Tomas Martínez Sancho
Con el índice de una lágrima
es un viaje del corazón de la escritora a la propia raíz. Hay una llamada
temprana: ¿quién me llama? Y la poeta acude en danza rítmica, una y otra vez,
dejándose llevar por la voz. Camino de Damasco. A Gaza, o a Beirut. Salto
oceánico o tránsito por el Mediterráneo. “Corazón desbocado de errancia”, que
arrastra a los lectores implicados en su texto.
La llamada es
sutil y dolorosa, índice y lágrima. Desde el fuego de la guerra, el dolor, la
masacre, la devastación, la sangre, la noche, las espinas, las tumbas, la
derrota, el infierno o la ausencia de Dios. Son voces para designar la tierra
de la raíz que grita desde lejos su dolor. La tierra del padre, que toca
lamentos en el laúd de los astros.
Allí se encuentra
la poeta con su origen, allí lo abraza, vencida también. Allí se reconoce
salida de sus manos, fruto del desierto. El viaje es de retorno, en realidad.
La circularidad queda confirmada. Ir y venir continuo, del pasado al presente,
del origen ancestral libanés a la tierra venezolana. Y vuelta de la memoria sin fin, aunque fuera a
través de “un barco de papel / que la lluvia trae / lento y perdido”.
El poema Madre, que abre el poemario, permite
aproximarse a otra lectura,
complementaria. El viaje múltiple que realiza la poeta en el texto es
viaje que hizo la Madre, memoria guardada en el silencio, presente aún entre
polvo y alfombras. La Madre vuelve a su historia antigua, y los hijos e hijas
persiguen su verdad con ella y a través de ella.
La Madre, y su
canción de cuna y su olor a durazno, también cierra el poemario, en recurso
literario de inclusión. El padre y la tierra originaria llenan el texto, poema
tras poema. La Madre abre y cierra, dando unidad al conjunto.
Estrenó
/ en horas ya idas / hace tanto / una canción / de cuna
Madre
/ tuyo el olor del durazno / me arrulla
/ y es nunca jamás / ayer
Respecto a los
viajes en la literatura, ¿hace falta recordarlo? ¿es necesario señalar las
estelas que llegan hasta nosotros? Es tópico antiguo del ejercicio de escribir.
Anoto, por menos conocida, palabras de la antiquísima historia de Sinué el
egipcio, en el contexto de la dinastía XII: "La fuga... no fue
intencionada; no estaba en mi corazón y no la premedité… Ocurrió que se
estremeció mi cuerpo, se impacientaron mis pies, me guió mi corazón y el dios
que me predestinó a la fuga me arrastró". Más se conocen los relatos
bíblicos de éxodos y retornos (José en Egipto, el pueblo por el desierto, las
deportaciones asirias y babilónicas…). Como un hito en la narrativa se rememora
la Odisea clásica de los griegos. Las
salidas en El Quijote se consideran inaugurales de la
novela moderna. Contemporánea de Cervantes, Teresa de Ávila escribe su obra
mística y poética mientras simultáneamente hace el relato de sus Fundaciones, en viaje de liberación sin
retorno. Entre los textos de narrativa venezolana, Viaje al amanecer, por texto andino, y Memorias de Mamá Blanca, por texto de mujer, anteceden y tal vez
dejaron un poso tenue en la obra de Wafi Salih.
Tratándose de
poesía, de oriente y de viajes, Hölderlin es un exponente destacado del desplazamiento hacia el oriente
mítico. El río Rhin lo guía con mano divina. Entre los poetas venezolanos evoco
a Rafael Cadenas y sus Cuadernos del
destierro, a propósito de su exilio en Trinidad, ficcionado como una salida
de guerrero a lugares inhóspitos y retorno final a su austero cuarto. Menciono,
finalmente, a Palomares, de regreso a su tierra trujillana en Paisano. Este sí es más un
desplazamiento a la raíz. Es lo que hace Wafi, como este paisano suyo
trujillano: desdoblarse hacia el país remoto que la llama desde el origen.
Los elementos
cósmicos -fuego, agua, aire, tierra- acompañan este viaje: fuego desgranado,
tierra dolorida, balbuceo del agua, beso
del aire. La naturaleza -arena, desierto, dunas, palmeras, cedro, almendro,
espinas, sol, luna, noche, cielo, astros, lluvia, nieve- acude a contar su
parte de verdad, de dolor, de canción y de misterio de la vida.
Quien
grita / golpea sin saber tanto cielo
Ignora
/ Cuánta luz / guarda la sombra /de estas hojas
¿Hacia
qué lado / crecerá /esta rama?
La dimensión de
corporalidad carga a los poemas de sensitividad: cuerpo, pecho, torso, manos,
pie, ojos, sien, huesos, corazón, sangre y saliva les dan un hondo contenido
táctil. Huellas, pasos, risa, arrullo, aliento, respiración, abrazo, beso y
llanto los cargan de cercanía.
Formalmente se
trata de poemas breves, limpios, austeros podría decirse. No estorban los
adornos innecesarios ni las adjetivaciones excesivas. En muchas de las estrofas
ni uno solo se cuenta:
Mi
padre / pulsa / en un laúd / con mis manos / los astros
¿Cuántas
tumbas hay en el pecho de Dios?
Beirut
/ deshojo el lenguaje / de la tarde
en
el humo / del café
Allí
Bella construcción, en la que lo
visual del poema destaca, es ésta:
Inventa
un
oasis
mi
aliento
en
ese
estar
largo
de
laúd
herido
Recuerda los
estilizados poemas Tallo, de Marissa
Arroyal o Vagón de metro, con la
picaresca de Pereira. El tema aquí es otro: la herida larga de esta historia de
destrucción; y el oasis posible.
La brevedad del
poema no es fruto de la cortedad de ideas o la limitación de la palabra
poética. Muy al contrario, se trata de un proceso de depuración, de
concentración del recurso lingüístico para expresar con sencillez y hondura lo
más propio y genuino que Wafi puede
darnos.
El poema breve
viene después del ejercicio de la prosa poética; la mística de oriente sucede a
las lecturas de Ramos Sucre; el occidente del discurso da paso al oriente de la
mirada contemplativa; como un Juan de la Cruz que atravesó su Noche oscura, y en su Subida al Monte Carmelo apostó por el
despojo.
Es algo curioso:
enamorada Wafi de Ramos Sucre –su Dios, ha llegado a decir en modo jocoso-,
hace el viaje inverso. Sucre adoraba Europa y su razón occidental y hacia allá
se dirige. Wafi se desplaza al oriente de la razón suspendida.
El Dios de los
poemas de Wafi está asociado al cuerpo: entrañas, pecho, desnudez. A veces es
vestido retirado de los cuerpos, ausencia de las entrañas:
Beirut
/ desvestida de Dios
¿Dime
qué batalla / falta en las entrañas / sin Dios de la demencia?
O es Dios mismo, en agudo
antropomorfismo, el cuerpo que lleva la muerte dentro:
¿Cuántas
tumbas hay en el pecho de Dios?
De otro modo, no tiene problema
Wafi para evocar al Cristo sufriente, en
metáfora memorable:
Sangra
pájaros / la bandera del Líbano / en las alas verdes del cedro
Cristo
/ arde sobre la nieve
Y desde tanto dolor, “Pregunta
por Dios / desde un abismo”, e invita al despojo de toda experiencia
religiosa simple.
La pregunta ética y la denuncia se
suman a la descripción de tanto mal, en un grito angustioso: “¿Qué nos falta aún por destruir?”
Así, la breve
caracterización formal arriba apuntada apoya el sentido de los poemas. No son textos ingenuos, ni abstractos, ni
siquiera de una intimidad personalista intrascendente. Son textos
comprometidos, poemas íntegros de la vida: la existencia desnuda, el mundo de
injusticas y lamentos, las luchas de los pobres, la ausencia de Dios.
Antropología y política, mística y cotidianidad, se conjugan en la sola voz de
mujer que Wafi Salih presta a esta humanidad que somos.
La
encontró el Ángel de
junto
a una fuente de agua en el desierto,
y
dijo: ¿de dónde vienes y a dónde vas?
Gn
16,7-8
Con el poemario El Dios de las dunas agotado, no me
resisto al intento de proponer algunas claves para su lectura, consciente de mi
acercamiento fragmentado -limitado por tanto- a su texto.
Guían esta
propuesta los versos de la Torah hebrea que preludia el ensayo y este otro
fragmento, tomado del poemario de Wafi Salih:
Drusa por toda la tierra,
cargo el peso de otra que soy, perdida para siempre en el estanque de lágrimas,
hacia mí en el espejo. Infierno celeste, proyecta un abismo de ángeles.
De aquí que divida
mi ensayo en tres partes principales: a) hija de Agar, b) oasis-estanque-de-lágrimas y c) preguntas.
Es atrevido este
ejercicio, por cuanto desplazo el sujeto de los poemas propuesto en el título,
del Dios de las dunas, hacia la hija de Agar. Asumo el atrevimiento.
Drusa por toda la tierra
es un modo de ser, ser cargando el
peso, ser perdida. Como Agar, hija de
Agar, expulsada, errante entre las dunas, distanciada de una tierra que se le
negó, abocada al mundo.
El texto poético,
en primera persona, se despliega tras una identidad que se reconoce entre
gemidos y lamentos, desconocimiento, ensimismamiento y captura a tientas.
Una raza gime en mi
nacimiento… Nativa de un país mío y desconocido.
Ceñida a los rituales de
un país sin lugar en los ojos, a tientas capturo su heredad, presente desde
siempre en la mártir voluntad de los lamentos. Intemporal, telúrica,
ensimismada, hija de Agar, esclava y princesa...
Princesa también.
Investigaciones recientes en torno a los relatos antiguos de la Torah, apuntan
a nuevas lecturas de esos textos en las que se pone de manifiesto el liderazgo
de Agar entre su pueblo.
Savina J. Teubal
(1997)[i]
postula una sociedad matriarcal en el Antiguo Cercano Oriente, dedicado al
culto de Diosas como Inanna en Mesopotamia, Isis en Egipto y en Canaán. La
designación de Agar como egipcia debe considerarse en el contexto de la
historia de Egipto, donde las mujeres disfrutaron "igualdad jurídica
notable" en su mayor parte. La experiencia de Agar en el desierto junto al
oasis sería una experiencia referida a la adoración de "El-roi", una
deidad del desierto, y a la institución de un Matriarcado del desierto. Teubal
sugiere que Agar era sacerdotisa, e incluso hija de faraón.
Esclava y
princesa, por tanto. Dualidad del ser.
La poeta proclama
la pregunta de Agar, la pregunta desde su experiencia de arrojamiento, de ser arrojada. ¿Quién es este Dios
del padre Abraham que expulsa al
desvalido? ¿Qué hace este Dios adormecido en su reino celeste? ¿Cuánta muerte y
desolación se esconde en su cuerpo? ¿Ya no recibe, ni mucho menos responde, las
cartas de sus fieles?
“Hashem es Dios”, “Alá es
Dios”, “Jesús es Dios”, siglo tras siglo, deseo sin cuerpo, en el letárgico zafiro del cielo. La fe, esa
maldición.
¿Cuántas cimas se abisman
en tu nombre? ¿Cuantas tumbas hay en el pecho de Dios?
Rota la oración donde la
muerte, pesadilla en los restos de la
noche, desprende una carta escrita ¿para quién?
Noche
en dos pedazos, Dios mutilado por su distancia.
No obstante, el
Ángel del Dios encuentra a Agar junto a la fuente. ¿De qué ángeles y dioses se
trata en los poemas? ¿qué dioses la arrojan o qué ángeles la encuentran?
El oasis, fuente
de agua, es un espejo en el que Agar mira su dolor. El agua del desierto, con
frecuencia salvadora, es aquí abismo e infierno, muerte del primer Dios
abrahámico quien la arrojó de las seguridades familiares al peregrinaje de las
dunas. Son ahora Ángeles de la duda, parpadeo de astros, proyecciones celestes
en el abismo, convertidas en infierno. El agua del oasis se confunde con la
lágrima.
Perdida para siempre en
el estanque de lágrimas, hacia mí en el espejo. Infierno celeste, proyecta un
abismo de ángeles.
Febrero. Espejo
interminable me precipita en el íntimo desvarío de mi sombra. Condenada, la
imagen me refleja el parpadeo inagotable de un astro. Lo vivido moja sin parar
una hilera de fósforos.
¡Herida de estar aquí!,
invisible, vuelta a mí, fatigo el discurso del aire, la imposible risa en la
ola elástica de sus lágrimas, donde disputan los perros los restos de la noche.
El Ángel que
encuentra a Agar entre la dunas, en el texto de Génesis es Ángel-mensajero del
Dios que ve (El-Roí), es Otro. La poeta lo percibe tan solo entre tinieblas. El
poema Ángel lo expresa diáfanamente:
país perdido, parte de mí que ya se ha ido. Secreto incendio, cielo
inexistente, noche tendida…. Son los lugares del Dios de las dunas.
