Salih mujer amada y mujer amante. En esta particular selección destaca la belleza de la intimidad en los pequeños detalles de la casa, en sutil intimidad entre la imagen onírica como metáfora del amor, por ejemplo en este particular texto:
Descifra
el alfabeto de los pájaros
mi oído en tu pecho
Desde allí, el noveno grupo de poemas inicia con la ilustración emblema y portada del libro, a mi parecer una de las imágenes de mayor fuerza simbólica y profundidad interpretativa de Maldonado, ilustrador del libro, en la imagen se denota una mujer con la luna en el útero, (así me gusta llamarla). Imagen de técnica puntillista que juega entre la mujer duna y la mujer agua.
La selección de haiku para este fragmento versa sobre la mujer intima. La mujer en tránsito del hogar, en reflexión y limpieza con la casa, de la vida y los ánimos pasados,  la esposa y la madre en el silencio ruidoso de la casa.
El décimo grupo sigue dialogando con la mujer, pero en este la vejez, la rosa, la flor, la muerte de la primavera emergen como símbolos centrales que la concilian también con su propia madre. Un grupo particularmente nostálgico de poemas donde la autora se pregunta inquieta sobre el porvenir:
¿quién canta
en las páginas del aire,
el destino de la rosa?

Los últimos seis grupos abordan la poética del adentro y del afuera de la casa- alma de la autora, un cruzar y volver al portal. Las ilustraciones muestran puertas y ventanas como símbolos de un cosmos de lo oculto y lo entreabierto y con ello el juego lúdico de la contemplación. El espíritu vital de la autora danzando entre la conexión adentro; consigo y en sí misma, en la página en blanco, en el fondo quieto de la taza de café y afuera; en el encuentro fugaz con los otros, como una infinidad de sombras de la memoria. Una contraposición entre la vida de los seres que habitan la ciudad desolada, la penumbra del hambre y la espera que resuena cruda en la ventana, detenida ante al silencio sereno del zen en la congoja de café. Finalmente en este viaje hacia dentro del ánimo secreto de Wafi Salih, decidí cerrar la selección con el camino hacia el sentido de conciliación consigo misma y con la figura masculina, en el rostro del hijo y en el encuentro feliz con el padre, en el río, pero fijo solemne en su memoria, como un cedro del Líbano.
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Soledad Vásquez Armella (estado Yaracuy, Venezuela, 1987). Escritora, investigadora, traductora y artista conceptual egresada en Diseño Integral en la UNEY, con destacada labor en el campo de investigación en mitología, religiones venezolanas, arqueología del paisaje y paisaje sonoro, con amplio trabajo individual y colectivo en poesía, arte sonoro y audiovisual. Directora de Fundación Madrelionza, fundadora e impulsora de estudios de paisaje sonoro con colectivo Ecous.


martes, 28 de febrero de 2017

SOBRE “LAS IMAGENES DE LA AUSENTE” DE WAFI SALIH


Ingrid Chicote
Para iniciar este pequeño ensayo sobre "Las imágenes de la ausente" debo comenzar con el comentario de la contraportada del libro - publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana - que expresa que "Wafi Salih se propone indagar, delimitar, interpretar la historia, mitos y relatos: discursos de la cultura que invitan a asomarse a nuevas formas de subjetividad para referirse a lo femenino", por lo cual, en este libro se va navegando por un instrumento que permite tener referencias de lo que somos las mujeres que escribimos.
Abriendo la ventana de esta "subjetividad de lo femenino" nos dice la autora, quien nació en Valera, donde el Líbano y la Siria de sus padres le dio vida, (Licenciada en Castellano y Literatura y Magister de Literatura Latinoamericana egresada de la Universidad de Los Andes, siendo además, una de las escritoras reconocidas que tiene en su haber 14 libros publicados entre ensayo y poesía, docente universitaria, también asistió a la Cátedra Ramos Sucre de la Universidad de Salamanca, España y fue coordinadora de la Casa de la Poesía "Hugo Fernández Oviol" y de la Casa Nacional de las Letras "Andrés Bello" capítulo Lara, donde se dedicó a trabajar en el Taller de Literatura Infantil "Jugando con la Poesía"), es incansable investigadora y ferviente cultivadora de lo humano y de lo bello, que:
"Insistentemente se sitúa lo privado-doméstico en el área de las ficciones articuladas para asegurar la persistencia del establecimiento cultural, así, se fijan los arquetipos masculinos: ideales de belleza, conductas legitimantes, que ayer estaban vedadas, pero que hoy el patriarca licencia y califica, además conceptos de un para sí que aparecen como conceptos de sí; todos y cada uno funcionando como "medios de inserción del otro sexo". Juego sin lugar a dudas, que en el menor de los casos pasa por el deber intangible de la mujer de comprobar que también "ella puede", situación que viene cruzada de espejismos y bondades; otras veces queda fijado en la evolución social simulando concesiones, enmascarando con la razón y la "apertura democrática", el relato de la marginación. El juego de las ficciones no está exento de la presión en tanto práctica ciudadana para conquistar espacios".
Así pues desde este planteamiento podemos ver que al profundizar en las diferencias, debemos entender que no podemos transformar los modos de convivencia desde los parámetros del capitalismos instituido, disfrazado en "apertura democrática" mientras que "el juego de las ficciones" debe construir emancipación de la sinceridad.
En su libro "Las imágenes de la ausente" podemos leer que "El entramado de las relaciones de poder desborda las posibilidades del cambio social, eso lo sabe la mujer, que al leer los indicativos desplegados en la cotidianidad política vivenciada, entiende la continuidad establecida, no sólo en las manifestaciones más toscas: autoridad, paternalismo, sino que además en las relaciones interpersonales, hasta en ella misma, en tanto sujeto de recepción cultural", como que si no nos fuera suficiente con el útero receptor que nos hace paridoras sino como si las mujeres fuéramos una antena que recibe todas las concepciones del patriarcado histórico que, socioculturalmente, ha construido modos de dominación que no es de lo masculino sobre lo femenino, sino que es lucha de clases.
Esta idea la desarrolla Wafi en el capítulo "Las márgenes del poder" en el cual aborda la concreción de lo histórico patriarcal dominando lo femenino, pero que también resulta de una ruptura del mismo con la emancipación de la mujer y de la igualdad de condiciones. Ya no somos las mismas. Somos otras en medio de nuestra subjetividad y de nuestra lucha por la autonomía en todos los aspectos de nuestra existencia.
"Las imágenes de la ausente", aborda, capítulo por capítulo, el espacio de la desigualdad, la voz como recurso, los signos de la exclusión, los márgenes del poder, los márgenes del hacer, la ilusión de ser uno, memoria de otro retorno y memoria de la desesperanza. Es decir: en el libro hay un orden que va enunciando al lector o la lectora el desmontaje de los discursos de género para abordar el discurso del poder y sus entramados que le han impuesto siglos de sometimiento a la mujer desde simples sustantivos convertidos en complejos modos de lucha y supervivencia desde las desigualdades, las marginaciones y el devenir de la desesperanza que incluye, paradójicamente, la esperanza de la autonomía y la emancipación.
La autora expresa que "La trampa que radicaliza la desventaja del intercambio sexual emana con mayor esplendor, del ideario de "lo eterno femenino", pues las armas de la mujer: el lenguaje del cuerpo, que busca seducir, el "arte de gustar" ejecutado para mantener latente la danza del apareamiento, la simulación del erotismo en el atuendo, en la voz, en la mirada, en el gesto más simple; las trampas de la simulación tienen más allá de las estructuras lúdicas, implicaciones netamente ideológicas".
Así pues el modo aprendido para someter al otro desde el cuerpo femenino que se vende como mercancía; niñas buenas, mujeres fatales, divas, amas de casa, la madre, la esposa fiel, la puta o la caperucita roja emancipada que describe Sol Linares en Percusión y Tomates, es decir los roles femeninos, son los signos de la exclusión: dice un viejo adagio popular que las mujeres siempre terminamos acostadas como si el trasfondo de nuestra sexualidad marca una desgracia y no una libertad de ser "sí mismas".
Es este sentido en el capítulo "Las márgenes del poder" expresa Salih, ya entrando en lo que se refiere al arte de escribir desde la mujer, que: "La "carga ideológica" contenida en el concepto de literatura femenina es un reduccionismo simplificador de la relación tensional que tiene lugar entre escritor, obra, lector. La recepción está modelada de por sí en los canales estereotipados de los valores propios con los que el discurso social estigmatiza al discurso creativo producido desde la mujer-escritora, por consiguiente, los mecanismos de legitimación sustraen el valor de lo creado, adicionando con fuerza inusitada el valor de lo que representa".
Dice más adelante que "El sentido expreso está lejos del reconocimiento del trabajo, de sus posibilidades imaginativo-creativas, es más, se configura como un proceso de asimilación en el cual todo movimiento se desplaza hacia lo ya consensuado culturalmente, es decir, la dinámica del concepto masculino" (El subrayado es mío).
Con esto Wafi salih va estableciendo las márgenes del poder instituido del cual aprendimos a relacionarnos colonizadamente ya que el juicio: el juicio masculino, impuso su ideario "VERDADERO" con toda su carga y visión de dominio patriarcal sobre nosotras. Así pues el discurso de la lucha de clases intenta desmontarse desde lo literario en este libro con claridad y consciencia de lo que hacemos las mujeres que escribimos, ya no desde el discurso instituido sino desde el discurso-verdad instituyente de la literatura como totalidad, cuerpo total, emancipándonos, no desde lo académico, sino desde la vida con su cotidianidad y su creatividad.
Espero pues que todas y todos tengamos el valor de leer "Las imágenes de la ausente" escrito en un lenguaje sencillo, sin retóricas rebuscadas, ausente de pretensiones académicas y altamente humano. En fin con estas imágenes la autoría sólo pretende encontrarnos en igualdad de condiciones de quienes ejercemos el oficio de escribir.
MUJERES QUE ESCRIBEN: UNAS LINEAS, POSIBLEMTENTE, TRANSGRESORAS.
Del libro Artesanal Letra (2007):
No escribo para –o por– ser bella,
dulce e inteligente.
Escribo porque soy cínica
desagradablemente franca;
para guarida de polvo y telarañas.
No sé escribir bonito.
Escribo hiel miel con gusanera;
pero con cada frase,
rompo un barrote.
Del libro Artesanal Letra (2007)De Xiomara Ortega
En Las imágenes de la ausente, Wafi Salih hace una serie de cuestionamientos, de preguntas que reproduzco textualmente:
1.- “¿Al abordar la literatura escrita por mujeres, al mirar sus personajes y establecer cómo se configuran éstos, no desde la perspectiva del arquetipo viril-masculino, sino desde la percepción de la experiencia vital, no nos arrojamos inmediatamente en las fisuras de las grandes interrogantes?
2.- ¿Hay una sensibilidad especial que marca la construcción del personaje femenino cuando éste es hechura del hombre?
3.- ¿En qué se diferencia, si este ser-personaje es producto de la experiencia cultural, de la práctica cotidiana del sujeto femenino que se escribe, que se describe y se muestra ante el texto?”
Creo que para abordar algunas respuestas a estas preguntas faltará tiempo pero antes de esto quiero iniciar esta ponencia con algunas reflexiones sobre la literatura escrita por mujeres.
Muchos conocimientos ancestrales fueron trasmitidos por nosotras. Tal es el caso de Hipatia en el siglo II de la era cristiana. Según Sócrates Escolástico “Había una mujer en Alejandría que se llamaba Hipatia, hija del filósofo Teón, que logró tales conocimientos en literatura y ciencia que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción” ¿Y cuál fue el destino de Hipatia? Morir en un asesinato del que aún se desconoce el móvil.
Cada cultura en el mundo ha tenido sus escalas de valoración, sus subversiones y sus modos de ver la existencia. Por ejemplo, las mujeres druidas escribían las recetas medicinales y luego fueron catalogadas como brujas y quemadas por la Santa Inquisición de la iglesia católica. Pero sus recopilaciones fueron utilizadas para formar el vademécum médico de la cátedra de Medicina de las Universidades de la Edad Media, lugares donde sólo los hombres tenían acceso. Y tomo estos ejemplos de la cultura ancestral europea como reflexión sobre el tema que nos convoca hoy: Mujeres que escriben.
Para aportar más sobre el tema en cuestión es necesario abordar qué hacen las mujeres diferentes al hombre. ¡Claro! hay que reconocer que somos perfectas pero que durante siglos han querido que estemos calladitas porque calladitas nos vemos más bonitas. Obedientes porque si no, somos capaces de perderlo todo, como el caso de Flora Tristán, por ejemplo. Pero sabemos que jamás seremos dóciles y por eso las mujeres escribimos. Y ¿sobre qué cosa escribimos las mujeres?
Primeramente escribimos porque tenemos una visión de mundo, somos curiosas y tenemos a nuestro favor la palabra creadora que, de paso no tiene género, pero sí tiene motivaciones de poder. La mujer que escribe tiene poder en sus manos que es el que le aporta la creatividad, el conocimiento y la formación. Sin embargo, podemos saber que hemos sido ninguneadas, sometidas, esclavizadas y silenciadas, porque quien maneja el conocimiento tiene poder y el patriarcado instituido no permitió durante siglos que fuera posible que tuviéramos un lugar dentro de la intelectualidad. Sin embargo, en nuestra constancia hemos obtenido grandes logros a través de la historia.
En nuestro país, en la época de la Independencia, por allá por 1810, la sociedad estaba dividida y eran los hombres pertenecientes a la clase dominante de entonces, quienes tenían acceso al conocimiento, a la universidad. Mientras tanto, las mujeres blancas eran las que podían ser instruidas dentro de sus casas, hasta que Simón Rodríguez habló de la educación popular. Y es que era necesario que aprendiéramos a leer, a escribir, pero sobre todo, a pensar, independientemente de la lucha de clases establecida, para poder asumir mayores libertades.
Durante siglos hemos sido domesticadas a través de la Institución FAMILIA. La mujer estaba hecha para el hogar. Las esclavas no tenían acceso al aprendizaje. Juan Germán Roscio enseñó a sus esclavas a escribir para que pudiera existir el papel moneda. Eran las esclavas quienes, a través del aprendizaje de la caligrafía, las responsables de hacer los billetes. Sólo para mantener el poder y la riqueza se instruyó a las mujeres en la caligrafía, mas no así en la escritura, aunque las más audaces pudieron aprender a leer y a escribir, fuera del trabajo asignado. (Alcibiades. Mirla, 2010).
Muchas mujeres se convirtieron en personajes de grandes novelas, vistas desde el ideal de lo masculino, pero cuando comenzaron a escribirse, desde su propia feminidad, desde el no estar de acuerdo en morir de amor, como ocurre en María de Jorge Isaacs, o en Ana Karenina de León Tolstoi, quisieron contar su propia historia y allí podemos ver a las pioneras de nuestro país empuñando la pluma con el espíritu rebelde: Teresa de la Parra, Pálmenes Yarza, Enriqueta Arvelo Larriva, Matilde Mármol, Lydda Franco farías, Ida Gramcko, Miyó Vestrini, María Calcaño y Olga Luzardo, entre muchísimas otras.
El cuerpo de las mujeres tomó parte en la escena. Ese cuerpo dócil, hecho para llevar el trabajo de la casa, para parir los hijos, provisto de una capacidad para soportar todas las jornadas de trabajo en sus diversos roles, pero que ahora también se manifiesta a través de la palabra diciéndole a la humanidad: ya no soy cuerpo obediente, soy presencia pensante y escribiente. La pasión, el dolor, el aniquilamiento, la rabia, la impotencia, el amor, el compromiso social y muchos otros sentimientos que se encuentran y desencuentran, da lugar a una literatura distinta a la escrita por los varones y que no puede seguir siendo violentada por el silencio. Entonces es válido responder a la primera pregunta de Wafi Salih:
“¿Al abordar la literatura escrita por mujeres, al mirar sus personajes y establecer cómo se configuran éstos, no desde la perspectiva del arquetipo viril-masculino, sino desde la percepción de la experiencia vital, no nos arrojamos inmediatamente en las fisuras de las grandes interrogantes?”
Yo diría que nos arrojamos en una fisura donde la belleza cobra vida y acceso ante el mundo de los lectores que se va configurando a partir de esa perspectiva de la escritora y su lenguaje que es un mundo. La mujer entonces se expande como un caos dentro de la creación que asume y ya no es sólo la que está en el hogar, la que se desarrolla a partir de la obtención del conocimiento, la peligrosa mujer que es capaz de mirarse y de mirar a las otras mujeres y escribir para la humanidad sus pormenorizadas inquietudes sino que cobra espacio vital en las bibliotecas y en las librerías porque el verbo de las mujeres tiene un poder en la mente de los lectores: un poder subversivo que alerta a quienes detentaban el título de escritores, o sea de los varones que se dedicaban escribir, surgiendo de esta manera, una violencia soterrada, oculta, delicada ante quienes asumen un papel en la sociedad y se rebelan contra el patriarcado existente, es decir las escritoras.
Esa violencia es muy dinámica y, aunque no parece hostil, es dolorosamente abordada desde la indiferencia porque ante la literatura hecha por mujeres surge el fenómeno que somos muchas y que ya no somos poetizas, como nos llamaron en el siglo XIX, sino que ahora somos escritoras: de poesía, narrativa, filosofía, crónica, ciencia, psicología y un incontable número de vertientes escriturales que nos hacen tener presencia en la literatura y en otras ramas del saber.
Una vez que surgen nuevos enfoques de lo femenino, a través de la lucha por la paridad, es cuando las mujeres comenzamos a cobrar vida con nuestra propia voz dentro de los campos del conocimiento y uno de ellos es la literatura, y es en este momento, en nuestro país, que somos tratadas con respeto, aunque muchas no seamos parte del currículo de las universidades, que sería otro tema extenso a tratar.
Es por ello, que convocadas en esa realización de la búsqueda de horizonte de sentido para lo que hacemos, seguiremos subvirtiendo el orden de lo instituido, porque en las universidades, por ejemplo, si bien hubo apertura para el estudio de lo que escriben las mujeres, éstas siguen siendo las mismas y hay que abrir paso a las nuevas voces que se han ido erigiendo con su trabajo de perseverancia a través de la palabra escrita y visibilizar a todas esas mujeres que existen en nuestro país dedicadas a la experiencia de la palabra.
En cuanto a la construcción de los personajes, hace mucho tiempo que tuve ente mis manos el Manual de Antiliteratura, que a su vez era la que llegaba a las grandes masas convertida en fotonovelas y novelas rosas escritas por Corín Tellado en las revistas como Buenhogar (qué nombre par una revista de mujeres: siempre las amas de casa y las buenitas) y las telenovelas escritas por Delia Fiallo y algunas otras que surgían como Jazmin, en las cuales la construcción de personajes femeninos prevalecía la idealización de situaciones, conflictos, amenazas que siempre iba a estar concluida por el final maravilloso: la casita feliz, el perro, el jardín, los hijos, el marido.
Esta anti-literatura produjo en nuestra sociedad una manera de ver a la mujer que escribe y entonces se comenzó la diferenciación con obras como las de Laura Antillano con personajes como la hija que narra La luna no es pan de horno o la Ciudad Abandonada donde podemos ver a una ciudad como Caracas con sus miseria, encuentros, desencuentros, pero ciudad femenina que se mira desde el orden y el caos, siendo la ciudad un personaje que también se convierte en un mito. Una ciudad donde un profesor universitario como Diógenes es dueño de una librería conjuntamente con su mujer y su discurso es la búsqueda del sí mismo, busca el sentido de su profesión como profesor universitario pero ese discurso no le da respuestas para la vida.
“Quiere estar solo, necesita estarlo, la proximidad de Minerva no le permitirá establecer ese espacio del vacío sin ansiedad. Entonces trataría de buscar respuestas para ella, siempre se ha sabido explicando el mundo para otros, ahora quiere sus dudas, su propio vacio de respuestas”
Encontramos entonces esas dualidad de compañía/soledad donde el varón, visto desde la perspectiva de la mujer es un ser que se busca a sí mismo pero sin encontrarse. Sin duda alguna, el personaje masculino visto desde la perspectiva femenina, no encuentra asidero en la realidad que es imposible sostener entre tantos libros, teorías y análisis que no le sirven en la vida práctica. No es el caso de la mujer que es capaz de adaptarse a todos sus roles por costumbre del aprendizaje ancestral y su capacidad innata de hacer muchas cosas al mismo tiempo, dando la respuesta adecuada en la circunstancia precisa.
Con esto queremos decir que la anti-literatura escrita por mujeres para las mujeres es un submundo donde lo femenino juega el papel de las idealizaciones, lo irreal, la domesticación ante un sueño común: el príncipe azul, mientras que en la Literatura de nuestras escritoras, por ejemplo, como Laura Antillano, hay un encuentro con el ser humano que somos todos, pero que también tiene implicaciones sociales, psicológicas, filosóficas, políticas generando un avance en la construcción textual pero también de la construcción de la emancipación escritural que puntea avances sobre la sociedad en la que estamos contenidas.
Lo femenino se sacudió el mito de Orfeo: He allí la experiencia vital de las mujeres, que sin duda alguna ya no estamos sujetas al poder del macho, y que al soltarnos, liberarnos, emanciparnos, el macho nos mira, asombrado. El poder del hombre es la mujer sujeta a su lado para dominarla, para que la mujer sólo lo escuche como cosa receptiva. Ya no somos cosas. Ahora decimos.
En el discurso audaz de Sol Linares en todos sus libros, especialmente en La Circuncisa, podemos ver, más que un lenguaje revelador, las circunstancias de sujeción de la hembra que se emancipa de manera imprevista. Rehace a Olivia, la de Popeye, quien era ese personaje flaco, famélico, flexible y sincero, para terminar casándola con Brutus, pero nunca se desliga de Popeye, con quien llevó de por vida una relación epistolar, siendo la carta que escribe en el cuento “Popeye me casé con Brutus” un acercamiento a la sinceridad de una mujer que buscaba emociones más allá de ser salvada.
Dice Olivia en su carta dirigida a Popeye:
“… No me malentienda, pero usted siempre fue lo que aparentó ser, un hombre bueno. Verá, ser bueno no es suficiente, al menos no para mí. La virilidad de un hombre bueno fácilmente se sublima con actos de preclaro altruismo, al que yo no me opongo per se. Pero no quieres a un hombre bueno porque sea bueno; lo bueno sólo puede beneficiarte. En cambio, no tardé en encontrar en Brutus sus propios opuestos, de los que me enamoré enceguecidamente. Ahora lo sé. Lo veo claramente. A la bondad hay que agregarle ingenio, la tozudez, la malicia, el desparpajo, la valentía y la ternura… Ahora comprendo que fue entonces una metáfora de la reconstrucción de esta Olivia que hoy escribe. He descubierto, después de todos estos años, que Brutus tiene la medida exacta de mi pasión y mi temor por la vida.
En cambio, el amor suyo por mí no era sino una proyección de justicia, acaso ilusoria y errática. Mi vida habría sido consumida por un ideal del mundo que en el fondo usted no estaba dispuesto a traspasar, de manera que la aventura habría acabado en el justo momento en que Olivia fuera suya.”
He aquí ejemplos de mujeres que van escribiendo otra historia diferente a las que nos contaron para que la sumisión se instaurara en nosotras y soñáramos con nuestros héroes y príncipes que jamás encontraríamos en la realidad.
Es por eso que me parece pertinente traer a colación la segunda pregunta que inicia el libro de Wafi Salih:
“¿Hay una sensibilidad especial que marca la construcción del personaje femenino cuando éste es hechura del hombre?”
Por supuesto que hay una sensibilidad especial en la construcción de la visión de lo femenino desde el varón, que en un momento es la creación de las mujeres a la medida de ellos. Por ejemplo, Dante Alighieri, nos presenta a una Beatriz que es la mujer ideal y que quizás representa, en un sentido simbólico, la utopía de perfección de la humanidad. Una humanidad que orienta al hombre pero que es una humanidad en femenino.
Otra mujer ideal viene siendo Penélope, que tejió y destejió una manta conservándose para su amado Odiseo y lo esperó durante los doce años en que estuvo lejos del hogar, siendo casta a pesar de los pretendientes que se reunían para que ella eligiera nuevo marido. (Cosa que sucede cuando las mujeres están solas por decisiones propias. El arquetipo está internalizado en la sociedad). Helena de Troya se dejó llevar por la pasión y el enamoramiento pero produjo una batalla que terminó con una ciudad perfecta y en armonía, enfureciendo a los semidioses, dioses y en su mayoría a todos los varones que nunca preguntaron por qué Helena de Troya dejó a su viejo, violento y perverso marido, quien es el que inicia la guerra por el trofeo que era la belleza de Helena.
En la Biblia apreciamos que Moisés tenía una esposa joven, hermosa y alegre. Subió a buscar las tablas de la Ley y cuando bajó uno de los mandamientos que le entregó Yahvé dice (lo transcribo como lo aprendí en catequesis) “No desearás a la mujer de tu prójimo” o sea: la mujer del prójimo es propiedad privada, mujer sin prójimo es libre, pero a nosotras no nos dicen que no deseemos al hombre de nuestra prójima y tampoco le prohíben al hombre con prójima establecer relaciones con otras si éstas están solteras. ¡Cosas de la ciencia religiosa!
Vemos cómo Salomón desposa a la Sulamita, virgen en espera de su noche de boda quien soñaba a su varón con su mirada de gacela y sus manos que estaban tan ardorosas y que eran capaces de derretir las llaves en la puerta como se derretía la mirra ¿Qué varón no quiere tener a su Sulamita?
Otra mujer arquetípica es Betzabé cuya belleza hizo pecar al rey David quien la miraba bañarse desde su balcón. Vouyerista David ¿Quién lo diría? mandó al esposo de Betzabé a la batalla para que fuera asesinado pero el pecado fue pagado por ella con la muerte de sus primeros hijos. Dios varón reprende a David, pero castiga a Betzabé. Y así van a apareciendo mujeres perfectas durante todos los relatos de la Biblia concluyendo con María, la madre de Jesús, quien lo parió virgen.
No es hasta que José Saramago se le ocurrió escribir el Evangelio según Jesucristo que comenzaron las dudas a ser parte de los mitos internalizados en la sociedad impuestos por las religiones judeo-cristianas, haciéndole un favor a la sinceridad, provocando una justicia humana sobre María y Magdalena.
En esta construcción del personaje femenino está la idealización de una mujer que no existe, por tanto, las mujeres que sí existen ni son santas, ni diosas, ni putas. Son simplemente mujeres. A través de los relatos arquetípicos se castiga a la mujer que sale de la regla impuesta por el hombre, Dios en el caso de Eva, porque siempre ha tenido que guardarse sus rebeldías para las guerras pero no para la comprensión de su humanidad. Y en las guerras pasadas y quizás en las presentes, no tienen nombre las heroínas, salvo contadas excepciones.
Es por eso, o sobre eso, que las mujeres comienzan a drenar su propia visión de mundo, sus propuestas de lo que es una mujer y sus aires de libertad, la lucha contra el olvido, la lucha contra el propio secuestro de su palabra creadora y la lucha contra la violencia del macho que usa el lenguaje como medio de in-comunicación ante la escritura realizada por mujeres.
Vinicius de Moraes, en su versión de Orfeo pone en la boca de Eurídice “Si pudieras escucharme en lugar de verme”. Si pudieran escucharnos en lugar de vernos… Y es que nos han hecho del tamaño de la mirada, no de la lectura, no de la escucha, no de la totalidad de lo humanamente compartido que llevamos en el mundo. Dice Ivonne Bourdelois respecto al tema de Eurídice y Orfeo en la obra brasileña:
“El regreso al infierno se cierne como amenaza para la pareja ante la imposibilidad de que el varón escuche a la mujer, que es para él ante todo presencia visible, física o sexual, antes que palabra portadora de sentido. Orfeo, mitad dios, mitad hombre, es el creador de la música. El supremamente escuchable. Nunca el escuchante. La condición impuesta a Orfeo, en realidad, consiste en superar esta situación de ensordecimiento, y así responder al deseo más profundo de Eurídice: la de ser oída. Una Eurídice invisible, que sólo puede ser escuchada, representa para Orfeo el infierno, porque trastorna todos sus poderes”.
¿No es acaso esto lo que sucede con la literatura? ¿No somos acaso las mujeres que escribimos unas Eurídice? ¿No hemos vulnerado el espacio de Orfeo al atrevernos a aprender a decirnos, “con la palabra portadora de sentido” unas trastornadoras de los regímenes de verdad del patriarcado literario? Una pregunta que intento responder se convierte en otras preguntas para ser respondidas buscando eso que dicen llamar “horizonte de sentido”.
Las mujeres co-estamos en una sociedad dominada por la idea del patriarcado que nos define porque siempre han sido ellos los que nos piensan. Nos define el varón y al realizar esto quedamos-somos como sujetos de un sinnúmero de relaciones vitales que nos pormenorizan la existencia. Lo expresaré mejor con las palabras de Octavia, la que nunca envejece o rejuvenece y siempre tiene la misma edad, según su padre. Este es el personaje construido, entre muchos personajes que lleva el hilo conductor de Percusión y Tomates de Sol Linares:
“Sí, bueno, uno debe hacer algo con lo vivido, aunque eso vivido no valga mucho la pena de ser contado y lo escrito en ese papel de carne que es la piel salga igual de sucio cuando entras a la playa. Hoy amanecí… como decirlo, frágil, como papel de arroz. Se me ha metido en la cabeza escribir mi autobiografía. Naturalmente. A mi edad los seres humanos comenzamos a pensar qué hacer con el recuerdo y esas cosas. Nos ponemos sensibles y autobiográficos. Ah, quien dijo que mi vida era publicable, o peor, quién dijo que mi vida era legible”
He allí nuestra Octavia que es Eurídice. Dice Margaret Fuller que "la literatura no consiste en una colección de libros magníficos, sino en un ensayo de interpretación mutua.” (Bordelaois, 2007).
Entonces vayamos convenciéndonos que la literatura escrita por mujeres no es un monotema: es un asunto de recursos e interpretaciones de la multivocidad existente tanto escritoras existen. Orfeos: escúchennos, mejor, léannos.
La tercera pregunta que hace Wafi al inicio de su libro es la siguiente:
“¿En qué se diferencia, si este ser-personaje es producto de la experiencia cultural, de la práctica cotidiana del sujeto femenino que se escribe, que se describe y se muestra ante el texto?”
Se diferencia en que primeramente somos todas unas Eurídice abriéndonos caminos en el infierno, queriendo ser salvadas por Orfeo, que no quiere escucharnos y que al mirarnos nos quedamos sumergidas en el Hades. No queremos permanecer allí.
O somos Olivia, o Penélope o Helena. O Eva, esa infeliz que trajo el pecado al mundo y a quien hay que redimir porque ella ofreció la manzana pero la decisión fue de Adán. Pudo haber dicho que no… Y es infeliz porque ha sido, por siglos, la mujer de las culpas en lugar de la mujer emancipada que tomó decisiones por su propia cuenta. Todas, en el fondo, somos un poco la Eva castigada y excluida del Paraíso.
Entonces las mujeres que escriben, que construyen sus personajes y sus develaciones poéticas siempre serán como la X que es la incógnita de todos los problemas matemáticos. Siempre se busca resolver la ecuación (la ecuación es femenina), pero a veces no se puede develar la incógnita porque siempre una solución a un problema revela que hay un problema superior y así siempre habrá una X que revelar en el discurso de los femenino


