domingo, 2 de agosto de 2015

EL DIOS DE LAS DUNAS: canto a los ancestros


“Breves fueran mis días entre vosotros
 y aún más breves las palabras que he dicho”

Khalil Gibran

David Figueroa González

Desde temprana edad he sentido cierta fascinación por el Medio Oriente, creo que ello es quizás el fruto de las historias fascinantes que me deslumbraron en mi infancia, relatos  provenientes  del libro Las mil y una noches, esos cuentos  eran el centro de mis juegos, e incluso soñaba con algún día poder pisar esas tierras y bañarme de sus milenarios saberes.

Ya adolecente, cuando disfrute el libro El alquimista  del escritor brasileño Pablo Coelho, volví gracias a la magia del verbo  a esos parajes distantes, regresé a caminar en las dunas y a refrescarme en los ojos de las misteriosas mujeres árabes, ojos-oasis para las almas, también comprendí que el peregrinar del hombre por esas tierras lo compenetra con el desierto y de esta manera el desierto cobra vida  y se hace hombre.

Gracias a los encantos de la  amistad y al poder de los medios electrónicos, llegó a mis manos el poemario El Dios de las dunas de la escritora Wafi Salih, en él disfrutamos  de un  canto lírico, eco de un país que ha quedado atrás y sin embargo aún se lleva en la memoria, como los nómadas que de sus viajes guardan mil caminos. En las líneas del poema “Una raza gime en mi nacimiento” encontramos estos elementos que despiertan añoranza:

Una raza gime en mi nacimiento. Vocales indefensas trazan el infortunio donde mi padre cansado de nacer, amuralla sobre el rostro la monótona humildad de las tardes enfermas.         
Nativa de un país mío y desconocido, sostengo la noche en la sangre con piedras en la frase más ida. Allí, el aire levanta para siempre una canción deshecha.”

El lenguaje simbólico es el crisol que permite al poeta alcanzar el Alma del Mundo, o como lo denominó Jung  el “inconsciente colectivo”, el cual le facilita al creador deconstruir y construir nuevos cosmos, más humanos y cargados de imágenes almáticas-melancólicas, de tal manera,  en los párrafos de  “La ausencia puebla las horas” la autora nos hace sentir parte de su tradición:

La ausencia puebla las horas con piedras pardas, grises,  melancólicas,  hasta dolerme. He nacido continuidad de la sombra viva, devuelta en cualquier parte. Aspiro el matiz alucinante de las nubes ambarinas.  
                                           
Textura de monóxido en la piel de la rosa, sin cesar agita sus pétalos sobre la compleja, sólida y cruel arquitectura. Esta ciudad crea brumas: bien pudiera llevar mi nombre.”

El Dios de las dunas nos sumerge en un mundo cargado de sentimientos y pasiones, allí la escritora muestra la piel de su alma, canto metafísico que dibuja un pueblo orgulloso de su historia, paciente y guerrero, donde también logramos descubrir “claves de la historia del Líbano” en tal sentido, en los versos de Luz en derrota  la noche”  observamos ese espíritu aguerrido:

Luz en derrota  la noche, vacía de mal su humana permanencia.

Anuda a la frente del verdugo, al norte y al sur en oleadas de abismos, un canto traslúcido de hondos designios.

El aire abnegado de las mezquitas en el alma, con el suplicio heredado por los hijos, en las cuencas rasgadas de plegarias.
                              
Suspende una cimitarra, al revés del Corán, donde la candidez solar de un Sufí, balancea una lección de fe: “Los dientes del peine de un tejedor, son todos iguales, los hombres blancos y negros, árabes y no árabes”…modula sobre la raya descendida del cielo el peso deplorado de una misma muerte.”