Ángel, en la longitud del cansancio
Ángel, país perdido en los volcanes
apagados de la paciencia
Ángel
Bautizo otra parte de mí
que ya se ha ido
Ángel
Dos lugares en una misma hora
Esqueleto del viento
contra el espejo del aire
secreto incendio
del pueblo donde el cielo no existe
Angel
Hoy en las calles
no hay piedras
sino noches
tendidas
Desde tal
oscuridad, es como si el Ángel preguntara. La hija de Agar responde.
Vengo de la desolación, morada de un ángel desprendido
del nombre, mi juventud en otra que soy.
Va hacia ninguna
parte. Queda detenida. Su ser llamado al vuelo, su ser de alas, es constreñido
en la inmovilidad.
Hacia ninguna parte la
vida se ha ido. Un amor negado por la muerte. ¿Quién sino tú, Adbel, en la
boveda del aire, avanza en mi centro detenida?
Dobla las ánforas de una
ciudad / prolongada / de alas /
inamovibles.
El niño que fui no ha
cesado. Me enseñó el hálito fijo, la
duración en el aire, súbito brote de lo oscuro entre la mirada y la forma. El
puente del vuelo encontró su origen.
O tal vez gira y
gira, inestabilidad de la casa-tienda del desierto: astro permanente, en órbita
incesante.
Ensayo un lugar bajo el
sol. La desposesión me reconoce de este estaño sumergido en tu acento de órbita
incesante.
Mi casa, una tienda en
cualquier sitio // Corazón de astro permanente / en su abandono.
El estilo de estos
poemas recuerda en algo a Ramos Sucre, del que la poeta respira su atmósfera.
El mínimo uso del que, el yo como
sujeto, son indicaciones formales, entre otras, de este espacio común. Es un
asunto ya tocado con amplitud en otros ensayos sobre este poemario de Wafi.
Se descubre en los textos, no obstante, cierta
evolución y diversidad. Evolución hacia algunas formas más concentradas que
surgirán con toda fuerza en los haikus posteriores y, en relación con el tema
nuclear del poemario, en Con el índice de
una lágrima. Así sucede –me refiero a la tendencia minimalista- en el poema Ángel, o Mi casa, una tienda
en cualquier sitio.
Se descubre en
ambos textos la mención de:
a) el país, la
familia, la raíz;
b) el sufrimiento,
el dolor de la tierra, la violencia;
c) el oasis,
espejo, lágrima;
d) la
presencia-ausencia espiritual: el Dios de las dunas, el abismo de ángeles, el
infierno.
Puede verse mi
ensayo Viaje del corazón y comparar
con lo que antecede para evidenciar estos paralelismos.
Detallo otro
aspecto más, la presencia del aquí y allá, mostrando un par de textos de El Dios de las dunas. Lo cotidiano del
café, o el paso de unas hormigas en el presente y el aquí, conduce lejos, a la
memoria del allá, de la infancia. Sidón desolado, señala la ausencia de un yo
lejano, sufriente, casi fantasmal.
Sólo comienzo en lo
infinitamente interminable. Nada tiene lugar mientras enfrío una taza de café
sobre la mesa. Y leo tu infancia en el paso trepitante de las hormigas, paraíso
fantasmal de luz espinada como una blasfemia.
Sidón. Pueblo de huesos
sin cuerpo, sepulta la raíz del aire, el vértigo de la desolación. Hay algo en
ti señalando un lugar ausente ¿Seré yo doliéndome en tus calles?
Y hasta aquí llego
con mis apuntes, en los que he tratado de recoger algunos rasgos sustantivos de
El Dios de las dunas, con la apuesta
a una nueva edición que nos permita recrearnos y recrear, en proceso
hermenéutico permanente, estos hermosos y profundos textos.
Cauto
azulejo / escondes tu belleza / entre los nísperos (TMS)
El haiku es poema
de la vida. Sin pretenderlo como estrategia planificada, enseña.
El haiku invita a
contemplar. Dice de las pequeñas cosas, apunta a la naturaleza como maestra del
arte de vivir.
El haiku se fija
en ellas, nos hace prestarles atención contemplativa:
En Vigilia de Huesos, de Wafi Salih, son
los pequeños insectos: cocuyo, luciérnaga, libélula, mariposa, mosca, hormiga;
o las aves: pájaro, ruiseñor.
¿Qué se dirán / de rama en rama / los ruiseñores?
Se incluyen en
otros haikus de Wafi los animales domésticos tan comunes: perros y gatos. En estas
miradas, miradas-otras, taladradoras de lo real, se incluyen animales
despreciados, sapos y gusanos, o sus excrementos:
Florecen / sobre una bosta de vaca / dos azucenas
Las cuatro
estaciones, el sol y la luna, el día y la noche, los ríos y montañas, el viento
y la lluvia, la roca y el oleaje, son elementos presentes en los haikus de
Wafi.
Día sin sol: / el croar de los sapos / trae la lluvia
Ya es verano / las moscas / en su ronda hostil
Como en la
película del maestro Kim-ki-duk: Primavera,
verano, otoño, invierno y… otra vez primavera, los haikus expresan la
sabiduría oriental taoísta: “el Ciclo Cosmológico”, vinculado a los fenómenos
de la alternancia día-noche, las estaciones, la floración y el fruto… transcurre
de acuerdo con la dinámica que produce el equilibrio de los opuestos Yin-Yang
que trae armonía, renovación y vitalidad.
Contemplo el mar / enfurecido sobre la roca / no logra
quebrarla
Una estructura
repetida, que ayuda a fijar la mirada, consiste en una acción simple y tres
sustantivos, dos relacionados por el verbo, y un tercero señalando
circunstancia:
Fuera de casa / esparce la noche / su tempestad
Los “verbos
metafóricos”, como en este haiku de Buson: El sol en el ocaso / pisa la cola /
del faisán cobrizo; o el recurso de la humanización de este otro, del maestro
Onitsura: Una vez lleno de agua / el jarrón recibió / a la camelia; son vías
formales para la mirada penetrante sobre lo naturaleza; evocadora de lo
esencial de la vida.
Wafi
escribe:
En el río / los amantes desbordan / la inmensidad
El sol de hoy / juega con las nubes / de este poema.
Ofrendan la noche / los blancos jazmines / bajo la
lluvia.
A
veces, formalmente, la “metáfora desvelada” del haiku está cercana a una
definición o una adivinanza:
La angustia: / luciérnagas en ronda / sacuden el
corazón
Noche en vela: / el amor de los gatos / sobre el
tejado
La primavera: / en la cesta del mercado / canta el día
Inocencia: / el niño toca la luna / con una mano
En ocasiones se
introducen en los haikus los verbos ver, contemplar, mirar… Así se hace
explícito el sujeto que contempla, reforzado en el caso que sigue con una pausa
en el movimiento:
Me detengo / contemplo las hormigas / sobre mi sombra
Estos elementos
formales invitan, insinúan y, con sutileza, permiten acceder a la contemplación
por un camino más expedito.
Si bien el haiku
tradicional de los maestros japoneses, por lo que me consta, está referido principalmente
a la naturaleza, otros poetas contemporáneos se han ejercitado en él, desde
otras claves. Benedetti es un exponente latinoamericano, con su Rincón de haikus, de una apuesta más
socio-política.
Desde estas pistas
contemporáneas que se abren, Wafi aporta un grupo de haikus, centrados que el
encuentro de dos, yo-tú:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Cuando te veo /una flor invisible / perfuma el aire
O en su
desencuentro:
Vacía para mí / colmada de palabra / ésta: tu carta
Borra tu huella
/ la niebla, el dolor / y estas lágrimas
Hablas de amor / indiferente la brisa / enfría tu
aliento
En la mayor parte
de estos casos, puede apreciarse que Wafi no deja de lado la mirada
contemplativa sobre la naturaleza.
Este diálogo, hay
veces en las que deja de incorporar a un tú humano directo, para establecerse
con un tú animal o flor:
Gato travieso / al borde de mi cama / ronroneas
Flor de verano / un gusano silencioso / roe tu tallo
Aunque detrás de
ellos se esconda el sujeto humano, como en éstos:
Detente, detente
/ corazón de libélula / el sol te quema
Pájaro gris / tienen
prisa los años / en tu plumaje.
Contemplación
de la naturaleza, con preferencia formal por la tercera persona; dialoguicidad,
presente en los haikus en segunda persona; y también haikus en primera persona,
en los que el hablante es un yo. De éstos trato en lo que sigue.
El
femenino del sujeto, permite lanzar un anzuelo sobre la autora, metamorfoseada
sin pudor de purista literario, en el yo del haiku. La introspección no es aquí
un ejercicio psicologista, de introversión recluyente, sino el reconocimiento
de su historia pasada:
¿A dónde zarparon / los barquitos de papel / de cuando
era niña?
Y
presente:
En esta casa/ como una luciérnaga / estoy sola
Para,
finalmente, asumir desde la mayor libertad y abandono, el propio ser:
A la intemperie / en vigilia de huesos / llevo mi alma
Me desnudo / borro lentamente / cada palabra
El
final del poemario, apunta a la vida que se abre entonces:
Vuelvo a mí: / unos ruiseñores / cantan ahora
Ejercicio
del vivir.
El haiku es poema
de la vida. “Instante significativo de la cotidianidad” –se ha dicho. En cuanto
a su espiritualidad, está marcado por el zen japonés (deudor del budismo hindú
y del taoísmo chino), y apunta a la iluminación: el despertar del Buda.
Comienzo señalando
algunos de los elementos vitales, “iluminadores”, manifiestos en los haikus
del poemario Caligrafía del aire, de Wafi Salih, ya anunciados en mi anterior
ensayo, referido a Vigilia de Huesos…
Lo cotidiano
sencillo nos lleva a la iluminación. Como en la historia del monje que le dijo
al maestro Joshu: “Acabo de entrar a este monasterio. Por favor enséñame”.
Joshu preguntó: “¿Has comido tu arroz?” El monje respondió: “Ya he comido”.
Joshu le dijo: “Entonces sería mejor que lavaras tu plato”. En los haikus de
Wafi, son los pequeños animales los que muestran la vida sencilla, el valor de
las cosas pequeñas. Lo más simple nos hace despertar. Aquí –en Caligrafía..-están los pequeños
insectos: mariposa, hormiga, mosquito, grillo; y las aves: pájaro, ruiseñor,
gorrión, tortolita, gaviota.
Agua y frío / en mi ventana / dos mariposas
Se hace explícita
la mención de su pequeñez, en el caso de otro animal -la rana-:
Sombra muda / la diminuta rana / sobre la hoja
Y se agrega a los
ratones:
Este invierno / los ratones no encuentran / migas de
arroz
Entre
lo más peculiar que identifica a este poemario, Caligrafía del aire, resulta un rasgo que ya estudié en el caso de Vigilia de huesos, pero aquí se hace tónica
constante: el alternar de la vida, sus ciclos, el paso de una etapa a otra, los
elementos o fases de la naturaleza (cinco en la tradición china, cuatro en
otras antiguas tradiciones), los opuestos armonizados….
El día y la noche, las
estaciones… se hacen presentes:
Viento de invierno / sostiene ¿qué? / ¿tanta tristeza?
Flores de azahar / despinta la noche / blanca
fragancia
Especial aparición
tienen algunos de los elementos de la naturaleza: agua, tierra y aire. El agua
en sus diversas formas o estadios: escarcha, rocío, lluvia, nieva, gota… La
tierra, piedra o fango. Y el aire: viento, cielo, nubes; con la observación que
este último elemento, que marca el título del poemario, no se incluye entre las
cinco fases de la naturaleza en la filosofía tradicional china. Así va quedando
claro que los haikus de Wafi beben en distintas fuentes (orientales y
occidentales) sin apostar por una corriente filosófica particular.
Gotas de rocío / ¡quién las distingue! / sobre el agua
Desde la rama / el gorrión lee el agua / sobre la
piedra
Frío de invierno / queja del viento / en mi ventana
Nacer y morir,
florecer, son otros modos de evocar el ritmo vital, transito de la vida de una
etapa a otra:
Lindo día / muere en los ojos una flor / otra nace
La luz y la sombra, son expresión de la armonía de
opuestos en el yin-yang:
La mariposa / bate dos mitades de la luz / dos sombras
Hay una estructura
muy recurrida en el poemario posterior Vigilia
de Hueso, que no es tan común aquí, pero hago referencia a ella. Consiste
en una acción simple y tres sustantivos, dos relacionados por el verbo, y un
tercero señalando circunstancia. Los sustantivos permiten aguzar la mirada
contemplativa sobre la escena, sobre sus detalles. El verbo único concentra la
acción simple.