miércoles, 8 de febrero de 2017

SAMÁN ENTRE LA ARENA.





Gabriel Mantilla Chaparro
(carta a Wafi Salih)

Esa febrilidad literaria, expresada en una obra variada en géneros y títulos, en esa incesante manera de mostrarse en espacios y tiempos diferentes, contagiando el goce del quehacer poético entre tantas gentes; la conciencia de que nadie que sea un gran lector, podría “salir ileso” del acto y proceso de la lectura; la manera como la actividad literaria espanta el duende de “la soledad”, de la incomprensión crítica, de una obra realizada, escrita con mucho trabajo para ser leída también con mucho trabajo, una obra que seduce a ser leída con el afecto que ella merece (según el postulado Rilkeano) son cosas, efectos potenciales y nada desestimables, cuando se evidencia que ha nacido de la pasión, la reflexión, la sensibilidad y el oficio. Es más la visión de Orfeo que la de Narciso.
No es lo mismo decir “Abismo de ángeles” que “Ángeles del abismo”; cada quien coloca su cáliz y engulle su hostia a su manera; los símbolos están allí desde lo más ancestral, diciéndonos lo que tenían que decirnos; lo que cambia son las maneras de entender eso que nos dicen y ello no escapa a que sean trastocados por los prestidigitadores de mensajes, por lo que entienden más el caos que la serenidad y sacan provecho de ese desorden abisal en sus espíritus. 
II
Esa eternidad del instante ante lo que se ama, que es a su vez fugacidad y permanencia, que revisa los caminos, los destinos de los seres amados; que los extraña, los invoca y los envuelve en la nostalgia “en cada rincón del mundo” donde hace nido la soledad, la ausencia, y tiñe de cierta desesperanza: “no encuentro espacio para mi alma enmohecida” (Extranjero). No es más que un universal del dolor y un punto más en la saga infinita del ganar y del perder humano.
III
Imposible que el corazón de un Poeta carezca de raíces. A veces estas son tan profundas que el mismo tallo, el mismo árbol las olvida, pero ellas no dejan de existir, sino que fundan su savia en lo más insondable del alma y del corazón del Poeta, en la más espesa sombra donde ninguna luz es suficiente; y es quizá allí donde está Dios, descansando de esa pesada carga que es el hombre; donde Dios se esconde y sólo el alma noble de la Poesía le ve, en silencio.
Entonces, la “diáspora” se torna en ágora, y el pájaro que el Poeta es, vuelve a ejercer su trino de buen aliento, en la mañana clara y fresca y en el crepúsculo hermoso en el que el sol rinde su faena del día. No importan ya el dolor, ni “los desiertos helados del alma” , ni “el llanto lejano”, ni “el dolor que no cesa”, sino que la Vida es como un tren donde a veces es hermoso el lugar que atisbamos pero no lo apreciamos porque no nos atrevemos a limpiar nuestra ventanilla; y es allí, donde en medio de la última desesperación surge la última fuerza; emerge esa “lumbre anegada en el alma” y vuelven aquellos recuerdos gratos, el “recorrido” por “los desiertos” del cuerpo amado en la noche, en el día, en una hora cualquiera; en el perfume que, como un efluvio, emanaba de él, en la manera de viajar y deleitarse en el zumo del Eros.

