domingo, 9 de agosto de 2015






“Oprime la máscara el cuerpo ubicuo
de las lágrimas”:
la poesía de Wafi Salih
Eva Guerrero Guerrero
Universidad de Salamanca
Plenitud
de los sentidos
tocan
la transparencia
Wafi Salih M. (Los cantos de la noche)

Para leer a Wafi Salih hay que llegar impregnados de pureza y
atentos al susurro y al fulgor de lo que se esconde tras lo apenas
revelado. Wafi Salih es poeta y es ésta una condición vital, visceral,
de vigilancia continua y atenta a los contornos de aquello que
apenas se nombra. Wafi Salih toca y redescubre, de ahí que el
epígrafe del que partimos contenga muchos de los elementos
claves que definen su poética. La lucidez y la desnudez de vivir
como poeta vertebra su ya amplia producción literaria que se inicia
con Los cantos de la noche (1990), al que le siguen Las horas del aire
(1991); Pájaro de raíces (2002); El Dios de las Dunas (2005); Huésped
del alba (2006) que reúne su poesía en el ámbito del haikú hasta ese
momento (compuesta por Huésped del Alba, A los pies de la noche
y Caligrafía del aire). También dentro del haikú recientemente ha
aparecido su libro Vigilia de huesos (2009).
Wafi Salih ha apurado muchos registros, el poema de frase
certera y afilada, el poema en prosa o el haikú, de hecho ésta es una
de las formas esenciales en su trayectoria, forma que señala intuiciones,
destellos. Pero, ¿cómo acercarse a la poesía de Wafi Salih?
Sin duda alguna, dejando de lado las clasificaciones escolares y
reductoras. Wafi Salih no surge en rebeldía con ninguna generación
anterior, para introducirnos en su poesía tomo prestadas las palabras
del crítico y poeta venezolano Luis Alberto Crespo:
398 Encuentro de escritores venezolanos
Ella es Wafi Salih. Una poeta que […] ha hecho vida continua con
la poesía callada, escrita al borde en la línea del resplandor. Desde
siempre se ha tenido atenta a su escritura (está entre los que son),
en voz baja, averiguándose en y a través de ella, mirándose vivir
como ese diálogo ontológico entre el espejo y nosotros frente a lo
escrito. Es por eso que no hallamos en su obra falsía alguna, pues
es el resultado de un indeclinable fervor por mostrarse, por salir a
confesarse en cada motivación, cada imagen, disponiendo de lo que
estima necesario para salvarse del no ser: una docena de vocablos,
una escritura de punta, bastan para expresar el absoluto: ella es
Wafi Salih (Crespo 2002: 6-7).
¿Qué queda por decir después de estas palabras? Sin la menor
duda la certeza de estar ante una de las grandes voces del ámbito
venezolano actual, en cuya producción confluyen Oriente y Occidente,
dos mundos, dos lenguajes, y en esencia dos formas de estar
atento a “esa palabra esencial y única” -parafraseando a Guillermo
Sucre-, que nombra lo apenas intuido.
Desde sus primeros libros vemos a Wafi Salih “transfigurada
en la página, convertida y volcada en lenguaje” (Yepes Azparren
1990: 8). Es en el lenguaje donde la poeta se instala para acotar su
mundo, para definirlo y también para interrogarlo, para colocarse
frente a una realidad y tratar de definir sus contornos y sus fisuras.
La memoria ancestral aparece siempre: sus orígenes árabes y sus
anclajes venezolanos; en su recorrido mítico-existencial uno y otro
polo de su cultura se superponen continuamente para nombrar
una identidad desmembrada.
Sus dos primeros libros aparecidos en los años noventa, Los
cantos de la noche y Las horas del aire, muestran desde el principio
la condición de alienación del sujeto poético; de hecho a modo de
lamento comienzan sus primeros “Cantos” (Los cantos de la noche);
el primer poema, esencial en su estado de alma, lleva por título
precisamente “Extranjero” (dedicado al padre):
399
Extranjero
No encuentro
espacio para mi alma
enmohecida
Cada rincón
del mundo
me hace huésped
El corazón
sin raíces
me abandona
Me doblega
esta carrera
a ningún sitio
¿Regresaré
sin mí
a alguna parte? (Salih 1990: 11).