Una mariposa / en la puerta del cielo / abre el templo
Un ejemplo de lo
que he dado en llamar “verbos metafóricos”, se tiene en este haiku en el que la
ronda de los insectos sobre las plantas se expresa como tejido de canciones:
Los insectos / tejen sobre el perejil / verdes
canciones
A
veces, formalmente, en sutil juego metafórico, el haiku se acerca a la
adivinanza:
Monjes en fila / gotas de rocío / en el templo
Sombra muda / la diminuta rana / sobre la hoja
Perfume / de primavera / la luna sola
En los haikus
tradicionales hay una mirada particular sobre algunos personajes, que mantienen
su natural esencia: los niños, el mendigo, la muchacha…; personajes que remiten
a la sabiduría y la paz. Esta perspectiva la recoge Wafi en algunos de ellos:
Un sendero de hormigas /
guía al vagabundo / esta tarde
Tul y encaje / camina la niña / entre nubes
Entre la lluvia / la niña llora / nadie lo nota
En el jardín / ajeno a los gladiolos / un niño llora
El llanto del niño
y la niña, apenas descubierto a la mirada del poeta, lanza la pregunta por la
razón de tal llanto. Este otro haiku permite interrogar por la propia realidad
humana en su desarrollo evolutivo:
Ve en el retrato / el niño que era / yo ¿o un extraño?
La pregunta por el
llanto de los niños y la evolución humana, se asocia bien con la pregunta por
el mundo en que vivimos. Ya comenté en mi anterior ensayo sobre Benedetti como
exponente latinoamericano de un haiku más socio-político. Aquí, más que en Vigilia de hueso, Wafi muestra con
claridad su mirada contemplativa al mundo. Un mundo sufriente, sobre el que el
alba llora, lavando en algo su dolor:
Sobre el mundo / deja sus lágrimas / el alba
Un mundo que cae,
pero lo hace lenta y suavemente, a ritmo de historia:
Refleja el mundo / esta hoja que cae / sin resistencia
Para mis ojos / el mundo se desliza / entre las flores
La flauta, con su
melodía, derrama sobre la tierra seca una humedad transida de dolor.
Una flauta / escarcha de lágrimas/ el desierto
Sufrimiento y
salvación.
La relación entre
opuestos, en equilibrio y armonización, no sólo se da en los ciclos o fases de
la naturaleza, sino en la historia y el fluir del mundo.
Algo de ángel / tiene esta mariposa / sobre el fango
Igual de suaves / espinas y pétalos / para el rocío
Ciudad derruida / de dónde llega / tanta fragancia
Semejante a este
último haiku en su primer verso, léase el haiku de Vigilia de huesos:
País derruido / un lamento de lluvia / sobre las
piedras
Obsérvese, sin
embargo, que en este haiku de Vigilia,
se ha perdido la dimensión de oposición: allá fragancia, aquí lo derruido queda
en lamento.
Un grupo de haikus
del poemario en estudio, están centrados en la añoranza del amado; y la mayor
parte de ellos: nocturnos:
Medianoche / esta tormenta / trae tu voz
Noche sin luna / la luz me llega / de tu sonrisa
En semejanza y
desemejanza de naturaleza y amado: voz semejante a tormenta, luz en contraste
con la oscura noche. La semejanza aparecerá de nuevo en Vigilia:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Otros versos
refieren la ausencia de la persona querida:
Negra noche / igual a otras / donde no estás
Viento y suspiro,
son caligrafía del aire, caligrafía del corazón deseante:
Cuando te vas / murmullo de alas / trae el viento
Rostro ausente / caligrafía del corazón / cada suspiro
Amor distante / suspira el viento / toda la noche
Caligrafía del
corazón, en juego con el título del poemario, Caligrafía del aire, establece una pista para leer algunos haikus
más:
Tras la lluvia / más fresco el aire / también el alma
La primavera / desata sus cabellos / sobre mi almohada
Puede apreciarse
que Wafi no deja de lado la mirada contemplativa sobre la naturaleza: lluvia,
viento o noche, primavera, evocadora de la experiencia interior.
El
haiku permite ahondar, desde la naturaleza, en la vivencia interior. Permite
pasar de lo material al “signo espiritual”. La iglesia, el templo, los monjes,
o el ángel son ámbitos y personajes que evocan, en su quietud “natural”, esta
dimensión de espiritualidad.
Copos de nieve /
caligrafía blanca / sobre la iglesia
La
naturaleza clama por lo divino. Así, la lluvia misma es plegaria:
Llueve / repiquetea en
cada gota / una oración
Dios
se manifiesta en su no-ser, en su trascendencia, inatrapabilidad,
in-amarrabilidad. Escapa de los cercos racionales, modernos.
Sobre el agua / trazo con
mi dedo / el rostro de Dios
Su
rostro se desvanece al intentar grabarlo con otra caligrafía, no ya de aire
sino de agua, escritura “digital”. Estamos cerca de la teología-negativa de
Tomás de Aquino, la Nada de los místicos (tanto occidentales como orientales),
o incluso el llamado politeísmo naturalista de algunas antiguas tradiciones religiosas.
Algo
más aporta este haiku:
Dios en la hoja / la rama
nueva / y el árbol muerto
Dios
en lo pequeño, en la naturaleza escueta, en su ser de vida, con su muerte tan
propia. Armonía de opuestos.
En
algunos poemas aparece un explícito yo poético. En continuidad con la mirada
espiritual que antecede, tres de ellos, desde el yo contemplativo, apuntan al
cielo, señal de la iluminación interior.
Miro el cielo / mosquitos alrededor / yo no los veo
Miro el cielo / miles de mariposas / en una sola
Miro el cielo / todas las nubes / me pertenecen
Sorprende la
mención de la propia tumba, asunción de la vida en su integralidad, con ciertos
tonos vallejianos, en aquello de: Me
gusta la vida enormemente /pero, desde luego, / con mi muerte querida y mi café;
manteniendo sin embargo esa dosis de sabiduría oriental: la muerte y la vida
como etapas de un mismo fluir existencial.
Sobre mi tumba / nace un poema / perfuma la luna.
Los
dos haikus que cierran el poemario resaltan la mirada interior, el suave
trascurrir de la historia, y la naturaleza compositora de las más exquisitas
melodías:
Para mis ojos / el mundo se desliza / entre las flores
Los insectos / tejen sobre el perejil / verdes canciones
Planteamiento
similar utilizará Wafi en Vigilia de
huesos, al cerrarlo con el canto de los ruiseñores, ejecutores magistrales
de estas verdes canciones.
La poesía, en su función
original como factor de la cultura primitiva,
nace en el juego y como juego
Johan Huizinga
El holandés Johan Huizinga (1872-1945) escribió su Homo Ludens en 1938. En este texto
afirma que la poesía es “un juego sagrado, pero, en su carácter sacro, este
juego se mantiene constantemente en la frontera de la alegría desatada, de la
broma y de la diversión”. El deseo de belleza “se siente como prodigio, como embriaguez
de la fiesta, como arrobo”. [ii]
La asociación del juego con la cultura, desde J.
Huizinga, o de la infancia y el juego con la historia (con lo sagrado, el rito
y la danza) como propone Agamben en Infancia
e historia, nos sitúa bien para afrontar la lectura del poemario de
Wafi Salih: Cielos descalzos.
Cortázar define el juego no como algo infantil, sino
como “una actividad profundamente seria, el juego como algo que tiene su
importancia en sí, un sistema de valores, que pueda dar una gran plenitud a
quien lo está practicando” [iii].
El vínculo del juego con la poesía es más específico.
Beatriz Osés García[iv]
identifica tres rasgos que hermanan poesía y juego: libertad, gratuidad y
creación. Se puede decir que la asociación del juego con el arte, la literatura
(Cortázar) o la poesía (de nuevo Huizinga) estriba en su carácter libre (aunque
paradógicamente reglado: “se desarrolla dentro de ciertos límites de tiempo,
espacio y sentido, en un orden visible, según reglas libremente aceptadas”
–dice Huizinga), gratuito (“fuera de la esfera de la utilidad o de la necesidad
materiales” –de nuevo Huizinga) y creador.
Tratándose de literatura infantil, mal llamada con
frecuencia literatura para niños –me advierte con toda verdad mi amigo Armando
Hernández Quintero, escritor y profesor de literatura-[v],
la simbiosis juego y poesía aún es mayor. La infancia es la etapa de la vida en
la que aún el mundo mercantilista del trabajo no se ha apropiado de los
corazones humanos -como lo hará en muchos casos hasta reducir el juego al
entretenimiento del no-vivir-, el juego es aún arte sagrado de creación,
ejercicio progresivo de humanización. Desde estas claves acerco el texto de
Wafi Salih, Cielos descalzos, a sus
posibles lectores.
El haiku, un tipo de poesía que en autores como Basho
o Issa adquiere características místicas o espirituales, sin perder esta
dimensión -o quizás precisamente para mantenerla-, es en Wafi tratado con un
tono lúdico que en el presente ensayo pretendo rescatar.
La poesía como juego se muestra en primer lugar en el
juego de palabras, presentes tanto en la antigua poesía popular, los
trabalenguas y dichos rimados, como en los juegos fónicos, anomatopeyas y
cambios de acento de las palabras, la prefijación, la sufijación, la división
del discurso, o la construcción artificiosa de la frase. Rafael Alberti o
Gloria Fuertes son exponentes destacados en la lengua castellana contemporánea
de estos juegos lexicales.
Huizinga se detiene en el haiku japonés:
…en
su forma actual es un pequeño poema de tres versos de cinco, siete y cinco
sílabas, respectivamente, casi siempre expresión de una tierna impresión de la
vida de las plantas o de los animales, de la naturaleza o de los hombres, a
veces cargada de cierta melancolía y otras con rasgos de humor ligero. […]
Primitivamente el haikai fue
un juego de rimas encadenadas, que uno iniciaba y otro proseguía.
refiriéndose en
particular al juego poético que realizaban Batsho y sus discípulos.[vi]
Beatriz Osés García –en el enlace ya citado- se suma a
esta descripción del haihu como juego, a partir de su forma breve, concisa:
…un juego con un puzzle
de muy pocas piezas, con la esencia de las palabras, con un estilo desnudo y,
al mismo tiempo, sugerente y lleno de matices, con la posibilidad de crear
pozos y abrir diferentes niveles de lectura, de provocar diversas
interpretaciones y de despertar alguna reacción en el lector.
Las repeticiones sum,
sum; salta, salta, así como el abundante uso de diminutivos (cangurito,
fantasmitas, monito, ratoncito, pececitos, sirenitas, caballitos, farolitos,
pijamitas, piedritas, gordito…) en los haikus de Wafi Salih que refiero aquí,
expresan esta dimensión lúdica en el uso de las palabras.
Pero, retomando a Huizinga, en segundo lugar se
muestra el juego en las temáticas asociadas al poema.
No solamente en la
forma exterior del discurso existe una conexión entre poesía y juego. De manera
igualmente esencial se nos presenta en las formas imaginativas y en los
motivos, y en el modo en que éstos operan y se expresan. […] …el substrato es
una situación de la vida humana o un caso de sensibilidad humana apropiados
para comunicar la tensión a otros.
Sobre estas situaciones de la vida me detengo. Los
haikus de Cielos Descalzos van
describiendo distintos tipos de juego, que corresponden a los que los
psicólogos en la línea de Piaget, han identificado como procesos del desarrollo
evolutivo humano. Las dos primeras fases resultan relevantes para el
acercamiento a los haikus de Wafi Salih: el juego funcional o de ejercicio y el
juego simbólico.
El juego funcional tal como lanzar, esconderse,
caminar, golpear…, que permite el dominio del espacio, se expresa en este haiku
de Cielos Descalzos:
Salta salta / en su saco de
dormir / el cangurito
El juego simbólico se muestra en sus más variadas
vertientes.
Como interacción con la naturaleza, niña-manzana:
Esa niña come / esa manzana redondita / un mundo rojo
Como interacción social, niña en el juego del alimón:
Detrás del árbol / una niña en
esa foto / juega al alimón
Como sustitución de objetos, cometa por odalisca:
En el cielo / una odalisca de
papel / mi cometa
Como sustitución de la naturaleza, mangos por luces de
árbol navideño:
Titilan para mí / como árbol
de navidad / los mangos
O, en otros haikus: piedritas por soldados, sol por
señor gordito, dibujos en la arena por muñecas, calas blancas por fantasmitas.
Como sustitución de animales:
Pueden leerse los haikus de Wafi Salih, desde lo que
Beatris Osés García confiesa:
En la mayoría de mis
poemas recurro a los animales para crear imágenes poéticas. La animalización es
un medio para distanciarme y, al mismo tiempo, hablar con libertad de los
animales que llevamos dentro. Estos personajes conectan con el tiempo de la
infancia y con la tradición. Me permiten el juego de la inversión, la
vanguardia y la ruptura con lo previsible.
Para el lector –amplío su receptor, que ella concreta
al aula-:
…resulta divertido,
incluso liberador, aceptar esta propuesta para voltear la realidad y buscar
otra más original, más equilibrada o más justa.
La presencia de haikus relativos a animales en el
texto de Wafi operan del mismo modo: transformados en otra cosa, permiten
imaginar un mundo más justo…. Permiten, además, descubrir los animales que
cargamos en actitudes y conductas.