IV
Sólo amando combate el hombre la muerte; ante el amor no prevalece la “intemperie” y ese es el verdadero y más fuerte “Samán entre la arena”. Desde su copa puedes contemplar la inmensidad de tus silencios, verás pasar el cortejo de tus dudas y extendiendo tu mano hacia el horizonte, podrás entibiar las manos de todos tus caídos, de todos los ausentes y moverla como un péndulo que va desde el horizonte al centro de tu corazón, hasta “encontrar la llave perdida” y salvar las palabras de aquello que llamabas “naufragio”. Acaso vuelvan a ser navegados “los altos ríos de la dicha” y se yerga el alma con la salud de una bella alga, que ha resistido la arremetida de las más grandes olas, en los más embravecidos y misteriosos mares y ningún espejo se quebrará cuando en él, tus ojos de Poeta se miren.

GABRIEL MANTILLA CHAPARRO.
Valle de Santa Rosa, La Guarida del Unicornio
Mérida, 11 de diciembre de 2016.

miércoles, 1 de febrero de 2017

VIAJE DEL CORAZÓN

VIAJE DEL CORAZÓN

Tomas Martínez Sancho
Con el índice de una lágrima es un viaje del corazón de la escritora a la propia raíz. Hay una llamada temprana: ¿quién me llama? Y la poeta acude en danza rítmica, una y otra vez, dejándose llevar por la voz. Camino de Damasco. A Gaza, o a Beirut. Salto oceánico o tránsito por el Mediterráneo. “Corazón desbocado de errancia”, que arrastra a los lectores implicados en su texto.
La llamada es sutil y dolorosa, índice y lágrima. Desde el fuego de la guerra, el dolor, la masacre, la devastación, la sangre, la noche, las espinas, las tumbas, la derrota, el infierno o la ausencia de Dios. Son voces para designar la tierra de la raíz que grita desde lejos su dolor. La tierra del padre, que toca lamentos en el laúd de los astros.
Allí se encuentra la poeta con su origen, allí lo abraza, vencida también. Allí se reconoce salida de sus manos, fruto del desierto. El viaje es de retorno, en realidad. La circularidad queda confirmada. Ir y venir continuo, del pasado al presente, del origen ancestral libanés a la tierra venezolana. Y  vuelta de la memoria sin fin, aunque fuera a través de “un barco de papel / que la lluvia trae / lento y perdido”.
El poema Madre, que abre el poemario, permite aproximarse a otra lectura,  complementaria. El viaje múltiple que realiza la poeta en el texto es viaje que hizo la Madre, memoria guardada en el silencio, presente aún entre polvo y alfombras. La Madre vuelve a su historia antigua, y los hijos e hijas persiguen su verdad con ella y a través de ella.
La Madre, y su canción de cuna y su olor a durazno, también cierra el poemario, en recurso literario de inclusión. El padre y la tierra originaria llenan el texto, poema tras poema. La Madre abre y cierra, dando unidad al conjunto.
Estrenó / en horas ya idas / hace tanto / una canción / de cuna
Madre / tuyo  el olor del durazno / me arrulla / y es nunca jamás / ayer
Respecto a los viajes en la literatura, ¿hace falta recordarlo? ¿es necesario señalar las estelas que llegan hasta nosotros? Es tópico antiguo del ejercicio de escribir. Anoto, por menos conocida, palabras de la antiquísima historia de Sinué el egipcio, en el contexto de la dinastía XII: "La fuga... no fue intencionada; no estaba en mi corazón y no la premedité… Ocurrió que se estremeció mi cuerpo, se impacientaron mis pies, me guió mi corazón y el dios que me predestinó a la fuga me arrastró". Más se conocen los relatos bíblicos de éxodos y retornos (José en Egipto, el pueblo por el desierto, las deportaciones asirias y babilónicas…). Como un hito en la narrativa se rememora la Odisea clásica de los griegos. Las salidas en  El Quijote se consideran inaugurales de la novela moderna. Contemporánea de Cervantes, Teresa de Ávila escribe su obra mística y poética mientras simultáneamente hace el relato de sus Fundaciones, en viaje de liberación sin retorno. Entre los textos de narrativa venezolana, Viaje al amanecer, por texto andino, y Memorias de Mamá Blanca, por texto de mujer, anteceden y tal vez dejaron un poso tenue en la obra de Wafi Salih.
Tratándose de poesía, de oriente y de viajes, Hölderlin es un exponente  destacado del desplazamiento hacia el oriente mítico. El río Rhin lo guía con mano divina. Entre los poetas venezolanos evoco a Rafael Cadenas y sus Cuadernos del destierro, a propósito de su exilio en Trinidad, ficcionado como una salida de guerrero a lugares inhóspitos y retorno final a su austero cuarto. Menciono, finalmente, a Palomares, de regreso a su tierra trujillana en Paisano. Este sí es más un desplazamiento a la raíz. Es lo que hace Wafi, como este paisano suyo trujillano: desdoblarse hacia el país remoto que la llama desde el origen.
Los elementos cósmicos -fuego, agua, aire, tierra- acompañan este viaje: fuego desgranado, tierra dolorida,  balbuceo del agua, beso del aire. La naturaleza -arena, desierto, dunas, palmeras, cedro, almendro, espinas, sol, luna, noche, cielo, astros, lluvia, nieve- acude a contar su parte de verdad, de dolor, de canción y de misterio de la vida.
Quien grita / golpea sin saber tanto cielo
Ignora / Cuánta luz / guarda la sombra /de estas hojas
¿Hacia qué lado / crecerá  /esta rama?
La dimensión de corporalidad carga a los poemas de sensitividad: cuerpo, pecho, torso, manos, pie, ojos, sien, huesos, corazón, sangre y saliva les dan un hondo contenido táctil. Huellas, pasos, risa, arrullo, aliento, respiración, abrazo, beso y llanto los cargan de cercanía.
Formalmente se trata de poemas breves, limpios, austeros podría decirse. No estorban los adornos innecesarios ni las adjetivaciones excesivas. En muchas de las estrofas ni uno solo se cuenta:
Mi padre / pulsa / en un laúd / con mis manos / los astros

¿Cuántas tumbas hay en el pecho de Dios?
Beirut / deshojo el lenguaje / de la tarde
en el humo / del café
Allí
Bella construcción, en la que lo visual del poema destaca, es ésta:
Inventa
un oasis
mi aliento
en ese
estar
largo
de laúd
herido
Recuerda los estilizados poemas Tallo, de Marissa Arroyal o Vagón de metro, con la picaresca de Pereira. El tema aquí es otro: la herida larga de esta historia de destrucción; y el oasis posible.
La brevedad del poema no es fruto de la cortedad de ideas o la limitación de la palabra poética. Muy al contrario, se trata de un proceso de depuración, de concentración del recurso lingüístico para expresar con sencillez y hondura lo más propio y genuino que Wafi  puede darnos.
El poema breve viene después del ejercicio de la prosa poética; la mística de oriente sucede a las lecturas de Ramos Sucre; el occidente del discurso da paso al oriente de la mirada contemplativa; como un Juan de la Cruz que atravesó su Noche oscura, y en su Subida al Monte Carmelo apostó por el despojo.
Es algo curioso: enamorada Wafi de Ramos Sucre –su Dios, ha llegado a decir en modo jocoso-, hace el viaje inverso. Sucre adoraba Europa y su razón occidental y hacia allá se dirige. Wafi se desplaza al oriente de la razón suspendida.
El Dios de los poemas de Wafi está asociado al cuerpo: entrañas, pecho, desnudez. A veces es vestido retirado de los cuerpos, ausencia de las entrañas:
Beirut / desvestida de Dios
¿Dime qué batalla / falta en las entrañas / sin Dios de la demencia?
O es Dios mismo, en agudo antropomorfismo, el cuerpo que lleva la muerte dentro:
¿Cuántas tumbas hay en el pecho de Dios?
De otro modo, no tiene problema Wafi  para evocar al Cristo sufriente, en metáfora memorable:
Sangra pájaros / la bandera del Líbano / en las alas verdes del cedro
Cristo / arde sobre la nieve
Y desde tanto dolor,  “Pregunta por Dios / desde un abismo”, e invita al despojo de toda experiencia religiosa simple.
La pregunta ética y la denuncia se suman a la descripción de tanto mal, en un grito angustioso: “¿Qué nos falta aún por destruir?”
Así, la breve caracterización formal arriba apuntada apoya el sentido de los poemas.  No son textos ingenuos, ni abstractos, ni siquiera de una intimidad personalista intrascendente. Son textos comprometidos, poemas íntegros de la vida: la existencia desnuda, el mundo de injusticas y lamentos, las luchas de los pobres, la ausencia de Dios. Antropología y política, mística y cotidianidad, se conjugan en la sola voz de mujer que Wafi Salih presta a esta humanidad que somos.



HIJA DE AGAR

La encontró el Ángel de  
junto a una fuente de agua en el desierto,
y dijo: ¿de dónde vienes y a dónde vas?
Gn 16,7-8
Con el poemario El Dios de las dunas agotado, no me resisto al intento de proponer algunas claves para su lectura, consciente de mi acercamiento fragmentado -limitado por tanto- a su texto.
Guían esta propuesta los versos de la Torah hebrea que preludia el ensayo y este otro fragmento, tomado del poemario de Wafi Salih:
Drusa por toda la tierra, cargo el peso de otra que soy, perdida para siempre en el estanque de lágrimas, hacia mí en el espejo. Infierno celeste, proyecta un abismo de ángeles.
De aquí que divida mi ensayo en tres partes principales: a) hija de Agar, b)  oasis-estanque-de-lágrimas y c) preguntas.
Es atrevido este ejercicio, por cuanto desplazo el sujeto de los poemas propuesto en el título, del Dios de las dunas, hacia la hija de Agar. Asumo el atrevimiento.

Hija de Agar

Drusa por toda la tierra es un modo de ser, ser cargando el peso, ser perdida. Como Agar, hija de Agar, expulsada, errante entre las dunas, distanciada de una tierra que se le negó, abocada al mundo.
El texto poético, en primera persona, se despliega tras una identidad que se reconoce entre gemidos y lamentos, desconocimiento, ensimismamiento y captura a tientas.
Una raza gime en mi nacimiento… Nativa de un país mío y desconocido. 
Ceñida a los rituales de un país sin lugar en los ojos, a tientas capturo su heredad, presente desde siempre en la mártir voluntad de los lamentos. Intemporal, telúrica, ensimismada, hija de Agar, esclava y princesa...
Princesa también. Investigaciones recientes en torno a los relatos antiguos de la Torah, apuntan a nuevas lecturas de esos textos en las que se pone de manifiesto el liderazgo de Agar entre su pueblo.
Savina J. Teubal (1997)[i] postula una sociedad matriarcal en el Antiguo Cercano Oriente, dedicado al culto de Diosas como Inanna en Mesopotamia, Isis en Egipto y en Canaán. La designación de Agar como egipcia debe considerarse en el contexto de la historia de Egipto, donde las mujeres disfrutaron "igualdad jurídica notable" en su mayor parte. La experiencia de Agar en el desierto junto al oasis sería una experiencia referida a la adoración de "El-roi", una deidad del desierto, y a la institución de un Matriarcado del desierto. Teubal sugiere que Agar era sacerdotisa, e incluso hija de faraón.
Esclava y princesa, por tanto. Dualidad del ser.

¿Oasis?

La poeta proclama la pregunta de Agar, la pregunta desde su experiencia de arrojamiento, de ser arrojada. ¿Quién es este Dios del  padre Abraham que expulsa al desvalido? ¿Qué hace este Dios adormecido en su reino celeste? ¿Cuánta muerte y desolación se esconde en su cuerpo? ¿Ya no recibe, ni mucho menos responde, las cartas de sus fieles?
“Hashem es Dios”, “Alá es Dios”, “Jesús es Dios”, siglo tras siglo, deseo sin cuerpo, en el  letárgico zafiro del cielo. La fe, esa maldición.
¿Cuántas cimas se abisman en tu nombre? ¿Cuantas tumbas hay en el pecho de Dios?
Rota la oración donde la muerte, pesadilla  en los restos de la noche, desprende una carta escrita ¿para quién?
Noche en dos pedazos, Dios mutilado por su distancia.
No obstante, el Ángel del Dios encuentra a Agar junto a la fuente. ¿De qué ángeles y dioses se trata en los poemas? ¿qué dioses la arrojan o qué ángeles la encuentran?
El oasis, fuente de agua, es un espejo en el que Agar mira su dolor. El agua del desierto, con frecuencia salvadora, es aquí abismo e infierno, muerte del primer Dios abrahámico quien la arrojó de las seguridades familiares al peregrinaje de las dunas. Son ahora Ángeles de la duda, parpadeo de astros, proyecciones celestes en el abismo, convertidas en infierno. El agua del oasis se confunde con la lágrima.
Perdida para siempre en el estanque de lágrimas, hacia mí en el espejo. Infierno celeste, proyecta un abismo de ángeles.
Febrero. Espejo interminable me precipita en el íntimo desvarío de mi sombra. Condenada, la imagen me refleja el parpadeo inagotable de un astro. Lo vivido moja sin parar una hilera de fósforos.
¡Herida de estar aquí!, invisible, vuelta a mí, fatigo el discurso del aire, la imposible risa en la ola elástica de sus lágrimas, donde disputan los perros los restos de la noche.
El Ángel que encuentra a Agar entre la dunas, en el texto de Génesis es Ángel-mensajero del Dios que ve (El-Roí), es Otro. La poeta lo percibe tan solo entre tinieblas. El poema Ángel lo expresa diáfanamente: país perdido, parte de mí que ya se ha ido. Secreto incendio, cielo inexistente, noche tendida…. Son los lugares del Dios de las dunas.
Ángel, en la longitud del cansancio
Ángel, país perdido en los volcanes
apagados de la paciencia
Ángel
Bautizo otra parte de mí
que ya se ha ido
Ángel
Dos lugares en una misma hora
Esqueleto del viento
contra el espejo del aire
secreto incendio
del pueblo donde el cielo no existe
Angel
Hoy en las calles no hay piedras
sino noches tendidas

¿De dónde vienes? ¿A dónde vas? ¿Dónde resides?

Desde tal oscuridad, es como si el Ángel preguntara. La hija de Agar responde.
Vengo de la desolación, morada de un ángel desprendido del nombre, mi juventud en otra que soy.
Va hacia ninguna parte. Queda detenida. Su ser llamado al vuelo, su ser de alas, es constreñido en la inmovilidad.
Hacia ninguna parte la vida se ha ido. Un amor negado por la muerte. ¿Quién sino tú, Adbel, en la boveda del aire, avanza en mi centro detenida?
Dobla las ánforas de una ciudad / prolongada / de alas  / inamovibles.
El niño que fui no ha cesado.  Me enseñó el hálito fijo, la duración en el aire, súbito brote de lo oscuro entre la mirada y la forma. El puente del vuelo encontró su origen.
O tal vez gira y gira, inestabilidad de la casa-tienda del desierto: astro permanente, en órbita incesante.
Ensayo un lugar bajo el sol. La desposesión me reconoce de este estaño sumergido en tu acento de órbita incesante.
Mi casa, una tienda en cualquier sitio // Corazón de astro permanente / en su abandono.

Apuntes formales

El estilo de estos poemas recuerda en algo a Ramos Sucre, del que la poeta respira su atmósfera. El mínimo uso del que, el yo como sujeto, son indicaciones formales, entre otras, de este espacio común. Es un asunto ya tocado con amplitud en otros ensayos sobre este poemario de Wafi.
 Se descubre en los textos, no obstante, cierta evolución y diversidad. Evolución hacia algunas formas más concentradas que surgirán con toda fuerza en los haikus posteriores y, en relación con el tema nuclear del poemario, en Con el índice de una lágrima. Así sucede –me refiero a la tendencia minimalista-  en el poema Ángel, o Mi casa, una tienda en cualquier sitio.

Los tópicos comunes al poemario Con el índice de una lágrima

Se descubre en ambos textos la mención de:
a) el país, la familia, la raíz;
b) el sufrimiento, el dolor de la tierra, la violencia;
c) el oasis, espejo, lágrima;
d) la presencia-ausencia espiritual: el Dios de las dunas, el abismo de ángeles, el infierno.
Puede verse mi ensayo Viaje del corazón y comparar con lo que antecede para evidenciar estos paralelismos.
Detallo otro aspecto más, la presencia del aquí y allá, mostrando un par de textos de El Dios de las dunas. Lo cotidiano del café, o el paso de unas hormigas en el presente y el aquí, conduce lejos, a la memoria del allá, de la infancia. Sidón desolado, señala la ausencia de un yo lejano, sufriente, casi fantasmal.
Sólo comienzo en lo infinitamente interminable. Nada tiene lugar mientras enfrío una taza de café sobre la mesa. Y leo tu infancia en el paso trepitante de las hormigas, paraíso fantasmal de luz espinada como una blasfemia.
Sidón. Pueblo de huesos sin cuerpo, sepulta la raíz del aire, el vértigo de la desolación. Hay algo en ti señalando un lugar ausente ¿Seré yo doliéndome en tus calles?
Y hasta aquí llego con mis apuntes, en los que he tratado de recoger algunos rasgos sustantivos de El Dios de las dunas, con la apuesta a una nueva edición que nos permita recrearnos y recrear, en proceso hermenéutico permanente, estos hermosos y profundos textos.





