LA
DEPURACION Y LA VASTEDAD
Wilfrido José González Rosario
Sin caer en los farallones de la
indigencia conceptual, en la irreflexión lingüística, ni tampoco en sus
contrarios, la indigestión conceptual y el aislamiento aséptico y enfermizo de
un referente indispensable, la consecución de nuestra valiosa experiencia,
constituyo en mi caso - no puedo más que
afirmar mi parcialidad- la oportunidad
de proseguir una senda personal “interpretativa” del texto poético y sus
innúmeros contornos ¿Senda en el mar?
Soy un aprendiz de las artes, ¿Quién
no? Aprovecho esta escusa para adéntrame en el universo de estos poemas, de
Wafi Salih, a tientas, entro pues su luz es grande y enceguece. Ejerzo un poco
la posibilidad de la expansión que caracteriza a todo texto presuntamente
crítico.
Cada poema actúa cual mándala tejido
en verbo, emisor de resonancias, movedor de nuestro abscondito mundo,
penetrando su follaje establecido sobre la desnudez primera.
La depuración y la vastedad
“Treinta rayos confluye en el eje
de la rueda:
su utilidad
para el carruaje esta allí donde no están:
cuando la
rueda del alfarero hace un jarro,
el uso del
jarro
está precisamente allí donde
no hay nada.
Cuando abres
las puertas y ventanas de un cuarto,
son útiles
para el cuarto
allí donde
no hay nada.
Por
consiguiente, ser es para bien,
No ser es
para utilidad”
Tao Te King
La poesía de Wafi Salih,
apunta, estrictamente, hacia una depuración progresiva de la forma y hacia una
amplitud ilimitada del sentido. Esfuerzo, por cierto, riesgoso. Practica, por
ende, ardua. La afinación ascética de la palabra y los contenidos no impide3,
en este caso, una amplia resonancia de sentires, padeceres y celebraciones
ligas a su origen y a su propia hechura dentro de la artesanía del lenguaje,
desde los limos originales, infantiles y genésicos hasta la conciencia de la
expresividad posible y la observación-desde el vuelo y el arrojo de la palabra
poética- de los acantilados abismales del ser y del texto.
Lejos de la ingenuidad
del desenfado colorista, narrativo, y por tanto, de la ampulosidad de la frase,
Wafi eligió el escoplo, trazando caminos desnudos, transitables por la
imaginación del lector en ilimitados sentidos posibles. Cincelando la forma,
con un alto sentido estético del silencio, y su valor polivalente, emerge la
justa forma, rodeada de aguas insondables.
Se ha tratado de una elección la
desmesura o la precisión: la opulencia frente a la desnudez: en vez del
desborde pasional, la contenida fluidez de la sensibilidad alquitarada.
No podemos olvidar
el hecho de que su obra esta en plena expansión, que su juicio de la escritura
transita una senda evolutiva, y que nuestro comentario se limita a algunos
poemas de sus 3 primeros textos “Los Cantos de la Noche” (1996) las “Horas del aire” (1997) y “Pájaro de Raíces (1998). Nuestra
aproximación con mesura y respeto, por
su particular voz en nuestro contexto literario, pretende cruzar, con el lector
de sus poemas, algunas consideraciones estéticas, que a modo, de una
conversación, en sosiego, en la escala floreciente que nos lega la lectura poética,
nos acerque, al goce, al viaje interno de estos apreciado instantes de
resplandor, que son sus poemas.
Ya
hemos afirmado en líneas anteriores, como característica inigualable la
desnudez y trasparecía de sus formas,
anclada, además, no en una vaciedad de sentido, sino en toda una, estética
navegante en los lagos calmos, de la filosofía pacifica dimante de la
observación de los cambio antes seres, universales, del tiempo, y del retorno:
El
otoño
desnuda
el
exceso
de
ropaje
en
el vuelo
de
las hojas
(Pudor. Cantos de la noche)
Donde se unen armónicamente el movimiento visual, el concepto poderoso
del lenguaje como retorno adánico y la desnudez esencial como andamiaje
indispensable del ser, el vivir y el expresar.
Con
esta misma orientación, otro texto, “Turbio” del libro: “Las horas del Aire”
además de alcanzar una gran movilidad desde el vientre de su contrario, tiene
esa delicadeza, de joyería perfecta, diminuta y restallante, que, confirma lo
que al respecto de su obra hubo afirmado en la contraportada del libro, el
escritor Carlos Cadenas “En la brevedad escribe su esencia de laboriosa orfebre
de la palabra.” He aquí, el texto:
Vaga
promesa
del colibrí
Estarse
inmóvil
en una
rama.
La elaboración del vino
poético, se comprende como labor muy personal, oculta, en los pliegues del
silencio meditativo, de una apropiación del mundo que sin contradicciones,
avanza hacia una negación de los sentidos para hallar las metáforas que
acuciantemente hallar lo inexpresable.
ADENTRO
Como
una llave
perdida
en el mar
me he
negado
Secreto:
Los Cantos de la Noche
Estos tres textos, presentadores del
relámpago y de la instantánea presentación de la palabra y de la imagen,
acotan, una sencillez depurada, lograda, sin complicaciones. Sin embargo, no es esta la única orientación de
la poesía de Wafi Salih, sino que, por otra parte, abunda el poema, que se
reabre de los danzantes filos de una amplitud inusitada de sentidos,
devolviendo destellos diversos, a cada mirada, de una lectura
interpretativa incapaz, donde cual azogue de diamante, una
piedra de luz, se desborda y escapa de la mano que, en vano, con petulancia
académica, intenta atraparla, arrastrando, tras de sí, a las oscuridades del
agua oscura del lenguaje más profundo, al lector, donde la primera palabra es
latido, y donde germina el más lejano silencio inabordable.
