lunes, 21 de septiembre de 2015

VIAJE DEL CORAZÓN Tomás Martínez Sancho

VIAJE DEL CORAZÓN

Tomás Martínez Sancho

Con el índice de una lágrima es un viaje del corazón de la escritora a la propia raíz. Hay una llamada temprana: ¿quién me llama? Y la poeta acude en danza rítmica, una y otra vez, dejándose llevar por la voz. Camino de Damasco. A Gaza, o a Beirut. Salto oceánico o tránsito por el Mediterráneo. “Corazón desbocado de errancia”, que arrastra a los lectores implicados en su texto.

La llamada es sutil y dolorosa, índice y lágrima. Desde el fuego de la guerra, el dolor, la masacre, la devastación, la sangre, la noche, las espinas, las tumbas, la derrota, el infierno o la ausencia de Dios. Son voces para designar la tierra de la raíz que grita desde lejos su dolor. La tierra del padre, que toca lamentos en el laúd de los astros.

Allí se encuentra la poeta con su origen, allí lo abraza, vencida también. Allí se reconoce salida de sus manos, fruto del desierto. El viaje es de retorno, en realidad. La circularidad queda confirmada. Ir y venir continuo, del pasado al presente, del origen libanés a la tierra venezolana. Y  vuelta de la memoria sin fin, aunque fuera a través de “un barco de papel / que la lluvia trae / lento y perdido”.

El poema Madre, que abre el poemario, permite aproximarse a otra lectura,  complementaria. El viaje múltiple que realiza la poeta en el texto es viaje que hizo la Madre, memoria guardada en el silencio, presente aún entre polvo y alfombras. La Madre vuelve a su historia antigua, y los hijos e hijas persiguen su verdad con ella y a través de ella.

La Madre, y su canción de cuna y su olor a durazno, también cierra el poemario, en recurso literario de inclusión. El padre y la tierra originaria llenan el texto, poema tras poema. La Madre abre y cierra, dando unidad al conjunto.
Estrenó / en horas ya idas / hace tanto / una canción / de cuna
Madre / tuyo  el olor del durazno / me arrulla / y es nunca jamás / ayer

Respecto a los viajes en la literatura, ¿hace falta recordarlo? ¿es necesario señalar las estelas que llegan hasta nosotros? Es tópico antiguo del ejercicio de escribir. Anoto, por menos conocida, palabras de la antíquísima historia de Sinué el egipcio, en el contexto de la dinastía XII: "La fuga... no fue intencionada; no estaba en mi corazón y no la premedité… Ocurrió que se estremeció mi cuerpo, se impacientaron mis pies, me guió mi corazón y el dios que me predestinó a la fuga me arrastró". Más se conocen los relatos bíblicos de éxodos y retornos (José en Egipto, el pueblo por el desierto, las deportaciones asirias y babilónicas…). Como un hito en la narrativa se rememora la Odisea clásica de los griegos. Las salidas en  El Quijote se consideran inaugurales de la novela moderna. Contemporánea de Cervantes, Teresa de Ávila escribe su obra mística y poética mientras simultánamente hace el relato de sus Fundaciones, en viaje de liberación sin retorno. Entre los textos de narrativa venezolana, Viaje al amanecer, por texto andino, y Memorias de Mamá Blanca, por texto de mujer, anteceden y tal vez dejaron un poso tenue en la obra de Wafi Salih.

Tratándose de poesía, de oriente y de viajes, Hölderlin es un exponente  destacado del desplazamiento hacia el oriente mítico. El río Rhin lo guía con mano divina. Entre los poetas venezolanos evoco a Rafael Cadenas y sus Cuadernos del destierro, a propósito de su exilio en Trinidad, ficcionado como una salida de guerrero a lugares inhóspitos y retorno final a su austero cuarto. Menciono, finalmente, a Palomares, de regreso a su tierra trujillana en Paisano. Este sí es más un desplazamiento a la raíz. Es lo que hace Wafi, como este paisano suyo trujillano: desdoblarse hacia el país remoto que la llama desde el origen.