CANTAN LOS RUISEÑORES


Cauto azulejo / escondes tu belleza / entre los nísperos (TMS)

El haiku es poema de la vida. Sin pretenderlo como estrategia planificada, enseña.

Contemplación

El haiku invita a contemplar. Dice de las pequeñas cosas, apunta a la naturaleza como maestra del arte de vivir.

Las pequeñas cosas

El haiku se fija en ellas, nos hace prestarles atención contemplativa:
En Vigilia de Huesos, de Wafi Salih, son los pequeños insectos: cocuyo, luciérnaga, libélula, mariposa, mosca, hormiga; o las aves: pájaro, ruiseñor.
¿Qué se dirán / de rama en rama / los ruiseñores?
Se incluyen en otros haikus de Wafi los animales domésticos tan comunes: perros y gatos. En estas miradas, miradas-otras, taladradoras de lo real, se incluyen animales despreciados, sapos y gusanos, o sus excrementos:
Florecen / sobre una bosta de vaca / dos azucenas

Ciclos cosmológicos y fenómenos naturales

Las cuatro estaciones, el sol y la luna, el día y la noche, los ríos y montañas, el viento y la lluvia, la roca y el oleaje, son elementos presentes en los haikus de Wafi.
Día sin sol: / el croar de los sapos / trae la lluvia
Ya es verano / las moscas / en su ronda hostil
Como en la película del maestro Kim-ki-duk: Primavera, verano, otoño, invierno y… otra vez primavera, los haikus expresan la sabiduría oriental taoísta: “el Ciclo Cosmológico”, vinculado a los fenómenos de la alternancia día-noche, las estaciones, la floración y el fruto… transcurre de acuerdo con la dinámica que produce el equilibrio de los opuestos Yin-Yang que trae armonía, renovación y vitalidad.
Contemplo el mar / enfurecido sobre la roca / no logra quebrarla

Elementos formales

Una estructura repetida, que ayuda a fijar la mirada, consiste en una acción simple y tres sustantivos, dos relacionados por el verbo, y un tercero señalando circunstancia:
Fuera de casa / esparce la noche / su tempestad
Los “verbos metafóricos”, como en este haiku de Buson: El sol en el ocaso / pisa la cola / del faisán cobrizo; o el recurso de la humanización de este otro, del maestro Onitsura: Una vez lleno de agua / el jarrón recibió / a la camelia; son vías formales para la mirada penetrante sobre lo naturaleza; evocadora de lo esencial de la vida.
Wafi escribe:
En el río / los amantes desbordan / la inmensidad
El sol de hoy / juega con las nubes / de este poema.
Ofrendan la noche / los blancos jazmines / bajo la lluvia.
A veces, formalmente, la “metáfora desvelada” del haiku está cercana a una definición o una adivinanza:
La angustia: / luciérnagas en ronda / sacuden el corazón
Noche en vela: / el amor de los gatos / sobre el tejado
La primavera: / en la cesta del mercado / canta el día
Inocencia: / el niño toca la luna / con una mano

El sujeto contemplativo expreso

En ocasiones se introducen en los haikus los verbos ver, contemplar, mirar… Así se hace explícito el sujeto que contempla, reforzado en el caso que sigue con una pausa en el movimiento:
Me detengo / contemplo las hormigas / sobre mi sombra
Estos elementos formales invitan, insinúan y, con sutileza, permiten acceder a la contemplación por un camino más expedito.

Dialoguicidad: amor y desamor

Si bien el haiku tradicional de los maestros japoneses, por lo que me consta, está referido principalmente a la naturaleza, otros poetas contemporáneos se han ejercitado en él, desde otras claves. Benedetti es un exponente latinoamericano, con su Rincón de haikus, de una apuesta más socio-política.
Desde estas pistas contemporáneas que se abren, Wafi aporta un grupo de haikus, centrados que el encuentro de dos, yo-tú:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Cuando te veo /una flor invisible / perfuma el aire
O en su desencuentro:
Vacía para mí / colmada de palabra / ésta: tu carta
Borra tu huella  / la niebla, el dolor / y estas lágrimas
Hablas de amor / indiferente la brisa / enfría tu aliento
En la mayor parte de estos casos, puede apreciarse que Wafi no deja de lado la mirada contemplativa sobre la naturaleza.
Este diálogo, hay veces en las que deja de incorporar a un tú humano directo, para establecerse con un tú animal o flor:
Gato travieso / al borde de mi cama / ronroneas
Flor de verano / un gusano silencioso / roe tu tallo
Aunque detrás de ellos se esconda el sujeto humano, como en éstos:
Detente, detente  / corazón de libélula / el sol te quema
Pájaro gris / tienen prisa los años / en tu plumaje.

Vuelvo a mí

Contemplación de la naturaleza, con preferencia formal por la tercera persona; dialoguicidad, presente en los haikus en segunda persona; y también haikus en primera persona, en los que el hablante es un yo. De éstos trato en lo que sigue.
El femenino del sujeto, permite lanzar un anzuelo sobre la autora, metamorfoseada sin pudor de purista literario, en el yo del haiku. La introspección no es aquí un ejercicio psicologista, de introversión recluyente, sino el reconocimiento de su historia pasada:
¿A dónde zarparon / los barquitos de papel / de cuando era niña?
Y presente:
En esta casa/ como una luciérnaga / estoy sola
Para, finalmente, asumir desde la mayor libertad y abandono, el propio ser:
A la intemperie / en vigilia de huesos / llevo mi alma
Me desnudo / borro lentamente / cada palabra
El final del poemario, apunta a la vida que se abre entonces:
Vuelvo a mí: / unos ruiseñores / cantan ahora
Ejercicio del vivir.




CALIGRAFÍA DEL AIRE

El haiku es poema de la vida. “Instante significativo de la cotidianidad” –se ha dicho. En cuanto a su espiritualidad, está marcado por el zen japonés (deudor del budismo hindú y del taoísmo chino), y apunta a la iluminación: el despertar del Buda.
Comienzo señalando algunos de los elementos vitales, “iluminadores”, manifiestos en los haikus del  poemario Caligrafía del aire, de Wafi Salih, ya anunciados en mi anterior ensayo, referido a Vigilia de Huesos

Los pequeños animales

Lo cotidiano sencillo nos lleva a la iluminación. Como en la historia del monje que le dijo al maestro Joshu: “Acabo de entrar a este monasterio. Por favor enséñame”. Joshu preguntó: “¿Has comido tu arroz?” El monje respondió: “Ya he comido”. Joshu le dijo: “Entonces sería mejor que lavaras tu plato”. En los haikus de Wafi, son los pequeños animales los que muestran la vida sencilla, el valor de las cosas pequeñas. Lo más simple nos hace despertar. Aquí –en Caligrafía..-están los pequeños insectos: mariposa, hormiga, mosquito, grillo; y las aves: pájaro, ruiseñor, gorrión, tortolita, gaviota.
Agua y frío / en mi ventana / dos mariposas
Se hace explícita la mención de su pequeñez, en el caso de otro animal -la rana-:
Sombra muda / la diminuta rana / sobre la hoja
Y se agrega a los ratones:
Este invierno / los ratones no encuentran / migas de arroz

Ciclos cosmológicos y fenómenos naturales

Entre lo más peculiar que identifica a este poemario, Caligrafía del aire, resulta un rasgo que ya estudié en el caso de Vigilia de huesos, pero aquí se hace tónica constante: el alternar de la vida, sus ciclos, el paso de una etapa a otra, los elementos o fases de la naturaleza (cinco en la tradición china, cuatro en otras antiguas tradiciones), los opuestos armonizados….
El día y la noche, las estaciones… se hacen presentes:
Viento de invierno / sostiene ¿qué? / ¿tanta tristeza?
Flores de azahar / despinta la noche / blanca fragancia
Especial aparición tienen algunos de los elementos de la naturaleza: agua, tierra y aire. El agua en sus diversas formas o estadios: escarcha, rocío, lluvia, nieva, gota… La tierra, piedra o fango. Y el aire: viento, cielo, nubes; con la observación que este último elemento, que marca el título del poemario, no se incluye entre las cinco fases de la naturaleza en la filosofía tradicional china. Así va quedando claro que los haikus de Wafi beben en distintas fuentes (orientales y occidentales) sin apostar por una corriente filosófica particular.
Gotas de rocío / ¡quién las distingue! / sobre el agua
Desde la rama / el gorrión lee el agua / sobre la piedra
Frío de invierno / queja del viento / en mi ventana
Nacer y morir, florecer, son otros modos de evocar el ritmo vital, transito de la vida de una etapa a otra:
Lindo día / muere en los ojos una flor / otra nace
La luz y la sombra, son expresión de la armonía de opuestos en el yin-yang:
La mariposa / bate dos mitades de la luz / dos sombras

Algunos elementos formales similares a Vigilia de huesos

Hay una estructura muy recurrida en el poemario posterior Vigilia de Hueso, que no es tan común aquí, pero hago referencia a ella. Consiste en una acción simple y tres sustantivos, dos relacionados por el verbo, y un tercero señalando circunstancia. Los sustantivos permiten aguzar la mirada contemplativa sobre la escena, sobre sus detalles. El verbo único concentra la acción simple.
Una mariposa / en la puerta del cielo / abre el templo
Un ejemplo de lo que he dado en llamar “verbos metafóricos”, se tiene en este haiku en el que la ronda de los insectos sobre las plantas se expresa como tejido de canciones:
Los insectos / tejen sobre el perejil / verdes canciones
A veces, formalmente, en sutil juego metafórico, el haiku se acerca a la adivinanza:
Monjes en fila / gotas de rocío / en el templo
Sombra muda / la diminuta rana / sobre la hoja
Perfume / de primavera / la luna sola

La niña, el niño, el vagabundo, el monje

En los haikus tradicionales hay una mirada particular sobre algunos personajes, que mantienen su natural esencia: los niños, el mendigo, la muchacha…; personajes que remiten a la sabiduría y la paz. Esta perspectiva la recoge Wafi en algunos de ellos:
Un sendero de hormigas / guía al vagabundo / esta tarde    
Tul y encaje / camina la niña / entre nubes
Entre la lluvia / la niña llora / nadie lo nota
En el jardín / ajeno a los gladiolos / un niño llora
El llanto del niño y la niña, apenas descubierto a la mirada del poeta, lanza la pregunta por la razón de tal llanto. Este otro haiku permite interrogar por la propia realidad humana en su desarrollo evolutivo:
Ve en el retrato / el niño que era / yo ¿o un extraño?

El mundo presente

La pregunta por el llanto de los niños y la evolución humana, se asocia bien con la pregunta por el mundo en que vivimos. Ya comenté en mi anterior ensayo sobre Benedetti como exponente latinoamericano de un haiku más socio-político. Aquí, más que en Vigilia de hueso, Wafi muestra con claridad su mirada contemplativa al mundo. Un mundo sufriente, sobre el que el alba llora, lavando en algo su dolor:
Sobre el mundo / deja sus lágrimas / el alba
Un mundo que cae, pero lo hace lenta y suavemente, a ritmo de historia:
Refleja el mundo / esta hoja que cae / sin resistencia
Para mis ojos / el mundo se desliza / entre las flores
La flauta, con su melodía, derrama sobre la tierra seca una humedad transida de dolor.
Una flauta / escarcha de lágrimas/ el desierto
Sufrimiento y salvación.
La relación entre opuestos, en equilibrio y armonización, no sólo se da en los ciclos o fases de la naturaleza, sino en la historia y el fluir del mundo.
Algo de ángel / tiene esta mariposa / sobre el fango
Igual de suaves / espinas y pétalos / para el rocío
Ciudad derruida / de dónde llega / tanta fragancia
Semejante a este último haiku en su primer verso, léase el haiku de Vigilia de huesos:
País derruido / un lamento de lluvia / sobre las piedras
Obsérvese, sin embargo, que en este haiku de Vigilia, se ha perdido la dimensión de oposición: allá fragancia, aquí lo derruido queda en lamento.

La noche y el amado, caligrafía del aire

Un grupo de haikus del poemario en estudio, están centrados en la añoranza del amado; y la mayor parte de ellos: nocturnos:
Medianoche / esta tormenta / trae tu voz
Noche sin luna / la luz me llega / de tu sonrisa
En semejanza y desemejanza de naturaleza y amado: voz semejante a tormenta, luz en contraste con la oscura noche. La semejanza aparecerá de nuevo en Vigilia:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Otros versos refieren la ausencia de la persona querida:
Negra noche / igual a otras / donde no estás
Viento y suspiro, son caligrafía del aire, caligrafía del corazón deseante:
Cuando te vas / murmullo de alas / trae el viento
Rostro ausente / caligrafía del corazón / cada suspiro
Amor distante / suspira el viento / toda la noche
Caligrafía del corazón, en juego con el título del poemario, Caligrafía del aire, establece una pista para leer algunos haikus más:
Tras la lluvia / más fresco el aire / también el alma
La primavera / desata sus cabellos / sobre mi almohada
Puede apreciarse que Wafi no deja de lado la mirada contemplativa sobre la naturaleza: lluvia, viento o noche, primavera, evocadora de la experiencia interior.

Dios en la hoja

El haiku permite ahondar, desde la naturaleza, en la vivencia interior. Permite pasar de lo material al “signo espiritual”. La iglesia, el templo, los monjes, o el ángel son ámbitos y personajes que evocan, en su quietud “natural”, esta dimensión de espiritualidad.
Copos de nieve / caligrafía blanca / sobre la iglesia
La naturaleza clama por lo divino. Así, la lluvia misma es plegaria:
Llueve / repiquetea en cada gota / una oración
Dios se manifiesta en su no-ser, en su trascendencia, inatrapabilidad, in-amarrabilidad. Escapa de los cercos racionales, modernos.
Sobre el agua / trazo con mi dedo / el rostro de Dios
Su rostro se desvanece al intentar grabarlo con otra caligrafía, no ya de aire sino de agua, escritura “digital”. Estamos cerca de la teología-negativa de Tomás de Aquino, la Nada de los místicos (tanto occidentales como orientales), o incluso el llamado politeísmo naturalista de algunas antiguas tradiciones religiosas.
Algo más aporta este haiku:
Dios en la hoja / la rama nueva / y el árbol muerto
Dios en lo pequeño, en la naturaleza escueta, en su ser de vida, con su muerte tan propia. Armonía de opuestos.

El yo de la poeta

En algunos poemas aparece un explícito yo poético. En continuidad con la mirada espiritual que antecede, tres de ellos, desde el yo contemplativo, apuntan al cielo, señal de la iluminación interior.
Miro el cielo / mosquitos alrededor / yo no los veo
Miro el cielo / miles de mariposas  / en una sola
Miro el cielo / todas las nubes  / me pertenecen
Sorprende la mención de la propia tumba, asunción de la vida en su integralidad, con ciertos tonos vallejianos, en aquello de: Me gusta la vida enormemente /pero, desde luego, / con mi muerte querida y mi café; manteniendo sin embargo esa dosis de sabiduría oriental: la muerte y la vida como etapas de un mismo fluir existencial.
Sobre mi tumba / nace un poema / perfuma la luna.

Verdes canciones

Los dos haikus que cierran el poemario resaltan la mirada interior, el suave trascurrir de la historia, y la naturaleza compositora de las más exquisitas melodías:
Para mis ojos / el mundo se desliza / entre las flores
Los insectos / tejen sobre el perejil / verdes canciones
Planteamiento similar utilizará Wafi en Vigilia de huesos, al cerrarlo con el canto de los ruiseñores, ejecutores magistrales de estas verdes canciones.




CIELOS DESCALZOS, JUEGO SAGRADO

La poesía, en su función original como factor de la cultura primitiva,
nace en el juego y como juego
Johan Huizinga

El holandés Johan Huizinga (1872-1945) escribió su Homo Ludens en 1938. En este texto afirma que la poesía es “un juego sagrado, pero, en su carácter sacro, este juego se mantiene constantemente en la frontera de la alegría desatada, de la broma y de la diversión”. El deseo de belleza “se siente como prodigio, como embriaguez de la fiesta, como arrobo”. [ii]
La asociación del juego con la cultura, desde J. Huizinga, o de la infancia y el juego con la historia (con lo sagrado, el rito y la danza) como propone Agamben en Infancia e historia, nos sitúa bien para afrontar la lectura del poemario de Wafi  Salih: Cielos descalzos.
Cortázar define el juego no como algo infantil, sino como “una actividad profundamente seria, el juego como algo que tiene su importancia en sí, un sistema de valores, que pueda dar una gran plenitud a quien lo está practicando” [iii].
El vínculo del juego con la poesía es más específico. Beatriz Osés García[iv] identifica tres rasgos que hermanan poesía y juego: libertad, gratuidad y creación. Se puede decir que la asociación del juego con el arte, la literatura (Cortázar) o la poesía (de nuevo Huizinga) estriba en su carácter libre (aunque paradógicamente reglado: “se desarrolla dentro de ciertos límites de tiempo, espacio y sentido, en un orden visible, según reglas libremente aceptadas” –dice Huizinga), gratuito (“fuera de la esfera de la utilidad o de la necesidad materiales” –de nuevo Huizinga) y creador.
Tratándose de literatura infantil, mal llamada con frecuencia literatura para niños –me advierte con toda verdad mi amigo Armando Hernández Quintero, escritor y profesor de literatura-[v], la simbiosis juego y poesía aún es mayor. La infancia es la etapa de la vida en la que aún el mundo mercantilista del trabajo no se ha apropiado de los corazones humanos -como lo hará en muchos casos hasta reducir el juego al entretenimiento del no-vivir-, el juego es aún arte sagrado de creación, ejercicio progresivo de humanización. Desde estas claves acerco el texto de Wafi Salih, Cielos descalzos, a sus posibles lectores.

