“EL DIOS DE
LAS DUNAS” DE WAFI SALIH
Luislis Morales Galindo
(28 de
noviembre 2007)
El
libro “El Dios de las dunas” de Wafi Salih (2006) está construido teniendo como
eje central la ascendencia y, consecuentemente, la herencia libanesa de la
escritora, se puede decir incluso, que mas que desde la herencia, el poemario
está escrito desde la pesadumbre del destierro de la sustancia histórica,
cultural e intima.
Inicia
Mercea Eliade (1967) su libro lo sagrado y lo profano diciendo: “Para
el hombre religioso el espacio no es homogéneo; presenta roturas, escisiones.
Hay porciones de espacio cualitativamente diferentes de las otras- (….). Hay,
pues, un espacio sagrado y por consiguiente, “fuerte”, significativo, y hay
otros espacios no consagrados y, por consiguiente, sin estructura ni
consistencia; en una palabra: amorfos. Más aún para el hombre religioso esta
ausencia de homogeneidad espacial se traduce en la experiencia de una oposición
entre el espacio sagrado, el único que es real, que existe realmente, y todo el
resto, la extensión informe que le rodea” (p 25)
Atendiendo a la idea del
historiador de las religiones, puede afirmarse que una guerra hecha por motivos
sagrados es una guerra excepcional. Sin afirmar ni negar su justicia, para
quienes participan en esa guerra sus motivos son reales y tienen supremacía
sobre todo lo existente. Por el contrario, para el no-creyente la idea de la
“Guerra Santa”, es absurda y pasmosa.
En “El Dios de las dunas” la voz de la poeta está
escondida entre las dos posturas. Este poemario abunda en referencias históricas, geográficas y religiosas que dan
cuenta de la confrontación bélica entre el mundo judío y el árabe, dice el poema.
Esto que fui, intacto en
las paredes aéreas
de los
siglos brota más allá de la voz, en la noche que jamás
termina. Desmorona entre nosotros, espacios sin piel
como el insomnio. Soles liquitos
sobre las dunas del
Golán.
Recoge Israel, sobre las líneas de mi mano, el cuerpo
del Líbano en tus muertos.
Pero
el poemario es todavía más abundante en las imágenes que hablan sobre la
estupefacción, el espanto y el dolor ante la guerra, como en este caso.
Quemó el rojo la noche arrastra la
demencia. Mil
fósforos de sangre florece
el dolor, yo vivo aquí,
herida de cuencas llenas.
Recojo lo cruel
de la
decapitada paz.
Un aliento de fiebre sacude las crestas
del
viento.
Hincha las arañas intocables del cielo en
el agua.
Silaba gimiente, la muerte sobre el alazán del odio.
Y finalmente, ambas
visiones desembocan en el escepticismo religioso, como en este fragmento.
….La casa de
mi padre, orbita
sin dimensión, antes
Que nunca fue pasado, “Hashem es Dios” “Ala es Dios”
“Jesús es Dios” siglo tras siglo,
deseo sin cuerpo, en el
En el letárgico zafiro del cielo. La fe, esa maldición.
Las masacres cometidas en
el nombre del Señor parecen desmentir la existencia misma de Dios. La autora de
“El Dios de las dunas” cuestiona de manera punzante la fe ante la evidencia de
los horrores cometidos en apego a las creencias. No obstante, el escepticismo
no es en estos textos la solución final.
Recuerdan estos textos,
al personaje principal de la novela “Nieve” de Orhan Pamuk que pese a ser un
ateo manifiesto, siente en el abismo de
la distancia entre occidente y el mundo islámico una suerte de nostalgia
atávica que lo guía en el camino de retorno a su pueblo y a su pasado.
El poemario de
Salih manifiesta escepticismo, mas aun duda, pero, no deja de estar en el cisma
de la experiencia religiosa y las luces de la razón.