Los títulos de su primer libro son reveladores: “Soledad”, “Me
reconozco”, “Beduino”, “Arraigo”, “Walid”, “Desolación”. Desde este
libro es clave, sin duda alguna su raigambre árabe, de ahí el poema
que lleva este título:
Árabe
Tatuada
en mi sangre
como una señal
Me busca
en la noche
400 Encuentro de escritores venezolanos
como sierpe en los sueños
¿Dónde estará Dios? (12)
Ya en los primeros libros se hace evidente la síntesis, la gran
capacidad de evocación, la palabra contenida que estalla en el
poema en un fulgor que todo lo llena; los poemas surgen desde la
más extrema depuración. En su segundo libro sigue la presencia
de la noche y aparece ahora la del “pájaro” que será protagonista de
su siguiente libro. En todo momento se consigue rozar, evocar todo
aquello que no puede decirse a viva voz; la poeta se hace eco de un
mundo en que conviven muchas correspondencias que mueven un
sinfín de resortes. Encontramos poemas que rezuman otra forma
de acercarse al tiempo, títulos como “Vacío”, “Levedad”, “Frío”,
“Suicidio” (Me abandono/ Afuera/ una hoja/ ha caído” (1991: 15),
“Lejos”, “Hastío”, “Latido”, “Umbral”, “Cenizas” o el poema “Centro”,
que revela muchas de las claves de su mundo poético:
Centro
Una garra
sorprende
como un fuego
mis raíces
Vuelve
en mi sangre
movediza
Como un viaje
que a ratos
me desgasta (1991: 30).
Si avanzamos una década nos encontramos con su libro Pájaro
de raíces, en el que aparece de manera clara esa figura del pájaro
que, paradójicamente, desde el mismo título, alude a la libertad y al
Voces y escrituras de Venezuela 401
arraigo (“las raíces”), con lo cual se producen momentos efímeros
en los que se captan pedazos, formas de nombrar que atrapan
realidades fugaces. Hay en este poemario una proliferación de
títulos que hacen referencia a lo vivo y a todo aquello que tiene un
mayor contacto con la tierra (“Hoja”, “Tortuga”, “Volcán”, “El Grillo”,
“El sapo”, “Búho”, “Las ranas”, “Escarabajo”, “Gusano”, “Jardín”).
Además, en este libro ya se prefigura una de las formas de expresión
más importantes de la autora, como es el haikú; forma fulgurante
para atrapar la realidad; la manera más lúcida de nombrarla y
de contenerla: esa es quizás la tarea esencial de la poesía, la tarea, a
veces, de toda una vida.
Sin duda alguna la cumbre de la obra de Wafi Salih la encontramos
en el libro El Dios de las Dunas. Formalmente es fácil definirlo:
se trata de un libro compuesto sobre todo de poemas en prosa,
temáticamente no es un libro sencillo, en él se aloja un yo lírico
desgarrado que muestra de manera abierta y sangrante esa identidad
escindida, pero sobre todo nos encontramos con un sujeto que
establece revelaciones sobre el mundo con una palabra acertada,
afilada, precisa. Con el cuestionamiento sobre la identidad inicia
el primer verso “¿Quién puede en el rayo de la niñez distinguir dos
cielos?” (2005: 2). A partir de aquí nos situamos en el desarraigo,
en el abierto naufragio, y nos sentimos atrapados en un mundo
plagado de imágenes, que se tornan por momentos desoladoras,
en las que se hace más acuciante esa búsqueda de un centro y la
presencia de la escisión:
He negado mi destino. Plegaria en vuelo en la arena, rasga las
vocales de la fe, arrodilladas en la sangre. Vértice de un infierno
blanco, velo de seda, sacude las cimitarras […]
No sé que maldición sobre la roca astillada de mi vida, calcina
transparencias. (4).
El Dios de las Dunas, desde nuestro punto de vista es, lo que
podríamos llamar, un mapa poético; es un libro que condensa el
quehacer y el sentir de lo más profundo de la poeta; aunque ha
402 Encuentro de escritores venezolanos
habido libros anteriores y posteriores a éste, es en El Dios de las
Dunas donde nos encontramos con el sujeto lírico más desnudo,
aquel que nos apunta: “Nací hacia mi vida alumbrando derrotas.
Desvarío inclemente de una raza negada a las cumbres de su propia
claridad” (22). Es como si en este libro se vaciara la poeta entera, su
vida, sus vislumbres, su propia carnalidad y esa escisión de la que
hablábamos, que se mantiene: “Caracas, me encuentra una tumba
sobre un mapa del Líbano […]. He gastado como fósforos mis días.
Una pequeña estatua entre Beirut y Baalbak” (23).
En el libro hay elementos claves de la historia del Líbano, de sus
desgarros, vividos en buena parte en la distancia, pero que estremecen
al ser pronunciados. Este poemario contiene toda la savia
destilada del quehacer poético y vital de la autora; libro que alberga
muchas de sus claves, difíciles de deslindar sin acercarnos a su
mundo personal, a su origen árabe, a sus fracturas (a las fracturas
humanas), a su preguntada y buscada identidad:
Dios envejece cansado de salvación. Raíces estridentes afilan sus
sombras enloquecidas, asoma desde la esfinge de fuego ancestral
de mi pie nómada, como la arena el mundo paralelo de lo simple
derrama un vaso de hiel un ángel en la sangre.
Allí la noche evasiva de las tumbas bebe humilde su implacable,
violenta poesía. (Salih 2005: 42).