El haiku como juego

El haiku, un tipo de poesía que en autores como Basho o Issa adquiere características místicas o espirituales, sin perder esta dimensión -o quizás precisamente para mantenerla-, es en Wafi tratado con un tono lúdico que en el presente ensayo pretendo rescatar.
La poesía como juego se muestra en primer lugar en el juego de palabras, presentes tanto en la antigua poesía popular, los trabalenguas y dichos rimados, como en los juegos fónicos, anomatopeyas y cambios de acento de las palabras, la prefijación, la sufijación, la división del discurso, o la construcción artificiosa de la frase. Rafael Alberti o Gloria Fuertes son exponentes destacados en la lengua castellana contemporánea de estos juegos lexicales.
Huizinga se detiene en el haiku japonés:
…en su forma actual es un pequeño poema de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente, casi siempre expresión de una tierna impresión de la vida de las plantas o de los animales, de la naturaleza o de los hombres, a veces cargada de cierta melancolía y otras con rasgos de humor ligero. […] Primitivamente el haikai fue un juego de rimas encadenadas, que uno iniciaba y otro proseguía.
refiriéndose en particular al juego poético que realizaban Batsho y sus discípulos.[vi]
Beatriz Osés García –en el enlace ya citado- se suma a esta descripción del haihu como juego, a partir de su forma breve, concisa:
…un juego con un puzzle de muy pocas piezas, con la esencia de las palabras, con un estilo desnudo y, al mismo tiempo, sugerente y lleno de matices, con la posibilidad de crear pozos y abrir diferentes niveles de lectura, de provocar diversas interpretaciones y de despertar alguna reacción en el lector.
Las repeticiones sum, sum; salta, salta, así como el abundante uso de diminutivos (cangurito, fantasmitas, monito, ratoncito, pececitos, sirenitas, caballitos, farolitos, pijamitas, piedritas, gordito…) en los haikus de Wafi Salih que refiero aquí, expresan esta dimensión lúdica en el uso de las palabras.

Lo lúdico como proceso de hacernos personas

Pero, retomando a Huizinga, en segundo lugar se muestra el juego en las temáticas asociadas al poema.
No solamente en la forma exterior del discurso existe una conexión entre poesía y juego. De manera igualmente esencial se nos presenta en las formas imaginativas y en los motivos, y en el modo en que éstos operan y se expresan. […] …el substrato es una situación de la vida humana o un caso de sensibilidad humana apropiados para comunicar la tensión a otros.
Sobre estas situaciones de la vida me detengo. Los haikus de Cielos Descalzos van describiendo distintos tipos de juego, que corresponden a los que los psicólogos en la línea de Piaget, han identificado como procesos del desarrollo evolutivo humano. Las dos primeras fases resultan relevantes para el acercamiento a los haikus de Wafi Salih: el juego funcional o de ejercicio y el juego simbólico.
El juego funcional tal como lanzar, esconderse, caminar, golpear…, que permite el dominio del espacio, se expresa en este haiku de Cielos Descalzos:
Salta salta / en su saco de dormir / el cangurito
El juego simbólico se muestra en sus más variadas vertientes.
Como interacción con la naturaleza, niña-manzana:
Esa niña come  / esa manzana redondita / un mundo rojo
Como interacción social, niña en el juego del alimón:
Detrás del árbol / una niña en esa foto / juega al alimón
Como sustitución de objetos, cometa por odalisca:
En el cielo / una odalisca de papel / mi cometa
Como sustitución de la naturaleza, mangos por luces de árbol navideño:
Titilan para mí / como árbol de navidad / los mangos
O, en otros haikus: piedritas por soldados, sol por señor gordito, dibujos en la arena por muñecas, calas blancas por fantasmitas.
Como sustitución de animales:
Pueden leerse los haikus de Wafi Salih, desde lo que Beatris Osés García confiesa:
En la mayoría de mis poemas recurro a los animales para crear imágenes poéticas. La animalización es un medio para distanciarme y, al mismo tiempo, hablar con libertad de los animales que llevamos dentro. Estos personajes conectan con el tiempo de la infancia y con la tradición. Me permiten el juego de la inversión, la vanguardia y la ruptura con lo previsible.
Para el lector –amplío su receptor, que ella concreta al aula-:
…resulta divertido, incluso liberador, aceptar esta propuesta para voltear la realidad y buscar otra más original, más equilibrada o más justa.

Los animales que somos

La presencia de haikus relativos a animales en el texto de Wafi operan del mismo modo: transformados en otra cosa, permiten imaginar un mundo más justo…. Permiten, además, descubrir los animales que cargamos en actitudes y conductas.
Como hicieran las antiguas fábulas, algunos de estos haikus lanzan un reflejo sobre nuestra sociedad, con sus  cautividades, trabajos forzados, guerras, mercado de pobre, poderes monárquicos. Y al hacerlo con humor, desbaratan su pretensión de poder dominador: luciérnagas cautivas, tanque de guerra, bolsa de mercado o rey viquingo están allí para burlarlo.
Otros haikus desprestigian la apariencia asentada en el mundo urbano, tanto como el discurso vacío de ciertos círculos sociales: los ponen en entredicho. Así el monito de circo, el cisne o esta gallina:
Señora con fustán / la gallina clueca / no deja de parlotear

El disfraz de los héroes

Las acciones humanas y los oficios aparecen en los haikus de Wafi al modo de otra sustitución simbólica, la del disfraz. En esta ocasión, con una valoración más positiva. Dice Huizinga, refiriéndose a la personalidad del héroe, que mantiene la tensión en los textos literarios:
…el héroe lleva una máscara, se presenta disfrazado, encierra en sí un misterio. De nuevo estamos muy cerca del ámbito del viejo juego sagrado, del ser escondido que se revela a los iniciados.
En Cielos Descalzos, ratoncito y gato, panadero y caballero, pasan por héroes:
Un caballero / mi gato con bufanda / en el invierno
Tiene aires  /  este ratoncito blanco / de panadero

Otro mundo posible

Pájaros y peces surcan la poesía, son voces que la habitan –dice Beatriz Osés García. Así son los haikus de Wafi Salih: gaviota-pañuelo sobre la playa, pececitos sin prisa, pájaros volando.
Van sin prisa / pececitos de colores / pájaros de agua
Anuncian otro mundo posible, el de la poesía y la fiesta, con justicia y sueños cumplidos: alas de cristal (transparencia del mundo), versos de agua que la naturaleza plasma (el pulpo), la celebración de la vida y de la noche que alumbran los cocuyos.
Es mundo en el que el pobre es visibilizado:                                                                     
Son farolitos / en el rostro del pobre / los cocuyos                                      
Las ovejas –signos del insomnio desestabilizador- también duermen empijamadas:
Visten las ovejas  / del niño de su cama / pijamitas blancas

El estado de ánimo

Termino con Huizinga:
El estado de ánimo que corresponde al juego es el arrebato y entusiasmo, ya sea de tipo sagrado o puramente festivo, según el juego, a su vez, sea una consagración o un regocijo. La acción se acompaña de sentimiento de elevación y de tensión y conduce a la alegría y al abandono.
Esto se muestra en los haikus de Wafi, en los que la presencia del yo se hace determinante. Mares y cielos, estado de ánimo de elevación y abandono:
Una sirenita  /  galopa en mis sueños / caballitos de mar
Cuando la miro  / la jirafa parece / tocar el cielo
El entusiasmo admirativo se hace evidente en estos versos:
Ah mariposa / tus alas entre las flores / confundidas

Cielos descalzos, juego sagrado

Descálzate, la tierra que pisas es sagrada (Ex 3,5) -dirá YHVH[vii] a Moisés en el texto de la Torá. Es tradición que aún conserva el Islam entre su ritual religioso. Nos descalzarnos para acercarnos a la tierra nueva, al mundo de los sueños, para entrar en él respetuosos, con tiento; para acceder al mundo de la infancia como ante el bebé dormido, para no despertarlo… Y sorprendentemente observamos que son los cielos los que se han descalzado…. han entrado a nuestro mundo de puntillas o, con los versos de Wafi, sutilmente rondándonos, como si de un juego se tratara:
Rondan las flores  / el sum sum de las abejas / cielos descalzos
¿Aceptamos entrar en ese juego?





HONOR AL FUEGO

La relectura del maestro Basho en su obra Las cuatro estaciones me ha permitido un nuevo acercamiento  a los haikus de Wafi Salih, en esta ocasión a su texto más reciente Honor al fuego. Con frecuencia retomaré alguno de sus textos anteriores, de modo que puedan apreciarse algunas intertextualidades, evoluciones y contrapuntos.

Violencia y armonía de opuestos

Basho previene sobre la vida:
No lo olvides:/ caminamos por el infierno, / contemplando flores.
La armonía de opuestos, luz-sombra, también se hizo presente en Caligrafía del aire, de Wafi Salih:
La mariposa / bate dos mitades de la luz / dos sombras
Ahora, de nuevo, en Honor al fuego:
Junto al cardo / ilumina el cocuyo / a una rosa
Sombra del día / ¿Quién te despliega / y hace la noche?
Los opuestos –infierno-flores, luz-sombra, cardo-rosa, día-noche– son revelados, en epifanía, bien sea  por la luz del cocuyo, por el batir de alas de la mariposa, por un despliegue misterioso o por el ejercicio de la contemplación y de la memoria.
Este “infierno” al que se refiere Basho, al de nuestro mundo, por el que “caminamos”, está hecho de violencia. Con frecuencia destructiva, sin desearlo, ejercida por simple torpeza, o por ejercicio de naturaleza inconsciente:
Torpe mi gato / detrás de las mariposas / pisando flores
Basta un elefante / para aplastar un reino  / de hormigas
Incluso la caricia puede llegar a transformarse en violencia que doblega:
Dobla el bambú / cuando lo acaricia el viento / su dura espalda
A veces, surge la violencia furiosa de un elemento sobre otro, como en Vigilia de huesos, pero sin causar el efecto destructivo, que en otras circunstancias sí provoca:
Contemplo el mar / enfurecido sobre la roca / no logra quebrarla
Aquí, en Honor al fuego, la violencia de las pulgas es violencia que no logra mellar la felicidad:
Lleno de pulgas / mi perro ha vuelto / feliz del campo 

Los reflejos, imágenes y  trazos: de la metáfora a la sospecha sobre lo real

En mi ensayo sobre Vigilia de huesos, hice referencia a las “metáforas” –si así pueden llamarse– presentes en  los haikus de Buson: El sol en el ocaso / pisa la cola / del faisán cobrizo; en Onitsura: Una vez lleno de agua / el jarrón recibió / a la camelia; y en la misma Wafi Salih:
En el río / los amantes desbordan / la inmensidad
Ofrendan la noche / los blancos jazmines / bajo la lluvia.
La angustia: / luciérnagas en ronda / sacuden el corazón
La primavera: / en la cesta del mercado / canta el día
Estas “metáforas” apuntaban, según dijimos entonces, a una mirada profunda sobre la vida. Sin embargo, en Basho, la mariposa o el iris, son apenas “parecido”, reflejos en el agua.
Cómo se parece  / a su reflejo en el agua / el iris.
Sobre la piedra / ha dibujado la lluvia / una mariposa
En Honor al fuego se puede intuir la pregunta: ¿qué significan unas flores extasiadas, unas flores detenidas en el tiempo de su existencia?
Extasiadas / las flores ante el espejo / del tocador
¿Qué son el río y el sauce sino espejos?:
Míralo bien / el sauce del patio / es un espejo
El río da a las flores / como a la reina su rostro / en el espejo
Los animales, en su camino, marcan un mundo alterno: nuevo canal en el río, senda entre el polvo de los libros, vía láctea sobre el poema:
Una manada / de hipopótamos, abrió un canal /del pantano al río
Quitó el polvo / una huidiza  lagartija /  en mi librero
Vía Láctea / danza sobre el poema / una mariposa 
¿Cuál es la relación de la palabra con la belleza? Los poemas semejan aves y flores:
Nace un mirlo / en el follaje de estas letras / sobre el papel
Maceta de palabras / en el mercado de flores / un libro de poemas
Y sin embrago:
Tanta belleza / solo un débil reflejo / atrapa el verso
Finalmente, el apuntar de la metáfora hacia una mirada-otra, se vuelve sospecha sobre lo real. La alteridad deviene asombro, nada, lección de Zen:
Lección de Zen / sigo el rastro invisible / de un caracol 
Invisibilidad que vuelve a recogerse aquí:
En la neblina / mi escoba invisible / barre a tientas
Los términos neblina, invisible y a tientas expresan esa sombra de duda en el quehacer humano. Barrer y escoba simbolizan genéricamente cualquiera de sus acciones, pero en particular el ejercicio de la escritura, referido en varios haikus más.  Apunta también, desde una hermenéutica contemporánea en clave de mujer, a una sutil y risueña crítica a los discursos androcéntricos –que se percibe en su evocación de las “brujas”, mujeres represaliadas, invisibilizadas y representadas en sus escobas voladoras.

La muerte: espacio de transformaciones

La muerte de los animales es fluir de la naturaleza. Así lo refiere Basho:
Este mismo paisaje  / oye el canto y ve la muerte  / de la cigarra.
Cercanos a éste de Basho, en cuanto al tema del canto de los animales que llega a su fin, y sus consecuencias, escribe Wafi Salih:
Muere el grillo / la orquesta del patio / desafina
¿Dónde (está) ahora / la caja de resonancia/ del grillo muerto?
¡Cuántas moscas / sobre el ruiseñor que ayer /cantó a la flor 
El grillo y el ruiseñor han dejado de cantar. Sus órganos ya no reproducen el sonido, las moscas rondan su cuerpo, el canto –sin ellos– ya no es igual.
La muerte de los animales remite a la propia muerte. Sobre Caligrafía del aire escribí, respecto de que lo que era allí excepcional:
Sorprende la mención de la propia tumba, asunción de la vida en su integralidad, con ciertos tonos vallejianos, en aquello de: Me gusta la vida enormemente /pero, desde luego, / con mi muerte querida y mi café; manteniendo sin embargo esa dosis de sabiduría oriental: la muerte y la vida como etapas de un mismo fluir existencial.
Sobre mi tumba / nace un poema / perfuma la luna.
En verdad, no es tan sorprendente, si se tiene en cuenta la misma mención en el poeta Basho. La conciencia de la muerte del poeta es conciencia de eternización en la naturaleza y en su ciclo:
Cuando me vaya, / guarda bien mi tumba, / saltamontes.
En Honor al fuego, esta conciencia de la muerte se hace más aguda. Fuego y noche, ceniza y tal vez –cuestionamiento sobre el futuro- flores nuevas, es lo que permite expresar el afán de trascendencia, una especie de testamento espiritual de Wafi Salih, con este texto que parece llamado a cerrar un ciclo poético, a través de estos haikus.
Sobre mi tumba / florecerá la noche / ¿Quién lo sabe? 
Cuando yo muera /   harán mis cansados huesos /   honor al fuego

Algunos personajes: la niña, los amantes y el viejo

Respecto a Vigilia de huesos escribí:
En los haikus tradicionales hay una mirada particular sobre algunos personajes, que mantienen su natural esencia: los niños, el mendigo, la muchacha…; personajes que remiten a la sabiduría y la paz.
Y anotaba, entre otros, estos haikus:
Un sendero de hormigas / guía al vagabundo / esta tarde    
Tul y encaje / camina la niña / entre nubes
En Honor al fuego aparecen, en ese mismo tono, la niña, los amantes y el viejo. Vejez y niñez se valoran como etapas de la vida. La vejez es considerada  luna menguada. El viejo es el sabio que toma decisiones oportunas ante la naturaleza amenazante. Las niñas, en contraste con el viejo que se recoge, buscan las flores que adornen sus cabellos.
Suspira el viejo / cerrando la puerta / al rudo invierno 
Semeja un viejo / corvada en el estanque: / luna menguada  
Para sus trenzas / las niñas coquetas / rondan las flores
Los mendigos y locos enseñan nuevas miradas:
La loca del pueblo / va contando estrellas / mientras camina
Granos de arroz / el mendigo los mira / perlas pequeñas
Los amantes, bajo la lluvia o en el otoño, expresan esa misma esencia de la vida en sus diversas etapas:
Se estremece / la sombra de los amantes / en la pared
Amor de otoño / se entrelazan las manos / para el invierno
Ancianos, ella y él / siguen elevando cometas / cuando se miran

Añoranza del amado

En semejanza de naturaleza y amado, viento y suspiro son Caligrafía del aire, caligrafía del corazón deseante:
Rostro ausente / caligrafía del corazón / cada suspiro
Amor distante / suspira el viento / toda la noche
Y ahora, en Honor al Fuego, lluvia y suspiro, nieve y huella, evocan también al amado:
Blanca tan blanca / como fila de ángeles/ tu huella en la nieve 
Suspira por ti / esta lluvia que cae / menuda, lenta
A los haikus de Vigilia de Huesos, centrados en el encuentro de dos, yo-tú:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Se podrían agregar:
Amado mío  / me miro en el espejo / y veo tus ojos
Toc, toc, mi corazón /El paraíso de tus manos / tras una puerta