Latido
Latido
Alerta
como filos
en el aire
Se
funden
en el fondo
del silencio
Tus palabras
remotas en el espesor
del alba.
Latido. Las Horas del aire.
Nos llega del poema, como una plomada de
inmaterialidad, fija una estructura inatrapable y vastísima, donde los
silencios, se tienden, como puentes de cáñamo, sobre abismos, entre palabras
abiertas, en un trío, de estrofas, separadas y unidas, por la blancura del
espacio, remoto y principal.
Algo importante que notar, en su
sincera expresión, no se siente ni la impostación de una “voz” ni el usufructo
de una territorialidad inventiva ajena, ni la pesadez de los retraspirados
aires de las atmosferas ajenas, usurpadas, a cualquier tradición, como se ha tornado
práctica habitual en nuestros días de poca lucidez creativa.
La sensibilidad ante la
“oquedad” del tiempo, residuo de nuestras armazones conceptuales para bosquejar
la realidad, solo nos deja en la brevedad de las monos, la ausencia de una fina
arena, tales como “las horas del aire”, donde lo mustio es solo puerta de la
ajada habitación donde el sentimiento y la emoción, reposan doblados en el
armario junto a las perlas del alcanfor como prendad de ausente.
TARDIO
Marchita
sobre el tallo
ceniciento
Perdida
Adentro
en las horas del aire
La flor
recuerda
Tardio,
Las horas del aire.
Con
infinita delicadeza, la palabra, se hace puente hacia la geografía interna del
ser, una femenina vastedad de panoramas propios, accedidos a través de
excepcionales y sutiles arrebatos de pasión, mística y humana, en poemas como
“Adentro”, Cantos de la noche”
Confieso, En las horas del
aire, y Abismo, en Pájaro de Raíces.
ADENTRO
Al
borde
como el musgo
en la
dureza
Un
llanto
lejano
en mi
alma
Como
un dolor
que no
cesa
y en
un circulo
de
sombras
se
modula.
Confieso
De tanto
mirar
me hago
daño
Soplo
hacia adentro
y es un nudo
la palabra
Borrada
para otros
huyo
en el sueño
Esa
puerta
salva
Abismo
Cóncava
Una
amansada
cumbre
oscurecida
(Abismo: Pájaros de Raíces)
Entonces, de verso en
verso, asistimos al alumbramiento de las diversas escenas de la palabra poética
elaborada, que, prefiere, los espacios íntimos, cálidos, arraigados, aun
cuando, a veces, los desgarre, la soledad, y aun frio, devastador, desertice la
voz y el mundo. Son vastos territorios interiores donde una ilimitada gradación
de matices esenciales muestra los ángulos del desnudo de un oculto mundo
presentido:
Alma
Vivo lejos
sin saber
de mí
en una claridad
que me enceguece
Afuera
nada
es más grande
que
esta
inmensidad
(Alma:
Los Cantos de la noche).
Alcanza límites donde nos transmite sensaciones como si el
lenguaje fuese las yemas de los dedos de una mano aterida, que sin llegar a
tocarnos, escurridiza como ciertas palabras, nos tocan por negatividad:
Vacio
Pájaro
de muerte
asciendes
En la tiniebla
del aire
Derrochando
tu frialdad
en mis arterias
(Vacio: Las
horas del aire.)
Es bastante habitual en su
escritura, la pausa rítmica dos, tres, a veces ninguna-que propicia la cadencia
reposada, donde las estrofas anteriores se depositan, traficando puentes de
silencio, en un último fragmento, que siendo cierre textual, sin embargo, queda
flotando, en la inmaterialidad y dilatación de las imágenes.
Meditación
Transita
por mi alma
contenida
Desciendo
toco el fondo
Me
elevo
hacia los altos
silencios
invisibles
del alba
(Meditación: Los Cantos de la noche)
No
está ausente la relación con la nocturnidad, sombra de los misterios y las
irresoluciones donde se filtra el silencio abstraído absolutamente en esa
impensable “nada”, que absorbe y dispersa, en una proximidad violentada:
Lail
Desterrada
como
un fruto
maduro
que cae
Me
contiene
una sombra
El
silencio
como signo
de la nada
me hace suya
y me dispersa
(Lail:
Los Cantos de la Noche)
Wafi Salih ha dejado en estos tres poemarios constancia de
una voz hecha, que se apunta con vigor de renuevo, donde en la oscuridad de la
escena de la pagina, saltan los chispazos arrancados al pedernal de la palabra,
con las ganas, la complicidad con el lector y con el saber, del inabordable
horizonte que surge al doblar la hoja de todo transito humano. Es un cantico de esta vida, en las arenas
inquietas, con paso quedos, hollando el silencio donde solo el verbo visita la
muerte, sin tocarla, donde, a sabiendas como Nezahualcoyotl “las flores, los
cantos solamente aquí perduran”. Allí nace, se vierte, su afán, de aportar, sus
leves texturas, delicadamente, como nubes al tiento del sol naciente. Se depura el canto, la
materia, se gana, la vastedad.
Cantico
Logré
acercarte
a esta huella
de mi pie
en la arena
(Cantico: Las horas del aire).
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