“Oprime la máscara el cuerpo ubicuo
de las lágrimas”:
la poesía de Wafi Salih
Eva
Guerrero Guerrero
Universidad
de Salamanca
Plenitud
de los sentidos
tocan
la transparencia
Wafi
Salih M. (Los cantos de la noche)
Para
leer a Wafi Salih hay que llegar impregnados de pureza y
atentos
al susurro y al fulgor de lo que se esconde tras lo apenas
revelado.
Wafi Salih es poeta y es ésta una condición vital, visceral,
de
vigilancia continua y atenta a los contornos de aquello que
apenas
se nombra. Wafi Salih toca y redescubre, de ahí que el
epígrafe
del que partimos contenga muchos de los elementos
claves
que definen su poética. La lucidez y la desnudez de vivir
como
poeta vertebra su ya amplia producción literaria que se inicia
con
Los cantos de la noche (1990), al que le siguen Las
horas del aire
(1991);
Pájaro de raíces (2002); El Dios de
las Dunas (2005); Huésped
del alba (2006)
que reúne su poesía en el ámbito del haikú hasta ese
momento
(compuesta por Huésped del Alba, A los pies de la
noche
y
Caligrafía del aire). También dentro del haikú recientemente ha
aparecido
su libro Vigilia de huesos (2009).
Wafi
Salih ha apurado muchos registros, el poema de frase
certera
y afilada, el poema en prosa o el haikú, de hecho ésta es una
de
las formas esenciales en su trayectoria, forma que señala intuiciones,
destellos.
Pero, ¿cómo acercarse a la poesía de Wafi Salih?
Sin
duda alguna, dejando de lado las clasificaciones escolares y
reductoras.
Wafi Salih no surge en rebeldía con ninguna generación
anterior,
para introducirnos en su poesía tomo prestadas las palabras
del
crítico y poeta venezolano Luis Alberto Crespo:
398 Encuentro
de escritores venezolanos
Ella
es Wafi Salih. Una poeta que […] ha hecho vida continua con
la
poesía callada, escrita al borde en la línea del resplandor. Desde
siempre
se ha tenido atenta a su escritura (está entre los que son),
en
voz baja, averiguándose en y a través de ella, mirándose vivir
como
ese diálogo ontológico entre el espejo y nosotros frente a lo
escrito.
Es por eso que no hallamos en su obra falsía alguna, pues
es
el resultado de un indeclinable fervor por mostrarse, por salir a
confesarse
en cada motivación, cada imagen, disponiendo de lo que
estima
necesario para salvarse del no ser: una docena de vocablos,
una
escritura de punta, bastan para expresar el absoluto: ella es
Wafi
Salih (Crespo 2002: 6-7).
¿Qué
queda por decir después de estas palabras? Sin la menor
duda
la certeza de estar ante una de las grandes voces del ámbito
venezolano
actual, en cuya producción confluyen Oriente y Occidente,
dos
mundos, dos lenguajes, y en esencia dos formas de estar
atento
a “esa palabra esencial y única” -parafraseando a Guillermo
Sucre-,
que nombra lo apenas intuido.
Desde
sus primeros libros vemos a Wafi Salih “transfigurada
en
la página, convertida y volcada en lenguaje” (Yepes Azparren
1990:
8). Es en el lenguaje donde la poeta se instala para acotar su
mundo,
para definirlo y también para interrogarlo, para colocarse
frente
a una realidad y tratar de definir sus contornos y sus fisuras.
La
memoria ancestral aparece siempre: sus orígenes árabes y sus
anclajes
venezolanos; en su recorrido mítico-existencial uno y otro
polo
de su cultura se superponen continuamente para nombrar
una
identidad desmembrada.