La noche

Las noches del maestro Basho cambian con las estaciones. La noche primaveral se vive así:
Bebamos toda la noche / para hacer un tiesto de flores / con el tonel.
La noche de Honor al fuego es tranquila y primaveral. El gato es su dueño. No hay amantes que la inquieten.
Sobre el tejado / la desnudez de la luna  / ronronea el gato
Llena de noche / la chicharra canta / ajena a todo

Flores y olores

Las flores en los haikus apuntan a lo sensible, al movimiento y al encuentro. En este haiku de Basho, los pétalos gimen y caen, y se vinculan al agua saltarina.
¿Los pétalos de la rosa amarilla / gimen y caen al oír / el agua saltarina?
En Honor al Fuego se leen éstos, que relacionan sol con girasol, en un movimiento de búsqueda; o luz con cerezo, en feliz desposorio:
Busca su rostro / en el sol naciente / el girasol
¡Es un poema! / he desposado la luz  / con el cerezo
Los lirios muestran la transformación estacional. Tal vez en otoño, ven la tormenta desde el interior (están vivos). En el invierno yacen secos.
Por mi ventana / los lirios del comedor / ven la tormenta 
En el invierno / junto a la chimenea / un lirio seco
Los olores introducen otro elemento en la sensualidad leve de los haikus. Así es Basho:
Flores de ciruelo / la nariz, el corazón.
Y así mismo en Honor al fuego:
Es un poema / el olor del romero / en mi cocina
Estoy olvidando / por las rosas del delantal / mi traje de seda

Naturaleza y sacralidad

El haiku permite ahondar, desde la naturaleza, en la vivencia interior. Permite pasar de lo material al “signo espiritual”. La iglesia evoca, en su quietud “natural”, esta dimensión de espiritualidad –dije referido a Vigilia de huesos, citando:
Copos de nieve / caligrafía blanca / sobre la iglesia
Mas, en Honor al fuego, esta visión de lo sagrado manifiesta en los signos de iglesia y templo, se trastoca, como lo hiciera ya provocadoramente Basho. En lo humano reside la presencia de lo sagrado,  tanto como la de las moscas –ironiza Basho. Es curioso el modo sutil diferenciado que establece para referirse a esta presencia en el siguiente haiku. Las moscas rondan lo humano, como a la basura o las heces. Son algo externo, y el ser humano es asimilado a lo despreciable.  Los Budas no lo rondan (lo humano), están presentes en su interior. El ser humano se asimila a lo santo.
Donde hay hombres / encontrarás moscas / y Budas.
En lo humano cohabitan heces y santidad. Los poetas lo dicen bien, ahora sí, en Honor al fuego:
Cada poeta / transcribe en sus letras / cielo y lodo
Y así, en lo sagrado (templo, iglesia) menos lustroso (de pueblo o en ruinas)  pueden advertirse seres inoportunos (ratones o mosquitos).
Ratón sin casa / en la iglesia del pueblo / duerme la siesta
Templo en ruinas / oigo a los mosquitos /  multiplicarse
Lo sagrado (iglesia, templo o cielo) queda desfigurado, sin rostro, rodeado de vetustez y pobreza.
¡Qué gran pueblo! / casuchas desvencijadas / rodean un templo
Casa en ruinas / una mujer espera / señales del cielo
Niña descalza /  por un mendrugo de pan /  llega a la iglesia
Y, no obstante, se apunta otro modo de lo sagrado, al estilo de lo que reclamara el texto del Trito-Isaías, de la Escritura judeo-cristiana (capítulo 66, verso 1), en un contexto de “secuestro de lo sagrado” por los grupos sadocitas (siglos V y IV antes de la era cristiana):
Así dice YHVH: el cielo es mi trono y la tierra estrado de mis pies: ¿Qué casa podrías edificarme? ¿En qué lugar moraría yo?
El cielo de Honor al fuego se torna espacio de los sentimientos profundos –suspiros, enamoramientos, presencia escondida-; espacio de lo sagrado.
Enamoradas  /     dos cometas en el cielo /     ¿O son la misma?
Blancos suspiros / cuando miro las garzas / cruzar el cielo
Cuando no esté / escribe esto: sólo busco / mirar el cielo
Escribe el cielo / una carta de amor / cada mañana
No sólo en el cielo anda lo divino. De Basho se lee: 
El mensaje de Buda / brilla en el rocío / de una hoja.
Y sobre Vigilia de Huesos afirmé:
Dios en lo pequeño, en la naturaleza escueta, en su ser de vida, con su muerte tan propia. Armonía de opuestos.
Dios en la hoja / la rama nueva / y el árbol muerto
Presencia en lo muerto, que puede leerse como presencia-ausencia, enmarcada en el ciclo de lo natural. Así se refleja en Honor al fuego. Ausencia de Dios, en las hojas muertas del otoño, que anuncia los brotes primaverales…. Hasta Dios se ausenta recurrentemente.
Dios ausente / se amontonan / las hojas secas
O se esconde en lo recóndito:
¡Qué grandeza! / en el vientre de la ostra / el rostro de Dios

El yo

El yo poético, presente en las anteriores obras de Wafi Salih, aquí se hace más intenso. A veces son los animales acercándose, comunicando sus deseos, sus cansancios y sus mensajes ocultos, al estilo de este de Basho:
Viene a verme aquí / desde el vivero / una voz de sapo
En Honor al fuego ranas, búhos, hormigas y moscas, dan el paso para dialogar con el yo:
Vienen a / pequeña rana que salta / los días idos
Aguas termales /  mira el búho desde una rama /  mi desnudez
Guardo el carbón /   las hormigas sobre mi cara /  trazan un mapa
Cansada de vivir / la mosca se ahoga / en mi taza de té
O hasta la misma Vía láctea se aproxima a comunicar sus cuitas:
La Vía láctea / en mi taza de té / cada mañana
En otras ocasiones es el yo (sentimiento de tristeza o vida total) el que sale de sí, se desplaza hacia fuera, se refleja en animales o cosas: una rana que canta, un puente colgante, un papel escrito:
Croan las ranas / notas de mi tristeza / en su garganta
Puente colgante / deja pasar también /  a mi tristeza
Es un espejo / en este papel, un haiku, / mi vida entera
La realidad cotidiana, en su fragilidad y simpleza (“sólo soy”) e integralidad de vida biológica, básica (acción de comer), y vida “espiritual” (situarse “ante”, contemplativamente) es lo que reflejan estos haikus de Basho:
Yo soy un hombre / que se toma su arroz / ante el roble
Sólo soy un hombre / comiendo su sopa / ante la flor de asagao.
En la misma senda, afirma Wafi Salih:
Mi frágil alma / ante un plato de lentejas / medita el alba 
Mitiga algo / el almíbar del níspero / en mi boca
Blanco, tan blanco /  como un plato de arroz /  mi pensamiento
Evolución humana y natural vuelven a hacerse presentes al yo íntimo. Recuerdo de la infancia, evocación de los antepasados; junio con mangos maduros para la vista, verano cálido para el tacto, invierno y desnudez; con cierto tono de sensualidad.
¡Qué nostalgia! / la casa de mi infancia / llena de flores
¿Quién comerá / los dátiles que plantó / mi abuelo?
Días de junio / titilan los mangos / en mis pupilas
En verano / sentir las piedras del río / bajo mis pies
¡Qué coincidencia! / Las vetas de estas piedras / sobre mis manos
Rudo invierno / tiene prisa mi alma / por desnudarse 
¿De dónde vengo y quién soy se interroga la poeta? Vengo del amor y soy naturaleza viva:
Soy los latidos / en las cartas de amor / de mis abuelas
Sin ufanarme  / soy un simple cuco / entre las ramas
Santidad y dolor terrenal soy; dolor de la palabra breve pronunciada:
Limpio mis santos  /  algo de mí en sus túnicas / descoloridas
Yo Wafi Salih / un haiku con espinas / sobre la tierra

Maestros Basho e Issa

Cierro mi ensayo con la cita:
Oigo las aves /  de los poemas de Basho /  en el ciruelo
Maestro Issa / este tachón con ira / ¿será un haiku?
Los maestros Basho e Issa, inspiradores de la belleza contemplativa –sensorial ahora (oído y vista)- y ascesis (evitación de la ira)- que recorren de principio a fin los haikus de Wafi, son recordados haciéndoles honor. Honor a quien honor merece, podría decirse. Y no obstante, bien mirada la vida, en su integralidad, el honor va más allá de los textos escritos. Se torna universo ardiente, llamarada cósmica que envuelve lo que resta del tiempo:
Cuando yo muera /   harán mis cansados huesos /   honor al fuego



AMOR Y SENSUALIDAD EN LOS HAIKU DE WAFI SALIH

Le han dicho a Wafi, según alguna vez confesó, que por qué no escribe poesía erótica. Ella piensa que lo hace, de modo sutil, metafórico. Es oportuno citar a Octavio Paz, en La llama doble[viii]:
El erotismo es sexualidad transfigurada, metáfora. El agente que mueve lo mismo al acto erótico que al poético es la imaginación. Es la potencia que transfigura el sexo en ceremonia y rito, al lenguaje en ritmo y metáfora…el erotismo es una metáfora de la sexualidad animal. ¿Qué dice esa metáfora? Como todas las metáforas designa algo nuevo que está más a allá de la realidad que la origina, algo nuevo y distinto de los términos que la componen... Lo mismo sucede con el erotismo, dice o, más bien: es, algo diferente a la mera sexualidad (p. 10).
Y en esta otra página:
El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida (p. 7).
En este marco, pero sin entrar en distinciones puntuales respecto a lo erótico, sexual, sensual y amoroso, que otros han hecho con profusión, me acerco a los haikus de Wafi Salih sondeando su sentido de lo relacional, su sensualidad, su temática amorosa y de ahí tal vez su sutil erotismo.
Revisando los tradicionales haikus, principalmente de Issa, Basho y Buson, ciertamente el erotismo no aparece entre sus rasgos destacados. Sin embargo algunas indicaciones alusivas a lo erótico, o al menos a lo sensual y amoroso, pueden descubrirse, especialmente en Basho. Se ponen de manifiesto en:
a) los enunciados corporales (labio, piel, nariz, mano, corazón).
b) las acciones de comer, morder o abrazar
c) los olores y sabores, como elementos sensoriales
d) los elementos visuales, en particular los colores rojo, blanco y verde
e) la presencia explícita del amor y los amantes
Este mismo esquema intentaré seguir destacando varios de estos elementos en los haikus de Wafi:

Enunciados corporales

Los labios fríos, expuestos al viento de otoño, insinúan apenas lo corporal en este haiku de Basho:
Si hablo / tengo frío en los labios / viento de otoño.
En Wafi se despliega la sensualidad en diversas menciones, de boca, labio, codo o pezón. Amargor o dulzura en la boca y los labios:
Mitigan algo / el almíbar de estos nísperos / en mi boca (HF)[ix]
Para todo /  Amargo /  entre los labios (Haire)
Y más explícitamente amoroso en éstos:
Besa la noche / los labios del amante / abandonado (PN)
Muerde el codo / el labio / el pezón (Agrego, por su significatividad, y a modo de excepción, este fragmento de un poema breve que no es haiku, tomado de Con el índice de una lágrima).
El corazón tampoco aparece con frecuencia en los maestros japoneses tradicionales citados, si se exceptúa a Basho, quien escribe:
Resignado de corazón / A exponerse al tiempo, / El viento me atraviesa.
Flores de ciruelo / la nariz, el corazón.
Confía al sauce el hastío / y el deseo de tu corazón.
En la noche sin estrellas / me guía el corazón.
No obstante se destacan en Issa un par de haikus más:
Viento de otoño… / ¡Cuántas cosas pesan / en el corazón de Issa!
Para el corazón / que no duda, / las blancas flores del ciruelo.
Wafi menciona el corazón a lo largo de toda su obra, si bien destaca en modo notable en Consonantes de agua. Curioso el ejercicio de revisar su mención descubriendo las ausencias en el corazón durante los primeros poemarios, y el abrazo, la frescura y el palpitar del amor, en los últimos.
El corazón / sin raíces / me abandona (CN)
El corazón / sobre lo lejano / detenido (Haire)
En la senda flores / y en el corazón tu ausencia / junto a la luna (Halba)
Campanadas / alas en el corazón / agita el viento (PN)
Ningún pájaro / vuela hacia mi corazón / en el invierno (PN)
Rostro ausente / caligrafía del corazón / cada suspiro (Caire)
Detente, detente /  corazón de libélula /  el sol te quema (VH)
La angustia: / Luciérnagas en ronda /  sacuden el corazón (VH)
Todo en calma /  y sin embargo el cucú / del corazón (Cagua)
El rocío se ha ido / de la hierba, el alba / y el corazón        (Cagua)
Se ha derribado /  un cedro del Líbano / en mi corazón (Cagua)
Cubre la montaña /  y abraza mi corazón / este sol que arde (Cagua)
Lección de zen / la frescura del alba / en el corazón (Cagua)
Toc, toc, mi corazón /El paraíso de tus manos / tras una puerta (HF)
El abrazo y las manos, recién mencionados, abren el tema que sigue.

Acciones: tocar – rozar

Ausente en los haikus de Issa, Basho o Buson, el verbo tocar aporta un elemento más a la condición amorosa de los haikus de Wafi, bien sea que se refieran a la naturaleza, en la dialéctica propia de lo erótico (mariposa-rosa = caricia-dolor), o  al cuerpo humano.
Octavio Paz caracteriza al amor -así como al erotismo- como una experiencia dialéctica; positiva y negativa:
Oscuramente sabemos que vida y muerte no son sino dos movimientos, antagónicos pero complementarios, de una misma realidad. Creación y destrucción se funden en el acto amoroso; y durante una fracción de segundo el hombre entrevé un estado más perfecto (El Laberinto de la soledad[x], 83).
Es posible descubrir esta doble vertiente en los haikus que siguen: el roce suave de la punta de los dedos y el tocar acariciante de las manos, frente a las heridas causadas por las espinas.
He tocado / con la punta de mis dedos / la mariposa (Cagua)
Tarde sin ti / en la hoja del cerezo / toco tus manos (PN)
¡Ah! la crueldad / mis manos heridas / por tocar la rosa. (Halba)
La referencia al “estado más perfecto” puede asomarse aquí:
El absoluto / estos dedos que rozan el pétalo / de una flor (Caire)
Caricia, por otro lado ausente en los haikus tradicionales, que asoma en Wafi:
Tiene mi mano /  demasiadas caricias /  para cerrarla (PN)
Dobla el bambú / cuando lo acaricia el viento / su dura espalda (HF)

Sed, aliento, fuego, desnudez

Frecuentes en otros poemarios de Wafi, en relación con sus haikus aparecen aquí tres de estos términos, sed, aliento y fuego, terminología típica de la poesía erótica:
Pueblo sin río / arroyos del cielo/ calman la sed (PN)
Hablas de amor /  indiferente la brisa /  enfría tu aliento (VH)
Cuando yo muera /   harán mis cansados huesos / honor al fuego (HF)
Con más profusión aparece el término desnudez. Los pies, el cuerpo todo, el alma y hasta la misma luna, lucen desnudos:
Amor lejano / el calor de otoño / en mi pie desnudo (Halba)
Pies desnudos /  la arena del camino /  cielos descalzos (Halba)
Me desnudo /  borro lentamente /  cada palabra (VH)
Aguas termales /  mira un búho desde una rama /  mi desnudez
Rudo invierno / tiene prisa mi alma / por desnudarse 
Sobre el tejado / la desnudez de la luna  / ronronea el gato (HF)

Olores y sabores, como elementos sensoriales

Son sensaciones presentes en Basho como experiencia natural grata o repugnante:
Al olor del ciruelo / surge el sol / sobre el sendero de montaña.
¡De qué árbol en flor no sé / pero qué perfume!
Perfume de crisantemos / suelas usadas en el jardín.
El perfume de las orquídeas / en las alas de las mariposas / empalaga.
En Wafi se hacen evocación de otras experiencias humanas y relacionales, que apuntan a lo sensual. En el ámbito íntimo de casa-cocina:
Cae la lluvia / aroma a hierbabuena / llena la casa (HF)
Es un poema / el olor del romero / en mi cocina (HF)
En la intimidad de la lágrima, la tumba o el propio pensamiento:
Quién lo diría /  el olor de las peras /  me ha hecho llorar (HF)
Perfuma la noche /   la rosa que guarda /  mi pensamiento (Cagua)
Sobre su tumba /  germina un poema /  perfuma la luna (Caire)
Simbología dual de la luna que representa la vida y la muerte, como el erotismo. La luna puede simbolizar, la soledad como peligro, la muerte en la tumba, el mundo de las tinieblas, y también la otredad, acaso inalcanzable, que el poema intenta. En asociación con las flores, lirios y jazmines, se registran los perfumes:
Cuando te veo /  una flor invisible /  perfuma el aire (VH)
Lirios blancos /  pañuelos perfumados /   para el amante  (Cagua)
Huele a jazmín /  el hueco de tu mano /  junto al espino (HF)
Aroma de jazmín / en la flauta del amante /  nace el mundo (HF)
El hueco de una mano-otra, los pañuelos evocadores, la flauta del amante, reflejan la sed de otredad de la que nace el mundo.