Como hicieran las antiguas fábulas, algunos de estos
haikus lanzan un reflejo sobre nuestra sociedad, con sus cautividades, trabajos forzados, guerras,
mercado de pobre, poderes monárquicos. Y al hacerlo con humor, desbaratan su
pretensión de poder dominador: luciérnagas cautivas, tanque de guerra, bolsa de
mercado o rey viquingo están allí para burlarlo.
Otros haikus desprestigian la apariencia asentada en
el mundo urbano, tanto como el discurso vacío de ciertos círculos sociales: los
ponen en entredicho. Así el monito de circo, el cisne o esta gallina:
Señora con fustán / la gallina
clueca / no deja de parlotear
Las acciones humanas y los oficios aparecen en los
haikus de Wafi al modo de otra sustitución simbólica, la del disfraz. En esta
ocasión, con una valoración más positiva. Dice Huizinga, refiriéndose a la
personalidad del héroe, que mantiene la tensión en los textos literarios:
…el héroe lleva una
máscara, se presenta disfrazado, encierra en sí un misterio. De nuevo estamos
muy cerca del ámbito del viejo juego sagrado, del ser escondido que se revela a
los iniciados.
En Cielos
Descalzos, ratoncito y gato, panadero y caballero, pasan por héroes:
Un caballero / mi gato con
bufanda / en el invierno
Tiene aires / este
ratoncito blanco / de panadero
Pájaros y peces surcan la poesía, son voces que la
habitan –dice Beatriz Osés García. Así son los haikus de Wafi Salih: gaviota-pañuelo
sobre la playa, pececitos sin prisa, pájaros volando.
Van sin prisa / pececitos de
colores / pájaros de agua
Anuncian otro mundo posible, el de la poesía y la
fiesta, con justicia y sueños cumplidos: alas de cristal (transparencia del
mundo), versos de agua que la naturaleza plasma (el pulpo), la celebración de
la vida y de la noche que alumbran los cocuyos.
Es mundo en el que el pobre es visibilizado:
Son farolitos / en el rostro
del pobre / los cocuyos
Las ovejas –signos del insomnio desestabilizador-
también duermen empijamadas:
Visten las ovejas / del niño de su cama / pijamitas blancas
Termino con Huizinga:
El estado de ánimo que
corresponde al juego es el arrebato y entusiasmo, ya sea de tipo sagrado o
puramente festivo, según el juego, a su vez, sea una consagración o un
regocijo. La acción se acompaña de sentimiento de elevación y de tensión y
conduce a la alegría y al abandono.
Esto se muestra en los haikus de Wafi, en los que la
presencia del yo se hace determinante. Mares y cielos, estado de ánimo de
elevación y abandono:
Una sirenita /
galopa en mis sueños / caballitos de mar
Cuando la miro / la jirafa parece / tocar el cielo
El entusiasmo
admirativo se hace evidente en estos versos:
Ah mariposa / tus alas entre
las flores / confundidas
Descálzate,
la tierra que pisas es sagrada (Ex 3,5) -dirá YHVH[vii]
a Moisés en el texto de la Torá. Es tradición que aún conserva el Islam entre
su ritual religioso. Nos descalzarnos para acercarnos a la tierra nueva, al
mundo de los sueños, para entrar en él respetuosos, con tiento; para acceder al
mundo de la infancia como ante el bebé dormido, para no despertarlo… Y
sorprendentemente observamos que son los cielos los que se han descalzado…. han
entrado a nuestro mundo de puntillas o, con los versos de Wafi, sutilmente
rondándonos, como si de un juego se tratara:
Rondan las flores / el sum sum de las abejas / cielos descalzos
¿Aceptamos entrar en ese juego?
La relectura del
maestro Basho en su obra Las cuatro
estaciones me ha permitido un nuevo acercamiento a los haikus de Wafi Salih, en esta ocasión a
su texto más reciente Honor al fuego.
Con frecuencia retomaré alguno de sus textos anteriores, de modo que puedan
apreciarse algunas intertextualidades, evoluciones y contrapuntos.
Basho previene
sobre la vida:
No lo olvides:/ caminamos por el infierno, /
contemplando flores.
La armonía de
opuestos, luz-sombra, también se hizo presente en Caligrafía del aire, de Wafi Salih:
La mariposa / bate dos mitades de la luz / dos sombras
Ahora, de nuevo,
en Honor al fuego:
Junto al cardo / ilumina el cocuyo / a una rosa
Sombra del día / ¿Quién te despliega / y hace la
noche?
Los opuestos
–infierno-flores, luz-sombra, cardo-rosa, día-noche– son revelados, en
epifanía, bien sea por la luz del cocuyo,
por el batir de alas de la mariposa, por un despliegue misterioso o por el
ejercicio de la contemplación y de la memoria.
Este “infierno” al
que se refiere Basho, al de nuestro mundo, por el que “caminamos”, está hecho
de violencia. Con frecuencia destructiva, sin desearlo, ejercida por simple
torpeza, o por ejercicio de naturaleza inconsciente:
Torpe mi gato / detrás de las mariposas / pisando
flores
Basta un elefante / para aplastar un reino / de hormigas
Incluso la caricia
puede llegar a transformarse en violencia que doblega:
Dobla el bambú / cuando lo acaricia el viento / su
dura espalda
A veces, surge la
violencia furiosa de un elemento sobre otro, como en Vigilia de huesos, pero sin causar el efecto destructivo, que en
otras circunstancias sí provoca:
Contemplo el mar / enfurecido sobre la roca / no logra
quebrarla
Aquí, en Honor al fuego, la violencia de las
pulgas es violencia que no logra mellar la felicidad:
Lleno de pulgas / mi perro ha vuelto / feliz del
campo
En mi ensayo sobre
Vigilia de huesos, hice referencia a
las “metáforas” –si así pueden llamarse– presentes en los haikus de Buson: El sol en el ocaso /
pisa la cola / del faisán cobrizo; en Onitsura: Una vez lleno de agua / el
jarrón recibió / a la camelia; y en la misma Wafi Salih:
En el río / los amantes desbordan / la inmensidad
Ofrendan la noche / los blancos jazmines / bajo la
lluvia.
La angustia: / luciérnagas en ronda / sacuden el
corazón
La primavera: / en la cesta del mercado / canta el día
Estas “metáforas”
apuntaban, según dijimos entonces, a una mirada profunda sobre la vida. Sin
embargo, en Basho, la mariposa o el iris, son apenas “parecido”, reflejos en el
agua.
Cómo se parece
/ a su reflejo en el agua / el iris.
Sobre la piedra / ha dibujado la lluvia / una mariposa
En Honor al fuego se puede intuir la
pregunta: ¿qué significan unas flores extasiadas, unas flores detenidas en el
tiempo de su existencia?
Extasiadas / las flores ante el espejo / del tocador
¿Qué son el río y el sauce sino espejos?:
Míralo bien / el sauce del patio / es un espejo
El río da a las flores / como a la reina su rostro /
en el espejo
Los animales, en
su camino, marcan un mundo alterno: nuevo canal en el río, senda entre el polvo
de los libros, vía láctea sobre el poema:
Una manada / de hipopótamos, abrió un canal /del
pantano al río
Quitó el polvo / una huidiza lagartija /
en mi librero
Vía Láctea / danza sobre el poema / una mariposa
¿Cuál es la relación
de la palabra con la belleza? Los poemas semejan aves y flores:
Nace un mirlo / en el follaje de estas letras / sobre
el papel
Maceta de palabras / en el mercado de flores / un
libro de poemas
Y sin embrago:
Tanta belleza / solo un débil reflejo / atrapa el
verso
Finalmente, el
apuntar de la metáfora hacia una mirada-otra, se vuelve sospecha sobre lo real.
La alteridad deviene asombro, nada, lección de Zen:
Lección de Zen / sigo el rastro invisible / de un
caracol
Invisibilidad que
vuelve a recogerse aquí:
En la neblina / mi escoba invisible / barre a tientas
Los términos neblina, invisible y a tientas
expresan esa sombra de duda en el quehacer humano. Barrer y escoba
simbolizan genéricamente cualquiera de sus acciones, pero en particular el
ejercicio de la escritura, referido en varios haikus más. Apunta también, desde una hermenéutica
contemporánea en clave de mujer, a una sutil y risueña crítica a los discursos
androcéntricos –que se percibe en su evocación de las “brujas”, mujeres
represaliadas, invisibilizadas y representadas en sus escobas voladoras.
La muerte de los
animales es fluir de la naturaleza. Así lo refiere Basho:
Este mismo paisaje
/ oye el canto y ve la muerte /
de la cigarra.
Cercanos a éste de
Basho, en cuanto al tema del canto de los animales que llega a su fin, y sus
consecuencias, escribe Wafi Salih:
Muere el grillo / la orquesta del patio / desafina
¿Dónde (está) ahora / la caja de resonancia/ del
grillo muerto?
¡Cuántas moscas / sobre el ruiseñor que ayer /cantó a
la flor
El grillo y el
ruiseñor han dejado de cantar. Sus órganos ya no reproducen el sonido, las
moscas rondan su cuerpo, el canto –sin ellos– ya no es igual.
La muerte de los
animales remite a la propia muerte. Sobre Caligrafía
del aire escribí, respecto de que lo que era allí excepcional:
Sorprende la
mención de la propia tumba, asunción de la vida en su integralidad, con ciertos
tonos vallejianos, en aquello de: Me
gusta la vida enormemente /pero, desde luego, / con mi muerte querida y mi café;
manteniendo sin embargo esa dosis de sabiduría oriental: la muerte y la vida
como etapas de un mismo fluir existencial.
Sobre mi tumba / nace un poema / perfuma la luna.
En verdad, no es
tan sorprendente, si se tiene en cuenta la misma mención en el poeta Basho. La
conciencia de la muerte del poeta es conciencia de eternización en la
naturaleza y en su ciclo:
Cuando me vaya, / guarda bien mi tumba, / saltamontes.
En Honor al fuego, esta conciencia de la
muerte se hace más aguda. Fuego y noche, ceniza y tal vez –cuestionamiento
sobre el futuro- flores nuevas, es lo que permite expresar el afán de
trascendencia, una especie de testamento espiritual de Wafi Salih, con este texto
que parece llamado a cerrar un ciclo poético, a través de estos haikus.
Sobre mi tumba / florecerá la noche / ¿Quién lo
sabe?
Cuando yo muera /
harán mis cansados huesos /
honor al fuego
Respecto a Vigilia de huesos escribí:
En los haikus
tradicionales hay una mirada particular sobre algunos personajes, que mantienen
su natural esencia: los niños, el mendigo, la muchacha…; personajes que remiten
a la sabiduría y la paz.
Y anotaba, entre otros,
estos haikus:
Un sendero de hormigas /
guía al vagabundo / esta tarde
Tul y encaje / camina la niña / entre nubes
En Honor al fuego aparecen, en ese mismo
tono, la niña, los amantes y el viejo. Vejez y niñez se valoran como etapas de
la vida. La vejez es considerada luna
menguada. El viejo es el sabio que toma decisiones oportunas ante la naturaleza
amenazante. Las niñas, en contraste con el viejo que se recoge, buscan las
flores que adornen sus cabellos.
Suspira el viejo / cerrando la puerta / al rudo
invierno
Semeja un viejo / corvada en el estanque: / luna
menguada
Para sus trenzas / las niñas coquetas / rondan las
flores
Los mendigos y locos enseñan nuevas miradas:
La loca del pueblo / va contando estrellas / mientras
camina
Granos de arroz / el mendigo los mira / perlas
pequeñas
Los amantes, bajo
la lluvia o en el otoño, expresan esa misma esencia de la vida en sus diversas
etapas:
Se estremece / la sombra de los amantes / en la pared
Amor de otoño / se entrelazan las manos / para el
invierno
Ancianos, ella y él / siguen elevando cometas / cuando
se miran
En semejanza de
naturaleza y amado, viento y suspiro son Caligrafía
del aire, caligrafía del corazón deseante:
Rostro ausente / caligrafía del corazón / cada suspiro
Amor distante / suspira el viento / toda la noche
Y ahora, en Honor al Fuego, lluvia y suspiro, nieve
y huella, evocan también al amado:
Blanca tan blanca / como fila de ángeles/ tu huella en
la nieve
Suspira por ti / esta lluvia que cae / menuda, lenta
A los haikus de Vigilia de Huesos, centrados en el
encuentro de dos, yo-tú:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Se podrían
agregar:
Amado mío / me
miro en el espejo / y veo tus ojos
Toc, toc, mi corazón /El paraíso de tus manos / tras
una puerta
Las noches del
maestro Basho cambian con las estaciones. La noche primaveral se vive así:
Bebamos toda la noche / para hacer un tiesto de flores
/ con el tonel.
La noche de Honor al fuego es tranquila y
primaveral. El gato es su dueño. No hay amantes que la inquieten.
Sobre el tejado / la desnudez de la luna / ronronea el gato
Llena de noche / la chicharra canta / ajena a todo
Las flores en los
haikus apuntan a lo sensible, al movimiento y al encuentro. En este haiku de
Basho, los pétalos gimen y caen, y se vinculan al agua saltarina.
