VIAJE
DEL CORAZÓN
Tomás
Martínez Sancho
Con el índice de una lágrima es
un viaje del corazón de la escritora a la propia raíz. Hay una llamada
temprana: ¿quién me llama? Y la poeta acude en danza rítmica, una y otra vez,
dejándose llevar por la voz. Camino de Damasco. A Gaza, o a Beirut. Salto
oceánico o tránsito por el Mediterráneo. “Corazón desbocado de errancia”, que
arrastra a los lectores implicados en su texto.
La
llamada es sutil y dolorosa, índice y lágrima. Desde el fuego de la guerra, el
dolor, la masacre, la devastación, la sangre, la noche, las espinas, las tumbas,
la derrota, el infierno o la ausencia de Dios. Son voces para designar la
tierra de la raíz que grita desde lejos su dolor. La tierra del padre, que toca
lamentos en el laúd de los astros.
Allí
se encuentra la poeta con su origen, allí lo abraza, vencida también. Allí se
reconoce salida de sus manos, fruto del desierto. El viaje es de retorno, en
realidad. La circularidad queda confirmada. Ir y venir continuo, del pasado al
presente, del origen libanés a la tierra venezolana. Y vuelta de la memoria sin fin, aunque fuera a
través de “un barco de papel / que la lluvia trae / lento y perdido”.
El
poema Madre, que abre el poemario,
permite aproximarse a otra lectura,
complementaria. El viaje múltiple que realiza la poeta en el texto es
viaje que hizo la Madre, memoria guardada en el silencio, presente aún entre
polvo y alfombras. La Madre vuelve a su historia antigua, y los hijos e hijas
persiguen su verdad con ella y a través de ella.
La
Madre, y su canción de cuna y su olor a durazno, también cierra el poemario, en
recurso literario de inclusión. El padre y la tierra originaria llenan el
texto, poema tras poema. La Madre abre y cierra, dando unidad al conjunto.
Estrenó
/ en horas ya idas / hace tanto / una canción / de cuna
Madre
/ tuyo el olor del durazno / me arrulla
/ y es nunca jamás / ayer
Respecto
a los viajes en la literatura, ¿hace falta recordarlo? ¿es necesario señalar
las estelas que llegan hasta nosotros? Es tópico antiguo del ejercicio de
escribir. Anoto, por menos conocida, palabras de la antíquísima historia de
Sinué el egipcio, en el contexto de la dinastía XII: "La fuga... no fue
intencionada; no estaba en mi corazón y no la premedité… Ocurrió que se
estremeció mi cuerpo, se impacientaron mis pies, me guió mi corazón y el dios que
me predestinó a la fuga me arrastró". Más se conocen los relatos bíblicos
de éxodos y retornos (José en Egipto, el pueblo por el desierto, las
deportaciones asirias y babilónicas…). Como un hito en la narrativa se rememora
la Odisea clásica de los griegos. Las
salidas en El Quijote se consideran inaugurales de la
novela moderna. Contemporánea de Cervantes, Teresa de Ávila escribe su obra
mística y poética mientras simultánamente hace el relato de sus Fundaciones, en viaje de liberación sin
retorno. Entre los textos de narrativa venezolana, Viaje al amanecer, por texto andino, y Memorias de Mamá Blanca, por texto de mujer, anteceden y tal vez
dejaron un poso tenue en la obra de Wafi Salih.
Tratándose
de poesía, de oriente y de viajes, Hölderlin es un exponente destacado del desplazamiento hacia el oriente
mítico. El río Rhin lo guía con mano divina. Entre los poetas venezolanos evoco
a Rafael Cadenas y sus Cuadernos del
destierro, a propósito de su exilio en Trinidad, ficcionado como una salida
de guerrero a lugares inhóspitos y retorno final a su austero cuarto. Menciono,
finalmente, a Palomares, de regreso a su tierra trujillana en Paisano. Este sí es más un
desplazamiento a la raíz. Es lo que hace Wafi, como este paisano suyo
trujillano: desdoblarse hacia el país remoto que la llama desde el origen.
