Por:Ana Saavedra
Sobre Abismo de Ángeles.
Antología poética de Wafi Salih.
Gerard Manley Hopkins
La espiritualidad tiene dos dimensiones una en relación a Dios y otra con los hombres; la búsqueda mediante la poesía de nuestras más hondas raíces subjetivas, comprende un sacerdocio, el mismo se vincula con todo cuanto existe como forma de expresión sagrada, desde todos los saberes que nombran la plegaria. La poesía de Wafi Salih despierta el destino del ser humano y del universo, la contemplación y el encuentro de almas, su propia alma que transita el duro desierto para encontrar al amor;
” Como Beduina
he recorrido
los desiertos
de tu cuerpo
en la noche”
La búsqueda incesante, no solo de lo humano y su pasión sino también la búsqueda del Dios de su fe;
“Tatuada
En mi sangre como una señal
Me busca
en la noche
como sierpe
en los sueños
¿Dónde estará Dios?”
Por lo que integra en su poesía la relación más estrecha de la mujer con Dios. En tanto su silencio es “el signo de la nada” y de su propia dispersión, desde el cual se manifiesta su palabra. Que es en
si misma es un silencio armónico y revelado. Ella se reconoce en el signo del silencio. Es una poesía elíptica donde lo ínfimo es también Dios, su posible duda, la grandeza de su obra natural.
¿A dónde vamos cuando morimos? ¿Quiénes somos? Issam es una luz escatológica, donde la poeta puede estar del otro lado de la vida, eso que es la muerte, y desde ese lugar oficiar poesía tomando la mano del que parte; Samar, muy adentro del laúd oscurece con la muerte, desde el fondo del último sonido. La poeta oye la transparencia, su poética son voces. La mujer decanta sus opacidades y desde el canto resplandece, y el “pájaro de muerte” remonta esa dimensión que es trayecto del alma;
“Contengo
todos los sonidos
del mar
en mi oído”
Estos poemas son su orilla, el lugar a salvo, después de un largo recorrido donde se debaten el dolor y la muerte. Wafi posee una ventana tan solo para mirar a Dios, ella es más que la expresión poética, es una sacerdotisa, lo sagrado de su lágrima es crecidamente la palabra, es lo que podemos sentir al aproximarnos a su exploración interior que incluye una gemelidad, un otro que es amado, “un punto saciado de identidad”, el silencio del amor, nos arrima a su margen expresivo. La distancia es el infinito. La mirada que ausculta esta compilación; Abismo de ángeles, la observa en el canto nocturno, en lo que se construye en la elevación, en el aire, y en lo que puede asirse a su raíz. Para ella, en una fe que se disputa, la guerra. Dios y ella, están a resguardo y son frágiles, poseedores de una debilidad que es también su fuerza.
La mirada que la ausculta desde otro cielo, también posee una ventana para mirar a Dios, la reconoce humana, espiritualmente huella y canto. Ciertamente desde esa mirada se pueden juntar los cielos, la promesa de paz para todas las naciones;
“¿Quién puede en el rayo de la niñez distinguir dos cielos? Círculo de lo que fue escribe su ardor a orillas de un latido. Como si el afuera no fuese también lo fijo. Atrás, antes, no paran de temblar, llama de una vela frente a una ventana abierta”.
Las velas de los dos cielos, arden con el Dios de las dunas, desde la expresión de Wafi, todo se resume en el amor. Para el cielo que se define piedra y el cielo que es madera.
“Eleva al amado el ardor de su inocencia. Ligera y simple contempla en los relieves del rocío al pájaro no visible, que en el silencio repite: “Los caminos de Dios son infinitos” ¿El pasado me encuentra? “En él había una vez una piedra, un tizón y fue la piedra, piedra. Sobre la alfombra desliza un mundo la eternidad derrotada del insomnio.”
La mudez del alma ante tanto dolor, es lo que se abraza a Dios, su signo, siendo ambos cielos espejos de la vida y de la muerte. Luz, oscuridad, discernimiento y confusión, polaridades.
Wafi camina descalza sobre la arena del tiempo, Beirut es también distancia, el Líbano un velo de misterios, el viento ha dejado para ella una pequeña duna hecha de la más fina arena del mundo, desde allí seguirá oficiando el verbo santo.
La inmanencia de Dios, concebido como principio y final o como trascendencia, axioma de la lágrima, pregunta de rigor desde los cielos. El alma que ausculta tu verbo, solo puede abrazarte en el silencio de las horas.
Ana C. Saavedra. 2017
Venezuela
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