miércoles, 26 de agosto de 2015

UN CIRCULO DE SOL EN LA MIRADA Introducción a la poesía de Wafi Salih

                                
                                                                             

Pedro Cuartin

              El texto breve, en uno de los más recientes enciframientos liricos, comporta la intensidad, la condensación y la metamorfosis inherentes al latido ficcional, a la modificación intencional de la realidad, a la mudanza deliberada de hechos temáticos sean estos los familiares, arbóreos, zoológicos, astrológicos, eróticos, tànaticos, o la reflexión sobre la escritura en proceso de germinación, tal como sucede con Los Cantos de la Noche (1991)  de Wafi Salih publicado, como primer poemario, por la Universidad de los Andes. Dirección General de Cultura y Extensión, Colección Luna Nueva, numero 3.
             Entre el desierto y la modulación desorbitada, por concisa y latente, de transformado arábigo, pervive la poesía de Wafi Salih, Antes de continuar con nuestro sucinto comentario leamos el poema titulado “Carta”  ·Sin forma/ ni nombre/hacia el hastío/y mas allá/La página/como mitico/confin/se desdobla/ En un dolor/dormido/que acontece/en una letania/ como un susurro.” (1991: 43)
                             La reflexión sobre el texto en proceso de construcción ha venido girando en círculos desde tiempos inmemoriales. En este caso especifico, la poetisa la conecta con la notoriedad de “la pagina” configurada, aunque también disipada, del tejido, huidizo y tangible, marcado por la obsesión de las palabras que devienen formatos inevitables.  Por otro lado, el espacio blanco de “la pagina” adopta la palpitación de la vida y de la muerte, de Eros y Tanatos, de la convivencia y del despeñadero porque en ella se juntan el mas allá y el mas acá, la trascendencia y la inmanencia, el ojo avizor del cosmos, del orden del mundo del ámbito de la sugerencia.
                             La vitalización de “la pagina”, conocida como metáfora antropomórfica, se relaciona, desde el ángulo de la figura literaria, con una figura, cercana a la metáfora, conocida como metagoge (Làzaro Carreter, 1981: 276) Cualquier otro podría pensar en la prosopopeya, consistente en la personificación de las cosas que no tienen motricidad.
                               Entre la brevedad y la intensidad, entre la concisión y la condensación, entre la reducción literal y la profundidad, marcada algunas veces por el oxímoron, y otras veces por la metáfora, oscila este primer poemario de Wafi Salih
                             En relación con la expresión sintética, la cual retomaremos más adelante, el instante verbal y espacial se extiende hacia lo imperceptible desde la plenitud del deíctico de primera persona. Así, dice el  poema “Llama” “Erijo en medio/ del día/ una astilla/ de tiempo/ sacio mi sed/ en la sombra/ de tus bordes/ como una pantera” (1991: pag 27)
                    La s, como fluyente resplandor zoomórfico, se desplaza sigilosamente desde el tercero hasta el octavo verso, hasta encontrarse, al final, con “una pantera”, es decir, la alteración del sonido predorsal con salida de aire por los dientes, se abre en “una pantera” representativa de la satisfacción, de la luz que desarrolla sus posibilidades a partir de la oscuridad. De tal manera, que, entre la iluminación y la oscuridad, se concentra este poema para conjugar extremos excluyentes, para configurar el claroscuro dentro de una antítesis que conduce, como otras figuras literarias, a la eliminación de la contradicción propia del lenguaje funcional cotidiano.
                       En esta oportunidad no nos guía la extrema laudanza, la alabanza desorbitada porque siempre pensamos como Pierre Menard, el personaje borgiano (1986:18), que censurar y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica.