Este poemario contiene en  esencia un mundo milenario trazado con  amor, en el gravita parte del origen árabe de la artista, donde  ella resalta en varios poemas  los ojos como imagen poética,  utilizándolos en varios versos  como símbolo de conocimiento y percepción sobrenatural, en tal sentido Jean Chevalier manifiesta: “Los ojos simbolizan de  hecho un órgano de la visión interior y por tanto una exteriorización del ojo del corazón.” tal es el caso de “Regreso a ti”, donde los ojos rememoran  soledad y reflexión:

Regreso a ti en  el círculo  estremecido del árbol melancólico de tu acento.  Abona una salubre oración en su raíz de astro, sucumbe al ajeno corazón de Dios.
                     
La noche descuelga tumbas de voces nómadas, épocas aún vivas, se extienden mas allá de los huesos del día, en un país de soles devastados, sin más pájaros que tus ojos remotos. Allí,  apoya la casa primigenia, sumisa y presente, sin límites hacia mí.
                                                             
Miro, escucho, sólo a oscuras como el alma mística de las piedras, nacidas lentamente en las tinieblas hondas de gastada intemperie.”

La figura de los pájaros según algunas culturas encarnan el pensamiento,  la imaginación y  la relación con el espíritu, en este sentido, en el Diccionario de los símbolos de Hans Biedermann, puntualizamos  que también representan “la fuerza que ayuda al hombre a hablar reflexivamente y le induce a meditar muchas cosas antes  de que se conviertan en un acto radiante”; por lo que en las líneas de “Tragedia de seres lastimados” reforzamos esta visión  mística, espiritual e introspectiva:

“Tragedia de seres lastimados en la sílaba fija en una lágrima, en el  victorioso  desamparo.
                                       
Beirut sin faz, largo tiempo en la memoria sofoca de soles secretos de llama helénica la profética luz de los pájaros desterrados, una y otra vez, como una maldición.”

Otra imagen recurrente en el poemario es la luz,  luminosidad  que se relaciona con el verbo, con la radiación espiritual que emana de un corazón que ha encontrado paz y a través de este signo le rinde tributo a sus ancestros, vinculando luz-conocimiento, luz-amor, en este sentido, el evangelio de Juan nos ofrece lo siguiente:   “El Verbo era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo.”En los estrofas de “Afandi. Mientras el universo bebe”, vemos presentes esos rasgos:
       
Afandi. Mientras el universo bebe las formas irreverentes del dolor, en el cuerpo sin sitio de las   palabras, tu  Arguili, sumerge en un himno de patria  taciturna el  infinito.

Lleva  en  los espectros  serpentinos  de  la  llama                      letras dictadas en el agua, por el  signo  de  una  luz  exacta.
                                     
  Ciudades y olivos contemplo en imágenes de osada inocencia,  lágrima remota donde todo hombre es un niño huérfano.”

La lingüista argentina Ivonne Bordelois afirma en su obra La palabra amenazada: “La poesía es la criatura   más excelsa del lenguaje… En ella reside  toda crítica”, de tal manera, descubrimos en El Dios de las dunas  una mujer-verbo que  nos entrega su aliento bañado de metáforas radiantes, regidas por el hechizo sugerente que procura el lenguaje;
 
 Letra soy deslizada sobre el follaje íntimo del blanco. Busco mi sombra esquiva en el ajeno paisaje de escribir, en la furia de un dolor generoso, fatigado.
El escritor mexicano Octavio Paz sostiene que: El poema, sin dejar de ser palabra e historia, trasciende la historia”,  razonamiento este que vemos presente en las hojas de El Dios de las dunas,  allí su autora nos presenta poemas-crónicas, camellos que nos trasladan al encuentro familiar, mesa donde sirve sus poemas alimento del espíritu, sal de la imaginación; en la composición “Un instante en la altura” meditamos con este viaje anímico y emocional:


“Un instante en la altura imperceptible del canto. Sabor a pan, aceitunas, poesía roja íntima geografía de la granada.  La casa de mi padre,  órbita sin dimensión, antes que nunca fue pasado, “Hashem es Dios”, “Alá es Dios”, “Jesús es Dios”, siglo tras siglo, deseo sin cuerpo, en el letárgico zafiro del cielo. La fe, esa maldición.”

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