Esta idea se
manifiesta constantemente en los poemas en una serie de imágenes
contradictorias que se precipitan de diferente manera, por ejemplo, se
interpela al Padre en un poema diciendo: “¿Cuántas cimas se abisman en tu
nombre?” indagando en la idea de lo elevado que se desploma. Otra imagen
contradictoria es la conjunción de la luz con la oscuridad y de lo solar en lo
nocturno, por ejemplo cuando dice el poema: ¿Cuantas tumbas hay en el pecho de
Dios? O cuando dice: Racimo de oscuridades hincha el vidrio de la honra. Noche
con sol, cuelga de una tormenta”
Sin embargo, para la
poeta las pautas de comportamiento y el imaginario simbólico del mundo islámico
son, as que una elección de fe, el bagaje de su herencia. Resolver la contradicción entre la
incertidumbre de Dios y el legado de su tradición paterna es una tarea
indispensable para construir su propio rostro y llenar el vacio de su identidad.
Así lo expresa el poema:
Una raza gime en mi nacimiento.
Vocales
indefensas trazan el
infortunio donde mi
padre
cansado de nacer,
amuralla sobre
el
rosto la monótona
humildad de las
tardes
enfermas.
Nativa
de un país mío y desconocido
Me nombro
donde no estoy.
Y ese reconocimiento, ese nombrarse, no está exento de religiosidad.
Dice el texto:
Cuanto dolor atraviesa la pétrea luz
de tu voz.
Desde el oasis de
la sangre habitas en mi
como un
verbo alado donde
me llamas otra, para devolverme
en un nuevo
comienzo, para ser tu ausente perdida
siempre allí.
Este poema remite a una hierofania y se
inserta en una tradición poética
cercana a la mística. En la tradición
de la poesía venezolana se acerca a la obra de Ida
Gramcko plena de imágenes que hablan
de manifestaciones de lo sagrado en el ambito
del mundo intimo.
La experiencia de
la ausencia y el vacio es capital para comprender este poemario. Porque el
desarraigo se sana solo con el ejercicio de construcción del rostro a partir de
las señales de la tradición y de la intimidad con la palabra.
Pero ese mundo y esa tradición necesarios para la reconstrucción están
siendo sistemáticamente destruidos. Esa paradoja, fuete de angustia y dolor,
conduce a una búsqueda de Dios mas allá de los ritos religiosos.
El Islam, como el
judaísmo y el cristianismo, es una religión del libro, la palabra esta en el
cetro de su esencia y de su práctica.
Por ello, cuando en el poemario la fe pende de un hilo fino, también
está a punto de caer la certeza en la solidez de la palabra. Así, el poema
inquiere:
Rota la oración donde la
muerte,
pesadilla
en los restos de la noche desprende una
carta
escrita
¿para Quién?
Y hasta la poesía se hace débil frente al dolor y el horror, en el
texto: “·No nace poesía del laberinto pétreo del llanto”, e otro poema se
pregunta “¿La ira engendra poesía?
Es así que el
poemario traza un nuevo camino para la reconstrucción. Mas allá de la fidelidad
a la palabra, pero sin apartarse de su tradición, se refugia en una idea
cósmica de la divinidad. Por ello, a lo largo del poemario la naturaleza se
hace símbolo que conduce a la comprensión de lo divino. Hay muchos ejemplos en
el texto de ello, como el siguiente:
…. ¿No es la misma, la montaña y su sombra?
¿Fuera y
y
dentro? El efímero mundo está en su voz, serenamente
solo.
Esa visión cósmica de lo
divino es un camino aparentemente antagónico con una religión del Libro, pero
es la vía que permite la trascendencia del dogma histórico y la recuperación de
la sacralidad.
Es este un poema que, pariendo
de la historia real de un pueblo y de la experiencia del exilio, transita por
el ámbito de la fe, las dudas, la incertidumbre, el dolor, la inmanencia
cultural, la búsqueda del si mismo y la experiencia de la unidad; todos estos
temas están fuertemente arraigados en una tradición de la poesía venezola y
universal a la que sin duda se insertará el poemario de Wafi Salih; el cual,
desde una construcción poética atenta, erige imágenes que crean resonancias en el
lector y que son capaces de extenderse más allá del a referencialidad a una
situación terrible que sigue siendo una herida abierta en la historia de la
humanidad.
REFERENCIAS
Eliade,
Mircea (1967) Lo sagrado y lo profano. Madrid: Guadarrama.
Salih, Wafi
(2005) El Dios de las dunas.
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