Los
elementos cósmicos -fuego, agua, aire, tierra- acompañan este viaje: fuego
desgranado, tierra dolorida, balbuceo
del agua, beso del aire. La naturaleza -arena, desierto, dunas, palmeras,
cedro, almendro, espinas, sol, luna, noche, cielo, astros, lluvia, nieve- acude
a contar su parte de verdad, de dolor, de canción y de misterio de la vida.
Quien
grita / golpea sin saber tanto cielo
Ignora
/ Cuánta luz / guarda la sombra /de estas hojas
¿Hacia
qué lado / crecerá /esta rama?
La
dimensión de corporalidad carga a los poemas de sensitividad: cuerpo, pecho,
torso, manos, pie, ojos, sien, huesos, corazón, sangre y saliva les dan un
hondo contenido táctil. Huellas, pasos, risa, arrullo, aliento, respiración,
abrazo, beso y llanto los cargan de cercanía.
Formalmente
se trata de poemas breves, limpios, austeros podría decirse. No estorban los
adornos innecesarios ni las adjetivaciones excesivas. En muchas de las estrofas
ni uno solo se cuenta:
Mi
padre / pulsa / en un laúd / con mis manos / los astros
¿Cuántas
tumbas hay en el pecho de Dios?
Beirut
/ deshojo el lenguaje / de la tarde
en
el humo / del café
Allí
Bella construcción en la que lo visual del poema destaca
es ésta:
Inventa
un
oasis
mi
aliento
en
ese
estar
largo
de
laúd
herido
Recuerda
los estilizados poemas Tallo, de
Marissa Arroyal o Vagón de metro, con
la picaresca de Pereira. El tema aquí es otro: la herida larga de esta historia
de destrucción; y el oasis posible.
La
brevedad del poema no es fruto de la cortedad de ideas o la limitación de la
palabra poética. Muy al contrario, se trata de un proceso de depuración, de
concentración del recurso lingüístico para expresar con sencillez y hondura lo
más propio y genuino que Wafi puede
darnos.
El
poema breve viene después del ejercicio de la prosa poética; la mística de
oriente sucede a las lecturas de Ramos Sucre; el occidente del discurso da paso
al oriente de la mirada contemplativa; como un Juan de la Cruz que atravesó su Noche oscura, y en su Subida al Monte Carmelo apostó por el
despojo.
Es
algo curioso: enamorada Wafi de Ramos Sucre –su Dios, ha llegado a decir en
modo jocoso-, hace el viaje inverso. Sucre adoraba Europa y su razón occidental
y hacia allá se dirige. Wafi se desplaza al oriente de la razón suspendida.
El
Dios de los poemas de Wafi está asociado al cuerpo: entrañas, pecho, desnudez.
A veces es vestido retirado de los cuerpos, ausencia de las entrañas:
Beirut
/ desvestida de Dios
¿Dime
qué batalla / falta en las entrañas / sin Dios de la demencia?
O es Dios mismo, en agudo antropomorfismo, el cuerpo que
lleva la muerte dentro:
¿Cuántas
tumbas hay en el pecho de Dios?
De otro modo, no tiene problema Wafi para evocar al Cristo sufriente, en métafora
memorable:
Sangra
pájaros / la bandera del Líbano / en las alas verdes del cedro
Cristo
/ arde sobre la nieve
Y desde tanto dolor,
“Pregunta por Dios / desde un
abismo”, e invita al despojo de toda experiencia religiosa simple.
La pregunta ética y la denuncia se suman a la descripción
de tanto mal, en un grito angustioso: “¿Qué
nos falta aún por destruir?”
Así,
la breve caracterización formal arriba apuntada apoya el sentido de los
poemas. No son textos ingenuos, ni
abstractos, ni siquiera de una intimidad personalista intrascendente. Son
textos comprometidos, poemas íntegros de la vida: la existencia desnuda, el
mundo de injusticas y lamentos, las luchas de los pobres, la ausencia de Dios.
Antropología y política, mística y cotidianidad, se conjugan en la sola voz de
mujer que Wafi Salih presta a esta humanidad que somos.
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