¿Los pétalos de la rosa amarilla / gimen y caen al oír
/ el agua saltarina?
En Honor al Fuego se leen éstos, que relacionan
sol con girasol, en un movimiento de búsqueda; o luz con cerezo, en feliz
desposorio:
Busca su rostro / en el sol naciente / el girasol
¡Es un poema! / he desposado la luz / con el cerezo
Los lirios
muestran la transformación estacional. Tal vez en otoño, ven la tormenta desde
el interior (están vivos). En el invierno yacen secos.
Por mi ventana / los lirios del comedor / ven la
tormenta
En el invierno / junto a la chimenea / un lirio seco
Los olores
introducen otro elemento en la sensualidad leve de los haikus. Así es Basho:
Flores de ciruelo / la nariz, el corazón.
Y así mismo en
Honor al fuego:
Es un poema / el olor del romero / en mi cocina
Estoy olvidando / por las rosas del delantal / mi
traje de seda
El
haiku permite ahondar, desde la naturaleza, en la vivencia interior. Permite
pasar de lo material al “signo espiritual”. La iglesia evoca, en su quietud
“natural”, esta dimensión de espiritualidad –dije referido a Vigilia de huesos, citando:
Copos de nieve /
caligrafía blanca / sobre la iglesia
Mas,
en Honor al fuego, esta visión de lo
sagrado manifiesta en los signos de iglesia y templo, se trastoca, como lo
hiciera ya provocadoramente Basho. En lo humano reside la presencia de lo
sagrado, tanto como la de las moscas
–ironiza Basho. Es curioso el modo sutil diferenciado que establece para
referirse a esta presencia en el siguiente haiku. Las moscas rondan lo humano,
como a la basura o las heces. Son algo externo, y el ser humano es asimilado a
lo despreciable. Los Budas no lo rondan
(lo humano), están presentes en su interior. El ser humano se asimila a lo
santo.
Donde hay hombres /
encontrarás moscas / y Budas.
En
lo humano cohabitan heces y santidad. Los poetas lo dicen bien, ahora sí, en Honor al fuego:
Cada poeta / transcribe
en sus letras / cielo y lodo
Y
así, en lo sagrado (templo, iglesia) menos lustroso (de pueblo o en
ruinas) pueden advertirse seres
inoportunos (ratones o mosquitos).
Ratón sin casa / en la
iglesia del pueblo / duerme la siesta
Templo en ruinas / oigo a
los mosquitos / multiplicarse
Lo
sagrado (iglesia, templo o cielo) queda desfigurado, sin rostro, rodeado de
vetustez y pobreza.
¡Qué gran pueblo! /
casuchas desvencijadas / rodean un templo
Casa en ruinas / una
mujer espera / señales del cielo
Niña descalza / por un mendrugo de pan / llega a la iglesia
Y,
no obstante, se apunta otro modo de lo sagrado, al estilo de lo que reclamara
el texto del Trito-Isaías, de la Escritura judeo-cristiana (capítulo 66, verso
1), en un contexto de “secuestro de lo sagrado” por los grupos sadocitas
(siglos V y IV antes de la era cristiana):
Así
dice YHVH: el cielo es mi trono y la tierra estrado de mis pies: ¿Qué casa
podrías edificarme? ¿En qué lugar moraría yo?
El
cielo de Honor al fuego se torna
espacio de los sentimientos profundos –suspiros, enamoramientos, presencia
escondida-; espacio de lo sagrado.
Enamoradas /
dos cometas en el cielo / ¿O
son la misma?
Blancos suspiros / cuando
miro las garzas / cruzar el cielo
Cuando no esté / escribe
esto: sólo busco / mirar el cielo
Escribe el cielo / una
carta de amor / cada mañana
No
sólo en el cielo anda lo divino. De Basho se lee:
El mensaje de Buda /
brilla en el rocío / de una hoja.
Y
sobre Vigilia de Huesos afirmé:
Dios en lo
pequeño, en la naturaleza escueta, en su ser de vida, con su muerte tan propia.
Armonía de opuestos.
Dios en la hoja / la rama nueva / y el árbol muerto
Presencia en lo
muerto, que puede leerse como presencia-ausencia, enmarcada en el ciclo de lo
natural. Así se refleja en Honor al fuego.
Ausencia de Dios, en las hojas muertas del otoño, que anuncia los brotes
primaverales…. Hasta Dios se ausenta recurrentemente.
Dios ausente / se amontonan / las hojas secas
O se esconde en lo
recóndito:
¡Qué grandeza! / en el vientre de la ostra / el rostro
de Dios
El yo poético,
presente en las anteriores obras de Wafi Salih, aquí se hace más intenso. A
veces son los animales acercándose, comunicando sus deseos, sus cansancios y sus
mensajes ocultos, al estilo de este de Basho:
Viene a verme aquí / desde el vivero / una voz de sapo
En Honor al fuego ranas, búhos, hormigas y
moscas, dan el paso para dialogar con el yo:
Vienen a mí / pequeña rana que salta / los días idos
Aguas termales /
mira el búho desde una rama / mi
desnudez
Guardo el carbón /
las hormigas sobre mi cara /
trazan un mapa
Cansada de vivir / la mosca se ahoga / en mi taza de
té
O hasta la misma
Vía láctea se aproxima a comunicar sus cuitas:
La Vía láctea / en mi taza de té / cada mañana
En otras ocasiones
es el yo (sentimiento de tristeza o vida total) el que sale de sí, se desplaza
hacia fuera, se refleja en animales o cosas: una rana que canta, un puente
colgante, un papel escrito:
Croan las ranas / notas de mi tristeza / en su
garganta
Puente colgante / deja pasar también / a mi tristeza
Es un espejo / en este papel, un haiku, / mi vida
entera
La realidad
cotidiana, en su fragilidad y simpleza (“sólo soy”) e integralidad de vida
biológica, básica (acción de comer), y vida “espiritual” (situarse “ante”,
contemplativamente) es lo que reflejan estos haikus de Basho:
Yo soy un hombre / que se toma su arroz / ante el
roble
Sólo soy un hombre / comiendo su sopa / ante la flor
de asagao.
En la misma senda,
afirma Wafi Salih:
Mi frágil alma / ante un plato de lentejas / medita el
alba
Mitiga algo / el almíbar del níspero / en mi boca
Blanco, tan blanco /
como un plato de arroz / mi
pensamiento
Evolución humana y
natural vuelven a hacerse presentes al yo íntimo. Recuerdo de la infancia,
evocación de los antepasados; junio con mangos maduros para la vista, verano
cálido para el tacto, invierno y desnudez; con cierto tono de sensualidad.
¡Qué nostalgia! / la casa de mi infancia / llena de
flores
¿Quién comerá / los dátiles que plantó / mi abuelo?
Días de junio / titilan los mangos / en mis pupilas
En verano / sentir las piedras del río / bajo mis pies
¡Qué coincidencia! / Las vetas de estas piedras /
sobre mis manos
Rudo invierno / tiene prisa mi alma / por
desnudarse
¿De dónde vengo y
quién soy se interroga la poeta? Vengo del amor y soy naturaleza viva:
Soy los latidos / en las cartas de amor / de mis
abuelas
Sin ufanarme /
soy un simple cuco / entre las ramas
Santidad y dolor
terrenal soy; dolor de la palabra breve pronunciada:
Limpio mis santos
/ algo de mí en sus túnicas /
descoloridas
Yo Wafi Salih / un haiku con espinas / sobre la tierra
Cierro mi ensayo
con la cita:
Oigo las aves /
de los poemas de Basho / en el
ciruelo
Maestro Issa / este tachón con ira / ¿será un haiku?
Los maestros Basho
e Issa, inspiradores de la belleza contemplativa –sensorial ahora (oído y
vista)- y ascesis (evitación de la ira)- que recorren de principio a fin los
haikus de Wafi, son recordados haciéndoles honor. Honor a quien honor merece,
podría decirse. Y no obstante, bien mirada la vida, en su integralidad, el
honor va más allá de los textos escritos. Se torna universo ardiente, llamarada
cósmica que envuelve lo que resta del tiempo:
Cuando yo muera /
harán mis cansados huesos /
honor al fuego
Le han dicho a
Wafi, según alguna vez confesó, que por qué no escribe poesía erótica. Ella
piensa que lo hace, de modo sutil, metafórico. Es oportuno citar a Octavio Paz,
en La llama doble[viii]:
El erotismo es sexualidad
transfigurada, metáfora. El agente que mueve lo mismo al acto erótico que al
poético es la imaginación. Es la potencia que transfigura el sexo en ceremonia
y rito, al lenguaje en ritmo y metáfora…el erotismo es una metáfora de la
sexualidad animal. ¿Qué dice esa metáfora? Como todas las metáforas designa
algo nuevo que está más a allá de la realidad que la origina, algo nuevo y
distinto de los términos que la componen... Lo mismo sucede con el erotismo,
dice o, más bien: es, algo diferente a la mera sexualidad (p. 10).
Y en esta otra
página:
El fuego original y
primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez,
sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la
llama doble de la vida (p. 7).
En este marco,
pero sin entrar en distinciones puntuales respecto a lo erótico, sexual,
sensual y amoroso, que otros han hecho con profusión, me acerco a los haikus de
Wafi Salih sondeando su sentido de lo relacional, su sensualidad, su temática
amorosa y de ahí tal vez su sutil erotismo.
Revisando los
tradicionales haikus, principalmente de Issa, Basho y Buson, ciertamente el
erotismo no aparece entre sus rasgos destacados. Sin embargo algunas
indicaciones alusivas a lo erótico, o al menos a lo sensual y amoroso, pueden
descubrirse, especialmente en Basho. Se ponen de manifiesto en:
a) los enunciados
corporales (labio, piel, nariz, mano, corazón).
b) las acciones de
comer, morder o abrazar
c) los olores y
sabores, como elementos sensoriales
d) los elementos
visuales, en particular los colores rojo, blanco y verde
e) la presencia
explícita del amor y los amantes
Este mismo esquema
intentaré seguir destacando varios de estos elementos en los haikus de Wafi:
Los labios fríos,
expuestos al viento de otoño, insinúan apenas lo corporal en este haiku de
Basho:
Si hablo / tengo frío en los labios / viento de otoño.
En Wafi se
despliega la sensualidad en diversas menciones, de boca, labio, codo o pezón.
Amargor o dulzura en la boca y los labios:
Mitigan algo / el almíbar de estos nísperos / en mi
boca (HF)[ix]
Para todo / Amargo /
entre los labios (Haire)
Y más
explícitamente amoroso en éstos:
Besa la noche / los labios del amante / abandonado
(PN)
Muerde el codo / el labio / el pezón
(Agrego, por su significatividad, y a modo de excepción, este fragmento de un
poema breve que no es haiku, tomado de Con
el índice de una lágrima).
El corazón tampoco
aparece con frecuencia en los maestros japoneses tradicionales citados, si se
exceptúa a Basho, quien escribe:
Resignado de corazón / A exponerse al tiempo, / El
viento me atraviesa.
Flores de ciruelo / la nariz, el corazón.
Confía al sauce el hastío / y el deseo de tu corazón.
En la noche sin estrellas / me guía el corazón.
No obstante se
destacan en Issa un par de haikus más:
Viento de otoño… / ¡Cuántas cosas pesan / en el
corazón de Issa!
Para el corazón / que no duda, / las blancas flores
del ciruelo.
Wafi menciona el
corazón a lo largo de toda su obra, si bien destaca en modo notable en Consonantes de agua. Curioso el
ejercicio de revisar su mención descubriendo las ausencias en el corazón
durante los primeros poemarios, y el abrazo, la frescura y el palpitar del
amor, en los últimos.
El corazón / sin raíces / me abandona (CN)
El corazón / sobre lo lejano / detenido (Haire)
En la senda flores / y en
el corazón tu ausencia / junto a la luna (Halba)
Campanadas / alas en el corazón / agita el viento (PN)
Ningún pájaro / vuela hacia mi corazón / en el
invierno (PN)
Rostro ausente / caligrafía del corazón / cada suspiro
(Caire)
Detente, detente /
corazón de libélula / el sol te
quema (VH)
La angustia: / Luciérnagas en ronda / sacuden el corazón (VH)
Todo en calma /
y sin embargo el cucú / del corazón (Cagua)
El rocío se ha ido / de la hierba, el alba / y el
corazón (Cagua)
Se ha derribado /
un cedro del Líbano / en mi corazón (Cagua)
Cubre la montaña /
y abraza mi corazón / este sol que arde (Cagua)
Lección de zen / la frescura del alba / en el corazón
(Cagua)
Toc, toc, mi corazón /El paraíso de tus manos / tras
una puerta (HF)
El abrazo y las
manos, recién mencionados, abren el tema que sigue.