Los elementos visuales, en particular los colores rojo, blanco y verde

El blanco de la pureza, del rocío y la flor; el verde de la juventud, la esperanza y la promesa; el rojo del calor y el sol. Son las formas luminosas de lo sensible, al modo como lo expresan los maestros japoneses:
De Basho:
Nunca olvides / El gusto solitario / Del blanco rocío.
El crisantemo blanco / el ojo no encuentra / la menor impureza.
¡Ah, qué glorioso! / Las jóvenes hojas, las verdes hojas- / Brillando al sol!
El sol rojo brillante, / Implacablemente caliente,  / Pero el viento es de otoño.
De Buson:
Blanco rocío en la zarza; / Una gota / En cada espina.
Te marchas tú; verdes son los sauces, largo el camino.
Lleno de esperanza y promesa. / El castillo en la cima,/ Cubierto de verdes hojas.
Ciruelas verdes; / Las cejas de la belleza / Se juntan.
De Issa:
Esta mañana, un cielo rojo / Para ti, caracol: / ¿Estás contento?
En los haikus de Wafi se nombran el blanco de la nieve y de los jazmines; el verde del perejil; y el rojo de la manzana. Canto y nostalgia se cubren de luz.
Verano blanco / contra la roca: / el río canta (Halba)
Esta nevando / la noche más negra / viste de blanco (PN)
Ofrendan la noche / los blancos jazmines / bajo la lluvia (VH)
Hoy la neblina /  viste de blanco /   tanta nostalgia (Cagua)
Los insectos /  tejen sobre el perejil / verdes canciones (Caire)
Esa niña come  /  esa manzana redondita: / un mundo rojo (CD)

Las flores (que bien merecen un estudio aparte)

Las flores apuntan a lo sensible, al movimiento y al encuentro. En este haiku de Basho, los pétalos gimen y caen, y se vinculan al agua saltarina.
¿Los pétalos de la rosa amarilla / gimen y caen al oír / el agua saltarina?
En Honor al Fuego, de Wafi Salih, se leen éstos, que relacionan sol con girasol, en un movimiento de búsqueda; o luz con cerezo, en feliz desposorio:
Busca su rostro / en el sol naciente / el girasol
¡Es un poema! / he desposado la luz  / con el cerezo
El desposorio de la luz, refuerza lo ya señalado del matiz amoroso o pasional de los colores. Los lirios muestran la transformación estacional. Tal vez en otoño, ven la tormenta desde el interior (están vivos). En el invierno yacen secos. ¿Son los lirios secos la expresión de un amor en declive?
Por mi ventana / los lirios del comedor / ven la tormenta  (HF)
En el invierno / junto a la chimenea / un lirio seco (HF)
Un interesante contrajuego con la mitología religiosa, con evidente carga de erotismo, en este caso se ve reflejado en el siguiente haiku, en el que la serpiente tentadora ha desaparecido, pero también la deidad vigilante:
Sin serpientes / solo para mi mano / la rosa, el lirio (PN)
Los olores de estas flores introducen otro elemento en la sensualidad leve de los haikus de Wafi. Así es Basho:
Flores de ciruelo / la nariz, el corazón.
Y así mismo en los textos de En Honor al fuego:
Es un poema / el olor del romero / en mi cocina
Estoy olvidando / por las rosas del delantal / mi traje de seda
Otros olores de flores, lirios y jazmines, anuncian al amante:
Lirios blancos /  pañuelos perfumados /  para el amante (Cagua)
Aroma de jazmín /  en la flauta del amante /  nace el mundo (HF)
El amante ve /  en una flor diminuta / cigarras tristes (Cagua)

La presencia del amor y los amantes

En el haiku tradicional de los maestros japoneses, son sólo unas pocas las referencias a los amantes, aunque como en Basho estén referidas al amor fugaz, a la experiencia vital de la transformación: nada permanece.
No llores / insectos, amantes, estrellas / también partirán. (BASHO)
Por el contario, amantes y amor abundantísimos en Wafi, aparecen con otras claves, cercanas a las consideraciones antropológicas de Octavio Paz.
El hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí mismo se siente como carencia de otro, como soledad (...) La plenitud, la reunión que es reposo y dicha, concordia con el mundo, nos esperan al fin del laberinto de la soledad.  (El Laberinto de la Soledad, 82).
Octavio Paz asoma en este apéndice a El Laberinto de la Soledad, que el amor es la respuesta a la soledad; que sólo el amor posibilita la comunicación y que ésta desde luego anula la soledad; la alienación en la que nos hallamos. Es a lo que se refería, desde la psicología, el reconocido Erich Fromm, en sus obras clásicas: El arte de amar, Y seréis como dioses (entre otras). Nostalgia, búsqueda de comunión, ausencia y deseo, y también desencuentros e ingratitudes, son los temas por los que transita Wafi en su paso por el tema amoroso. Véanse algunas muestras.
La nostalgia en Vigilia de huesos:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Cuando te veo /una flor invisible / perfuma el aire
Pero también el desencuentro:
Vacía para mí / colmada de palabra / ésta: tu carta
Borra tu huella  / la niebla, el dolor / y estas lágrimas
Hablas de amor / indiferente la brisa / enfría tu aliento
O incluso la ingratitud del amante, ahora en otros poemarios:
Amante ingrato /  con la brisa las ramas /  dicen tu nombre (Halba)
Amado ingrato / la luna de esta noche /me pertenece (PN)
En Caligrafía del aire un grupo de haikus nocturnos reflejan de nuevo la añoranza. En semejanza de naturaleza y amado, la voz del amado se hace semejante a la tormenta, su sonrisa es luz que ilumina la oscura noche:
Medianoche / esta tormenta / trae tu voz
Noche sin luna / la luz me llega / de tu sonrisa
En A los pies de la noche se lee:
El amante /  contemplando la noche /  la traduce
Rostro de sol / el amante en la noche /  iluminado
Amor de ayer / a los pies de la noche / una fragancia
Se podrían agregar, de En honor al fuego:
Amado mío  / me miro en el espejo / y veo tus ojos
Toc, toc, mi corazón /El paraíso de tus manos / tras una puerta
Los amantes de En honor al fuego, bajo la lluvia o en el otoño, expresan la esencia de la vida en sus diversas etapas:
Se estremece / la sombra de los amantes / en la pared
Amor de otoño / se entrelazan las manos / para el invierno
Ancianos, ella y él / siguen elevando cometas / cuando se miran
Enamoradas  /  dos cometas en el cielo / ¿O son la misma?
Otros versos refieren la ausencia de la persona querida:
Negra noche / igual a otras / donde no estás (Caire)
Amor lejano / el calor de otoño / en mi pie desnudo (Halba)
Viento y suspiro, son caligrafía del aire, caligrafía del corazón deseante:
Cuando te vas / murmullo de alas / trae el viento
Rostro ausente / caligrafía del corazón / cada suspiro
Amor distante / suspira el viento / toda la noche
La realidad de la soledad se expresa en Vigilia de Huesos:
El humo del café /  calienta la madrugada /  del amante solo
Caligrafía del corazón, en juego con el título del poemario, Caligrafía del aire, establece una pista para leer algunos haikus más:
Tras la lluvia / más fresco el aire / también el alma
La primavera / desata sus cabellos / sobre mi almohada
En Honor al Fuego, lluvia y suspiro, nieve y huella, remiten también al amado:
Blanca tan blanca / como fila de ángeles/ tu huella en la nieve 
Suspira por ti / esta lluvia que cae / menuda, lenta
Y estos otros versos de amor y agua:
Desde aquel día /  el amante en el agua /  mira su rostro (PN)
Desde el puente / fatigan los amantes / el agua quieta (Halba)
Volviendo a Octavio Paz, sobre erotismo y poesía:
La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y que la segunda, es una erótica verbal. Ambos están constituidos por una oposición complementaria. El lenguaje- sonido que emite sentidos, trazo material que emite ideas incorpóreas- es capaz de dar nombre a lo más fugitivo y evanescente: la sensación. (La llama doble, 10)
Esta relación entre amor y poesía, esta erótica verbal, se evoca en otro conjunto de haikus, en los que se hace mención explícita al ejercicio de la escritura amorosa, al verso de amor o, más abundantemente, a la carta de amor:
Versos de amor /  en el idioma del aire /  sonríe un niño (PN)
Cartas de amor / bajo las estrellas / palabras mudas (Halba)
Amante ausente / cartas de amor /   queman la noche (Halba)
Carta de amor /  tiemblas letras dormidas /  sobre el papel (PN)
Escribe el cielo / una carta de amor / cada mañana (HF)
Soy los latidos / en las cartas de amor / de mis abuelas (HF)
Una cita más de Octavio Paz, apunta a la relación del amor con la muerte y con la temporalidad.
Y le pedimos al amor… que nos dé un pedazo de vida verdadera, de muerte verdadera. No le pedimos la felicidad, ni el reposo, sino un instante, sólo un instante, de vida plena, en la que se fundan los contrarios y vida y muerte, tiempo y eternidad, pacten. (El Laberinto de la Soledad, 83).
En voz poética de Benedetti: …una mujer desnuda y en lo oscuro / una mujer querida o a querer / exorciza por una vez la muerte (La buena tiniebla). Voz de varón, en este caso, con riesgo de volverse cosificadora, pero apuntando a ese instante de vida plena del que habla Paz. Desborde de tiempo y espacio, pacto de contingencia y eternidad, que Wafi recoge –más inclusivamente- en este haiku, con el que cierro:
En el río /  los amantes desbordan /  la inmensidad (VH)



DOS LÍNEAS VERTEBRANTES EN EL CORPUS POÉTICO DE WAFI SALIH


A Sherli, en su invierno

Dos grandes líneas recorren su obra:
a)                  una de ellas, presente desde Los cantos de la noche (CN), se desarrolla principalmente en El Dios de las dunas (DD) y Con el índice de una lágrima (IL); la reviso a través de tres palabras significativas y generadoras (al uso de Paulo Freire): desierto, lágrima y espejo.
b)                 la otra línea, ya presente en Las horas del aire (LHA), se muestra principalmente en las obras posteriores de haikus: Huésped del alba (HA), A los pies de la noche (APN), Caligrafía del aire (CAi), Consonantes de agua (CAg)…. Me refiero a los ciclos de la naturaleza, en sintonía con las corrientes de espiritualidad oriental, hermanas en su origen de los haikus, y sobre los que ya he comentado en otros ensayos anteriores (ver……); los analizaré aquí solamente desde el ritmo estacional, presente en todos los libros de haikus de Wafi, y en particular las estaciones de primavera e invierno (las más mencionadas), con su contraste radical entre: florecimiento, vida nueva; y frialdad, adormecimiento y muerte, propios del invierno.
Es de hacer notar que a) y b) no son líneas cronológicamente secuenciales, sino que di-vertebran la trayectoria poética de Wafi, desde sus dos primeros poemarios poéticos, Los cantos de la noche y Las horas del aire, hasta sus más recientes Con el índice de una lágrima y Consonantes de agua.
Voy con la primera.

Desierto, lágrima y espejo

Desierto es palabra raíz, origen y sustento. Origen doloroso.
La tienda de mi padre pronuncia los designios del desierto sobre la huérfana tarde. (DD)
¡Somos fruto de un desierto! / aceleramos en el viento la desdicha (IL)

La infinitud, el frío nocturno, la desolación y la muerte, se hacen presentes, en la memoria.
BEDUINO
Pájaro / que ha perdido / El canto //
En los desiertos / helados / del alma
EXILIO
Fuera de mí / un infinito / desierto / hace morada //
Me deja / con dimensión / de arco / en los largos / caminos / de la noche
SAMAR
Cóncava / tocando el fondo /  de la desolación
día tras día /  resplandeces /  en el desierto
laúd adentro /  llamas  a la muerte /  y oscurezco contigo (CN)
El desierto tenía la tez húmeda de pólvora… (DD)
DESIERTO
He llegado / Vencida / de mí //
Grano / de arena / veloz / humilde / y devastado (IL)
Desierto es también sensualidad, encuentro de cuerpos
Como Beduina / he recorrido / los desiertos / de tu cuerpo / en la noche (CN)
Cuerpos sensuales expanden en redondeces el desierto…  ¡Quien dicta la mesura del contorno, no conoce el movimiento circular del alma! (DD)
Cuerpos vibrantes / expanden / en redondeles / el desierto //
¡Alcanza en mí  tu noche! (IL)
Aunque esporádicamente, no por ello deja de ser significativo que los textos de haikus, en su brevedad, aún recogen el tema del desierto con su frío nocturno, llanto y ausencia de la persona amada.
En el desierto / copia la noche helada / tu rostro ausente (APN)
Una flauta /  escarcha de lágrimas /  el desierto (CAi)

Lágrima


Lágrima es imagen nítida que recorre el verbo de Wafi: perdidas o imprevistas, expresión de dolor, tragedia y amargura.
Ahora / está perdida / una lágrima / en los ojos (CN)
Nada / previeron / las lágrimas / de hoy (LHA)
Ciudades y olivos contemplo en imágenes de osada inocencia,  lágrima remota donde todo hombre es un niño huérfano. (DD)
Lágrima culturalmente situada, lágrima de Líbano, país del ámbar.
Una caravana de camellos salvajes semeja la celeridad de las lágrimas.
Tragedia de seres lastimados en la sílaba fija en una lágrima, en el  victorioso  desamparo. / Beirut…
El país del ámbar acumula lágrimas sin rostro, oprime en su raíz impetuosa la pureza derramada de la alquimia en ermitas y aljibes sagrados. (DD)
BEIRUT: Hasta /  lo amargo /  en el alfabeto /  íntimo /  de una lágrima.
HUIR DE ADENTRO: Centinela /  en las lágrimas /  de una tormenta
OSCURO: Lágrimas / loco silabear / de luz// Camellos /  indóciles (IL)
Lágrima que marca la vida actual.
¿Quién me llama con el índice de una lágrima?//
Fuego / desgranado / deletrea / el Líbano
Drusa por toda la tierra, cargo el peso de otra  que soy, perdida  para  siempre   en  el   estanque  de   lágrimas... Infierno celeste, proyecto un abismo de ángeles. (IL)
…la ventana abierta hacia la nada fatiga  el verbo del aire, abisma de luz el filo secreto de las palabras, peso hondo, arrincona plegarias melladas hasta el nombre y al pie de nuestras lágrimas, adhiere su reino. (DD)
No escapa a la condensación del haiku la lágrima. Hay un tono distinto, propio de tales haikus. Ahora son lágrimas que la naturaleza derrama: lluvia, escarcha o alba.
Llueve / lágrimas de otros días / sobre el tejado (APN)
Una flauta / escarcha de lágrimas / el desierto
Sobre el mundo / deja sus lágrimas / el alba (CAi)

Espejo

Wafi acude a un espejo donde mirarse, donde mirar la propia vida, el propio suelo. Encuentra una imagen quebrada, amarga, un país inmolado, sin futuro. El espejo es de aire y fuego, de violencia y dureza. Entonces se abren las preguntas.
Al mirarme / en un espejo / que me quiebra (LHA)
Himnos del país inmolado por las arañas del alba, espejo ausente del devenir... (DD)
Mortal pesadumbre, espejo nebuloso de la amargura, refracta al límite cedros mancillados en el ébano de los ojos fenicios. (DD)
NOSOTROS: Exhalan / los espejos / un indecible fuego / de navajas
RESPIRA ESTA NOCHE
…escribe con letras / invisibles / sobre el espejo / duro  / del aire (IL)
Los astros, en su titilar, abonan dolor y sombras.
Febrero, espejo interminable, me precipita en el íntimo desvarío de mi sombra. Condenada a la imagen,  me refleja  el parpadeo inagotable de un astro.
Esculpía, esculpía, horas sin movimiento, bajo la luna en las alforjas llenas de estrellas espejeantes. ¡El dolor bebe dolor! (DD)
Se desearía encontrar respuestas en el espejo. Una persona querida. Un Dios salvador. Mas la persona querida es sólo sombra-ausencia entre la arena-espejo, en pugna con un viento en el que tampoco “el cielo existe”.       
Lo que no está naufraga sobre la piel… Esqueleto del viento contra el espejo de la arena, secreto incendio del vuelo donde el cielo no existe.  (DD)
NACIB
Tu sombra /  en el espejo /  quebrado /  de la arena //
Me expande /  en lo árido /  sin forma /  bajo /  el sol (IL)
El espejo-tela de araña tampoco arroja mejor fortuna. No parece alojar a Dios.
CALIGRAFIA DE LO IMPOSIBLE
La patria de la araña / es lo que teje  //
¿Está Dios en el espejo de esa tela? (IL)
Una rendija se abre en los haikus. Espejo y haiku: hojas y rosa se vuelven espejo. Incluso de lo caído, Naturaleza otorga sentido, en la paz de la contemplación.
En el espejo / fatiga la lluvia / nubes hondas (HA)
Desordenadas / las hojas caídas / son un espejo
La joven esposa / como en un espejo / se mira en  la rosa (CAg)