Los elementos cósmicos -fuego, agua, aire, tierra- acompañan este viaje: fuego desgranado, tierra dolorida,  balbuceo del agua, beso del aire. La naturaleza -arena, desierto, dunas, palmeras, cedro, almendro, espinas, sol, luna, noche, cielo, astros, lluvia, nieve- acude a contar su parte de verdad, de dolor, de canción y de misterio de la vida.
Quien grita / golpea sin saber tanto cielo
Ignora / Cuánta luz / guarda la sombra /de estas hojas
¿Hacia qué lado / crecerá  /esta rama?

La dimensión de corporalidad carga a los poemas de sensitividad: cuerpo, pecho, torso, manos, pie, ojos, sien, huesos, corazón, sangre y saliva les dan un hondo contenido táctil. Huellas, pasos, risa, arrullo, aliento, respiración, abrazo, beso y llanto los cargan de cercanía.

Formalmente se trata de poemas breves, limpios, austeros podría decirse. No estorban los adornos innecesarios ni las adjetivaciones excesivas. En muchas de las estrofas ni uno solo se cuenta:
Mi padre / pulsa / en un laúd / con mis manos / los astros

¿Cuántas tumbas hay en el pecho de Dios?
Beirut / deshojo el lenguaje / de la tarde
en el humo / del café
Allí

Bella construcción en la que lo visual del poema destaca es ésta:

Inventa
un oasis
mi aliento
en ese
estar
largo
de laúd
herido

Recuerda los estilizados poemas Tallo, de Marissa Arroyal o Vagón de metro, con la picaresca de Pereira. El tema aquí es otro: la herida larga de esta historia de destrucción; y el oasis posible.

La brevedad del poema no es fruto de la cortedad de ideas o la limitación de la palabra poética. Muy al contrario, se trata de un proceso de depuración, de concentración del recurso lingüístico para expresar con sencillez y hondura lo más propio y genuino que Wafi  puede darnos.

El poema breve viene después del ejercicio de la prosa poética; la mística de oriente sucede a las lecturas de Ramos Sucre; el occidente del discurso da paso al oriente de la mirada contemplativa; como un Juan de la Cruz que atravesó su Noche oscura, y en su Subida al Monte Carmelo apostó por el despojo.

Es algo curioso: enamorada Wafi de Ramos Sucre –su Dios, ha llegado a decir en modo jocoso-, hace el viaje inverso. Sucre adoraba Europa y su razón occidental y hacia allá se dirige. Wafi se desplaza al oriente de la razón suspendida.

El Dios de los poemas de Wafi está asociado al cuerpo: entrañas, pecho, desnudez. A veces es vestido retirado de los cuerpos, ausencia de las entrañas:

Beirut / desvestida de Dios

¿Dime qué batalla / falta en las entrañas / sin Dios de la demencia?

O es Dios mismo, en agudo antropomorfismo, el cuerpo que lleva la muerte dentro:

¿Cuántas tumbas hay en el pecho de Dios?

De otro modo, no tiene problema Wafi  para evocar al Cristo sufriente, en métafora memorable:

Sangra pájaros / la bandera del Líbano / en las alas verdes del cedro
Cristo / arde sobre la nieve

Y desde tanto dolor,  “Pregunta por Dios / desde un abismo”, e invita al despojo de toda experiencia religiosa simple.

La pregunta ética y la denuncia se suman a la descripción de tanto mal, en un grito angustioso: “¿Qué nos falta aún por destruir?”

Así, la breve caracterización formal arriba apuntada apoya el sentido de los poemas.  No son textos ingenuos, ni abstractos, ni siquiera de una intimidad personalista intrascendente. Son textos comprometidos, poemas íntegros de la vida: la existencia desnuda, el mundo de injusticas y lamentos, las luchas de los pobres, la ausencia de Dios. Antropología y política, mística y cotidianidad, se conjugan en la sola voz de mujer que Wafi Salih presta a esta humanidad que somos.


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