Ausente en los
haikus de Issa, Basho o Buson, el verbo tocar aporta un elemento más a la
condición amorosa de los haikus de Wafi, bien sea que se refieran a la
naturaleza, en la dialéctica propia de lo erótico (mariposa-rosa =
caricia-dolor), o al cuerpo humano.
Octavio Paz
caracteriza al amor -así como al erotismo- como una experiencia dialéctica;
positiva y negativa:
Oscuramente sabemos que
vida y muerte no son sino dos movimientos, antagónicos pero complementarios, de
una misma realidad. Creación y destrucción se funden en el acto amoroso; y
durante una fracción de segundo el hombre entrevé un estado más perfecto (El Laberinto
de la soledad[x], 83).
Es posible
descubrir esta doble vertiente en los haikus que siguen: el roce suave de la
punta de los dedos y el tocar acariciante de las manos, frente a las heridas
causadas por las espinas.
He tocado / con la punta de mis dedos / la mariposa
(Cagua)
Tarde sin ti / en la hoja del cerezo / toco tus manos
(PN)
¡Ah! la crueldad / mis manos heridas / por tocar la
rosa. (Halba)
La referencia al “estado más perfecto” puede asomarse
aquí:
El absoluto / estos dedos que rozan el pétalo / de una
flor (Caire)
Caricia, por otro lado ausente en los haikus
tradicionales, que asoma en Wafi:
Tiene mi mano /
demasiadas caricias / para
cerrarla (PN)
Dobla el bambú / cuando lo acaricia el viento / su
dura espalda (HF)
Frecuentes en
otros poemarios de Wafi, en relación con sus haikus aparecen aquí tres de estos
términos, sed, aliento y fuego, terminología típica de la poesía erótica:
Pueblo sin río / arroyos del cielo/ calman la sed (PN)
Hablas de amor /
indiferente la brisa / enfría tu
aliento (VH)
Cuando yo muera /
harán mis cansados huesos / honor al fuego (HF)
Con más profusión
aparece el término desnudez. Los pies, el cuerpo todo, el alma y hasta la misma
luna, lucen desnudos:
Amor lejano / el calor de otoño / en mi pie desnudo
(Halba)
Pies desnudos /
la arena del camino / cielos
descalzos (Halba)
Me desnudo /
borro lentamente / cada palabra
(VH)
Aguas termales /
mira un búho desde una rama / mi
desnudez
Rudo invierno / tiene prisa mi alma / por
desnudarse
Sobre el tejado / la desnudez de la luna / ronronea el gato (HF)
Son sensaciones
presentes en Basho como experiencia natural grata o repugnante:
Al olor del ciruelo / surge el sol / sobre el sendero
de montaña.
¡De qué árbol en flor no sé / pero qué perfume!
Perfume de crisantemos / suelas usadas en el jardín.
El perfume de las orquídeas / en las alas de las
mariposas / empalaga.
En Wafi se hacen
evocación de otras experiencias humanas y relacionales, que apuntan a lo
sensual. En el ámbito íntimo de casa-cocina:
Cae la lluvia / aroma a hierbabuena / llena la casa
(HF)
Es un poema / el olor del romero / en mi cocina (HF)
En la intimidad de
la lágrima, la tumba o el propio pensamiento:
Quién lo diría /
el olor de las peras / me ha
hecho llorar (HF)
Perfuma la noche /
la rosa que guarda / mi
pensamiento (Cagua)
Sobre su tumba /
germina un poema / perfuma la
luna (Caire)
Simbología dual de
la luna que representa la vida y la muerte, como el erotismo. La luna puede
simbolizar, la soledad como peligro, la muerte en la tumba, el mundo de las
tinieblas, y también la otredad, acaso inalcanzable, que el poema intenta. En
asociación con las flores, lirios y jazmines, se registran los perfumes:
Cuando te veo /
una flor invisible / perfuma el
aire (VH)
Lirios blancos /
pañuelos perfumados / para el
amante (Cagua)
Huele a jazmín /
el hueco de tu mano / junto al
espino (HF)
Aroma de jazmín / en la flauta del amante / nace el mundo (HF)
El hueco de una
mano-otra, los pañuelos evocadores, la flauta del amante, reflejan la sed de
otredad de la que nace el mundo.
El blanco de la
pureza, del rocío y la flor; el verde de la juventud, la esperanza y la
promesa; el rojo del calor y el sol. Son las formas luminosas de lo sensible,
al modo como lo expresan los maestros japoneses:
De Basho:
Nunca olvides / El gusto solitario / Del blanco rocío.
El crisantemo blanco / el ojo no encuentra / la menor
impureza.
¡Ah, qué glorioso! / Las jóvenes hojas, las verdes
hojas- / Brillando al sol!
El sol rojo brillante, / Implacablemente
caliente, / Pero el viento es de otoño.
De Buson:
Blanco rocío en la zarza; / Una gota / En cada espina.
Te marchas tú; verdes son los sauces, largo el camino.
Lleno de esperanza y promesa. / El castillo en la
cima,/ Cubierto de verdes hojas.
Ciruelas verdes; / Las cejas de la belleza / Se
juntan.
De Issa:
Esta mañana, un cielo rojo / Para ti, caracol: /
¿Estás contento?
En los haikus de
Wafi se nombran el blanco de la nieve y de los jazmines; el verde del perejil;
y el rojo de la manzana. Canto y nostalgia se cubren de luz.
Verano blanco / contra la roca: / el río canta (Halba)
Esta nevando / la noche más negra / viste de blanco
(PN)
Ofrendan la noche / los blancos jazmines / bajo la
lluvia (VH)
Hoy la neblina /
viste de blanco / tanta
nostalgia (Cagua)
Los insectos /
tejen sobre el perejil / verdes canciones (Caire)
Esa niña come / esa manzana redondita: / un mundo rojo (CD)
Las flores apuntan
a lo sensible, al movimiento y al encuentro. En este haiku de Basho, los
pétalos gimen y caen, y se vinculan al agua saltarina.
¿Los pétalos de la rosa amarilla / gimen y caen al oír
/ el agua saltarina?
En Honor al Fuego, de Wafi Salih, se leen
éstos, que relacionan sol con girasol, en un movimiento de búsqueda; o luz con
cerezo, en feliz desposorio:
Busca su rostro / en el sol naciente / el girasol
¡Es un poema! / he desposado la luz / con el cerezo
El desposorio de
la luz, refuerza lo ya señalado del matiz amoroso o pasional de los colores.
Los lirios muestran la transformación estacional. Tal vez en otoño, ven la
tormenta desde el interior (están vivos). En el invierno yacen secos. ¿Son los
lirios secos la expresión de un amor en declive?
Por mi ventana / los lirios del comedor / ven la
tormenta (HF)
En el invierno / junto a la chimenea / un lirio seco
(HF)
Un interesante
contrajuego con la mitología religiosa, con evidente carga de erotismo, en este
caso se ve reflejado en el siguiente haiku, en el que la serpiente tentadora ha
desaparecido, pero también la deidad vigilante:
Sin serpientes / solo para mi mano / la rosa, el lirio
(PN)
Los olores de
estas flores introducen otro elemento en la sensualidad leve de los haikus de
Wafi. Así es Basho:
Flores de ciruelo / la nariz, el corazón.
Y así mismo en los
textos de En Honor al fuego:
Es un poema / el olor del romero / en mi cocina
Estoy olvidando / por las rosas del delantal / mi
traje de seda
Otros olores de
flores, lirios y jazmines, anuncian al amante:
Lirios blancos /
pañuelos perfumados / para el
amante (Cagua)
Aroma de jazmín /
en la flauta del amante / nace el
mundo (HF)
El amante ve /
en una flor diminuta / cigarras tristes (Cagua)
En el haiku
tradicional de los maestros japoneses, son sólo unas pocas las referencias a
los amantes, aunque como en Basho estén referidas al amor fugaz, a la experiencia
vital de la transformación: nada permanece.
No llores /
insectos, amantes, estrellas / también partirán. (BASHO)
Por el contario,
amantes y amor abundantísimos en Wafi, aparecen con otras claves, cercanas a
las consideraciones antropológicas de Octavio Paz.
El hombre es
nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí mismo se
siente como carencia de otro, como soledad (...) La plenitud, la reunión que es
reposo y dicha, concordia con el mundo, nos esperan al fin del laberinto de la
soledad. (El Laberinto de la Soledad, 82).
Octavio Paz asoma
en este apéndice a El Laberinto de la
Soledad, que el amor es la respuesta a la soledad; que sólo el amor
posibilita la comunicación y que ésta desde luego anula la soledad; la alienación
en la que nos hallamos. Es a lo que se refería, desde la psicología, el
reconocido Erich Fromm, en sus obras clásicas: El arte de amar, Y seréis
como dioses (entre otras). Nostalgia, búsqueda de comunión, ausencia y
deseo, y también desencuentros e ingratitudes, son los temas por los que
transita Wafi en su paso por el tema amoroso. Véanse algunas muestras.
La nostalgia en Vigilia de huesos:
Noche muda / el corazón del amado / canta en mí
Cuando te veo /una flor invisible / perfuma el aire
Pero también el
desencuentro:
Vacía para mí / colmada de palabra / ésta: tu carta
Borra tu huella
/ la niebla, el dolor / y estas lágrimas
Hablas de amor / indiferente la brisa / enfría tu
aliento
O incluso la
ingratitud del amante, ahora en otros poemarios:
Amante ingrato /
con la brisa las ramas / dicen tu
nombre (Halba)
Amado ingrato / la luna de esta noche /me pertenece
(PN)
En Caligrafía del aire un grupo de haikus
nocturnos reflejan de nuevo la añoranza. En semejanza de naturaleza y amado, la
voz del amado se hace semejante a la tormenta, su sonrisa es luz que ilumina la
oscura noche:
Medianoche / esta tormenta / trae tu voz
Noche sin luna / la luz me llega / de tu sonrisa
En A los pies de la noche se lee:
El amante /
contemplando la noche / la
traduce
Rostro de sol / el amante en la noche / iluminado
Amor de ayer / a los pies de la noche / una fragancia
Se podrían
agregar, de En honor al fuego:
Amado mío / me
miro en el espejo / y veo tus ojos
Toc, toc, mi corazón /El paraíso de tus manos / tras
una puerta
Los amantes de En honor al fuego, bajo la lluvia o en
el otoño, expresan la esencia de la vida en sus diversas etapas:
Se estremece / la sombra de los amantes / en la pared
Amor de otoño / se entrelazan las manos / para el
invierno
Ancianos, ella y él / siguen elevando cometas / cuando
se miran
Enamoradas
/ dos cometas en el cielo / ¿O
son la misma?
Otros versos
refieren la ausencia de la persona querida:
Negra noche / igual a otras / donde no estás (Caire)
Amor lejano / el calor de otoño / en mi pie desnudo
(Halba)
Viento y suspiro,
son caligrafía del aire, caligrafía del corazón deseante:
Cuando te vas / murmullo de alas / trae el viento
Rostro ausente / caligrafía del corazón / cada suspiro
Amor distante / suspira el viento / toda la noche
La realidad de la
soledad se expresa en Vigilia de Huesos:
El humo del café /
calienta la madrugada / del
amante solo
Caligrafía del
corazón, en juego con el título del poemario, Caligrafía del aire, establece una pista para leer algunos haikus
más:
Tras la lluvia / más fresco el aire / también el alma
La primavera / desata sus cabellos / sobre mi almohada
En Honor al Fuego, lluvia y suspiro, nieve
y huella, remiten también al amado:
Blanca tan blanca / como fila de ángeles/ tu huella en
la nieve
Suspira por ti / esta lluvia que cae / menuda, lenta
Y estos otros
versos de amor y agua:
Desde aquel día /
el amante en el agua / mira su
rostro (PN)
Desde el puente / fatigan los amantes / el agua quieta
(Halba)
Volviendo a
Octavio Paz, sobre erotismo y poesía:
La relación entre
erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es
una poética corporal y que la segunda, es una erótica verbal. Ambos están
constituidos por una oposición complementaria. El lenguaje- sonido que emite
sentidos, trazo material que emite ideas incorpóreas- es capaz de dar nombre a
lo más fugitivo y evanescente: la sensación. (La llama doble, 10)
Esta relación
entre amor y poesía, esta erótica verbal, se evoca en otro conjunto de haikus,
en los que se hace mención explícita al ejercicio de la escritura amorosa, al
verso de amor o, más abundantemente, a la carta de amor:
Versos de amor /
en el idioma del aire / sonríe un
niño (PN)
Cartas de amor / bajo las estrellas / palabras mudas
(Halba)
Amante ausente / cartas de amor / queman la noche (Halba)
Carta de amor /
tiemblas letras dormidas / sobre
el papel (PN)
Escribe el cielo / una carta de amor / cada mañana
(HF)
Soy los latidos / en las cartas de amor / de mis
abuelas (HF)
Una cita más de
Octavio Paz, apunta a la relación del amor con la muerte y con la temporalidad.
Y le pedimos al amor… que
nos dé un pedazo de vida verdadera, de muerte verdadera. No le pedimos la
felicidad, ni el reposo, sino un instante, sólo un instante, de vida plena, en
la que se fundan los contrarios y vida y muerte, tiempo y eternidad, pacten.