                       Para continuar con nuestro breve comentario, para levantar la consonancia con el libro de Wafi Salih, leamos un poema de diez versos que se podría reducir a tres líneas al citarlo con las barritas verticales, se titula “Espacio” “Árbol /frondoso/con ramajes/infinitos/ En la proximidad/del día/Desnudo/y revelado/como un relámpago/visible.”
                       En este texto, la poetisa concede el pronombre de primera persona a un nutriente arbóreo que vincula al cielo con la tierra, o con lo que esta mas debajo de la tierra, con el inframundo porque, por un lado, el “árbol” es “revelado”, es decir, se le descubre, se le ilumina para configurar el desocultamiento. Para recurrir a la aletheia y trasladarlo a las grutas celestiales, a las imperceptibles armonías del más allá.
                      Por otro lado, la comparación, por simil, entre “árbol”  y “relámpago” comporta una iluminación mas acinturada, instantánea y perpetua, por irradiación iterativa, de la imagen fitomorfica y aunque percibimos los medios gramaticales de la comparación. No obstante, desde los cuatro primeros versos captamos la transformación del “árbol” y el “Relámpago”, el segundo tiene del primero la visibilidad, y el primero tiene del segundo la luminosidad, a partir de la formula más sencilla de la metáfora: A es B, según  Làzaro Carreter (1981: 275)
                       Es saludable observar que el poema, sea en prosa, o distribuido impositivamente, por la métrica y el ritmo canónico, siempre incluye un trasfondo musical.  La modulación resguarda sus tonos, ascendentes o descendientes, sus destruiciones acentuales. De tal suerte que el ritmo, sea heroico, melódico o abrupto, entre otros, constituye, desde cualquier perspectiva metodológica, su razón de ser, su línea recurrente. La cadencia, el ritmo, la armonía, simétrica o asimétrica, construye su mayor apoyatura. Aunque cuando se trate de un poema sin rima, sin medida, sin estrofa. Aun cuando se trate del verso libre porque “El verso- la unidad del poema- tiene un ritmo, una sucesión de acentos y pausas que puede venirle dada por su misa condición” (Navarro Duran, 1998:33)
                           El desdoblamiento, la fragmentación, la levedad conducente al latido parsimonioso del nivel, latente y manifiesto, de lo invisible y de lo visible.
                           En este caso, el poema es el espacio del ser, de lo que constituye el tejido fijado por la observación del adentro y del afuera. En otras palabras, el texto conecta la raíz del pensamiento, sustentado por la noche, con la luminosidad del día.
                           En lo referente al ser, a la esencia, dice José Antonio Yepes Azparren autor del prologo de este primer poemario:
                                                Pocas veces en  nuestra joven  poesía,
                                                     el poema  se  hace  en  atención a  un
                                                     desarrollo    orientado  a   lo  esencial
                                                     donde lo dicho va inscrito en una mu-
                                                     sicalidad  sostenida,  donde   no   hay
                                                     ninguna gratuidad ni   retorica   vana,
                                                     sino, muy  al  contrario,  un  lenguaje
                                                muy  al  contrario,   un   lenguaje  que
                                                     suscita el hallazgo verbal y la  entona-
                                                     cion de lo que perdura y se convierte
                                                     en    signo   de   vitalidad   y   de      la
                                                     transparencia.