Sin duda alguna es el lenguaje el protagonista de este libro;
dentro de esa escisión de la identidad, sólo el nombrar el vacío, el
acercarse a esos momentos de rotura, nombrándolos, conjurándolos,
puede recomponer esa identidad escindida:
Hoy la costumbre de ver es sólo eso, posar los ojos por los ecos de
la luz ceniza. Doméstica claridad a orillas de un abismo amado, esta
falseada imagen que soy, frente a mí misma, esto que desconozco en
el espacio de una oración sin fe. Me ausenta alguien que me piensa.
Voces y escrituras de Venezuela 403
Hermana de Aarón, retorna en mí el dátil de la casa de Lot, rota e
inmóvil visión de gloria no nacida. ¿Quién sabe qué lugar del alma
bautiza la memoria? (7).
De ahí que la definición de la poesía que hace Octavio Paz
contenga, sin duda, la poesía Wafi Salih:
La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono […] ejercicio
espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este
mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla, une.
Invitación al viaje; regreso a la tierra natal […]. Plegaria al vacío,
diálogo con la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación
la alimentan. […] Arte de hablar en una forma superior; lenguaje
primitivo […] Locura, éxtasis, logos […] Analogía: el poema es un
caracol en donde resuena la música del mundo […] el poema es una
careta que oculta el vacío, ¡prueba hermosa de la superflua grandeza
de toda obra humana!” (Paz 1999: 41-42).
La poeta nos devuelve imágenes centelleantes, presididas por
ese embrujo evocador que procura el lenguaje; se vuelve en este
libro más espiritual si cabe; las imágenes centellean en el abismo de
la del blanco, y se convierten “temblor”, “inmensidad” que explota
en el espacio limitado de la página: “Letra soy deslizada sobre el
follaje íntimo del blanco. Busco mi sombra esquiva en el ajeno
paisaje de escribir, en la furia de un dolor generoso, fatigado” (Salih
2005: 18). “Ruinas”, “insomnio”, “declive” “abismo” forman parte de
un mosaico poético que nos descubre esa identidad perseguida y
cuestionada: “[…] Entré en la intemporal plenitud de mis ocho
años contenidos, a Orillas de una tarde de domingo con forma de
universo. […] ¿Será cierto que existo? ¿Acaso mis raíces son sangre
del canto anudado a los cedros? La memoria hace nacer de nuevo y
lo que fuimos prende su impermanencia” (6).
Además de El Dios de las Dunas, el ámbito en el que destaca
por encima de todo Wafi Salih y donde despliega toda su maestría
es en el haikú: fórmula poética que la autora utiliza en sus últimos
404 Encuentro de escritores venezolanos
libros y donde sin duda alguna se produce la mayor explosión y el
mayor destello; la forma donde se condesa la esencia más íntima
de la poesía de Wafi Salih, la que nos transmite una honda revelación,
el asombro hecho palabra. El haikú es, desde su larga tradición,
una poesía que despliega elementos altamente visuales. Su
poesía germina en la síntesis, en la palabra depurada, con atento
cuidado para imprimir en los versos el destello más prístino. Ya
en estos primeros poemas surge la presencia del silencio, de la
meditación, el “desarraigo”, y el anhelo de libertad, aventura de la
palabra a la búsqueda de un centro que es siempre el que anida en
otra parte, arrebatado diálogo con un entorno, que se vuelve cálido
por momentos y doloroso en otros. La meditación forma parte de la
trama vital de esta poeta que en este despojarse asume una actitud
frente al mundo de “beduina” en las lindes de un desierto, que físicamente
está en el ámbito árabe, pero también espiritualmente atraviesa
las fronteras de Venezuela. Desde sus primeros libros palpita
enteramente la fuerza que recorre toda su producción: la palabra
justa para nombrar una realidad apenas intuida, la búsqueda de las
raíces, y en este punto, sin duda alguna, el sentir del mundo árabe,
que recorre sus venas y que impregna toda su poesía, palpitando en
cada uno de sus versos.
El cultivo del poema que hace Wafi Salih es muy especial en
la última poesía venezolana, la contención, el “temblor” de lo que
nos rodea, la respiración; esa vivencia continuada en el espacio del
poema la lleva a ocupar un lugar claramente destacado en lo que
se refiere a una de las experiencias más singulares y lúcidas que
podemos encontrar hoy en el panorama de la poesía venezolana.
La “sorcellerie évocatoire” de la que hablaba Baudelaire constituye
la esencia de Wafi Salih; su poesía es desnudez llena, desnudez
cargada de fulgor y revelaciones que nacen de lo más próximo a
las entretelas del alma; parafraseando a Guillermo Sucre podría
decirse que Wafi Salih escribe “con palabras que tienen sombra
pero no dan sombra”, dejando caer la máscara y mostrando la
transparencia. Sus poemas son astillas verbales arrancadas sobre
un fondo de silencio. Oriente y Occidente se entrecruzan, a veces
Voces y escrituras de Venezuela 405
dolorosamente, en el cuerpo de los poemas que son el cuerpo del
sujeto lírico que se desgrana y se desangra; en la página que exhala
una reverberación de tiempo y de memoria entrelazados en las

palabras precisas, en el vórtice de la página y del abismo.

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