Sus
dos primeros libros aparecidos en los años noventa, Los
cantos de la noche y
Las horas del aire, muestran desde el principio
la
condición de alienación del sujeto poético; de hecho a modo de
lamento
comienzan sus primeros “Cantos” (Los
cantos de la noche);
el
primer poema, esencial en su estado de alma, lleva por título
precisamente
“Extranjero” (dedicado al padre):
399
Extranjero
No
encuentro
espacio
para mi alma
enmohecida
Cada
rincón
del
mundo
me
hace huésped
El
corazón
sin
raíces
me
abandona
Me
doblega
esta
carrera
a
ningún sitio
¿Regresaré
sin
mí
a
alguna parte? (Salih 1990: 11).
Los
títulos de su primer libro son reveladores: “Soledad”, “Me
reconozco”,
“Beduino”, “Arraigo”, “Walid”, “Desolación”. Desde este
libro
es clave, sin duda alguna su raigambre árabe, de ahí el poema
que
lleva este título:
Árabe
Tatuada
en
mi sangre
como
una señal
Me
busca
en
la noche
400 Encuentro
de escritores venezolanos
como
sierpe en los sueños
¿Dónde
estará Dios? (12)
Ya
en los primeros libros se hace evidente la síntesis, la gran
capacidad
de evocación, la palabra contenida que estalla en el
poema
en un fulgor que todo lo llena; los poemas surgen desde la
más
extrema depuración. En su segundo libro sigue la presencia
de
la noche y aparece ahora la del “pájaro” que será protagonista de
su
siguiente libro. En todo momento se consigue rozar, evocar todo
aquello
que no puede decirse a viva voz; la poeta se hace eco de un
mundo
en que conviven muchas correspondencias que mueven un
sinfín
de resortes. Encontramos poemas que rezuman otra forma
de
acercarse al tiempo, títulos como “Vacío”, “Levedad”, “Frío”,
“Suicidio”
(Me abandono/ Afuera/ una hoja/ ha caído” (1991: 15),
“Lejos”,
“Hastío”, “Latido”, “Umbral”, “Cenizas” o el poema “Centro”,
que
revela muchas de las claves de su mundo poético:
Centro
Una
garra
sorprende
como
un fuego
mis
raíces
Vuelve
en
mi sangre
movediza
Como
un viaje
que
a ratos
me
desgasta (1991: 30).
Si
avanzamos una década nos encontramos con su libro Pájaro
de raíces,
en el que aparece de manera clara esa figura del pájaro
que,
paradójicamente, desde el mismo título, alude a la libertad y al
Voces y escrituras de Venezuela 401
arraigo
(“las raíces”), con lo cual se producen momentos efímeros
en
los que se captan pedazos, formas de nombrar que atrapan
realidades
fugaces. Hay en este poemario una proliferación de
títulos
que hacen referencia a lo vivo y a todo aquello que tiene un
mayor
contacto con la tierra (“Hoja”, “Tortuga”, “Volcán”, “El Grillo”,
“El
sapo”, “Búho”, “Las ranas”, “Escarabajo”, “Gusano”, “Jardín”).
Además,
en este libro ya se prefigura una de las formas de expresión
más
importantes de la autora, como es el haikú; forma fulgurante
para
atrapar la realidad; la manera más lúcida de nombrarla y
de
contenerla: esa es quizás la tarea esencial de la poesía, la tarea, a
veces,
de toda una vida.
Sin
duda alguna la cumbre de la obra de Wafi Salih la encontramos
en
el libro El Dios de las Dunas. Formalmente es fácil definirlo:
se
trata de un libro compuesto sobre todo de poemas en prosa,
temáticamente
no es un libro sencillo, en él se aloja un yo lírico
desgarrado
que muestra de manera abierta y sangrante esa identidad
escindida,
pero sobre todo nos encontramos con un sujeto que
establece
revelaciones sobre el mundo con una palabra acertada,
afilada,
precisa. Con el cuestionamiento sobre la identidad inicia
el
primer verso “¿Quién puede en el rayo de la niñez distinguir dos
cielos?”