                          Así, pues, tal como hablamos indicado anteriormente, la fragmentación, el desdoblamiento, que muy bien podría percibirse como una suerte de arrobamiento, de transmigración, de viaje del espíritu, sin trasfondo místico, sin conducción a la unión con Dios. Este desdoblamiento aparece luminoso en el poema “Extranjero” Tal vez, lo único místico y misterio de este poema sea el hecho de ver lo invisible, de tocar lo intangible.

                       El minimalismo, el tejido breve, el epitome recurrente en la poesía de Wafi Salih hace pensar en una aseveración de Quevedo, según la cual “…que la mayor señal de que un libro es bueno es que parezca breve…”(1981:1098).


                              Desde hace algún rato hemos querido citar el poema “Extranjero” Hagámoslo, antes de que se presente alguna otra interferencia “No encuentro/espacio para mi alma/ cada rincón/ del mundo/ me hace huésped/ El corazón/sin raíces/me abandona/Me doblega/esta carrera/a ningún sitio/ ¿Regresaré/sin mi/a alguna parte” (1996:11)
                                                     
                               En relación con el siguiente poema, la casa, este habitada o no, siempre esconde el murmullo, el susurro, o tal vez el desborde del mismo, de los que han vivido en su interior. Para que la casa exista es necesario que haya existido el ser humano en su estructura arquitectural  intrínseca. En otras palabras, la existencia del r hombre, tal como lo indica Cesar Vallejo “Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla” (1983;389)
                           Así pues, en “Fadua” la poetisa proporciona atributo humano a una estructura aparentemente inanimada a “la casa” y, tanto es así, que, hasta le proporciona lenguaje verbal, el sistema de medios de expresión conducente a la comunicación, al intercambio de articulaciones, es decir, la prosopopeya, de nuevo, comparte sus alcances. Leamos el poema que, aunque incluye 13 versos, se sintetiza, aun más, por las barritas verticales indicativas del final de cada verso, y por el minimalismo inherente al estilo de la poetisa “Era el eco/de la casa/rompiendo/la noche/La ventana/abierta/para mirar/a Dios/Vedada el alma/como un secreto/dolor/gastado” (1986:49)
                           Es muy posible que los puntos sintéticos de la poesía de Wafi Salih tengan una de las motivaciones textuales más evidente, los Haikus japoneses. Issa, Baso, etc. Los poetas que escriben instantáneas, intermitencias lumínicas, sentimientos que parecieran dejar incompleto el poema para que el lector, por intermedio de la sugerencia, complete las 17 silabas del jaiku distribuido en tres versos.
                           Igual nuestra poetiza contiene en su árbol genealógico, y en su escritura, las voces y las luminosidades del oriente, del lugar por donde nace el sol. Asi, por ejemplo al abrir la ventana, la luz de la habitación va haciendo resaltar el verde de las hojas del árbol hasta el copito, en el siguiente jaiku “El fulgor de la ventana/hasta la copa/Brío de hojas” (Buson, 1992:55)
                           El agua nos ha dicho Bachelard, no tiene la materialidad de la tierra, de los metales porque ella es obstinadamente fugitiva, sin embargo “…..ciertas formas nacidas de las aguas tiene más atractivos, más insistencia, más consistencia: porque interviene ensoñaciones mas materiales y más profundas…”(1978:37)
                           En el poema “Despedida” Wafi Salih se instala en la realidad del mar, en la orilla donde llega el agua suplicante de la ola. Su cuerpo es el mismo cuerpo del agua, y, para ello, la primera persona, por intermedio del simil, se conecta con el alga “Me persigue/un olor/a playa/en los bordes/contengo/todos los sonidos/del mar/en mi oído/Prófuga/como un alga/he tocado/la orilla”
II.PARA LLEGAR A LAS HORAS DEL AIRE.
El segundo poemario de Wafi Salih se titula LAS HORAS DEL AIRE, publicado en Barquisimeto por la Unexpo, en la colección , Detrás de la Celosía, (1992).
                           Un cuerpo, entre otros, es recurrente en este texto, se trata de la iluminación, del sol que siempre alienta los corazones en las orbitas adustas, resquemadas y xerofitas, resecas, por la vegetación del desierto, del mundo árabe. El sol, en verdad, ha venido presentándose, circular y luminoso, en la poesía desde hace mucho tiempo. En cualquier caso, esta poesía, así se hable de muerte y de caída, esconde una transmisión luminosa dentro de una esfera heliocéntrica, vale decir, el sol comporta, en el latido del flash verbal, un circulo iterativo.
                           El segundo poema se titula “sosiego”, y dice “Un circulo/de sol/en la mirada/ quiebra la noche/ sin respuestas” (Salih s/f:10)
                           El ave, erguido escritor en la pagina del cielo, incluye las visiones inobjetables del enigma. En el ámbito gutural, el ascenso se transforma en descenso, por intermedio del cambio entre el volar y la luminosidad oscurecida propia de oxímoron. Ahora bien, en los versos once, doce y trece del poema “Lamento” encontramos una metáfora sencilla inherente al trueque de atributos entre “garganta” y alas. Leamos el poema ·Flotando/ en la soledad/de la niebla/un pájaro/herido/expresa/ en su lamento/un canto/En la rota/garganta/el vuelo/es una luz/cegada/En la cavidad/de la noche” (s/f 16)