Invierno y primavera

Según dije en la introducción, otra línea que vertebra la obra de Wafi Salih es el ciclo de la naturaleza,  presente sobre todo en sus haikus. Me detengo en los textos más abundantes en los que se menciona invierno y primavera.
El invierno tortura con su frío fiero, con su larga noche
Miro / en el cristal /  de la ventana
empañarse / un torturador invierno (LHA)
Pradera en flor / y mi madre ausente / noche de invierno (HA)
Fiero invierno / tienen frio esta noche / hasta los astros (LPN)
Arboles de invierno / respira tan lento / el día en ellos (Cai)
En invierno se siente la desprotección de la casa frente al frío y al viento, la indefensión del cuerpo, y hasta la que sufren los mismos animales.
Mi casa / todos los años deja colar / un poco de invierno (HA)
Invierno / en ventanas y puertas /  bosteza el viento (LPN)
Frio invierno / queja del viento / en mi ventana (CAi)
Tarde de invierno / en la cama desecha / solo la noche      
Hojas al viento / el invierno en los huesos / de la mañana (LPN)
Un caballero / mi gato con bufanda / en el invierno (CD)
La estación del invierno alerta a los precavidos y sorprende a los desprevenidos.
En el otoño / recojo para el invierno /  hojas de té (LPN)
Este invierno /  los ratones no encuentran /  migas de arroz (CAi)
Crudo invierno / desesperan las moscas /  sobre el plato vacío (CAg)
El invierno, con su viento, frío y noche ambientales,  es expresión del ánimo interior, del hastío, la tristeza y la soledad.                                                                                               
HASTIO: En la desnudez / de la niebla…. (LHA)
Viento de invierno / sostiene ¿qué? / ¿tanta tristeza? (CAi)
Ningún pájaro / vuela hacia mi corazón / en el invierno (LPN)

Hasta la palabra se enfría, la hoja de papel se halla sin palabras.
Vacío de escritura: Hoja de papel /  la tierra en invierno /  amaneciendo (LPN)
Y aunque…
Se levanta / el invierno más a prisa / en otra parte (HA)
…finalmente llega la primavera.
Los pájaros pueblan el aire anunciándola, con su canto y su revoloteo de flor en flor.
Canta gorrión /  aun es primavera /  en mi jardín
El colibrí / un soplo de primavera / de flor en flor
En el cielo / estremecen dos gorriones / la primavera (HA)
La tierra se llena de flores, los frutos abundan en el mercado, el árbol florece, todo es un cantar.
En primavera / un burrito presume / su carga de flores  (CD)
La primavera: /  en la cesta del mercado /  canta el día
Sin cesar / el rocío de primavera / sobre mis pies (Cag)
Se hacen presentes las niñas, como brotes nacientes, y los cabellos sueltos, expresión de la vida natural  que se abre plena.
Sobre la almohada / la niña en sus trenzas / desata la primavera (HA)
Primavera / junto al fuego una niña / o una camelia (LPN)
La primavera / desata sus cabellos / sobre mi almohada
Agito mi cabello / en la brisa se va / la primavera (CAi)
Sentir la mirada del amado es deleite primaveral.
Aletea / para mí en tus ojos / la primavera (CAg)
Incluso lo más vetusto se rehace, ya sea casa, árbol o vida humana
En primavera / hasta el árbol milenario / florece
Bichos y flores / colman la  vieja casa / en primavera
Mis cabellos blancos / y en mi almohada aun / la primavera (CAg)
Evocando su tierra ancestral, Líbano, “tierra en penurias”, la poeta lanza una mirada esperanzada. “Nada detiene la primavera”.
¡Mapa del Líbano mi alma! / Imagen de barro en los pensamientos //
Soy en ti / ¿Torso de la mañana / o testamento del dolor? //
Tú, la identidad de la primavera //
¿Qué ángel te custodia / País en la respiración del viento? (IL)
Tierra en penurias / sin embargo nada detiene / la primavera (CAg)
Pero es simple la mirada de una primavera feliz, eternizada en el tiempo. La primavera acaba, y se renueva el ciclo estacional.
OTOÑO
¿Qué edad / tienen / las hojas / cuando caen? //
Canto /  vacío /  de la primavera
Horas / sin forma / del pensamiento (PR)
La primavera se hace humo, pasado, vacío, instante detenido… Ya no hay flores en los campos, y la realidad del envejecimiento humano se muestra patente.
Primavera /  al igual que mis días /  humo en el aire
Me conmueve / en esta fotografía / la primavera (CAi)
Ni una flor queda / en el jardín para mí / esta primavera
Envejezco / una amarga canción / la primavera (CAg)
Primavera, verano, otoño, invierno…  y otra vez primavera.



DISCÍPULA DE JUNG

Llegó con tres heridas:
La del amor, / la de la muerte, / la de la vida.
Con tres heridas viene:
La de la vida, / la del amor, / la de la muerte.
Con tres heridas yo:
La de vida, / la de la muerte, / la del amor.
Miguel Hernández (Cancionero y romancero de ausencias)

Es un honor para mí,  desconocido en este mundo de editoriales y libros (y así mismo desconocido para muchos de ustedes), hacer la presentación de la novedosa obra de relatos de Wafi Salih. El azar de las redes sociales me llevó a su amistad y su amistad me trajo aquí. El caso es que vengo a hablar de su libro. El texto de Wafi se inscribirá, no lo dudo, entre los destacados relatos breves de mujeres venezolanas, tales como los de Laura Antillano o Sol Linares.
Reconocida por todos ustedes por su trayectoria como amante de la cultura, profesora universitaria, y poeta venezolana, –atrevida como es- Wafi incursiona en la narrativa con su “Discípula de Jung”, que hoy nos convoca.
El título da unas claves que no desaprovechamos en esta presentación. En primer lugar, evoca el discipulado de una mujer que sólo recientemente fue sacada de su invisibilización. Sobre su temprana relación con Jung se han realizado un documental y dos películas (Te doy mi alma, del italiano Roberto Faenza, de 2002, es tal vez la más valorada desde claves psicológicas). Me refiero a Sabina Spielrein, rusa y judía, psicoanalista y educadora infantil, con una vida dramática, reprimida por el stalinismo y asesinada a manos de las SS nazis. A esta discípula, a Sabina, remite el título. Con lo que introduce dos pistas, el ser mujer y la psicología, como ejes semánticos presentes en gran parte de los relatos que nos ofrece Wafi.
Voy con el ser mujer. La propia Wafi presta su nombre –y más que el nombre- a la protagonista de un par de cuentos que, con el recurso de la inclusión, abren y cierran la obra. En Alter ego,  Wafi es presidenta de la “Sociedad de mujeres por la equidad de género”; en Dicotomía del discurso se ha vuelto Wafi unos párpados llenos de ojos crucificados… Otras mujeres atraviesan el texto: la escritora Minerva Santos (en El lenguaje de los pájaros), la doctora que dicta una conferencia: “La mujer ante el poder” (en Fe menor), la poeta entrevistada para la prensa, la que dice ser la Reina de Saba, Beatriz Cañizales, condenada por el tribunal de la inquisición (en Hereje), la juez Mijares (en La cabeza de la mapanare), la compañera del guerrillero Argimiro… No son apariciones ingenuas. Su ser mujeres contraviene en muchos casos el discurso patriarcal y moralizante, abriendo horizontes de una discursividad compleja en conflicto con los clichés extendidos. Feministas pueden decirse, con certeza, muchos de estos relatos. De un feminismo –por otra parte- sin ingenuidades, vivido en la tensión interior de discurso y vida concreta, entre ejercicio público y praxis amorosa… Y así, la presidenta de la Sociedad de mujeres se distrae pensando en su vestido azul cobalto para la fiesta de fin de año en el decanato, o en su lavaplatos dañado… Y en Fe menor: la conferencista de “La mujer ante el poder” anticipa cómo “en esos cuarenta minutos, esconde(rá) debajo del escritorio, los gritos, golpes, indiferencia y nostalgia, (que) No entrarán (así) en el ciclo de preguntas, y respuestas normadas, sesudas disquisiciones sobre el papel”.
La vida interior de los personajes, su psicología, es el otro eje a que me he referido. La técnica narrativa (con frecuencia relatos en primera persona) permite abundar en ello. Se pone de manifiesto especialmente en los monólogos, casi siempre interiores, de los que sólo cito algunos ejemplos sobresalientes: La novia corrupta de León Yépez (en Reescritura), el sujeto de Luna, luna, oscuro personaje en un grupo de teatro, el travesti sobrino de ex -guerrillero y ayudante de utilería de Entretelones, el narrador perseguido de Carta a mi madre, el pintor abandonado por la pareja y rechazado por la madre en Apostolado, la tesista maría-lioncera de Post-Graduado, la paciente psiquiátrica de Arquetipo (nueva referencia a Sabina y Jung)….
El humor -al que se refiere De Nóbrega en su prólogo-, casi siempre finamente irónico, está presente desde el mismo título. La discípula de Jung, Sabina, se hizo amante y luego maestra. Se sabe que tanto Jung como Freud se enriquecieron, sin reconocerlo explícitamente, de los trabajos de Sabina. Ambos le deben una parte de sus conclusiones, el uno sobre el ánima, y el otro sobre la pulsión de muerte. El discipulado no es, por tanto, en minoridad. Ese tal discipulado desbarata los esquemas reproductivos de unas relaciones verticales. Ahí está el humor con trazos de ironía en el mismo título. La ignota discípula se ha revelado maestra.
Pero el título es sólo un referente. Relato a relato, surgen nuevas brechas –resquicios- para la lectura placentera y atenta de la obra de Wafi. Y aquí viene bien traer el poema de Hernández, con el que abrí esta presentación. Las tres heridas que los rondan: vida, amor y muerte.
Amor y muerte que recogen, vuelvo a lo anterior, los planteamientos de la pulsión de muerte de Sabina-Freud. En la película Te doy mi alma, ante un cuadro sensual de Yudit con la cabeza de Holofernes, inspirado en un texto de las escrituras judeo-cristianas, Sabina pregunta a Jung: ¿por qué lo mata? Para cumplir la voluntad de Dios, dice Jung. Sabina lo niega, y agrega: lo mata porque lo ama.
Amor y muerte se confunden en una misma pasión en varios de los textos que hoy presentamos. Dice la poeta, personaje principal del relato La entrevista: “Quiero a mi muerte viva, cruda, llena de gozos y epítetos, llena de verbos, toda sustantiva y voluptuosa, toda mía, tan íntima que ni siquiera a usted, a usted tan inocente, se le pueda desnudar”. Y  añade: “En el amor sucede como en la muerte”. El curioso personaje, escritor de obituarios, en Todo para ti, entrega para su adorada Sonia  “el escrito perfecto, la gran palabra, la frase absoluta, original, ella que vivió en cada uno de sus latidos, ahora era la dueña de su muerte”. Y el sujeto de Apostolado termina pintando los lienzos, memorial de su amada, con su propia sangre.
Amor y muerte aquí apuntados, en verso de Miguel Hernández –poeta de la guerra civil española- (y también en la tragedia personal de Sabina), se abren a un horizonte que explosiona la interioridad reducida de cierto psicologismo de élite. Horizonte social, horizonte de conflicto, evidenciado en varios textos de Wafi, en los que se trae a cuento los años de la lucha guerrillera venezolana, señalando nombres e historias: Argimiro (por Gabaldón), Fabricio Trujillo (por Ojeda), y otros guerrilleros anónimos presos por sus acciones revolucionarias.
Referencia a este horizonte y a los años sucesivos de “pacificación”, referencia –digo- no exenta de denuncia –siempre actual-, desenmascaramiento de una sociedad  forjada en complicidades. Ex –guerrilleros, que –como se leerá en La cabeza de la mapanare- “cada cual se incorporó a la sociedad, hoy son jueces, profesores de gran reputación, escritores que trillan y trillan el tema de la guerrilla, en sus publicaciones, por marketing”. Y el mismo tema se hallará en Entretelones: “Nicolás, guerrillero, comandante y preso político, se graduó de abogado y ahora es juez…. El juez dijo que estaba bien el despido, se impone la ley sobre la justicia, y asunto resuelto”.
Un nuevo vínculo de lo sociopolítico con la interioridad se descubrirá en el relato, lleno de referencias intratextuales  y homónimo del título de la  obra, sobre un exguerrillero, paciente psiquiátrico enamorado de su doctora.
En fin; la vida, amor y muerte se cruzan con otro tópico repetido en estos relatos: es el de lo religioso; y lo hacen polemizando, con un fuerte ingrediente de crítica a las instituciones y a los discursos de muerte.
En Hereje se relata la utilización del poder por parte del Cardenal Briceño, para pasar por la hoguera a la mujer que lo inquieta. En La Entrevista se desmonta por hipócrita el discurso religioso del occidente guerrerista que afirma: “Esta bomba va dirigida contra los fanáticos, rebeldes, extremistas, etc. Esta bomba es por la vida, la paz, en nombre de Dios”.
Una religión de rutina, determinismo y muerte, es la que se muestra en Puntos suspensivos, relato en el que se recorren los rituales devaluados de misa y enterramiento, bajo un sol inclemente de cuatro de la tarde; o en Rey de Bastos, en un ritual privado, de viudez, recordatorio de un dolor interminable, que prevé en el quinto aniversario el moldeado de un colibrí con un Cristo pintado en su cuello.
Religión, por contrapartida, trastocada en amor. Así, el amado guerrillero Argimiro es elevado al altar de los santos: “en la pared ahumada, al costado derecho de San Antonio, debajo del ánima sola, tu fotografía iluminando mi cuarto”. O la tesista de Post graduado se deshace de velas, tabacos, y estampitas de San Marcos de León y María Francia, prendada por el recuerdo de su mentor. Y se dirá del obituarista de Todo para ti: Su pecho convertido de por vida en un altar para ella, su único santo.
Termino. Wafi es, en estos relatos y en su pasión por la escritura, una narradora que no deja el poema, ni sus raíces de médano. La intra-textualidad es un recurso para ello. Claramente identificable respecto al poema Beduino (de Los cantos de la noche):
Pájaro / que ha perdido / El canto
En los desiertos / helados / del alma.
Poema al que se remite expresamente en el relato La entrevista, y sobre cuyo sentido se pregunta a la poeta: “La presencia del amor se percibe con sabor a desdicha, a abandono, ¿Es eso el amor, un sujeto quebradizo?”.
Intratextual  es la mención a los pájaros en al menos nueve relatos, en obvia referencia a su poemario Pájaro de Raíces, del que extraigo estos versos:
Amo, al  pájaro de raíces descifrado en la cruz.  Silencio lleno en la senda de piedras en el aire infame.
Pongo las palabras en mi noche, luz  vencida de inmóviles alas.  Un mundo se inclina sobre el viento en ásperos contornos. Punzante pájaro de piedra en la página indescifrable del vuelo.
Pájaro raíz, pájaro cruz-sufrimiento y pájaro-lágrima o muerte. Así lo recogen los distintos relatos:
“La esencia del pájaro se adquiere en el vientre, igual la esencia del poeta, porque un poeta es como un pájaro” –dirá el personaje principal de Metáfora del vuelo.
“Salí casi corriendo al baño, y un pájaro de agua que anidaba en algún lugar del corazón, subió a los ojos” –se lee en  Sor Juana.
“Figuras de piedra talladas, colocadas en orden cronológico sobre el estante, pájaros recordándolo, uno por cada año que lleva ausente” –pájaros de la muerte, en Rey de bastos.
Pero también Pájaro-salvación, extraña salvación, es verdad, en El lenguaje de los pájaros:
“¡Busque en el arte!, que es un lugar salvaje, pero el único lugar posible de salvación de la especie, el único origen. El lenguaje de los pájaros son los jeroglíficos que dibujan con sus alas en el aire”.
Otra propuesta es buscar El pájaro azul de la leyenda oriental -la Wafi de Alter ego- que sólo a los nobles corazones se muestra.
¡Que disfruten el libro, tanto como yo!        



Contenido








[i] Savina J. Teubal (1997), Ancient Sisterhood: The Lost Traditions of Hagar and Sarah. Athens, Ohio: Swallow Press/Ohio Univ
[ii] Johan Huizinga. Hommo ludens. Alianza / Emecé. Madrid 1972, capítulo 7, poesía y juego; el texto en la red: patriciadamiano.blogspot.com/2016/02/johan-huizinga-homo-ludens-7-juego-y.html
[iii] Revelaciones de un cronopio
[iv] Ver el excelente texto  breve http://www.centrocp.com/el-juego-de-la-poesia
[v] Evocamos Los viajes de Gulliver o Alicia en el país de las maravillas, como referentes paradigmáticos para no confundir la literatura infantil con literatura para niños.
[vi] Haïkaï de Basthô et des ses disciples, trad. de K. MATSUO y STEINILBER-OBERLIN, París, 1936; citado por Huizinga.
[vii] Transliteración invertida del nombre hebreo del texto sagrado, sin vocales, para evitar –en lo posible- discusiones de escuela.
[ix] Cito los poemarios de Wafi Salih por su abreviatura: CN = Los cantos de la noche,  Halba = Huésped del alba, PN = A los pies de la noche, VH= Vigilia de huesos, Haire = Las horas del aire, Cagua = Consonantes de Agua, CD = Cielos Descalzos, HF = En honor al fuego; Caire = Caligrafía del aire.
[x] En http://www.hacer.org/pdf/Paz00.pdf (1992), Fondo de Cultura Económica, Madrid.