(El Laberinto de la Soledad, 83).
En voz poética de
Benedetti: …una mujer desnuda y en lo oscuro / una mujer querida o a querer /
exorciza por una vez la muerte (La buena
tiniebla). Voz de varón, en este caso, con riesgo de volverse cosificadora,
pero apuntando a ese instante de vida plena del que habla Paz. Desborde de
tiempo y espacio, pacto de contingencia y eternidad, que Wafi recoge –más
inclusivamente- en este haiku, con el que cierro:
En el río / los
amantes desbordan / la inmensidad (VH)
A
Sherli, en su invierno
Dos grandes líneas
recorren su obra:
a)
una de ellas, presente
desde Los cantos de la noche (CN), se
desarrolla principalmente en El Dios de
las dunas (DD) y Con el índice de una
lágrima (IL); la reviso a través de tres palabras significativas y
generadoras (al uso de Paulo Freire): desierto, lágrima y espejo.
b)
la otra línea, ya
presente en Las horas del aire (LHA),
se muestra principalmente en las obras posteriores de haikus: Huésped del alba (HA), A los pies de la noche (APN), Caligrafía del aire (CAi), Consonantes de agua (CAg)…. Me refiero a
los ciclos de la naturaleza, en sintonía con las corrientes de espiritualidad
oriental, hermanas en su origen de los haikus, y sobre los que ya he comentado
en otros ensayos anteriores (ver……); los analizaré aquí solamente desde el
ritmo estacional, presente en todos los libros de haikus de Wafi, y en particular
las estaciones de primavera e invierno (las más mencionadas), con su contraste
radical entre: florecimiento, vida nueva; y frialdad, adormecimiento y muerte,
propios del invierno.
Es de hacer notar
que a) y b) no son líneas cronológicamente secuenciales, sino que di-vertebran
la trayectoria poética de Wafi, desde sus dos primeros poemarios poéticos, Los
cantos de la noche y Las horas del aire, hasta sus más recientes Con el índice
de una lágrima y Consonantes de agua.
Voy con la
primera.
Desierto es palabra raíz,
origen y sustento. Origen doloroso.
La tienda de mi padre pronuncia los designios del desierto sobre la
huérfana tarde. (DD)
¡Somos fruto de un
desierto! / aceleramos en el viento la desdicha (IL)
La infinitud, el frío
nocturno, la desolación y la muerte, se hacen presentes, en la memoria.
BEDUINO
Pájaro / que ha
perdido / El canto //
En los desiertos /
helados / del alma
EXILIO
Fuera de mí / un
infinito / desierto / hace morada //
Me deja / con
dimensión / de arco / en los largos / caminos / de la noche
SAMAR
Cóncava
/ tocando el fondo / de la desolación
día
tras día / resplandeces / en el desierto
laúd
adentro / llamas a la muerte /
y oscurezco contigo (CN)
El desierto tenía la tez húmeda de pólvora… (DD)
DESIERTO
He llegado /
Vencida / de mí //
Grano / de arena /
veloz / humilde / y devastado (IL)
Desierto es
también sensualidad, encuentro de cuerpos
Como Beduina / he
recorrido / los desiertos / de tu cuerpo / en la noche (CN)
Cuerpos
sensuales expanden en redondeces el desierto…
¡Quien dicta la mesura del contorno, no conoce el movimiento circular
del alma! (DD)
Cuerpos vibrantes
/ expanden / en redondeles / el desierto //
¡Alcanza en
mí tu noche! (IL)
Aunque
esporádicamente, no por ello deja de ser significativo que los textos de
haikus, en su brevedad, aún recogen el tema del desierto con su frío nocturno,
llanto y ausencia de la persona amada.
En el desierto /
copia la noche helada / tu rostro ausente (APN)
Una flauta / escarcha de lágrimas / el desierto (CAi)
Lágrima
es imagen nítida que recorre el verbo de Wafi: perdidas o imprevistas,
expresión de dolor, tragedia y amargura.
Ahora / está
perdida / una lágrima / en los ojos (CN)
Nada
/ previeron / las lágrimas / de hoy (LHA)
Ciudades y olivos
contemplo en imágenes de osada inocencia,
lágrima remota donde todo hombre es un niño huérfano. (DD)
Lágrima
culturalmente situada, lágrima de Líbano, país del ámbar.
Una caravana de
camellos salvajes semeja la celeridad de las lágrimas.
Tragedia de seres lastimados
en la sílaba fija en una lágrima, en el
victorioso desamparo. / Beirut…
El país del ámbar
acumula lágrimas sin rostro, oprime en su raíz impetuosa la pureza derramada de
la alquimia en ermitas y aljibes sagrados. (DD)
BEIRUT: Hasta / lo amargo /
en el alfabeto / íntimo / de una lágrima.
HUIR DE ADENTRO:
Centinela / en las lágrimas / de una tormenta
OSCURO: Lágrimas /
loco silabear / de luz// Camellos /
indóciles (IL)
Lágrima que marca la vida actual.
¿Quién me llama con el índice de una lágrima?//
Fuego / desgranado / deletrea / el Líbano
Drusa por toda la tierra, cargo el peso de otra que soy, perdida para
siempre en el
estanque de lágrimas... Infierno celeste, proyecto un
abismo de ángeles. (IL)
…la ventana abierta hacia la nada fatiga el verbo del aire, abisma de luz el filo
secreto de las palabras, peso hondo, arrincona plegarias melladas hasta el
nombre y al pie de nuestras lágrimas, adhiere su
reino. (DD)
No escapa a la
condensación del haiku la lágrima. Hay un tono distinto, propio de tales
haikus. Ahora son lágrimas que la naturaleza derrama: lluvia, escarcha o alba.
Llueve / lágrimas
de otros días / sobre el tejado (APN)
Una flauta /
escarcha de lágrimas / el desierto
Sobre el mundo /
deja sus lágrimas / el alba (CAi)
Wafi
acude a un espejo donde mirarse, donde mirar la propia vida, el propio suelo.
Encuentra una imagen quebrada, amarga, un país inmolado, sin futuro. El espejo
es de aire y fuego, de violencia y dureza. Entonces se abren las preguntas.
Al
mirarme / en un espejo / que me quiebra (LHA)
Himnos del país inmolado por las arañas del alba, espejo ausente del
devenir... (DD)
Mortal pesadumbre,
espejo nebuloso de la amargura, refracta al límite cedros mancillados en el
ébano de los ojos fenicios. (DD)
NOSOTROS: Exhalan
/ los espejos / un indecible fuego / de navajas
RESPIRA ESTA NOCHE
…escribe con
letras / invisibles / sobre el espejo / duro
/ del aire (IL)
Los astros, en su titilar, abonan dolor y sombras.
Febrero, espejo interminable, me precipita en el
íntimo desvarío de mi sombra. Condenada a la imagen, me refleja
el parpadeo inagotable de un astro.
Esculpía,
esculpía, horas sin movimiento,
bajo la luna en las alforjas llenas de estrellas espejeantes. ¡El dolor bebe
dolor! (DD)
Se
desearía encontrar respuestas en el espejo. Una persona querida. Un Dios
salvador. Mas la persona querida es sólo sombra-ausencia entre la arena-espejo,
en pugna con un viento en el que tampoco “el cielo existe”.
Lo que no está naufraga sobre la piel… Esqueleto del
viento contra el espejo de la arena, secreto incendio del vuelo donde el cielo
no existe. (DD)
NACIB
Tu sombra / en el espejo / quebrado /
de la arena //
Me expande / en lo árido /
sin forma / bajo / el sol (IL)
El espejo-tela de
araña tampoco arroja mejor fortuna. No parece alojar a Dios.
CALIGRAFIA DE LO
IMPOSIBLE
La patria de la
araña / es lo que teje //
¿Está Dios en el
espejo de esa tela? (IL)
Una rendija se
abre en los haikus. Espejo y haiku: hojas y rosa se vuelven espejo. Incluso de
lo caído, Naturaleza otorga sentido, en la paz de la contemplación.
En el espejo /
fatiga la lluvia / nubes hondas (HA)
Desordenadas / las
hojas caídas / son un espejo
La joven esposa /
como en un espejo / se mira en la rosa
(CAg)
Según dije en la
introducción, otra línea que vertebra la obra de Wafi Salih es el ciclo de la
naturaleza, presente sobre todo en sus
haikus. Me detengo en los textos más abundantes en los que se menciona invierno
y primavera.
El invierno tortura
con su frío fiero, con su larga noche
Miro
/ en el cristal / de la ventana
empañarse
/ un torturador invierno (LHA)
Pradera
en flor / y mi madre ausente / noche de invierno (HA)
Fiero
invierno / tienen frio esta noche / hasta los astros (LPN)
Arboles
de invierno / respira tan lento / el día en ellos (Cai)
En invierno se siente la
desprotección de la casa frente al frío y al viento, la indefensión del cuerpo,
y hasta la que sufren los mismos animales.
Mi
casa / todos los años deja colar / un poco de invierno (HA)
Invierno
/ en ventanas y puertas / bosteza el
viento (LPN)
Frio
invierno / queja del viento / en mi ventana (CAi)
Tarde
de invierno / en la cama desecha / solo la noche
Hojas
al viento / el invierno en los huesos / de la mañana (LPN)
Un caballero / mi gato con bufanda / en el invierno
(CD)
La estación del invierno alerta a los
precavidos y sorprende a los desprevenidos.
En
el otoño / recojo para el invierno /
hojas de té (LPN)
Este
invierno / los ratones no encuentran
/ migas de arroz (CAi)
Crudo
invierno / desesperan las moscas / sobre
el plato vacío (CAg)
El
invierno, con su viento, frío y noche ambientales, es expresión del ánimo interior, del hastío,
la tristeza y la soledad.
HASTIO:
En la desnudez / de la niebla…. (LHA)
Viento
de invierno / sostiene ¿qué? / ¿tanta tristeza? (CAi)
Ningún
pájaro / vuela hacia mi corazón / en el invierno (LPN)
Hasta la palabra
se enfría, la hoja de papel se halla sin palabras.
Vacío de escritura: Hoja de papel / la tierra en invierno / amaneciendo (LPN)
Y aunque…
Se levanta / el invierno más a prisa / en otra parte
(HA)
…finalmente llega
la primavera.
Los pájaros
pueblan el aire anunciándola, con su canto y su revoloteo de flor en flor.
Canta gorrión /
aun es primavera / en mi jardín
El colibrí / un soplo de primavera / de flor en flor
En el cielo / estremecen
dos gorriones / la primavera (HA)
La tierra se llena de flores, los frutos abundan en el
mercado, el árbol florece, todo es un cantar.
En primavera / un burrito
presume / su carga de flores (CD)
La primavera: / en la cesta del mercado / canta el día
Sin cesar / el rocío de primavera / sobre mis pies
(Cag)
Se hacen presentes las niñas, como brotes
nacientes, y los cabellos sueltos, expresión de la vida natural que se abre plena.
Sobre la almohada / la
niña en sus trenzas / desata la primavera (HA)
Primavera / junto al fuego una niña / o una camelia
(LPN)
La primavera / desata sus cabellos / sobre mi almohada
Agito mi cabello / en la brisa se va / la primavera
(CAi)
Sentir
la mirada del amado es deleite primaveral.
Aletea / para mí en tus ojos / la primavera (CAg)
Incluso lo más
vetusto se rehace, ya sea casa, árbol o vida humana
En primavera / hasta el árbol milenario / florece
Bichos y flores / colman la vieja casa / en primavera
Mis cabellos blancos / y en mi almohada aun / la
primavera (CAg)
Evocando
su tierra ancestral, Líbano, “tierra en penurias”, la poeta lanza una mirada
esperanzada. “Nada detiene la primavera”.
¡Mapa del Líbano mi alma! / Imagen de barro en los pensamientos
//
Soy en ti / ¿Torso de la mañana / o testamento del
dolor? //
Tú, la identidad de la primavera //
¿Qué ángel te custodia / País en la respiración del
viento? (IL)
Tierra en penurias / sin embargo nada detiene / la
primavera (CAg)
Pero es simple la
mirada de una primavera feliz, eternizada en el tiempo. La primavera acaba, y
se renueva el ciclo estacional.
OTOÑO
¿Qué edad / tienen / las
hojas / cuando caen? //
Canto / vacío /
de la primavera
Horas / sin forma / del
pensamiento (PR)
La primavera se
hace humo, pasado, vacío, instante detenido… Ya no hay flores en los campos, y
la realidad del envejecimiento humano se muestra patente.
Primavera / al
igual que mis días / humo en el aire
Me conmueve / en esta
fotografía / la primavera (CAi)
Ni una flor queda / en el jardín para mí / esta
primavera
Envejezco / una amarga canción / la primavera (CAg)
Primavera,
verano, otoño, invierno… y otra vez
primavera.
Llegó con tres heridas:
La del amor, / la de la
muerte, / la de la vida.