(2005: 2). A partir de aquí nos situamos en el desarraigo,
en
el abierto naufragio, y nos sentimos atrapados en un mundo
plagado
de imágenes, que se tornan por momentos desoladoras,
en
las que se hace más acuciante esa búsqueda de un centro y la
presencia
de la escisión:
He
negado mi destino. Plegaria en vuelo en la arena, rasga las
vocales
de la fe, arrodilladas en la sangre. Vértice de un infierno
blanco,
velo de seda, sacude las cimitarras […]
No
sé que maldición sobre la roca astillada de mi vida, calcina
transparencias.
(4).
El
Dios de las Dunas, desde nuestro punto de vista es, lo que
podríamos
llamar, un mapa poético; es un libro que condensa el
quehacer
y el sentir de lo más profundo de la poeta; aunque ha
402 Encuentro
de escritores venezolanos
habido
libros anteriores y posteriores a éste, es en El
Dios de las
Dunas donde nos
encontramos con el sujeto lírico más desnudo,
aquel
que nos apunta: “Nací hacia mi vida alumbrando derrotas.
Desvarío
inclemente de una raza negada a las cumbres de su propia
claridad”
(22). Es como si en este libro se vaciara la poeta entera, su
vida,
sus vislumbres, su propia carnalidad y esa escisión de la que
hablábamos,
que se mantiene: “Caracas, me encuentra una tumba
sobre
un mapa del Líbano […]. He gastado como fósforos mis días.
Una
pequeña estatua entre Beirut y Baalbak” (23).
En
el libro hay elementos claves de la historia del Líbano, de sus
desgarros,
vividos en buena parte en la distancia, pero que estremecen
al
ser pronunciados. Este poemario contiene toda la savia
destilada
del quehacer poético y vital de la autora; libro que alberga
muchas
de sus claves, difíciles de deslindar sin acercarnos a su
mundo
personal, a su origen árabe, a sus fracturas (a las fracturas
humanas),
a su preguntada y buscada identidad:
Dios
envejece cansado de salvación. Raíces estridentes afilan sus
sombras
enloquecidas, asoma desde la esfinge de fuego ancestral
de
mi pie nómada, como la arena el mundo paralelo de lo simple
derrama
un vaso de hiel un ángel en la sangre.
Allí
la noche evasiva de las tumbas bebe humilde su implacable,
violenta
poesía. (Salih 2005: 42).
Sin
duda alguna es el lenguaje el protagonista de este libro;
dentro
de esa escisión de la identidad, sólo el nombrar el vacío, el
acercarse
a esos momentos de rotura, nombrándolos, conjurándolos,
puede
recomponer esa identidad escindida:
Hoy
la costumbre de ver es sólo eso, posar los ojos por los ecos de
la
luz ceniza. Doméstica claridad a orillas de un abismo amado, esta
falseada
imagen que soy, frente a mí misma, esto que desconozco en
el
espacio de una oración sin fe. Me ausenta alguien que me piensa.
Voces y escrituras de Venezuela 403
Hermana
de Aarón, retorna en mí el dátil de la casa de Lot, rota e
inmóvil
visión de gloria no nacida. ¿Quién sabe qué lugar del alma
bautiza
la memoria? (7).
De
ahí que la definición de la poesía que hace Octavio Paz
contenga,
sin duda, la poesía Wafi Salih:
La
poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono […] ejercicio
espiritual,
es un método de liberación interior. La poesía revela este
mundo;
crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla, une.
Invitación
al viaje; regreso a la tierra natal […]. Plegaria al vacío,
diálogo
con la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación
la
alimentan. […] Arte de hablar en una forma superior; lenguaje
primitivo
[…] Locura, éxtasis, logos […] Analogía: el poema es un
caracol
en donde resuena la música del mundo […] el poema es una
careta
que oculta el vacío, ¡prueba hermosa de la superflua grandeza
de
toda obra humana!” (Paz 1999: 41-42).