                           El “silencio” ha sido uno de los acompañantes de la poesía a lo largo de su historia. Siempre el texto cuenta con un blanco anterior y un blanco posterior. Nuestras palabras, en cualquier nivel del lenguaje, siempre están rodeadas de “silencio”, el cual nos sumerge en la intensidad de la sugerencia, en la suspensión de la elipsis dispuesta a sobrellevar el misterio. Durante nuestra vida diaria el silencio nos constituye en lo que quisiéramos decir, y, sin embargo, muchas veces, no lo decimos, porque el silencio, igual que lo desconocido a rituales secuencias verbales inherentes a la voz, En otras palabras, con el callar también nos comunicamos. En el poema “Latido” incluyente de la ausencia, de una suerte de soliloquio intangible encontramos que “Alerta/ como filos/ en el aire/ se funden/en el fondo/del silencio/tus palabras/en el espesos/del alba.” (s/f:25).
                           La metáfora antropomórfica llega hasta el ave porque el pájaro, como si fuese un ser humano, presenta su disposición de negarse a permanecer quieto. Asì como la poesía niega la realidad verificable del lenguaje funcional, cotidiano, del entorno inmediato por su disposición de transfigurar, de transformar los constituyentes de la realidad extratextual. Así mismo, en el poema “Turbio” encontramos esta humanización del ave”Vaga/ promesa/del colibrí/estarse/inmóvil/en una rama”
                       El erotismo, configurado como un núcleo impulsor del desarreglo, aparece en el poema “Éxtasis” que significa, de acuerdo con la derivación etimológica del griego, colocar o poner fuera, en el sentido de estado de admiración intensa en que no se razona. Por eso cuando se está en éxtasis se puede decir que se está desplazado, pert6urbado del sentido o de la mente, como si se estuviera en trance, en tránsito hacia otra circunstancia.
                       La flor ha sido, a lo largo de la historia del la poesía, representativa de los genitales femeninos. En el siguiente texto, la flor, dada la ambigüedad del poema, representa una cierta incertidumbre erótica, y, por otro lado, el fuego siempre concurre hacia arriba. La expresión ígnea siempre se extiende en altitud. Igualmente, una figura literaria recurrente en la poesía de Wafi Salih, tal como lo hablamos asomado, es la antititesis. Como ustedes saben, cuando la oposición semántica se establece entre dos palabras vecinas, o contiguas, se trata del oxímoron, pero si la oposición se establece entre dos palabras a cierta distancia se trata de antítesis.
                 Por otro lado, “Las espinas” son penetrantes, vale decir, ellas construyen una dualidad reciproca y reversible. Leamos el poema “La rosa/a dentelladas/se eleva/Con la profundidad/de un Dios en la caída/Asombro/de aire/entrecortado/roce/de las espinas/pétalo a pétalo/ entre las llamas”( s/f:37).
              “Las llamas” el fuego, son variables del sol, ya habíamos indicado la configuración heliocéntrica de la poesía de Wafi Salih. La llama se corresponde con la sabiduría de la transparencia, con la consciencia acuciosa de lo que permanece dictado por la luz, por la intromisión del día alimentado, casi siempre, por la oscuridad en los extremos de la antítesis.
                En el texto “Ascensión·, donde la poetisa incluye, al final, un cierto tono apologético, de alabanza a su progenitora, dice de la siguiente manera “En su infinitud/ de lumbre/estallando/ En lo más profundo/de la noche/La Totalidad/Dispersa/Entre las llamas/ Me descubre/en ti/ Donde el latido/de tu risa/es la más alta/entrega”(s/f:36)
                  El silencio”, para el caso del lenguaje verbal, y el “Blanco” referido, en los niveles de la comunicación artística, a la pintura, y también al blanco de la pagina aunque, en la próxima cita, conduzca a la distribución textil en los siguientes cinco versos del poema “Ocio””Tiendo/el silencio/como un blanco/mantel/sobre lo plano…”41)
                   El término “blanco” podría considerarse, ciertamente, como un termino disemico, por referirse al color de la tela, y, también, al margen de la inexpresividad, sinónimo de “silencio”, propio de la obra plástica y del margen inexpresivo de la página.
                 En el último poema, titulado “Fin”, de nuevo la poetisa recurre al contraste, a la antítesis, al oponer la referencia caliginosa de la oscuridad, al resplandor, desbordado, de la luminosidad cundo dice “Veo/mi imagen/ceniza/en tus ojos/dilatados/de luz”
                Wafi Salih, sin duda alguna, continuará en el tejido del enigma, el cual seguirá desempolvándose en los libros futuros de la poetisa. Levantamos, ya para ausentarnos, nuestras congratulaciones ante estos poemarios inherentes, fuerza es saberlo, a visiones extendidas desde la más profunda autenticidad.
                  Esta poesía no incluye, como sucede con la poesía de Gongora, Quevedo, entre otros, un código de referencia previo, vale decir, unas visiones, normas o preceptivas inherentes al contexto literario que puedan servir de herramienta para el abordaje analítico de los textos. En este caso, el lector debe recurrir a la percepción de la expresión de la poetisa en su interior, sin apoyo previo, debe identificarse, en aras de la coherencia, con el sentimiento expresado.

                                              BIBLIOGRAFIA

BACHELARD, Gaston (1978). El agua y los sueños. México. Fondo de Cultura Económica.
BORGES; Jorge Luis (1986). “Pierre Menard, autor del Quijote”. En Ficciones. El Aleph, El informe de Brodie. Caracas. Biblioteca Ayacucho, número 118.
BUSON, Yose (1992). Selección del jaikus. Madrid. Hiperion.
DURÀN NAVARRO, Rosa (1998). Cómo leer un poema. Barcelona. Ariel.
Làzaro Carreter, Fernado (1981). Diccionario de términos filológicos. Madrid Gredos.
QUEVEDO, Francisco de (1981, 6 edición). Obras Completas. Tomo l Madrid. Aguilar.

VALLEJO, Cesar (1993). Antología de la poesía hispanoamericana. Tomo 1 Coordinación de Guillermo Sucre. Caracas. Monte Ávila.

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