Con tres heridas viene:
La de la vida, / la del
amor, / la de la muerte.
Con tres heridas yo:
La de vida, / la de la
muerte, / la del amor.
Miguel
Hernández (Cancionero y romancero de ausencias)
Es
un honor para mí, desconocido en este
mundo de editoriales y libros (y así mismo desconocido para muchos de ustedes),
hacer la presentación de la novedosa obra de relatos de Wafi Salih. El azar de
las redes sociales me llevó a su amistad y su amistad me trajo aquí. El caso es
que vengo a hablar de su libro. El texto de Wafi se inscribirá, no lo dudo,
entre los destacados relatos breves de mujeres venezolanas, tales como los de
Laura Antillano o Sol Linares.
Reconocida
por todos ustedes por su trayectoria como amante de la cultura, profesora
universitaria, y poeta venezolana, –atrevida como es- Wafi incursiona en la
narrativa con su “Discípula de Jung”, que hoy nos convoca.
El
título da unas claves que no desaprovechamos en esta presentación. En primer lugar,
evoca el discipulado de una mujer que sólo recientemente fue sacada de su
invisibilización. Sobre su temprana relación con Jung se han realizado un
documental y dos películas (Te doy mi alma, del italiano Roberto Faenza, de
2002, es tal vez la más valorada desde claves psicológicas). Me refiero a
Sabina Spielrein, rusa y judía, psicoanalista y educadora infantil, con una
vida dramática, reprimida por el stalinismo y asesinada a manos de las SS
nazis. A esta discípula, a Sabina, remite el título. Con lo que introduce dos
pistas, el ser mujer y la psicología,
como ejes semánticos presentes en gran parte de los relatos que nos ofrece
Wafi.
Voy
con el ser mujer. La propia Wafi presta su nombre –y más que el nombre- a la
protagonista de un par de cuentos que, con el recurso de la inclusión, abren y
cierran la obra. En Alter ego, Wafi es presidenta de la “Sociedad de mujeres
por la equidad de género”; en Dicotomía
del discurso se ha vuelto Wafi unos párpados llenos de ojos crucificados…
Otras mujeres atraviesan el texto: la escritora Minerva Santos (en El lenguaje de los pájaros), la doctora
que dicta una conferencia: “La mujer ante el poder” (en Fe menor), la poeta entrevistada para la prensa, la que dice ser la
Reina de Saba, Beatriz Cañizales, condenada por el tribunal de la inquisición
(en Hereje), la juez Mijares (en La cabeza de la mapanare), la compañera
del guerrillero Argimiro… No son
apariciones ingenuas. Su ser mujeres contraviene en muchos casos el discurso
patriarcal y moralizante, abriendo horizontes de una discursividad compleja en
conflicto con los clichés extendidos. Feministas pueden decirse, con certeza,
muchos de estos relatos. De un feminismo –por otra parte- sin ingenuidades,
vivido en la tensión interior de discurso y vida concreta, entre ejercicio
público y praxis amorosa… Y así, la presidenta de la Sociedad de mujeres se
distrae pensando en su vestido azul cobalto para la fiesta de fin de año en el
decanato, o en su lavaplatos dañado… Y en Fe
menor: la conferencista de “La mujer ante el poder” anticipa cómo “en esos
cuarenta minutos, esconde(rá) debajo del escritorio, los gritos, golpes,
indiferencia y nostalgia, (que) No entrarán (así) en el ciclo de preguntas, y
respuestas normadas, sesudas disquisiciones sobre el papel”.
La
vida interior de los personajes, su psicología, es el otro eje a que me he
referido. La técnica narrativa (con frecuencia relatos en primera persona)
permite abundar en ello. Se pone de manifiesto especialmente en los monólogos,
casi siempre interiores, de los que sólo cito algunos ejemplos sobresalientes:
La novia corrupta de León Yépez (en Reescritura),
el sujeto de Luna, luna, oscuro
personaje en un grupo de teatro, el travesti sobrino de ex -guerrillero y
ayudante de utilería de Entretelones,
el narrador perseguido de Carta a mi
madre, el pintor abandonado por la pareja y rechazado por la madre en Apostolado, la tesista maría-lioncera de
Post-Graduado, la paciente
psiquiátrica de Arquetipo (nueva
referencia a Sabina y Jung)….
El
humor -al que se refiere De Nóbrega en su prólogo-, casi siempre finamente
irónico, está presente desde el mismo título. La discípula de Jung, Sabina, se
hizo amante y luego maestra. Se sabe que tanto Jung como Freud se
enriquecieron, sin reconocerlo explícitamente, de los trabajos de Sabina. Ambos
le deben una parte de sus conclusiones, el uno sobre el ánima, y el otro sobre
la pulsión de muerte. El discipulado no es, por tanto, en minoridad. Ese tal
discipulado desbarata los esquemas reproductivos de unas relaciones verticales.
Ahí está el humor con trazos de ironía en el mismo título. La ignota discípula
se ha revelado maestra.
Pero
el título es sólo un referente. Relato a relato, surgen nuevas brechas
–resquicios- para la lectura placentera y atenta de la obra de Wafi. Y aquí
viene bien traer el poema de Hernández, con el que abrí esta presentación. Las
tres heridas que los rondan: vida, amor y muerte.
Amor y muerte
que recogen, vuelvo a lo anterior, los planteamientos de la pulsión de muerte
de Sabina-Freud. En la película Te doy mi
alma, ante un cuadro sensual de Yudit con la cabeza de Holofernes,
inspirado en un texto de las escrituras judeo-cristianas, Sabina pregunta a
Jung: ¿por qué lo mata? Para cumplir la voluntad de Dios, dice Jung. Sabina lo
niega, y agrega: lo mata porque lo ama.
Amor
y muerte se confunden en una misma pasión en varios de los textos que hoy
presentamos. Dice la poeta, personaje principal del relato La entrevista: “Quiero a mi muerte viva, cruda, llena de gozos y
epítetos, llena de verbos, toda sustantiva y voluptuosa, toda mía, tan íntima
que ni siquiera a usted, a usted tan inocente, se le pueda desnudar”. Y añade: “En el amor sucede como en la muerte”.
El curioso personaje, escritor de obituarios, en Todo para ti, entrega para su adorada Sonia “el escrito perfecto, la gran palabra, la
frase absoluta, original, ella que vivió en cada uno de sus latidos, ahora era
la dueña de su muerte”. Y el sujeto de Apostolado
termina pintando los lienzos, memorial de su amada, con su propia sangre.
Amor
y muerte aquí apuntados, en verso de Miguel Hernández –poeta de la guerra civil
española- (y también en la tragedia personal de Sabina), se abren a un
horizonte que explosiona la interioridad reducida de cierto psicologismo de
élite. Horizonte social, horizonte
de conflicto, evidenciado en varios textos de Wafi, en los que se trae a cuento
los años de la lucha guerrillera venezolana, señalando nombres e historias:
Argimiro (por Gabaldón), Fabricio Trujillo (por Ojeda), y otros guerrilleros
anónimos presos por sus acciones revolucionarias.
Referencia
a este horizonte y a los años sucesivos de “pacificación”, referencia –digo- no
exenta de denuncia –siempre actual-, desenmascaramiento de una sociedad forjada en complicidades. Ex –guerrilleros,
que –como se leerá en La cabeza de la mapanare-
“cada cual se incorporó a la sociedad, hoy son jueces, profesores de gran
reputación, escritores que trillan y trillan el tema de la guerrilla, en sus
publicaciones, por marketing”. Y el mismo tema se hallará en Entretelones: “Nicolás, guerrillero,
comandante y preso político, se graduó de abogado y ahora es juez…. El juez
dijo que estaba bien el despido, se impone la ley sobre la justicia, y asunto
resuelto”.
Un
nuevo vínculo de lo sociopolítico con la interioridad se descubrirá en el
relato, lleno de referencias intratextuales
y homónimo del título de la obra,
sobre un exguerrillero, paciente psiquiátrico enamorado de su doctora.
En
fin; la vida, amor y muerte se cruzan con otro tópico repetido en estos
relatos: es el de lo religioso; y lo
hacen polemizando, con un fuerte ingrediente de crítica a las instituciones y a
los discursos de muerte.
En Hereje se
relata la utilización del poder por parte del Cardenal Briceño, para pasar por
la hoguera a la mujer que lo inquieta. En La Entrevista se desmonta por hipócrita
el discurso religioso del occidente guerrerista que afirma: “Esta bomba va
dirigida contra los fanáticos, rebeldes, extremistas, etc. Esta bomba es por la
vida, la paz, en nombre de Dios”.
Una religión de
rutina, determinismo y muerte, es la que se muestra en Puntos suspensivos, relato en el que se recorren los rituales
devaluados de misa y enterramiento, bajo un sol inclemente de cuatro de la
tarde; o en Rey de Bastos, en un
ritual privado, de viudez, recordatorio de un dolor interminable, que prevé en
el quinto aniversario el moldeado de un colibrí con un Cristo pintado en su cuello.
Religión, por
contrapartida, trastocada en amor. Así, el amado guerrillero Argimiro es
elevado al altar de los santos: “en la pared ahumada, al costado derecho de San
Antonio, debajo del ánima sola, tu fotografía iluminando mi cuarto”. O la
tesista de Post graduado se deshace
de velas, tabacos, y estampitas de San Marcos de León y María Francia, prendada
por el recuerdo de su mentor. Y se dirá del obituarista de Todo para ti: Su pecho convertido de por vida en un altar para
ella, su único santo.
Termino.
Wafi es, en estos relatos y en su pasión por la escritura, una narradora que no
deja el poema, ni sus raíces de médano. La intra-textualidad es un recurso para
ello. Claramente identificable respecto al poema Beduino (de Los cantos de la noche):
Pájaro
/ que ha perdido / El canto
En
los desiertos / helados / del alma.
Poema
al que se remite expresamente en el relato La
entrevista, y sobre cuyo sentido se pregunta a la poeta: “La presencia del
amor se percibe con sabor a desdicha, a abandono, ¿Es eso el amor, un sujeto
quebradizo?”.
Intratextual es la mención a los pájaros en al menos nueve
relatos, en obvia referencia a su poemario Pájaro de Raíces, del que extraigo
estos versos:
Amo,
al pájaro de raíces descifrado en la
cruz. Silencio lleno en la senda de
piedras en el aire infame.
Pongo
las palabras en mi noche, luz vencida de
inmóviles alas. Un mundo se inclina
sobre el viento en ásperos contornos. Punzante pájaro de piedra en la página
indescifrable del vuelo.
Pájaro
raíz, pájaro cruz-sufrimiento y pájaro-lágrima o muerte. Así lo recogen los
distintos relatos:
“La
esencia del pájaro se adquiere en el vientre, igual la esencia del poeta,
porque un poeta es como un pájaro” –dirá el personaje principal de Metáfora del vuelo.
“Salí casi
corriendo al baño, y un pájaro de agua que anidaba en algún lugar del corazón,
subió a los ojos” –se lee en Sor Juana.
“Figuras de piedra talladas, colocadas en orden
cronológico sobre el estante, pájaros recordándolo, uno por cada año que lleva
ausente” –pájaros de la muerte, en Rey de
bastos.
Pero
también Pájaro-salvación, extraña salvación, es verdad, en El lenguaje de los pájaros:
“¡Busque
en el arte!, que es un lugar salvaje, pero el único lugar posible de salvación
de la especie, el único origen. El lenguaje de los pájaros son los jeroglíficos
que dibujan con sus alas en el aire”.
Otra
propuesta es buscar El pájaro azul de
la leyenda oriental -la Wafi de Alter
ego- que sólo a los nobles corazones se muestra.
¡Que
disfruten el libro, tanto como yo!
Contenido
[i] Savina J.
Teubal (1997), Ancient Sisterhood: The
Lost Traditions of Hagar and Sarah. Athens, Ohio: Swallow Press/Ohio Univ
[ii] Johan Huizinga. Hommo
ludens. Alianza / Emecé. Madrid 1972, capítulo 7, poesía y juego; el texto
en la red: patriciadamiano.blogspot.com/2016/02/johan-huizinga-homo-ludens-7-juego-y.html
[iii] Revelaciones de un cronopio
[v] Evocamos Los viajes de Gulliver o Alicia en el país de las maravillas,
como referentes paradigmáticos para no confundir la literatura infantil con
literatura para niños.
[vi] Haïkaï de Basthô et des ses disciples, trad. de K. MATSUO y
STEINILBER-OBERLIN, París, 1936; citado por Huizinga.
[vii] Transliteración
invertida del nombre hebreo del texto sagrado, sin vocales, para evitar –en lo
posible- discusiones de escuela.
[ix] Cito los poemarios de Wafi
Salih por su abreviatura: CN = Los cantos de la noche, Halba = Huésped del alba, PN = A los pies de
la noche, VH= Vigilia de huesos, Haire = Las horas del aire, Cagua =
Consonantes de Agua, CD = Cielos Descalzos, HF = En honor al fuego; Caire =
Caligrafía del aire.