La
poeta nos devuelve imágenes centelleantes, presididas por
ese
embrujo evocador que procura el lenguaje; se vuelve en este
libro
más espiritual si cabe; las imágenes centellean en el abismo de
la
del blanco, y se convierten “temblor”, “inmensidad” que explota
en
el espacio limitado de la página: “Letra soy deslizada sobre el
follaje
íntimo del blanco. Busco mi sombra esquiva en el ajeno
paisaje
de escribir, en la furia de un dolor generoso, fatigado” (Salih
2005:
18). “Ruinas”, “insomnio”, “declive” “abismo” forman parte de
un
mosaico poético que nos descubre esa identidad perseguida y
cuestionada:
“[…] Entré en la intemporal plenitud de mis ocho
años
contenidos, a Orillas de una tarde de domingo con forma de
universo.
[…] ¿Será cierto que existo? ¿Acaso mis raíces son sangre
del
canto anudado a los cedros? La memoria hace nacer de nuevo y
lo
que fuimos prende su impermanencia” (6).
Además
de El Dios de las Dunas, el ámbito en el que destaca
por
encima de todo Wafi Salih y donde despliega toda su maestría
es
en el haikú: fórmula poética que la autora utiliza en sus últimos
404 Encuentro
de escritores venezolanos
libros
y donde sin duda alguna se produce la mayor explosión y el
mayor
destello; la forma donde se condesa la esencia más íntima
de
la poesía de Wafi Salih, la que nos transmite una honda revelación,
el
asombro hecho palabra. El haikú es, desde su larga tradición,
una
poesía que despliega elementos altamente visuales. Su
poesía
germina en la síntesis, en la palabra depurada, con atento
cuidado
para imprimir en los versos el destello más prístino. Ya
en
estos primeros poemas surge la presencia del silencio, de la
meditación,
el “desarraigo”, y el anhelo de libertad, aventura de la
palabra
a la búsqueda de un centro que es siempre el que anida en
otra
parte, arrebatado diálogo con un entorno, que se vuelve cálido
por
momentos y doloroso en otros. La meditación forma parte de la
trama
vital de esta poeta que en este despojarse asume una actitud
frente
al mundo de “beduina” en las lindes de un desierto, que físicamente
está
en el ámbito árabe, pero también espiritualmente atraviesa
las
fronteras de Venezuela. Desde sus primeros libros palpita
enteramente
la fuerza que recorre toda su producción: la palabra
justa
para nombrar una realidad apenas intuida, la búsqueda de las
raíces,
y en este punto, sin duda alguna, el sentir del mundo árabe,
que
recorre sus venas y que impregna toda su poesía, palpitando en
cada
uno de sus versos.
El
cultivo del poema que hace Wafi Salih es muy especial en
la
última poesía venezolana, la contención, el “temblor” de lo que
nos
rodea, la respiración; esa vivencia continuada en el espacio del
poema
la lleva a ocupar un lugar claramente destacado en lo que
se
refiere a una de las experiencias más singulares y lúcidas que
podemos
encontrar hoy en el panorama de la poesía venezolana.
La
“sorcellerie évocatoire” de la que hablaba Baudelaire constituye
la
esencia de Wafi Salih; su poesía es desnudez llena, desnudez
cargada
de fulgor y revelaciones que nacen de lo más próximo a
las
entretelas del alma; parafraseando a Guillermo Sucre podría
decirse
que Wafi Salih escribe “con palabras que tienen sombra
pero
no dan sombra”, dejando caer la máscara y mostrando la
transparencia.
Sus poemas son astillas verbales arrancadas sobre
un
fondo de silencio. Oriente y Occidente se entrecruzan, a veces
Voces y escrituras de Venezuela 405
dolorosamente,
en el cuerpo de los poemas que son el cuerpo del
sujeto
lírico que se desgrana y se desangra; en la página que exhala
una
reverberación de tiempo y de memoria entrelazados en las
palabras
precisas, en el vórtice de la página y del abismo.
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